³| olvida lo que está mal.
Siempre tuve el deseó de mandar todo a la mierda.
De no volver a ninguna de esas citas con el psicólogo. De ir a todos eso sitios, de hablar con todas esas personas. De solo acercarme a todas esas cosas que no tenía permitidas.
Nunca tuve tiempo para hacer amigos alguna vez. Nunca lo tuve para avanzar hacía personas de mi edad con simpleza. Para no tener la necesidad de soltar aquellas verdades y querer gritarles en la cara.
Nunca tuve tiempo para nada, siempre sentí que aquel tiempo que nunca empezó, ya había acabado.
Y no había disfrutado verdaderamente, nada.
-aveces me da un poco de risa- soltó con algo de sarcasmo -Todo ese tiempo intentando tener hijos para que cuando por fin se pudiera ¿Estuvieras enferma?- había dicho aquel hombre frente a mi, que compartía mi sangre y personalidad.
Parpadee lento.
Me columpie un poco en aquella mecedora. Mis ojos apenas divisaban a el ser masculino delante de mi, entre esa poca luz y los efectos de esos malditos calmantes, que mareaban.
-no estoy enferma- corregí con voz ahogada. Intente no sonar agresiva, intenté mantener la calma ante ese pequeño show.
Pero fue caótico, la violencia en mi mente me rogó que no bajará la voz. Aquel hombre que tanto fatigaba mi mente desde que tengo uso de razón me obligaba a matarlo cada minuto en mi mente.
Su mirada cayó sobre mi con algo de burla. El olor a alcohol me atacó de golpe, provocándome algo de nauseas -¿Que es todo esto, entonces? ¿Te gusta drogarte, solamente?- dió otro paso hacia mi y sus manos se anclaron a los lados de aquella vieja mecedora.
Me observo entre la oscuridad. Mis ojos ardieron al intentar enfocar hacia el - papá.. - lo llamé fingiendo calma.
Soltó una pequeña risa ante mi estúpido llamado. Las imágenes y recuerdos pasaron volando frente a mi vista, en cuanto su cuerpo tambaleante se abalanzó hacia mi.
Un empujón terminó llegando. Siempre conseguía mandarme a la pared sin problemas. Al mismo tiempo que mi cabeza impactaba contra la pared y la vista me traicionaba.
¿Que tanto había que suceder para pensar que merecía aquellos tratos de mi padre? ¿Que debió pasar por mi cabeza para pensar que ese seria el precio que debía pagar por llegar a su vida?.
-¡Te odio!- grito hacia mi. Mis manos se mantuvieron firmes a mi cara, cubriéndola a toda costa, mientras las patadas caian sobre algunas otras partes de mi cuerpo.
Por algunos años cumplí el trabajo de defender mi propia madre de aquel hombre que perdía la cabeza con algunas cervezas. Nunca me importaron algunos golpes, ni rasguños. Después de todo, un simple moretón podría curarse en unos simples días y al final, nisiquiera salia de casa ¿No?.
¿Que más había? Vamos, ¿Que más podría pedir?.
Mi madre falleció. Ya no recordaba aquel entrenamiento con la escoba de barrer para golpearlo y huir. O aquellas simples amenazas con algún cuchillo de la cocina para protegerla a ella.
Ya no tenía sentido correr, no necesitaba distracciones. Ya solo golpearme, ya solo mátame de una buena vez.
Ya solo acércate y que no solo haya una muerte en el periódico mañana ¿Porque mejor, no dos?.
-ya..- mi cuerpo pidió un respiro ante los mismos golpes en zonas iguales.
Mi mente divagó unos segundos sobre ese frío suelo. En si todo aquello valía la pena, en qué si solo había eso para mí.
¿Es lo que me había tocado? ¿Porque yo debía tomarlo? ¿Porque solo debía correr mi sangre por esos pisos? ¿Porque yo era la única con heridas en aquella sala?.
-solo levántate y verás.- amenazó, sin dejar de mirarme ni un segundo.
No escuché. Mis manos se anclaron en el suelo. El impulso para levantarme fue ficticio, no pude sentirlo. El estante a mi lado se volvió el blanco en segundos.
-¡Vete al carajo!- solté. Las figuras decorativas de porcelana fueron a parar en su cabeza. El líquido rojo brotar de su frente y cien, fue paz.
¿Por cuánto más tiempo sería aquella niña de cinco años que era golpeada por efectos de alcohol? Que todo se vaya a la mierda, papá. Que en aquel piso corran nuestras sangres mutuamente.
Ven y golpeame.
ven y déjame hacerlo de manera más turbia.
•••
¿Que sucede si esa persona que cruza la calle es atropellada en los próximos 10 segundos? ¿que sucede si el bebé que lleva en brazos aquella señora se resbala y rompe la cabeza?.
Los pensamientos psicóticos no tenían sentido. Solo aparecían de la nada, solo eran voces pidiéndote a gritos que imagines o lleves a cabo algo.
Supongo que no importa. Uno de los datos más inservibles de el psicóticismo es que no importa lo que pasé, aquella necesidad de dañar jamás iría contra ti.
Las voces jamás pedirán que te dañes, que te hieras, que te autolesiones. Ellas solo rogaran que acabes con lo que hay a tu alrededor, que lo traiciones, que demuestres que no eres debil, que ese es tu mundo.
Pero es triste, porque tu no entrarás jamás en el.
Eso sonaba tan cobarde. Podría desear deshacerme de todo eso, podría imaginarlo o hasta incluso podría llevar a cabo todas esas innecesarias atrocidades.
Pero jamás podría acabar con lo que provoca aquel ruido; conmigo.
-¡Hola! - La voz masculina me saco de trance. El chico delante de mi con mirada tranquila y audífonos en el cuello, me saco de aquel pensamiento.
Mi cuerpo mando una señal de alerta. Intenté relajarme al mismo tiempo que sonreía y me echaba a un lado, para que André tomara asiento a mi lado.
-¿Cómo has estado?- me preguntó, mientras sacaba su teléfono y revisaba algunas cosas.
-creo que bien - asegure. No veía a André muy seguido, aquel chico aparecía y desaparecía cuando gustaba.
No era malo para mí. No importaba cuánto tiempo dejáramos de hablar, andre siempre volvía a retomar aquella confianza y sus tratos nunca dejaban de ser...¿Decentes?.
Vaya, me hacía sentir tan mal pensar que un "hola" significará un trato digno para mí.
-¿Segura?- pregunto. Bajo su teléfono y fijo sus ojos unos segundos en mi.
Me mordí la lengua. Hice la típica mueca que siempre soltaba para escapar de las preguntas como esas y rei levemente.
-por supuesto - murmure. -¿Tu que tal?- pregunté, intentando arrimar aquella pregunta hacia su lado.
-pues fíjate que nada mal..- alargó la respuesta y volvió a mirar su teléfono.
Era imposible que aquel chico siempre se encontrará bien, siempre en calma, siempre sereno. Mi mente dictaba una y otra vez que no me creyera aquello.
-¿Ah sí?- intenté bromear pasando suavemente una mano sobre su pierna.
Este río -¡Ey, me da cosquillas!- se quejó entre pequeñas risas de vergüenza.
Me encantaba formar aquel momento de pena. Llevar a las personas a sentirse incómodas o en vergüenza con leves gestos como esos. ¿Coqueteo o sastifaccion? Realmente nunca estaría segura.
-parece que alguien se puso nervioso...- solté con algo de seducción. Las pequeñas risas incómodas siguieron por su parte.
André me parecía lindo, tierno. Siempre esa aura de paz. Esa vibra leve y llevadera a cualquiera conversación o momento. No me desagradaba para nada, ninguna parte de el.
Era un mal momento para confundir todo con esa bastarda impulsividad.
-basta basta- dijo entre sonrisas llenas de pena.
Mi mente se volcó ante el pensamiento oportuno, que golpeó cada parte de mi cabeza. "¿Porque no lo besas?" Mi mente atacó diciendo aquello con atrevimiento.
Lo observé en silencio. Vamos, no con André, no con la única persona que te ha entendido todo este tiempo. No la cagues, no cedas.
-vamos, dame un beso.- mi mente se volvió un ocho en el momento en que aquello salió de mi boca.
La mirada de André se suavizó al instante -dejate de bromas, alexa.- me acuso con risitas.
Bromas. Claro, finjamos que justo ahora mi mente no está amenazando con que te bese y masacre a caricias.
-¿Quien está bromeando?- continúe.
Las risas bajaron de pronto por su parte. Sus ojos me miraron de manera extraña. Porque después de todo, André era mi amigo. Lo había Sido por un tiempo.
¿Que estaba haciendo?.
-tu..- insinuó ido.
-si. Quiero un beso, vamos, dame uno- pedi nuevamente.
Guardo su teléfono lentamente en el bolsillo y subió a mirarme. Mis palabras hasta ahora parecían chistes, mentiras llenas de falsedad. Porque hasta ahora, nisiquiera yo entendía lo que estaba pidiendo.
-yo..- repitió en confusión pura.
Intenté recobrar aquella cordura. Tome aire y pensé con gravedad aquella estupidez que estaba llevando a cabo.
Mierda, al carajo las voces, al carajo aquel deseo. No podía dañar mi amistad con André solo porque aquella voz quisiera que empleará esa locura.
-perdon..no quise decir..- intenté arrepentirme. Esperando que eso sonora solo como una pequeña broma.
Andre nego. Se encogió de hombros y tomo un suspiro largo -esta bien- soltó.
-¿Está bien?- repetí con extrañes.
-esta bien, un beso- afirmó.
Ahora era yo, la que no confiaba en sus palabras. Mi pecho exigió aire en esos cortos segundos que mi mente se enredaba.
-¿Enserio?.
-aqui no.- soltó. Señaló mi casa con la cabeza. Las ideas que llegaron chocaron entre si, imaginando con detalle todo lo que podría suceder.
Me levanté de golpe. Mis manos temblaron dispuestas a hacer aquello que pedía mi cabeza y quizás algo más que ella.
La puerta siendo cerrada a mis espaldas me desconecto de aquella barrera de tranquilidad. Podría propasarla, podría tocarla. Podría hacerlo con el.
-oh..- sus labios tocaron los míos rápido. Lo ataque con deseo reprimido que había guardado, por todo ese tiempo.
Mis movimientos lo llevaron a confundirse. Mi boca perdió el ritmo rápido, mientras el se perdia un poco en el proceso de seguirme.
Joder, ¿Que importaba? diablos André solo besame, solo házlo, solo eso y no pienses.
Esto podría estar mal, ¿Pero que interesa? ¿No? ¿Vas a temer como yo? ¿Vas perder la cabeza al mismo tiempo? ¿Vas a besarme como ahora, sin tocar aquel punto de arrepentimiento?.
Vamos andre, solo besame, solo olvida lo que está mal.
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