³⁹|¿no era eso, lo que quería?.
P.O.V ALEXA.
Ronroneos. Maullidos.
—estas aquí, sin rumbo, ni dirección. Solo avanzando por inercia. No sabes lo que pasará mañana, ni tampoco te interesa ¿O si?— aquel gato decía. Riéndose de mi. Mientras sonreía.
Lo miré.
—tienes toda la razón.— contesté. Resignada.
una especie de teatro donde todos actúan sus papeles sin saber que el verdadero espectáculo se desarrolla en mi mente.
Ellos solo, son fichas.
Cada día es una comedia trágica, una lucha interna que solo yo disfruto. Porque Supongo que de pronto, perder tenía otro significado.
Si, como perder a mi madre, como perder el sentido de respirar. Había conexión entre temas. Solo unas experiencias fascinantes.
Risas, voces.
-¿Piensas hacer como si nada de esto, estuviera ocurriendo?- la chica de cabello largo, le incita en murmurós molestos.
Ambos están ahí, discutiendo en aquel pasillo, vacío y escondido. En dónde casi nunca había nadie. La tormenta en mi cabeza proseguía. Lista para llegar al límite en cualquier momento.
Siempre Intente encontrar consuelo en los pequeños momentos de caos, en las pocas personas que lograban ver más allá de mi fachada.
¿Cómo pedia reconocerlos, si todos éramos expertos en sólo desear? Pero nunca crear.
-perla, es tarde, ¿Podemos hablar mañana?- el chico susurra, desviando las manos que amenazan con acercarse a él, de manera cariñosa.
-andré, entiéndeme— la chica suelta. La mirada cómplice entre ambos, es asesinante.
André asiente. Se coloca los audífonos. Respira con cansancio. Sus ojos muestran algo más que lo yo sería capaz de describir.
Había algo, siempre hubo algo.
-te veo luego, perla.- el chico soltó. Tirando su bolso al hombro. Huyendo por aquellas escaleras cercanas, con velocidad.
Mi mente divagó entre aquel escenario. me apoyaba contra la pared detrás de mí. Siguiendo sutilmente con la vista a él chico de suéter, que avanzaba sin apartar la vista de el suelo.
Sentí el frío "click" alborotar aquellas voces en mi subconsciente. Retandolas.
•••
Cada fragmento de papel roto es un grito ahogado, una confesión de desesperanza que nunca podrá ser escuchada.
Mis pensamientos se vuelven retorcidos, sumidos en una mezcla de rabia y resignación. No hay consuelo, solo una aceptación amarga de que esta es mi vida. De que estoy atrapada en un ciclo interminable
—¿Vas avanzar, de una buena vez?— dice. Aquel felino me saca de los toscos recuerdos.
de aquellos lindos ojos dedicándole miradas a alguien que no era yo.
—¿Puedes dejarme en paz, unos segundos?.
—tic tac, tic tac...
cada carta que destrozo, es arrancar un pedazo de mi alma. Los textos llenos de confesiones, las letras, todo dejado ahí.
—dejame solucionar, todo este lío — le pido al gato blanco, que me observa desde una esquina.
—he escuchando, eso miles de veces. Mi querida Alexa...y hasta el sol de hoy...— murmura — no creo que hayas podido hacer nada. Ni por André, ni por salvarlo, ni por tu vida..ni por ti— susurra. sonríe con demencia y ríe.
Mi respiración se vuelve errática, jadeante. La habitación parece cerrarse a mi alrededor, las paredes se acercan, sofocantes.
Las voces en mi cabeza se vuelven más fuertes, incontrolables. Mientras mis manos se elevan, apretando con fuerza mi cabeza.
Mis dedos se enredan en mi cabello, como si intentaran quitas los pensamientos oscuros que me atormentan.
—perla, no está jugando contigo Alexa. ¿Lo sabes, verdad?— me recuerda, entre maullidos.
—l-lo sé...
—ella nunca ha necesitado, ni siquiera entrar al juego. Ella siempre ha tenido todo garantizado...— se ríe con fuerza. — y tú..— me señala. — tu has tenido que pelear — .
Las risas desaparecen. Al mismo tiempo que mi cabeza impacta contra la pared a mi costado, siendo mi último recurso, para lograr detener todo aquello.
Lo entiendo.
Mis intentos con puños y golpes. No sirven de nada, cuando ellos tienen la posibilidad de usar armas. Quizás no estoy hablando de manera literal...
Solo son cosas, de el alma.
•✧•
P.O.V ANDRÉ.
Primera, segunda, tercera, cuarta vez.
Quizás había perdído la cuenta de las veces que había intentado estabilizar lo que sucedia en mi.
—¿André, qué pasa?— la chica habla con velocidad. Hace demasiado frío. Ella luce un suéter delante de mi, mientras se a abraza a si misma.
La madrugada avisaba que estaba a punto de darse por vencida. El sol saldría en cualquier momento.
—¿Por qué no me respondes?— continuo con un pequeño murmuró. Aquella suave y linda voz. Por un momento me pareció cansada.
—perla.— intenté detenerla.
Cada palabra era como un golpe directo a mi conciencia. Sentía cómo la presión aumentaba con cada mirada que ella me dedicaba.
—No André. Necesito que me comprendas. Que me des una respuesta, que me respondas.— dijo, como si el desesperó, la estuviera matando.
Perla era todo. Ternura, dulzura, una presencia cálida que me atraía con su afecto constante.
Ella no entendía lo complicado que era para mí. Sabía que ella no se detendría hasta obtener una respuesta. Pero la simple idea de enfrentarla me aterrorizaba.
El conflicto interno me estaba destrozando. Quería mantener a ambos mundos, pero sabía que no era posible.
Sentí que mi corazón estaba siendo estrujado, incapaz de manejar la diferencia de mis sentimientos. Cada pequeño murmuró de Perla era un recordatorio de que el tiempo se estaba agotando.
—¿Sabes que te amé demasiado, verdad?.— solté.
—lo sé. Yo también te amo— perla devolvío. Me tomo el antebrazo con fuerza y sonrió.
Por primera vez aquella sonrisa, no me causo ni un poco de alegría. Por primera aquel gesto, no expresaba nada más que un profundo sentimiento deshecho.
—perla, he dicho que “te amé”.— susurré. Al mismo tiempo que bloqueaba aquella idea, de que ella, perla.
La chica por la que había dado todo. Esa, por la que me mantuve atado a la esperanza de el amor. Estuviera hoy, ahí, frente a mi. Diciendo amarme.
—Aun los haces, lo sé, André— dijo. Con la determinación en la mirada. Con la voz muy bajita, casi suplicante.
Sus manos sobre las mías. Sus ojos, mirándome tentadores. Ella. Siempre había deseado a perla, ¿Que me pasaba? ¿Que estaba haciendo?.
—debes irte perla, es demasiado tarde.
—no me iré, hasta que admitas aún sentir algo por mi André.
—perla.
—¡Lo sé, André!— alzó la voz. Se acerca rápida a mí y me tomo de las mejillas con brusquedad.
Sus labios se aproximaron hacia los míos, proponiendo un beso. Aparté la cara, la sostuve a pocos centímetros de distancia. La presión en mi, aumentaba con cada segundo que pasaba.
Finalmente, como un vaso que no necesita más agua y se derrama. exploté.
—¡No puedo hacer esto así, Perla! ¿Sabes que he intentado olvidarte durante mucho tiempo? Esto solo me está haciendo más daño. ¿Por qué me haces esto?— le grité. La tome de los hombros para mirarla.
Mis palabras salieron como un golpe incontrolable, llenas de frustración y dolor. Perla me miró con una mezcla de sorpresa y tristeza.
Pero no parecía dispuesta a ceder, ante lo que yo expresaba.
—¿No entiendes que lo hago porque te amo, André? No puedo seguir viviendo en esta mentira — susurró.
¿Cómo podía explicarle que mis sentimientos eran una maraña de contradicciones? ¿que no podía simplemente elegir entre ella y Alexa como si fueran opciones en un menu?.
Mi corazón estaba dividido, y la presión de joder las cosas a mi paso, me estaba destrozando.
—Perla, esto no es justo...— me ahogue. Solté aquello con dolor.
—¿No me amas, André? ¿No amas a quién ha demostrado amarte? ¿A quién pudo mostrarte más que amor, con una simple amistad?— susurró.
Bajé la guardia. Tan pronto aquella dulce voz, murmuró eso, con una pequeña sonrisa de lado.
—oh, perla..— levanté la cabeza. Me encontré con el rostro que había deseado tener entre mis manos, por tanto tiempo.
Solo podíamos vernos gracias a la luz tenue que comenzaba a mostrar aquel sol, apareciendo.
—lo siento tanto...— fue lo único que pude decir. El nudo en mi garganta, no me permitía hablar con claridad.
Sus ojos expresaron desconcierto al instante. Sus manos se aferraron a mi.
—andré— repitió — te amo— dijo. Al mismo tiempo que me apretaba el brazo. Al mismo tiempo que sus ojos se llenaban de agua y se entrecerraban ante el frío.
Le sonreí. Me liberé de aquel agarré y solo eso. Sonreí, sin más.
—espero estés bien, perla.— la observé fijamente. Mientras dejaba atrás aquel deseó, aquellas ganas, aquel sentimiento.
Me alejaba de ella, sintiendo cómo mi corazón se quebraba con cada paso que daba. Recordándome que maldita podía llegar a ser la vida.
Siempre había deseado estar con Perla. Pero ahora que la tenía, me sentía vacío, como si aquello que siempre había querido nunca hubiera podido llenarme realmente.
El sol había aparecido. Los colores en el cielo, junto a aquel bonito amanecer, también.
El capricho de tener lo que deseaba, me hacía contener las lágrimas, con cada firme paso que daba. Mientras me alejaba.
¿Por qué esperar tanto por algo. Solo para descubrir que no era lo que queríamos?.
Perla, perdónate a ti misma, por haberte unido a mi tonta ironía.
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