³⁰| ruido, silencio. da igual.
Tenía prohibido ingerir alcohol o alguna sustancia ilícita. Se supone que las pastillas que tomaba, contenían ingredientes que me podían hacer reaccionar negativamente.
Pero como siempre he dicho. Todos siempre han estado mal. Las reglas se hicieron para romperse y el mundo es un maldito desastre
¿Que había de malo si yo deseaba unirme a esos que hacían el caos?.
Al carajo.
Ahí estaba yo. Tomando un vaso de ese estúpido vino. Que guardaban desde hace tiempo en una alacena alejada. Para tomar en navidad o en alguna de esas ocasiones que todos sabíamos, nunca se darían.
Ya nada importaba. Supongo que nunca había importado realmente.
-“¿Ya vamos a acabar con esto?- el dolor en las voces era algo que no escuchaba desde hace tiempo.
Ellas enserio me estaban pidiendo que acabará con todo aquello. Que lanzará a la mierda todo, como siempre había deseado.
-que cobarde eres.- la acusé. Temblando por el frío de la madrugada. Ante las absurdas palabras que soltaban esas voces.
Se rieron un poco. El desanimo se notaba. Cómo si en realidad ellas estuvieran igual de agotadas que yo.
-“al igual que tú." - me contestó. Como la visión de una sombra muy oscura acechandome desde lejos.
No aguante la risa.
-plan fallido, recuérdalo.- susurré -al igual que todos los demás. Aceptalo, nuestro deber es mantenernos al margen y ya- recordé.
Negaron.
-todo siempre se ha basado en estar al margen, alexa- se quejaron -¿Que hay de la venganza, que hay de la sangre, de los gritos? ¡Joder, haz algo maldita inservible!- me regañaron, con bastante fatiga.
Después de que yo me encontrará en ese tonto estado sin ganas de nada.
-estoy cansada. Me da igual, que hagan lo que quieran.- murmuré. Cerrando los ojos ante lo que estás solicitaban, de manera brusca.
La risa que me causaban todos esos oscuros colores girando a mi alrededor. Las luces abrumadoras y los minimos sonidos dolorosos. Me recordaban que quizás aquellos estúpidos “mounstros" eran los únicos que nunca me habían abandonado.
No podían ser tan crueles, después de todo ¿O sí?.
Lastima el saber que sentían pena por mi. Que me observavan como jueces en silencio que juzgaban lo mal que había estado luchando. Cómo si ellas pudieran ayudarme por un segundo. Cómo si almenos pudieran entenderlo.
-¿estas aquí creyendo que algo de esto, puede ser real? Despierta, Alexa, despierta.- recomendaron con lastima y la voz muy suave. Totalmente fingida.
Todas ellas querían burlarse de mi hace mucho. Pero hoy en día, hasta ellas se habían aburrido de lo que sea que yo podía ser.
-cállate.- exigi. Con el dolor en la cien.
-¿No vas a darle la cara a perla? ¿No vas a acabar con esos abusadores?- alzó la voz.
-basta.
-¡Quieres hacerlo! ¡Vamos! ¡Mata, corrompe, utiliza, engaña! ¡Eso es lo que eres, no lo olvides!- gritaron con desprecio. Con la intensidad en la voz.
Nada de eso tenía chiste.
-eso ya no importa.- murmuré. O almenos eso asocié. Después de los terribles mareos que estaba experimentando, debido a esas ilusas pastillas, que no me permitian coincidir bien.
Las risas se detuvieron. En vez de tranquilizarme, aquel silencio se volvió aún más caótico de golpe. En cuanto los sonidos de el entorno, se volvieron un infierno.
Necesitaba ese ruido.
Ese desorden en mi cabeza. Después de todo, sería inútil quejarme de el, cuando podría disfrutar más de ese alboroto, que de ese absurdo silencio, que no significaba nada para mí.
Porque ella es silencio. Yo soy ruido. Dime, ¿Acaso, podría significar algo para ti?.
-“Ya es suficiente, Alexa."
-si.
-¿Podemos retirarnos de el juego, ya?.
Las piezas en mi cabeza lograron encajar de un momento a otro. En cuanto una de las tranquilas voces me pidió aquello de la manera más cansada.
-por favor.- rogó.
La sonrisa sin sentido, tuvo un poco más de coherencia. En cuanto entendí que no había más nada que hacer.
Yo había utilizado todas esas trampas. Todas las técnicas que conocía y era sumamente gracioso.
Porque todo estaba a mi favor.
¿Pero a qué costó? Nada era verdad. Yo había perdido aquella guerra mental, de la manera más cobarde y mediocre. Ahora debía afrontar las consecuencias de haber usado toda mi fuerza en aquellas absurdas emociones.
Le di un pequeño tragó a mi vaso de vino, entre risas. -creo que eso ya lo he hecho, desde hace bastante tiempo.- murmuré.
•••
Quizás no odiaba a perla. Quizás odiaba lo que ella podía llegar a representar para mí. En mi inestable mente que asociaba todo con una amenaza o mentira.
¿Que podías esperar de mi? Tal vez, no estaba muy lejos de ser verdad.
Ella era un escalón, una traba, un obstáculo. Una referencia de todo eso que había deseado y nunca iba a pertenecerme. Al igual que André, al igual que lo que nunca tendría realmente, de una manera sincera o real.
Quién sabe, quizás me había obsesionado demasiado con ese mundo de mentiras y engaños. Que ya nisiquiera me interesaba asesinarme creyendo.
-no has estado tomando tus medicamentos. Vamos Alexa, necesito que seas sincera. - el hombre de bata blanca, demandó aquello con molestia en la voz.
La pequeña meta de conservarme en mi sano juicio por más de 24 horas había acabado en el capricho de querer dominarlo por mucho más tiempo. Llevándome algunos golpes de realidad en el proceso.
No todo era tan fácil. El impacto de desesperación que dejaban la falta de esos, era inexplicable.
-si lo hago.- mentí, intentado sonar lo más sería posible. Debido a las miradas que me daba desde su silla.
Se rió.
-eres tan ilusa, si crees que podrías engañarme, Alexa.
-¿Ah no, Carlos? Que te hace pensar que...- fui interrumpida por su estresante voz.
Unio ambas manos. Dejándome saber lo insignificante que podían ser mis tácticas delante de el.
-haz hecho miles de muecas desde que inicio la sesión y tu tono de voz está completamente normal. Es obvio que son más de una cosa, las que me hacen notar que tienes mínimo, unos dos días sin tomarlos.- soltó en seriedad.
Sonreí.
-hace tres - corregí, con algo de diversión. Ante las caras de molestia que me daba.
-no me causa diversión. Sabes muy bien que no puedes arruinar el seguimiento ni descontrolarlo. Por lo mismo tienes un horario, alexa.- siguió.
-pff, solo de vez en cuando. Ya sabes, cómo el cariño de el- me reí. Apoyando la cabeza sobre el escritorio de dicho hombre vestido de blanco.
La seriedad invadió la sala de repente. En cuanto aquellas palabras cambiaron el tema y lo guiaron hacia ese chico de suéter. Que me destrozaba la mente con solo pensarlo.
-¿André?.
-ah si, el.
Me observo en silencio. Se posiciono frente a mi y me evaluó unos segundos. Quizás estaba ensayando las ridículas palabras que soltaba siempre en estos casos.
-si André no te quisiera, no aceptaría tener ningún acercamiento contigo. ¿Vas a atormentarte la vida pensando eso una y otra vez?- el psicólogo murmuró aquello. Frente a mi. Intentando de la manera más ridícula sonar tranquilo.
Carlos podía ser el psicólogo más dedicado que había conocido. El que más me entendía, el que más se preocupaba. Pero aun así, algo siempre me decía que el no hacía nada más que experimentos o innovaciónes conmigo.
Recién graduado, demasiado joven comparado con mis demás psicólogos. Aveces olvidaba que lo era y solo lo veía como muy inútil adolescente que no entendía mis temas o creía que podía sanarlos en unas cuantas sesiones.
Amigo, ni con todo el dinero que ganas en estás sesiones podrías comprar el tiempo perdido que desperdicias conmigo.
-ah si, por supuesto.- dije con sarcasmo -Supongo que me han utilizado de todas las maneras fisicas a lo largo de mi existencia. Perdón- solté de forma odiosa- ¿Besarnos y tener sexo, debería significar algo para el? Es que ya no lo recuerdo- respondí tosca.
Hizo unos cuantos segundos de silencio. Recuperándose de mis palabras.
-creo que estás dudando demasiado.- nisiquiera se inmutó ante mi comportamiento. Se enderezó en su silla y sonrió. -mereces creerte lo bueno que puede llegar a sucederte también - culminó.
Me mantuve inexpresiva. La cara de tranquilidad en aquel hombre me parecía inquietante. Tan normal, tan pasiva, tan vacía. Que aveces pensaba que el necesitaba más todas esas sesiones y terapias que yo misma.
-Ya no importa. André no me pertenece, nunca lo ha hecho. - dije - al igual que todas las cosas lindas que la vida me ha podido dar. No son mías. Nunca lo han sido - declare.
Suspiró.
-alexa- me llamó -Que las cosas lindas acaben, no significa que dejen de ser lindas.- me recordó. - algunas tienen que perdurar en tu mente, más que en la...- susurro.
Me causaron asco sus palabras. Mis manos clavandose sobre la mesa de un golpe. Rectifico todo ese odió que había aparecido de la nada.
Había llegado a la línea final. Se habia desbordado el vaso como en aquellos años y ahora el interés que tenía sobre la vida era totalmente vacío. No importaba, no me interesaba.
Estaba lo suficientemente cansada, para pensar que todo eso que podía ayudarme, solo sería un patética idea más, como todas las anteriores.
-al parecer, todo siempre tendrá que existir solamente en mi mente ¿No?- me rei en molestia. Al mismo tiempo que el desviaba la vista de mi, en un intento de no perder la cabeza junto a mi.
Se pasó las manos por la cara. En un signo de estrés.
-no fue eso, lo que quise decir.- tomó un poco de aire. - es normal que estés frustrada. Pero debes entender que yo solo hago y digo lo que es mejor para ti. lo que te conviene, alexa- me dijo en tranquilidad fingida.
Para este punto. Carlos ya se encontraba un poco fuera de sus casillas. Igual de abrumado que yo, con los ojos rojos de tanto tallarselos, en completa fatiga.
Mientras que al contrario. Yo experimentaba un estado bastante agresivo, con el deseó de levantarme de esa esa silla y exigirle que se fuera al infierno.
Si. El y todos esos psicólogos absurdos.
El y todo el asqueroso mundo. Cómo siempre había fantaseado que se largaran y desaparecieran. Nunca necesite de ellas, nunca iba a necesitarlos.
-como sea, me da igual.
-agradece Alexa. Te he enseñado a agradecer la vida. Todo debes agradecerlo- dijo con enojo, como si mi comportamiento fueran un terrible pecado a lo que el me había mostrado en todas esas sesiones.
Había dado en el punto clave con esas palabras. En el punto sin retorno dónde no podria contener la risa ni un solo segundo. ¿Agradecer? ¿Vida? Mal juego de palabras para ser usadas, frente a mi.
Maldita sea.
-carlos- lo imite, llamandolo - estamos aquí para experimentar todas esas emociones y sentimientos. Pero por lo que veo yo no estoy para eso.- le susurro, sin dejar de mirarlo. Con la burla en la cara.
-basta, alexa.- regaño.
-Gasto aquí 5 días de mi semana en donde solo hay 7. En dónde 5 horas al día debo estar drogada solo porque soy demasiado inestable a pensamientos. - digo con el enojó incrementandose en la voz. Uno ambas manos sobre el escritorio, copiandolo a el.
-alexa...- intenta callarme.
-Dime Carlos, ¿Crees que eso, es vivir? ¿Crees que existe algo, por lo cual yo deba agradecer?.- digo de manera brusca. Mirándolo retante.
Las miradas entre ambos pasaron de compasión a demencia. El sabía que yo tenía la razón. Que nada de esto tenía sentido.
-ese no es el punto donde..- intenta hablar nuevamente.
-¿Crees que algo de eso, sea justo? ¿Crees que me queda algo de tiempo para lo que realmente quisiera vivir? - intento no reírme. Pero es imposible. Aquellas pastillas me tenían el estado emocional bastante desorganizado.
Tomó aire.
-lamento que está sea tu realidad. Pero sabes que estoy aquí para ayudarte y jamás...- su voz era demasiado estresante. Dejar que soltará alguna otra palabra falsa e hipócrita, era sumamente agonizante.
-carlos- puse seriedad en cada letra. -¿Enserio sigues teniendo fé en mi después de todo?.- pregunté. Luego de notar el cansancio en sus ojos y la manera en la que se notaba el deseó de que todo acabará rápido.
-lo tengo con cada uno de mis pacientes, querida.
-no pregunté si ves fé en mi como un paciente. Pregunté si ves fé en mi como persona. Como una normal- arreglé mis palabras.
-si.
-que triste.- ironice. Cruzandome de brazos en molestia.
El reloj sobre la mesa, estaba a punto de dar el tiempo final de aquella sesión. La mirada de el Psicólogo pasando por este y luego por mi, me dejó razonando un poco sobre esa silla.
-has avanzado mucho.
-claro, tanto que tienes que tomar la desicion más sutil, de anestesiame por cinco horas- aplaudí con odiosidad.
-eso es lo menos importante - Acomodó sus papeles sobre aquel escritorio delante de nosotros. Al mismo tiempo que sonreía -te has quejado de los alejamientos de emociones. Pero André es un buen entrenamiento a ellos, ¿No?.- dijo.
Conocía el truco. Meter a André en las conversaciones para que yo me alegrara y notará algo bueno en esto.
Ay carlos, ¿Cómo te explico que la verdadera felicidad, estaría en notar la de André conmigo? Algo más que la ficticia que el podría inventarse por mi.
-ya nada de eso interesa.
-¿Ya no te interesa, André?
-no habló de eso.
-¿Ah no?
-ya no me interesa sentir - murmuré, con algo de gracia - Me gustaría pensar que todo eso podría llegar a ser real. Pero ya sabes, real...- lo mire - que no las quiera el mundo, también.- aseguré.
-¿Que no las quiera el mundo?.
-si, como siempre. Que no las quiera el mundo y se las llevé. Cómo todo lo que he podido amar.- susurré mirando un punto fijo. Al mismo tiempo que aquella alarma resonaba.
La sesión había finalizado.
-andré podría llegar a ser más que eso. Más que esas cosas que dices, que el mundo se lleva.- me observa con calma.
Mi respiración equilibrandose. El silencio en aquella sala. Las luces demasiado claras sobre el techo, el frío. Supongo que nada de eso estaba muy alejado de las verdades que lanzaba mi mente. Supongo que todo tenía igualdad.
Después de mucho tiempo. Consideré perder la lucha. Alejarme de creer que todo mejoraría y que algún día las cosas se pondrían de mi lado. Supongo que aquello necesitaba demasiada energia.
Siempre llegaba tarde a todo. André seria ese todo y a la vez ese nada. Tan cerca y a la vez tan lejos.
¿Estaba siendo demasiado codiciosa, al pedir algo más que sus besos y caricias? ¿Estaba fantaseando de más al pensar que podía llegar a merecer algo más?.
Olvídalo. Se acabó. No tiene chiste pelear más con el destino. Me he aburrido de sus desiciones y burlas. Me retiro de ese absurdo juego mental que nunca logré ganar.
Y aunque la palabra que usaban aquellas voces para librarse de mi fuera “salvarse”. Yo no deseaba ni un segundo que andré se salvará.
Sonreí.
-¿Crees que el pueda elegir el ruido, antes que ese absurdo silencio?- murmuré.
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