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¹⁵| yo no estaba tan mal.

Odiaba ir al psicólogo en dias lunes, o bueno. Creo que odiaba ir todos los dias que debía, no solo los lunes.

Odiaba tener que guardar la calma sentada en la sala de espera alrededor de unas 3 hora, esos dias. Gracias a que en los inicios de semana siempre habían pacientes nuevos, que tenían autoridad solo por ser su primera visita a la sede.

Odiaba tener que estar al lado de un golpe de personas, que hablaban entre si en murmuros. Mientras me provocaban asco y un maldito dolor de cabeza.

Joder.

Era bastante cansado pensar que quienes teníamos cita a esa hora, debíamos esperar unas tres más. Solo por algunas personas que seguramente solo vendrían esa unica vez y no asistirían nunca más.

Lo sabía porque aquello ocurría todos los jodidos lunes. Miles de personas estaban ahí. Pero el resto de la semana, solo éramos menos de 10.

¿Estúpidos? Seguramente.

-siguiente.- la asistente de el psicólogo asoma la cabeza por la puerta. Anunciando que la sesión anterior ha terminado y que el siguiente puede pasar.

Miró la fila delante de mi y tomo aire. Hay varias personas turnadas delante. Cómo si tuvieran todo el día para estar ahí, de la manera más tranquila.

Y bueno, creo que yo también tenía todo ese tiempo. Pero aquel desesperó me hacía pensar en irme de ahí. Pero, por supuesto que la imagen de mi tia quejándose de mi inasistencia y el “necesitas ser constante, si quieres mejorar" me hacía echarme con cansancio en el respaldar de esa maldita silla.

¿Vas a perder la calma tan rápido?, apenas son las 7:00am Alexa" mi mente se rie.

Aprieto las manos sobre mis piernas e intento mirar un punto fijo en el suelo.

Poom, poom, poom.

La chica que está a mi lado se mece en su silla, repetidas veces. Adelante, atrás, adelante, atrás. Provocando que al estar unidos, mi asiento también se mueva.

Me acomodó el cabello. Juego con mis manos. Miro hacia los lados. Regreso la vista al suelo. Intento no perder la cabeza, Pero aquella acción de la chica me tiene lo suficientemente fatigada.

Pierdo la cordura.

-¿Puedes dejar de moverte?- le preguntó con el enojó en la voz. Haciendo que aquella chica levante la cabeza hacia mi, dejándome ver su cara por primera vez.

Se ve de mi edad, quizás uno o dos años menor. O bueno, no lo sé.

De piel blanca, ojos oscuros. Con un aura y ropa aniñada. Demasiado pasada para su edad, aunque a mí parecer, hasta ese punto yo seguia viendola muy normal.

-¡Ah, claro! ¡Mucho gusto, soy jade!- dice de manera alegré y energica. Colocando una mano frente a mi.

No pude evitar retroceder un poco la cabeza ante aquel grito. Hice una mueca de queja y voltee la cara hacia otro lado. Estando demasiado atormentada para escucharla.

-¿Estás bien? ¡¿Cuál es tu nombre?!- vuelve a alzar la voz. Sin bajar la gran sonrisa y su mano estirada.

-no quiero hablar, contigo. Solo deja de mecerte en la silla y guarda silencio.

-¿Tu no estás aburrida? ¡Yo si lo estoy!- me ignoró, con la emoción en la voz y aquella sonrisa extraña en su cara.

Me mordí la lengua. la mire de reojo, con la confusión en los ojos y la mala vibra en esa rara chica que se encontraba sentada a mi lado.

-haz silencio...- pedí en un murmuro. Mirando hacia otro lado en busca de un poco de paz.

-¡Que aburrido!, ¡Vamos! ¿cual es tu nombre?

Fue suficiente. Esa voz chillona y absurda me tenía al borde de colapsar en aquella sala de espera.

-¡ME LLAMO, ALEXA! ¿¡YA, PUEDES CALLARTE?!- ahora fui yo quién alzó la voz. Perdiendo la paciencia, mientras me tocaba la cien en desesperó.

Las personas voltearon a mirarme con extrañeza. Mientras ella se mantenía sentada en su silla aún con esa sonrisa. Me pase una mano por el cabello e intenté tomar aire ante aquel escenario desastroso en mi mente.

-¿Tu porque estás aquí?- pregunto pataleando los pies y la cabeza. Cómo si fuera una niña pequeña en aquella silla.

Me toque la cabeza con dolor. Intenté ignorarla por mi propia salud mental en esos segundos. Pues, lo menos que quería, era que llegará mi turno con el psicólogo y que mi estado, fuera aquel llenó de enojo, gracias a ella.

-¡Yo tengo demencia!- soltó. Sin nisiquiera haberle preguntado. Voltee cortante hacia ella, sin dejar de acariciarme la cien con molestia.

La gran sonrisa sin sentido en su cara, además de ser incoherente, era demasiado forzada.

-¿Lo lamento?- respondí, aunque sonara más como una pregunta sin interes. Pero siendo sincera. Luego de eso, no podía dejar de mirarla con algo de confusión.

Demencia, claro. Creo que eso explicaba mucho de su comportamiento.

La observé. Mientras la analizaba e intentaba calmar un poco la aceleración en mi respiración y aquellos golpes mentales que tenía desde que aquel inconveniente había empezado.

-¡No te preocupes!- se rió.

La mire otro momento, con algo de fatiga.

Normalmente las personas de mi edad, se encontraban ahí en sesión. Por las mismas tontas cosas; Padres divorciados, problemas de aceptación, confusión en cuanto a orientación sexual, problemas para socializar.

Si.

Un sin fin de cosas, que para ser franca. Eran unas causas demasiado absurdas, para estar ahí, en consulta. Aunque claro, aquello podía ser “absurdo" pero lamentablemente también era “normal".

Normal. Algo que yo nunca tendría y que en cambio, la vergüenza de mostrar mi historial en cada psicólogo, siempre sería mi mayor pena.

Si.

Me burló de todos esos que asisten a consulta por esas estúpidas razones. Cuando yo también desearía ir por alguna de esas insignificantes causas.

-¿Y tú qué haces aquí?- me preguntó risueña.

-¿Tengo que decirte?- respondí de mala gana.

-¡Yo te dije!.

-lo hiciste porque quisiste, yo nisiquiera te pregunte.

-¡Que mala eres!- hizo un pequeño berrinche cruzándose de brazos -¡Vamos, dime, dime dime!- siguió.

-son más de una cosa, por las que estoy aqui- contesté. Acomodandome en esa silla, sin ganas de seguir hablando con esa absurda chica.

-¡No te preocupes! ¡Yo también tengo varias cosas!- dijo aquello como si fuera algo muy bueno -¡También tengo bipolaridad, hiperactividad desorganizada, asperger y me han diagnósticado cáncer!- dijo, bien sonriente.

Guarde silencio un momento. Sus mejillas estaban rojas de tanto sonreír, sus manos se movía excesivamente mientras hablaba y era demasiado expresiva. Cuando al contrario, mis respuestas eran demasiado firmes y secas.

No me interesa en lo absoluto lo que te suceda, ¿Tienes cáncer? Espero que avance rápido y mueras, maldita chica.

Tomé un poco de aire.

-tengo patrones de psicoticismo. Problemas para procesar emociones, ataques de ansiedad recurrentes. De vez en cuando Crisis compulsivas.- mencione rápida, mientras me cruzaba de brazos y ella me observa con felicidad desde su asiento - quizás algunas otras cosas que no me han diagnósticado ¡Quien sabe!- intenté sonreír.

Porque ya saben lo que dicen. Si no puedes con el enemigo, ¡Unetele!.

-¡Oh, increíble!- soltó. Me causó risa como descifraba aquello como algo muy genial o bueno. Cuando en realidad todo los dicho por ella y yo, era todo lo contrario.

Asperger, hiperactividad, bipolaridad, demencia. Aquello le daba sentido a todo el comportamiento que tenía aquella chica, desde que se sentó a mi lado. Las sonrisas sin sentido, sus movimientos desorganizados, la voz aniñada y palabras demasiado expresivas.

-creo que las dos estamos igual de jodidas. - dije, intentando sonar algo dulce o tranquila. En cuanto a mi mente llegó que aquella chica en su mente solo era una pequeña niña.

Intenté guardarme aquellos pensamientos caóticos que llegaban a mi mente en segundos.

es una maldita mocosa"

“¿Vez esos ridículos moños que tiene? ¡Jalala de ahí!".

-¿Jodidas? ¡No, no, no!- nego con una sonrisa -¡Jodida el psicólogo que tiene tres horas ahí tratando a todo esos inútiles!- se rió -¡Quisiera enterrarles una navaja en el pecho a todos ellos y llenarme las manos de sangre! ¡Estúpidos!- soltó con esa voz de niña.

No pude evitar sonreír ante eso. Dios, la voz de niña, esa cara dulce y esos movimientos aniñados. Con esas palabras caóticas saliendo de su boca, provocándome alegría.

-enterrarla mejor en el cuello, hasta que den arcadas y escupidas de sangre. Que ruguen que paren, que vomiten toda esta, hasta que mueran.- dije en un pequeño susurro. Dándole paso a los pensamientos que me llegaban a la mente ante esas descripciónes.

La mirada de jade subió hacia mi y sonrió con fuerza. -que rico- culmino diciendo. Ambas reímos ante eso.

Eran demasiados trastornos, conductas y condiciones en una simple chica. Demasiadas razones, demasiados problemas. Tanto, que aquello no me hizo sentir rara, no me hizo sentir excluida o juzgada. No me hizo sentir enferma, al contrario. Me hizo sentir igual, normal.

Aquella chica que se reía y sonreía sin parar. Me hizo creer por un momento, que ella no estaba tan mal.

Y que yo tampoco lo estaba.

•••

Con André, yo era una persona diferente. Una que no se alteraba con facilidad, una que tenía paciencia, una que estaba tranquila, una que no gritaba, una que no heria, una que le interesaba vivir.

Una que quería mostrar su mejor versión, por qué el la merecía, porque el nunca me había juzgado, porque no importará que tanto supiera de mis comportamientos, el aún no se había ido.

Aún.

Mi parte humana me pedía a gritos que soltará a André. Que no estuviera a su lado, que me perdiera, que no lo atara a todo ese caos, que el no debería estar ahí, conmigo.

Pero mi lado tóxico y psicótico. Me golpeaba mentalmente con el pensamiento de que el fuera solo mio. Que fuera solo yo quien lo besara, que fuera yo la única ahí, tocándolo, ahogandolo, amándolo, teniéndolo.

André era mi punto débil. Nunca supe que tenía uno hasta que mire sus ojos y mis manos se relajaron. Hasta que entendí que yo no podía dañarlo, que yo no podía hacerle daño. Que yo debía cuidarlo, que yo quería estar ahi, de la manera más tranquila posible, sin herirlo.

Porque creo que de eso se trata conocer tus puntos bajos. Estos no deben ser amenazas, estos no deben dar miedo. Estos debes causar unas excesivas ganas de cuidar, de querer, de jamás romper, de proteger.

André era eso, André era mi punto bajo. Que me enloquecía tanto. Que me gustaba tanto.

Y quizás el no era mio, quizás nunca lo fue, quizás nunca lo sería. Pero estoy segura de que lo que hubiera dentro de mi pecho, era de el. Estaba seguro que los pocos sentimientos que podía procesar, eran de el.

Porque solo existían si el estaba cerca, porque sus lindos ojos revivían el poco deseo de amar en mi.

-te amo, André - no importa que tanto lo dijera. La palabra amar nunca había sido dicha por mi y me parecía tan emocional, que solo el podía merecerla.

Se rió un poco.

Con André me quedaba claro, que yo no era normal, que yo no era como quizás el quería. Pero su cara tranquila, expresaba que aquello le daba igual.

Y era tan perfecto. Cómo el.

-¿Vas a odiarme algún día, no?.- pregunté con vos baja.

Sonrió.

-jamas podría odiarte, Alexa..

-pues yo si.

-¿Tu, si?.

-entré no sentir nada por ti y odiarte. Prefiero odiarte, a dejar de sentir alguna emoción por ti...- conteste. -he estado toda mi vida en un estado neutral, André... controlandome de mis impulsos, de mis emociones...- susurre. -hoy se que puedo sentir y ¿Sabes cómo lo sé? Por ti.- terminé.

-alexa...

-es demasiado significativo, para mí.- me adelanté. -gracias.. - .

André explotaba toda esa bomba de emociónes en mi, André me recordaba que yo aún podía sentir.

André era mi recordatorio a todas esas cosas lindas que la vida aún podía ofrecer para mí, de todas esas cosas humanas que podían haber.

Yo no quería ser normal. Probablemente André tampoco, Pero. Entre no sentir o odiarte, yo prefiero percibir sentimiento en ti, por toda esta puta vida.

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