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⁵| ¿no?

Recuerdo ese día.

El acompañamiento había acabado. La psicóloga me había dado de alta en esos temas de supervisión, ya no la necesitaba, supongo que todos esos dias de innecesaria proteccion había acabado.

Ella había pedido a mis familiares que me dieran un día a solas para probar mi entendimiento, para ver qué tanto había comprendido en aquellas terapias.

No tenía antidepresivos encima, no había nadie en casa, no había ruido, no había ningún pensamiento mal agradecido en el ambiente.

Había comido bien, mucho mejor que aquello días. claro, exceptuando que debía cocinar con cucharas. Mientras que los cuchillos se encontrarán aún en aquella alacena con seguro, para evitar algun “accidente".

Sin nada filoso, sin nada a mi alcance. Nada más que el aturdidor silencio y la vista puesta en aquel suelo, lleno de jueguetes de el pequeño primo que nos habia visitado por la mañana.

Una pelota, cartas regadas, bloques de construcción, un cuerda de saltar.

Espera, ¿Una cuerda?.

Aún recuerdo aquella colorida cuerda de saltar, con agarraderos rojos, como la sangre que hubiera podido correr si no fueran Sido tan cuidadosos.

que estúpida eres, ¿Vas a acabar todo esto con una patética cuerda de saltar?" Las voces se burlaron al instante en que mi mente coincidio con esa idea.

Has estado mejorando. Las cosas no se están yendo a la mierda, ¿Porque deseas aquella cuerda alrededor de tu cuello? ¿Porque la quieres colgada de esos barrotes de el techo? ¿Porque estás colocando música mientras arrastras una silla?.

La canción alegré resuena, la silla de madera es arrastrada por mi hacia aquellos barrotes. Mis manos tiemblan un poco mientras amarro lo más fuerte que puedo esa maldita cuerda de saltar.

La observo en silencio, por mi mente pasa dejar alguna nota o carta, quizás insultar a todos en ella y colgarla junto a mi cuerpo sin vida.

¿De verdad te interesa que algunos de ellos conozca las causas de porque estuviste ahí, atando una cuerda en el techo? Vamos, que chiste tiene si no estarás para ver esas caras de hipocresía.

-no lo necesitas - murmuro para mí. Me subo a la silla y evaluó aquello. No hay vuelta atrás, solo un salto y toda está jodida realidad desaparecerá.

Solo un salto y todo dirá adiós.

¿No vas a hacerlo verdad? ¡Miedosa, miedosa, miedosa, miedosa! ¡No vas a hacerlo! ¡Miedosa, miedosa miedosa!- mi mente grita entre risas, mis temblores ocasionan que la silla se mueva. -¿Acaso es otro de tus jueguitos, Alexa? ¿Acaso solo te estás tentanto nuevamente sabiendo que no eres capaz"?- mi cabeza repite con fuerza.

Me aferró a la cuerda. Tomo los extremos y los paso por mi cuello de un solo tirón. No te arrepientas, ya estás aquí, ya no seas tan cobarde.

No más soledad, no más pensamientos críticos, no más. Solo descansa, solo rindete, sin que aquellas voces egocéntricas se involucren.

No más.

La canción estaba llegando a mi parte favorita. murmuré la letra, mientras sentía la cabeza arder gracias a la falta de algunos ridículos calmantes. Mi pie tentando en la orilla a saltar.

¿Es lo más lejos que puedes llegar? No lo creó, salta.- mi mente pidió, rogó.

Me relami los labios, la canción acabó. El absurdo silencio me abrumó en segundos otra vez. Aquella infinidad de veces solicitaba que diera ese paso rápido.

Salta.

Salta.

Salta.

Salta.

¡Salta!.

Mi cuerpo y mente coordino con ese pequeño e impulsivo brinco. El ardor en la garganta llegó al instante, mientras pataleaba porque aquello acabará rápido. La velocidad no había sido suficiente para dañar la tráquea, debía esperar que la falta de aire hiciera lo suyo.

¿Que más querías fallar? ¿Que más debías demostrar?.

El sonido de “crack" fue lo más ruidoso. La sensación de caer al suelo me dejó fuera de lugar. Mi cabeza chocando con la silla de abajo me dejó aún más mareada que los segundos sin respiración con aquella cuerda.

Los suicidas no son cobardes. El quitarse la vida podría ser el acto más valiente de el mundo. Dejarse caer al vacío siendo sostenido de una cuerda, tomar una suma de pastillas y dormir sabiendo que no despertarás, dibujar rayas en tus muñecas comprendiendo que luego de eso, no quedaba nada mas que esperar.

No era cobarde, era la fuerza de voluntad más capa y fuerte. El problema estaba en cuando eras un suicidia influenciado por ataques de bipolaridad y voces que no existen.

Cuando eras aquel que lo deseaba tanto y lloraba por no poder tener aquella valentía o suerte.

Eso sí estaba jodido.

•••

El amor no tenía consciencia, no recordaba. Si todo se trataba de esperar, adaptarse, seguir, fluir. Todo consistía en involucrar emociones, sentimientos. En entregarlos y esperar que la otra persona tuviera algo de compasión.

Alguna vez desee hacerlo. Mostrar mi verdadera cara y esperar que la otra persona no me viera con ojos de aprovechamiento, ¿Pero que? Así fue, para que mentir.

Por eso el lado corrupto siempre sería mi favorito, por eso siempre me atraería esa cruda verdad.

Después de tener en cuenta que podrías decidir ser esa dulce oveja, pasiva, linda y pacífica que va por la vida brillando, pensando que aquellos depredadores crueles, podrían cambiar, que solo era instinto, que debian tener alguna compasividad.

Esas ovejas siempre tendrían detrás, un lobo hambriento de control, que tomaría entre sus manos aquellos absurdos sueños de amor sano, los devoraría y luego a ella.

Supongo que alguna vez fui esa tonta oveja ida. Pero creo que ser el lobo siempre me salió mejor, ¿Porque engañarme?.

-¡Hola! ¿Cómo estás?- el psicólogo aún más joven que algunos otros que había tenido estaba delante de mi. -mi nombre es Carlos, es un gusto atenderte el día de hoy - saludó con leve emoción.

Seguro estaba recién graduado. Mis ojos rodaron ante toda esa energía.

Cambiar de psicologos en tan poco tiempo era normal para mí. Casi siempre todos terminaban diciendo que no podían ayudarme o que no cooperaba, y se deshacían de mi.

-si, hola.- respondí de mala gana, tirando la carpeta hacia la mesa frente a el, que contenía mis mejores momentos, ja.

Intento sonreírme, aunque tenía claro que mi carácter lo había fatigado un poco -muy bien, veamos tu historial - dijo abriendo aquella carpeta con recipes, diagnósticos y referencias. -transtornos de ansiedad, conductas psicóticas...intentos de suicidio, medicación.- su cara se desvaneció un poco a medida que leía.

Intenté no reir ante eso. Siempre sucedía cada que debía volver a explicar todo desde un principio.

-ok, parece que alguien es un poco inestable - intento bromear ante eso. - patrones de bulimia, cuadros de destrucción, razonamientos bipolares- pasó aquellas hojas, desde la mas antigua a la mas reciente -¿Problemas con las emociones eh?- hablo en murmuro mientras cerraba la carpeta y la dejaba a un lado.

Me dió asco.

-¿Oh enserio? - solté sarcástica -¿Adivina que? Eso ya lo sabía desde los 10 años, lamento decepcionarte, pero no lo descubriste tu- dije fingiendo lastima.

Me observo neutral, sonrió un poco y busco entre sus cosas una hoja de papel completamente blanca y alcanzo un lápiz hacia mi. -quiero que dibujes como te sientes - me dijo.

La cara de desagradó llegó a mi cara -no tengo 7 años- aseguré.

-¿Y?- contesto.

-eso ya no funciona conmigo - me encogí de hombros.

El río -rayos, ¿Quien es el psicólogo? ¿Tu o yo?- pregunto algo gracioso

-creo que no estás haciendo bien tu trabajo. Esas tonterías de dibujar no funcionan en mi caso y creo que en la carpeta dice aquello, ¿Podrías leerla bien y no perder más el tiempo?- pregunte con la molestia encima.

Desvío la mirada a la carpeta nuevamente. -¿Antidepresivos?- preguntó.

Negué con la cabeza. -no los tomo desde hace meses- solté. -fueron cambiados por calmantes, algo más “livianos".- mire hacia otro lado.

Los antidepresivos te mandaban a dormir, los calmantes no tenían sentido cuando aun se encontraban aquellas emociones invisibles, que no atormentaban la cabeza, si no el corazón.

Que no me hacían dudar, solo temer, sentir.

¿Cómo aquel ser con audífonos y vibra calmada? ¿Como ese chico tranquilo?.

-¿Porque te los recetaron? ¿Que te lleva a hacer de una locura todas esas normales emociones?-  pregunto.

Reí.

-¿Una locura?- me sentí un poco ofendida, ante aquello.

Asintió -el enojo es una emoción normal, ¿Porque la llevas a esos extremos? Puede que las conductas de psicoticismo lo expliquen, claro.- suspiro -¿Pero que hay de la felicidad? es un sentimiento lindo, ¿Porque pierdes el control?- unio ambas manos a los lados de la mesa.

-jamas lo había sentido - acepté.

-¿Tienes miedo a no poder dominar los momentos felices? ¿A emocionarte de más y terminar siendo igual de impulsiva que con las otras emociones?- me atacó en preguntas.

-tengo miedo a tener miedo.- lo observo en Medio de aquel pulcro consultorio.

-supongo que por lo mismo has estado dañando el acuerdo con los demás psicólogos - anuncio mientras releía aquella carpeta - todos aseguran notar poca interacción. ¿Has estado de acuerdo? ¿Sientes que es lo mejor?- dijo.

-el ser sociable, siempre acaba mal- digo. Mis manos terminan jugando entre si, bajo el escritorio.

-creo que solo tienes miedo de no poder luchar contra tus pensamientos ¿Sabes que ganarán, No?-  se abalanzó diciendo.

-supongo.

-¿Quien es André entonces?- pregunto al instante, mientras sostenia en mano la hoja más reciente -¿Y porque has roto aquel trato?- me analizó.

Mis ojos se abrieron un poco. El corazón mando latidos desconfigurados.

-es un buen amigo.

-¿escuche bien?¿Estás llamando a alguien amigo, acaso?.

Suspiré.

-no, solo es un conocido que me cae bien- intenté arreglar mis estúpidas palabras con algo de estrés.

El psicólogo soltó una pequeña risa ante eso. Los nervios me hicieron retroceder un poco, los ojos de aquel hombre me miraron con algo de inclusión.

-¿Te gusta, no?.

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