14. La historia de Magnus Bane
Alec POV
Desde que salí del closet en la escuela todo iba bastante bien, excepto por mi salud. Estaba empeorando, y lo podía sentir cada día que pasaba. Especialmente desde ese día que me desmayé en el escuela. Aun recuerdo como Simon me encontró tirado en el suelo. Como me despertó y como Izzy me regañó.
– ¡Por el amor de dios Alec! ¡Necesitamos llevarte a un doctor! – lloraba mientras me ayudaba a sentarme.
– Estoy bien Izz, – me miró poco convencida – Solo son los nervios, –
– ¡Mentira! ¡Jace me contó que Magnus le dijo acerca de tus sangrados nasales! ¡Le voy a decir a papá! –
– ¡No! ¡Por favor! ¡Estoy bien! Estoy bien. –
Aparentemente no estaba bien. La doctora Anderson encontró en mi sangre otro aumento de linfocitos. No mucho, pero aun así. Mi mamá comenzó a asustarse de nuevo. Mi papá estaba calmado, aunque sus ojos mostraban su verdadero miedo, al igual que los míos. Pues tenia miedo, aunque intentara ser fuerte. Miedo de que la leucemia hubiera vuelto. Pero por ahora, la doctora Anderson dijo que solo me iba a tratar con medicamentos no con quimio. Así que eso me dio esperanzas de que quizá la leucemia no volviera, porque no estaba preparado para eso. No ahora. No cuando tenía algo por lo que vivir. Alguien a quien muy probablemente amaba.
– ¿Le dirás? – me preguntó Ellie mientras hablábamos por teléfono, y el tema salía. – ¿Acerca de tu enfermedad? –
– No lo se –
No quería decirle a Magnus, él ya tenia demasiados problemas de por si. Y los experimenté un día.
*
Las clases ya casi terminaban, y ahora seguían los ensayos. Yo estaba haciendo las ultimas cosas en el set. La obra estaba programada para dentro de cinco semanas. Magnus estaba demasiado nervioso. Estaba nervioso por cantar en público, no importaba cuantas veces le dijera que cantaba hermoso.
– ¿Así que como va lo de escribir canciones? – le preguntó la Sr. Blackwell, mientras Magnus se ponía su chaqueta roja de cuero. – ¿Tienes, o elegirás alguna famosa? –
– Estoy trabajando en ello profesora. –
– Eso es bueno, – nos sonrió, mientras Magnus tomaba mi mano y las entrelazaba. – Que tengan un buen día chicos. –
– Adiós profesora. – Dijimos.
Salimos del escuela y fuimos a mi auto. Hoy íbamos a la casa de Magnus a pasar el rato, como una pareja normal. Ya había salido completamente del closet, pero aun no me sentía muy cómodo saliendo a lugares públicos y hacer muestras de afecto.
– Bleh... – dijo de la nada, mientras yo le miraba confuso. – ¿Sabías que tengo que besar dos beses a Lacey durante la obra? –
– Si –
– ¡Eso es horrible! –
– Vivirás, – le sonreí mientras apretaba su mano, y me estacionaba en la entrada de su casa.
– ¿No estás ni un poquito celoso? ¡Estaré besando a una chica! – Magnus me sonrió mientras avanzaba a la puerta. Corrí hacia el y tomé su mano.
– Cerraré los ojos, me cubriré los oídos y olvidaré esa parte de la obra, – le dije mientras le daba un pico en los labios. – Y tu vas a lavar tu boca y olvidarte de ello ¿ok? –
– Esta bien, mejillas dulces. – El sonrojo en mis mejillas debía estar de color escarlata en esos momentos.
Entramos a su casa y escuchamos voces.
– No lo se, no estoy segura de que a Magnus le guste, – decía la madre de mi novio.
– Creo que tu mamá tiene un invitado, – le susurré, mientras nos quitábamos los abrigos.
– Si... creo. –
– Soy su padre. Y les extraño a ambos, Ayanna. Extraño a mi familia. –
Magnus inmediatamente se congeló en su sitio. Sus músculos estaban tensos y su mandibular rígida. Pero lo peor fue el enojo que apareció en sus ojos verdes-dorados. Sus manos comenzaron a temblar. Quería hacer algo, pero antes de que pudiera intentarlo, cruzó la sala. Aun un poco confundido, le seguí.
– ¡¿Qué mierda estás haciendo aquí?! – Magnus gritó, parándose al lado de su madre. – ¡Lárgate! –
– Magnus, – su madre inició, pero la forma en que le miró, furioso, hizo que se callara.
– Hijo... – el hombre comenzó. Era alto, cabello negro, asiático, con ojos cafés. No se parecía casi nada a Magnus, aunque tenían el mismo color de piel. Magnus lucía más como su mamá, excepto por sus ojos. – Mi hijo. –
– ¡No me llames así! ¡No soy tu hijo! – dijo Magnus completamente enojado. Nunca le había visto así, y admitía que me asustaba un poco. – ¡Lárgate! –
– Solo vine a hablar Magnus, – su voz sonaba calmada. – Quería hablar con tu madre y contigo. Les extraño. –
– Pero nosotros no te extrañamos, ¡así que vete! – vi que Magnus no se podía controlar a si mismo. Ahora mismo lo único que quería era abrazarlo, para que se pudiera calmar.
– Magnus vamos a hablar calmadamente, como... – ella miró por encima de Magnus al pasillo mientras yo me acercaba. Ella estaba sorprendida de verme ahí y avergonzada de lo que estaba presenciando. Magnus y su padre siguieron su mirada. El hombre mayor me miraba confuso, y mi novio rápidamente quito su mirada de mi. – Alec...–
– ¿Y quién es este caballero? – preguntó el papá de Magnus.
– Soy Alec Lightwood, – me acerqué a Magnus y saludé a su papá. – Mucho gusto señor. –
– Alec es un amigo de Magnus, – hablo la señora Bane. Ambos la miramos confusos.
– Ya veo...–
– No ¡No le mientas mamá! – Magnus tomó mi mano y la apretó suavemente. – Alec es mi novio. – Se vislumbró enojo y sorpresa en los ojos del hombre. Yo le estaba viendo directamente, intentando descifrarlo. Y al mismo tiempo intentaba a entender el porque del intenso enojo de Magnus. – Es mi novio. –
– Mucho gusto Alec, soy Roger Bane, el padre de Magnus, – el chico de ojos de gato le miraba con rabia, cuando su padre apretó mi mano. Eso me hiso sentir muy confundido y receloso. ¿Qué estaba pasando aquí? La mirada que Magnus le daba a su padre era aterradora.
– Chicos... – comenzó la Sra. Bane. – Por qué no sube a la habitación, ¿ok? Les llamaré cuando la cena esté lista. – Asentí y le di un empujoncito a Magnus para llamar su atención. Finalmente me miró, sus pupilas estaban dilatadas y sus ojos oscurecidos. Sabia que estaba enojado. Con cuidado, acaricié la palma de su mano. Eventualmente los hombros de Magnus se relajaron y me miró, dándome una pequeña sonrisa. Solo me asintió y me sacó de la sala, mandándole a su padre una mirada de muerte. Subimos a su habitación en silencio. No sabia que decir, o que hacer, además de sostener su mano. Pero para ser honesto, Magnus estaba sosteniendo más mi muñeca que mi mano. Cuando estábamos llegando a su habitación escuchamos algo que hiso que Magnus se enojara más.
– Es bueno estar de vuelta con mi familia. –
Mi novio bufó, y tragó duro. Estaba respirando con la nariz, rápido y fuerte. Su mano que agarraba mi muñeca me apretó fuertemente, haciéndome sisear. Eso de alguna forma le sacó de su estado. Sus perfectos ojos dorados me miraron con miedo y vulnerabilidad. En ese momento me soltó, y cubrió su boca con su mano. Cuando miró hacia mi mano lastimada, corrió hacia su habitación. Mientras entraba detrás de él, lo encontré acurrucado en una esquina. Cuidadosamente me acerqué y me arrodille en frente de él. Justo cuando iba colocar mi mano en su rodilla, gritó.
– ¡No me toques! – mi mano se congeló en el aire. Sus palabras me hirieron, y creo que se dio cuenta. – No quiero hacerte más daño. –
– Magnus, mírame, – se negó a levantar su cabeza. Suspirando, puse mis manos en ambos lados de sus mejillas y le alcé el rostro, haciendo que me mirara. Sus ojos estaban brillosos y una lagrima se deslizaba por su mejilla. Eso hiso que mi corazón se encogiera. Nunca le había visto tan vulnerable, tan roto, tan triste o lastimado. Con mi pulgar, limpié esa lagrima. Magnus se inclinó hacia mi mano, y miró a mis ojos. Vi que estaba perdido en su propio mundo, en sus propios problemas. Y yo solo quería sacarle de ahí. Magnus tomo gentilmente mi mano en las suyas y llevo mi muñeca lastimada a sus labios, colocando un beso en ella.
– Lo siento bebe, lo siento. Nunca quise herirte, – su voz sonaba rota. – Lo siento. –
No pude hacer nada más que consolarlo, abrazándole. Magnus inmediatamente se recargó en mi, apretándose contra mi. Lentamente, comencé a mecernos, mientras él silenciosamente sollozaba en mi cuello. Mi mano se movió involuntariamente a su espalda, subiéndola y bajándola, tratando de calmarle. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Magnus se relajó en mis brazos y dejo de sollozar. Con un gran esfuerzo nos levanté del piso y le dirigí a la cama, sentándonos, en silencio. Quería que dijera algo, porque yo tenia miedo de hablar.
– Le odio, – murmuró Magnus, acostándose en su cama. Mientras yo hacía lo mismo, en silencio, para que pudiera dejar salir sus emociones. – Le odio demasiado. Me lastimó cuando era un niño, me lastimó demasiado. –
– ¿Qué pasó? – susurré y el se estremeció. Inmediatamente me arrepentí de mis palabras. – No tienes que decirme si no quieres. –
– No, – masculló. – Mereces saber la verdad. – Magnus tomó unas respiraciones antes de comenzar a hablar. – Antes de que me mudara aquí con mamá, vivíamos fuera de la ciudad. Teníamos una casa grande con un jardín y una alberca. Me atrevería a decir que era el niño más feliz del planeta. Tenia a unos padres maravillosos que se amaban y me amaban demasiado. Pero todo cambió un día. Tenía diez años y necesitaba que me realizaran una cirugía, por lo que era necesario una transfusión de sangre. Mamá estaba fuera de la ciudad, y papá estaba conmigo. Así que como buen padre, ofreció la suya. Cuando le preguntaron por su tipo de sangre y supieron cual era el mío, no coincidieron. Mi papá enfureció, demandando otro doctor porque pensaba que había cometido un error. Yo era su hijo, decía, su propia sangre. Pero los resultados de sangre mostraron lo contrario. Y desde ese día se desató el infierno en casa. Finalmente después de una enorme pelea con mamá, ella confesó que yo no era hijo biológico de Roger, si no que era la consecuencia de una noche de borrachera, antes de la boda. Mamá sabia que había quedado embarazada un mes antes de que se casara con Roger. Cuando él se enteró de la verdad estaba enojado, furioso. Y golpeó a mamá. Yo era un niño, no entendía demasiado, así que solo continuaba preguntando "papá ¿qué está mal?" luego me gritó en la cara que yo no era su hijo y desde ahí comenzaron los abusos. Mi infierno duró por casi un año, hasta que mamá sacó valor y llamó a la policía, una noche que Roger me golpeó demasiado, dejando heridas por todo mi cuerpo. Fue arrestado y llevado a prisión, pasó ahí dos años por violencia doméstica. –
– Yo...–
– No digas que lo sientes... No quiero lastima... no de ti, – me interrumpió, volteando su mirada lejos de mi. Gentilmente acaricié su mejilla, esperando que me mirara. Y finalmente lo hiso.
– Iba a decir que agradezco que confiaras en mi, – besé su frente y se acurrucó en mi. – Te prometo que ya no te hará daño nunca más. No le dejaré. –
Cuando volví a casa estaba pensado en todo lo que había descubierto de Magnus ese día. Su historia era dura. Pero poco sabia yo entonces, de que esa no era su historia completa.
*
Era casi la hora del desayuno, y yo estaba bastante preocupado. No había visto a Magnus en toda la mañana. Así que después de que sonara la campana fui a mi locker y le busqué, pero no le vi en ninguna parte, así que decidí esperar por el. Con mis ojos cerrados me recargué en el locker y esperé. Pero rayos, nunca esperé lo que pasó después.
En un momento estaba contemplando el silencio y al siguiente estaba brincando asustado cuando alguien estrelló su mano en el locker, al lado de mi cabeza. Abrí los ojos asustado y vía Ragnor Fell lleno de rabia.
– ¡Tu hijo de puta! – me gritó, agarrándome del cuello de mi camisa. – ¡Te vas a arrepentir! –
– Rag... – no sabía lo que estaba pasando, pero el puño que dirigía hacia mi me hizo temblar como una hoja. Cerré mis ojos esperando por el golpe, pero nunca llegó. Abrí mis ojos y vi un familiar cabello picudo.
– ¡¿Qué mierda te pasa Ragnor?! ¡Déjale! – estaba deteniendo el puño de su amigo.
– ¡Lo merece, por lo que te ha hecho! – yo estaba confundido por sus palabras, ¿qué le había hecho a Magnus?
– ¡El no me hiso nada! – gritó Magnus de vuelta, empujando a Ragnor lejos de mi.
– ¡He visto la marca en tu mejilla! ¡Es igual que Oliver! –
– ¡Alexander no es Oliver! – Magnus me miró rápidamente, y luego volvió a mirar a su amigo. – No me hiso nada. –
– ¿Entonces quién....–
– ¡Mi papá ha vuelto! – los ojos de Ragnor se abrieron. Inmediatamente hundió los hombros y se lanzó a abrazar a mi novio. Magnus abrazó de vuelta a Ragnor. Después de un rato se separaron. El chico de ojos de gato me miró sonriendo un poco, y ahí pude ver la marca roja en su mejilla. Quise levantar la mano y acariciarle, pero Ragnor me ganó
– Puedes quedarte conmigo si quieres, – masculló sobando la herida. – ¿Qué tan malo fue esta vez? –
– Solo me golpeó una vez, después mamá y yo le echamos. Estoy bien. – Magnus apretó ligeramente el brazo de Ragnor. El otro chico me volteó a ver, un poco asustado. Magnus siguió su mirada. – Esta bien. Alexander lo sabe. –
– Oh... – había sorpresa en su voz, como si no esperara que yo supiera la verdad. No podía ver el rostro de Magnus, pero obviamente le estaba mascullando algo a su amigo. – Lo siento... Alec... lo siento. –
– Esta bien. –
Y después nos dejó solos. Giré a Magnus hacia mi. Gentilmente toqué la marca en su mejilla, un poco cubierta con maquillaje. El chico de ojos de gato se estremeció, haciendo que quitara la mano rápidamente. Me miró y tomo mi mano entre las suyas.
– ¿Estás bien? – me preguntó.
– Estoy bien. ¿Y tu? ¿Por qué te pegó tu papá? – le pregunté. Magnus tragó antes de arrastrarme por el pasillo.
– Comenzamos una pelea... él quería volver a vivir con mamá y conmigo. Pero yo no dejaba de gritar que no quería, que él no había cambiado. Y el seguía repitiendo que si. Un montón de malas palabras saliendo de nuestras bocas y finalmente perdió el control y me golpeó. Después mamá y yo le echamos. –
– ¿Te duele? – sabía que Magnus no quería que le dijera "lo siento".
– No mucho, – me sonrió, y me guiñó el ojo. – Pero podrías besarme y hacerme sentir mejor, –
Le sonreí y deposité un corto beso en su mejilla. Justo cuando iba a separar mis labios, volteó su rostro y conectó nuestros labios en un dulce beso. No fue ni largo ni rápido. Fue un corto pero apasionado beso.
– Oh, ahora me siento mejor, mucho mejor. – Magnus me sonrió, poniendo sus manos en mis mejillas. – ¿Estás seguro de que Ragnor no te hiso nada? Juro que no puedo creer que haya asumido que fuiste tu...–
– El asumió que yo era igual que Oliver, – mi novio giró la mirada. Podía ver que había mucho más en esa historia. – ¿Quién es Oliver? –
– ¿De verdad quieres saber? – solo asentí. – Bien, te lo diré, pero no aquí. Vamos. –
Una vez más me arrastró por el pasillo hacia el aula de música. Magnus tenia la llave por la profesora Blackwell, para que pudiera ir a practicar. Abrió la puerta y me guió dentro, cerrando la puerta de nuevo con llave. Me señaló unas sillas en la esquina del salón. No era un lugar grande. Había un piano en medio, algunas guitarras recargadas en la pared. Me senté en la silla y Magnus se sentó a mi lado. Podía notar que estaba nervioso. Antes de iniciar su historia tomó varias bocanadas de aire.
– Cuando vine a esta escuela, en nuestro primer año...– sonreí a eso. Recoré el primer día que llegó, tan brillante, sexy y hermoso. – Solo tenía Ragnor y a Cate. Éramos amigos de la escuela anterior. Y yo, como nuevo, quería hacerme de nuevos amigos. Y después de la primer semana en el escuela recibí una invitación a una fiesta, dada por el chico más famoso de último año, Oliver Haywire. Me sorprendió mucho. Quiero decir, era el chico nuevo y aun así me había invitado. Incluso aun mejor, me dio la invitación personalmente, cuando él nunca hacia eso. Para eso tenía a sus amigos. Como sea, me saltaré la parte aburrida de la preparación, ¿ok? – solo asentí, escuchando atentamente. – Una vez en la fiesta, me la estaba pasando en grande, ligando con algunas chicas, bailando y tomando. Y luego Oliver se me acercó. Era demasiado guapo, – yo gruñí un poco ante eso. – y se interesó en mi. Me pidió que lo acompañara a una habitación. En ese entonces yo no sabía que era su habitación. Dentro comenzamos a besarnos. Me dijo que era hermoso y que me deseaba. En ese entonces caí ante sus palabras. Era el primer chico que me veía de esa manera. Yo estaba demasiado emocionado por eso. Pronto, comenzamos a andar, obviamente a escondidas. Él era el capitán del equipo de futbol. No podía simplemente declararse gay. –
– Así que debía sentirse en el cielo después de las practicas, en los vestidores de chicos. – murmuré y Magnus se rió ligeramente.
– Probablemente, – colocó un mechón de cabello detrás de su oreja. – Como sea. Oliver era mi primer novio. Yo nunca había estado en una relación antes. Solo me había besado antes, y más como un experimento, con Ragnor. – alcé una ceja ante esto. – Fue asqueroso. Como besar a tu hermano. De vuelta a Oliver, al principio estaba feliz con él. Me hacía sentir especial, deseado. Después de tres semanas de salir me llevó a la cama. El fue mi primero. Yo era demasiado inexperto, y no fue la forma en la que siempre lo imaginé. De todas formas lo hice. Más bien me hiso hacerlo. Yo no estaba seguro y estaba demasiado asustado. Pero me prometió que todo estaría bien, que cuidaría de mi, y en ese entonces le creí. Después de la primera vez, entramos en una clase de circulo vicioso, se podría decir. – Le miré confundido. – Teníamos sexo casi todas las noches. Y una noche, me golpeó mientras lo hacíamos. Pero estaba tan metido en el acto, que no le di importancia. Después de todo, había escuchado que algunas parejas les gustaba lo rudo en la cama. Pero eso solo fue el principio...–
– Si quieres detenerte ...– dije, viendo como se tensaba, – No tienes que decírmelo. –
– No. Quiero hacerlo. – Puso sus manos sobre las mías y solo asentí. Ya tenia una idea de lo que pasó. – Después de quizá dos meses o algo así, Camille llegó al escuela. Y yo estaba fascinado con ella. Ella era... es muy hermosa. Comencé a coquetear con ella, pero no demasiado, solo un coqueteo habitual. Después de todo, yo tenía novio. No me di cuenta de que me veía, pero cuando fuimos a su casa me golpeó bastante feo y comenzó a gritarme. Me dijo que no tenia derecho a mirar ni coquetear con Camille. Que yo le pertenecía. Solo a él. Tengo que admitir que ahí le empecé a temer y solo acepté lo que decía. – Esas palabras me hicieron apretar sus manos de forma consoladora. Mi dulce novio había pasado por ese infierno. La rabia dentro de mi crecía cada segundo. Lo único que quería era matar al idiota que había herido a mi chico. – Y yo dejé de coquetear con ella. Eso siguió como por tres meses. Cada vez que hablaba con una chica bonita o chico, el me golpeaba en la cara. Me volví bastante bueno cubriendo las heridas. Podría decirse que me volví experto en maquillaje en poco tiempo. Nunca admití ante nadie que estaba siendo abusado por Oliver. Hasta una noche. –
– ¿Una noche? – mi voz temblaba por la emoción, la furia, la tristeza y el miedo, al mismo tiempo.
– Besé a Camille, detrás del patio del escuela. Estaba seguro que nadie nos había visto. Luego estaba a punto de irme a casa, cuando Oliver salió de la nada y me arrastró a su casa. Todo el tiempo me estuve muriendo de miedo. Estaba furioso. Me comenzó a gritar y golpear repetidamente. Yo sangraba y tenia el labio partido, tenia marcas en la cara y en las costillas. Le rogaba que parara, pero él no me escuchaba. Finalmente saqué fuerzas y le empujé lejos de mi. Golpeó su cabeza en la pared y cayó al piso. Juro que deseé que hubiera muerto, incluso aunque le quisiera. Al menos creía que le quería. Cuando yacía en el piso, con sangre en la cabeza, hui. No podía ir a casa, mamá se volvería loca. Por lo que fui al único lugar que podía ir. –
– ¿Fuiste con Ragnor? – el asintió.
– Cuando me vio, enloqueció. Estaba furioso. Quería ir y matar a Oliver. Le rogué por que no lo hiciera, porque le quería. Ragnor me cuido, incluso se mudó a mi casa. Se peleó con su papá solo para tener una escusa para dejar su casa por un tiempo. – Magnus me miró. Yo estaba en shock. No lo podía creer, pero la mirada de Magnus me decía que todo era verdad. – Ragnor comenzó a ir al gimnasio y ganó más músculos. Después de dos meses ya era un poco más fuerte. Y se aproximó a Oliver cuando lo encontró solo. Lo golpeó y saco toda la mierda de él, amenazándole que si alguna vez se volvía a acercar a mi le mandaría a la policía. Oliver nunca intentó hablar conmigo de nuevo o acercarse, pero quizá también fue porque yo nunca estaba solo. Ragnor se cambió de clases para poder estar conmigo todo el tiempo. –
– Realmente es un buen amigo, – susurré.
– Lo es. Pero incluso él no pudo detener los rumores de mí, – eso me confundió. – Probablemente y como el resto del escuela los conoces, cariño. Debes de haberlos escuchado. –
– No creo... –
– Lo has hecho. ¿De mi vida sexual? – en ese momento entendí a que se refería. – ¿Recuerdas cuándo comenzaron? –
– Alrededor del final de nuestro primer año, creo. –
– Exactamente, – masculló Magnus, tomando mi mano en las suyas y jugando con mis dedos. – Justo después de que terminara con Oliver los rumores de que me acostaba con todos comenzaron. Oliver fue el que los inició, junto con sus amigos. Quería venganza por dejarle. ¿Y quien le creería al chico nuevo? –
– Yo lo hago, – dije con voz segura. Siempre pensé que debían ser una mentira. Magnus me sonrió.
– Eventualmente, después de unos meses, dejé de intentar defenderme. Simplemente dejó de importarme lo que la gente pensara de mi, – hizo una pequeña pausa. – Y así fue como me volví en la puta del escuela. –
– Tu no eres una puta Magnus. –
– Solo he tenido dos relaciones antes de ti. Con Oliver y con Camille. Pero ninguno era bueno para mi. Oliver abusó de mi y Camille me engañó. –
Coloqué mi mano en su mejilla lastimada, haciendo que me mirara a los ojos. Me incliné hacia el y toqué su frente con la mía, en un silencio confortable. Simplemente nos miramos a los ojos. Los suyos eran tristes, pero la chisma que siempre tenían, seguía ahí. Yo pensaba en todo lo que me había dicho. Había sido lastimado por tantas personas en su vida y eso me hacia sentir triste y enojado. No podía entender como alguien querría lastimarle, cuando él era una persona tan dulce y maravillosa. No merecía nada de eso. Me juré a mi mismo que yo nunca le causaría esa clase de dolor.
– Yo nunca te haré daño de la forma en que ellos lo hicieron, te lo prometo. – le susurré. Magnus me dio un pequeño beso en los labios.
– Lo sé, – murmuró. – Confió en ti. –
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