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³⁵| perdón, intento desahogarme.

La pequeña oficina estaba a oscuras. Las rendijas en cada esquina, dejaban entrar miserias de luz. Provocando aquel efecto misterioso en el entorno.

Por otro lado. Aquellos dibujos genéricos basados en la psicología sobre aquellas paredes blancas, me generaba una completa burla.

—y...nunca recibí regalos en navidad, porque ellos decían que solo “los niños que se portaban bien, recibían obsequios en esas fechas— conté entre murmuros fríos, con algo de lastima hacia mi misma.

—¿ellos fueron muy malos, no?— pregunto aquel hombre de bata blanca, con aquel pequeño bordado en la esquina de su pecho que decía “salud mental".

—muy malos.— conteste entre pequeñas risitas. Provocando que el sonriera en un seguimiento de aquel juego de sufrimiento.

Ladeó la cabeza de manera divertida, intentando darme una pizca de seguridad. Cosa que realmente no importaba mucho, en esos casos.

—¿Estás lo suficientemente consciente para que puedas hablarme de eso?— pregunto en voz baja, tomando en cuenta que los ruidos muy fuertes me provocaban golpes mentales en esos instantes.

Me reí.

—eso creo.— contesté. No lo dije al azar, realmente estaba recuperándome de aquellos efectos y a duras penas coincidia en lo que el me preguntaba.

—adelante.— dijo. Refiriéndose a qué podía empezar a contar sobre aquellos malditos temas que había jurado sepultar por siempre.

Sonreí con algo de gracia. Gracias a que aún podía sentir esa inocencia e incoherente burla llegarme a la cabeza.

—no tiene sentido, Carlos.

—¿Ah, no?.

Lo observé en silencio. Equilibrando la respiración. —ya no podrás ayudarme con eso. Ya Nunca podrás.— murmuré.

•🕸️•

Antes solía pensar que nadie merecía tal soledad. Mucho menos un pequeño niño, que nisiquiera entiende aún su propósito en este mundo o que por lo mucho, tiene la pobre creencia de que todo es un simple e inocente juego.

Que ninguno debía crecer peleando por
el derecho de tomar un espacio en el mundo o en algún caso, de simplemente respirar.

Pobre niña, incomprendida. Dejame recordarte que nada de esto, nunca ha sido un juego.

—veamos si lo recuerdas, ¿A quien le contamos sobre nuestros momentos, mi amor?— preguntó el hombre, mirándome entre sonrisas malvadas. Mientras me observava en cinismo y tocaba zonas de mi cuerpo con morbo.

Los recuerdos nunca iban a irse. Nada iba a detenerse. Cada golpe, cada abuso, cada momento. No había nada en el pasado. Nada más que preguntas sin repuestas.

No podría olvidarlo y espero que ninguno de ellos tampoco. Porque no tendría el mínimo chiste ir detrás de quienes pierden la memoria, ante temas de venganza y miedo.

-oh.. Alexa, ¿No piensas contestar?- susurró.

Sus manos rozandome. Quitándome la ropa. Lanzandome sin problemas sobre aquella cama. Sin piedad. Sin compasión, sin detenerse.

Aunque mi cabeza chocará con fuerza contra aquella pared, aunque doliera, aunque gritará, Aunque pidiera con todas mis fuerzas que parará.

Nunca lo hizo. No interesa, ¿Adivinen quién no tiene la mínima compasión ante nadie ahora?.

—a nadie— murmuré, desviando la vista al suelo de su habitación, con aquellas cosas regadas en el, gracias a nuestra pelea previa.

Me arrebataron la inocencia con la misma fuerza, que aquellas inútiles esperanzas.

Yo ahí. desnuda, burlada, utilizada. El Sonriendo con cinismo frente a mi. Cómo si mi llanto y miedo fueran invisibles.

¿Era yo quién había terminado siendo una enferma? Que ironía.

—asi me gusta — contestó. Mientras colocaba una mano en mi cabeza y acariciaba lento aquel flequillo que mi madre solía hacerme siempre. — te comportas bien, me encanta — felicitó.

Bajé la cabeza.

El líquido rojo en mis manos no decía más que los evidentes golpes que habían estado presentes hace unos momentos. Esa que aparecía mientras me limpiaba esquinas de la boca que aún sangraban.

Aquel asqueroso hombre se colocaba los pantalones delante de mi. Luego de haber hecho lo que quisiera conmigo dentro de aquella oscura y horrible habitación.

El volteaba a tirarme miradas obscenas sobre esa cama. Que seguramente una niña de 6 años no hubiera podido descifrar jamás.

Intentaba hacerme una bolita sobre la cama, observando en silencio, esperando la orden de que podía irme de ahí. El cuerpo golpeado, usada. Con aquellas imágenes en la cabeza.

Siempre pensé que todo era un precio. Una simple reacción a mi existencia.

—¿Shhh?— hizo un gesto de silencio con su dedo. Mientras sonreía en diversión y burla hacia mi. Girando la perilla de la puerta, dispuesto a irse.

Ladee la cabeza. Levanté un dedo entre dudas e hice el mismo gesto —shh...— susurré de regreso. Con la mano temblando por encima de esa mueca.

Había vivido al margen, en orden, haciendo lo que querían y callando lo que jamás debía llegar a decir.

Mis padres no esperaban hijos. Yo había aparecido de la nada. Así que lo mínimo que creia poder hacer, era no causar problemas en sus vidas.

Por lo tanto. Nunca había nadie en casa. Nunca tocaba más allá de la puerta de mi entrada. Nunca veía a nadie más que a aquellas personas que deberían ser mi supuesta familia.

Mi vida social nunca existió, me encontré aislada por tanto tiempo, que descubrir el mundo luego de unos años, me terminó de convencer, de que todo allá afuera, era un completo asco.

El insignificante “silencio" tenía hoy en día más peso que cualquier maldición. Los golpes, la sangre, los abusos, los gritos, el miedo.

Los escenarios que presencié tantas veces me privaron de sentir asco por bastantes cosas desagradables, de tener miedo a peleas, de solo perdonar.

Tanto, que terminé disfrutando aquellas vistas horribles, más de una sola vez. Que terminé deseando hacer lo mismo que observé tantas veces.

Nadie me ayudó, nadie me escuchó. Todos fueron en mi contra. está bien, tengan en cuenta de que al igual que todos ustedes, yo nunca dudaría en dañarlos.

No importa si me voy a ahogar yo también. No hay de otra.

Hay que hundir el barco.

•🕸️•

—tienes un terrible rencor contra el mundo, porque piensas que todo lo que te rodea es una amenaza. Tu entorno te ha gritado mil veces eso y ahora estás desubicada.— el psicólogo susurro aquello. Sacandome unos segundos de aquellos fríos recuerdos.

—son unos malditos, Carlos. Se burlaron de mi, me maltrataron, abusaron. Todo mientras se reían a costa de mi sufrimiento. — solté, en cuanto el hizo una pausa a mis historias.

Intentó sonreírme. Se acomodo en su silla y me observo en silencio.

—alexa— me llamó con el tono de voz más sutil que encontró —eres fuerte, ¿Lo sabes, no?.— susurró.

—no me interesa si lo soy o no.

—eres un paciente difícil, lo admito. Pero aun así, eres estúpidamente perseverante.— me miró sin ningún gesto. Tal vez quería que yo notará esa fé en el.

Levanté la cabeza, encontrándome con su rostro calmado.

—¿Y hasta cuando, deberé ser perseverante? ¿Eh? — pregunté entre muecas de odiosidad.

—alexa, falta poco, solo debes..— intento hablar. Terminé interrumpiendolo.

—¿Falta poco? Dejame ver quién más me ha dicho eso...— fingi recordar cosas.— ¡Claro! Tu y el psicólogo anterior y el anterior..y el anterior...— me reí con molestia, dándole un golpe al borde de el escritorio.

Aquel hombre guardó la calma. Ni siquiera se sobresalto ante eso. Al contrario. Tomo un suspiro y anotó en su libreta algunas cosas, de la manera más normal posible.

—has estado faltando a citas desde hace una semana. Sin tomar tus medicamentos, Mintiendole a tu tía totalmente — me sacó en cara con voz sería. —¿Cómo pretendes que sea yo, quien diga algo diferente a todos esos psicólogos?— pregunto.

—no quiero saber nada de ti, ni de terapias, ni de pastilla, ni una mierda— dije al borde de perder esa poca paciencia.

Asintió con la cabeza, haciendo un movimiento con las manos de que guardara la calma.

—necesito que te tranquilices.— murmuró —a ver, eh, ¡tu cumpleaño! Si, eso, no hemos hablado sobre tu tu cumpleaños ¿Que tal estuvo?— preguntó, al coincidir con mi fecha de nacimiento en aquel historial psicológico.

Gire hacia otro lado. Porque aquello fue un balde de agua fría en la cabeza.

—bien, supongo.

—vamos, cuéntame ¿Regalos, felicitaciones? ¿Que sucedió?.

—un día común, no necesito unos malditos regalos, ni felicitaciones. Ni nada de ellos. ¿Ya, Podemos cambiar el tema?— pregunté lo suficientemente cansada.

Escribió en su libreta, sonrió de lado y movió repetidas veces la cabeza en aprobación dudosa.

—aquel desprecio a recibir atención de aterra con locura ¿No? Tienes un miedo horrible a que muestren interés en ti, porque sientes que es una trampa — soltó, dandole por completo al clavo. — te incomoda recibir regalos, porque te cumpabilizas de creer que no los mereces, de que eres alguien que no debe aceptarlos — terminó diciendo.

Guardé silencio unos segundos. El nerviosismo abarcó mi mente en segundos.

—quizás— alteré aquel analisis, fingiendo no tener importancia.

Nunca usé juguetes. Mis padres decían que muchos de ellos volvían estúpidos a los niños. Que luego se les haría difícil dejar aquellas mentalidad mediocre e inmadura.

Como aquellas muñecas que aún miro en los pasillos de jugueterias o esas cosas ridículas que aún compro solo para luego dañar.

Al final, si fui como ellos querían. Era independiente y comprometida a mis deberes desde pequeña.

Pero jaja, ¿El costo? El costo fue Sentir aburrimiento por todo aquello que debería estar viviendo a mi edad. Porque claro, yo no tenía tiempo para esas estupideces, como los tenían todos ellos.

Nunca había tenido tiempo, para nada. Nunca lo tendría.

—¿Crees que verdaderamente todo ese horrible pasado valga tanto, como para que tengas que llevarlo por siempre?.

—¿Porque soy yo quién tiene que olvidar y seguir? ¿Porque no pueden ellos morir y pagar?.

—alexa. Me encantaría que todos ellos estuvieran conscientes de el daño que te causaron, créeme. Pero aveces, no podemos esperar a que los demás nos pongan a salvo, debemos hacerlo nosotros mismos— sonrió levemente.

Me dió una mirada de resignación, a lo cuál devolví una repleta de odio y poca empatía. Que jamás sentiría hacia esos malditos.

—te equivocas carlos. Porque si yo me pongo a salvo. Ten por seguro, que todos ellos jamás lo estarán.

•••

Nada era mi culpa.

Nada era mi culpa.

Nada era mi culpa.

Fueron ellos, todo lo hicieron ellos.

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