³⁴|Caprichos.
El estaba ahí, acariciando mi cabello sobre esa cama. Mientras mi mente se volvía un completo ocho y su respiración no decía más que una profunda calma.
Una que me desubicada, tal como el aceite caliente con gotas de agua.
—¿Todo bien?— me preguntó mientras continuaba con aquellos suaves toques en mi cabeza.
Aquel chico estaba sobre mi cama. Mientras que yo me recostaba sobre su pecho.
Me mareaban aquellos latidos apresurados que escuchaba en el. Era imposible que aquella tranquilidad que el tenía, se reflejara en mi.
—eso creo— contesté. Mientras me cubría con aquellas cobijas y cerraba los ojos un momento.
Su mirada no se despegaba de la mía ni un segundo. Aún con los ojos cerrados, podia sentir los de el vigilarme sin descanso. Cómo si estuviera teniendo la más mínima precaución sobre mi.
—alexa.— me llamo. Sin dejar de acariciar mi cabello con leves roces.
—¿Si, Stan?— contesté en murmuros.
—¿Que estamos haciendo?.— me preguntó con duda en la voz. Deteniendo aquellas caricias e incorporándose en aquella cama de nuevo.
Lo observé en silencio.
Al mismo tiempo que intentaba soportar los golpes mentales que me daba la situación. No podía huir de todo en esta vida, Stan no podía seguirme la corriente por siempre.
—¿De que hablas?— pregunté con el cinismo en la voz. Tanto, que a consecuencia, el me tiró una mirada totalmente sería e inexpresiva.
Porque claro, Ahí estábamos por milésima vez. Teniendo sexo, luego de mi enorme show por acabar aquella patética relación que ya no tenía chiste, mucho menos algún futuro.
Luego de “acabar con todo" como siempre decíamos y por supuesto, volviendo a lo mismo como era la costumbre.
El vínculo entre Stan y yo, estaba jodido. Se había ido al carajo, habia fallado, mentido, engañado. Aquella relación que aunque me costará admitir; yo había destrozado de todas las maneras, ya no funcionaba o quizás, nunca lo hizo.
La había destruido y junto con ella, también lo había hecho con el.
—esto Alexa. Tu y yo— hizo señas, señandolos a ambos.
—stan...
—podemos mejorar esto, tranquila.— susurro entre la oscuridad de la habitación. Tomo mi mano y sonrió levemente —siempre lo hacemos — dijo.
Lo observé sin energía. Mis ojos escaneaban aquella mirada llena de esperanzas en el, mientras que la mía, intentaba acabar con todo ese teatro.
Pobre Stan.
Tan abandonado, tan solo, tan urgido de afecto y sobre todo, tan utilizable. Era imposible no recordarme a mi misma en el.
—¿Podemos hablar esto luego?— pregunté con estrés en la voz.
—¿Cuando? ¿En dos semanas, cuando te dé la gana de aparecer?— preguntó con sarcasmo y cansancio.—Quiero que solucionemos todo ahora, por favor. Necesito saber que estamos bien, alexa.— susurro, tomando aire.
Apretó mi mano sobre la suya, en un gesto repleto de necesidad. A lo cuál intenté no flashear.
—Stan....
—por favor..— suplico. Mientras me miraba en silencio y desesperación. Igual que cada vez que llegábamos a ese punto. — haré lo que me pidas. Haré lo que desees, solo dime qué quieres que haga y lo cumpliré.— dijo. Haciendo movimientos exagerados con las manos.
Aquello encendio una alarma en mi mente. provocando que me mordiera la lengua para mantenerme al margen.
Stan era ese punto de retorno dónde siempre volvía. Dónde sabía que obtendría lo que quisiera, dónde sabia que nunca faltaría.
Stan era mi capricho. Lo era porque llenaba aquel rencor que le tenía a el mundo desde siempre. Porque me daba aquel control que siempre había querido.
Stan me había elegido. El había mandando al carajo todo por mi, el había decidido perder todo, solo por quedarse conmigo.
El había llorado, había sufrido, había fracasado, perdido. Pero siempre, siempre, lo hacía por mi.
Lo tenía en mis manos, dispuesto a hacer lo que fuera, cuando yo quisiera.
Tristemente. Stan nunca fue más que un capricho. No más que un simple deleite a aquel vacío y odio que me traían todos esos viejos recuerdos. En dónde nadie me tomo en cuenta, en dónde tuve que hacer todo lo que ellos decían.
¿Tenía que ser la mala, por divertirme un rato viendo cómo alguien me obedecía y lloraba?.
Se diviertieron bastante tiempo conmigo. No veo cuál sería la verdadera queja.
—¿Porque sigues haciendo todo esto, Stan? — pregunté en voz baja. Negando con la cabeza repetidas veces. —¿Porque sigues aquí, queriendo estar a mi lado, después de todo esto?— pregunté.
Hizo una pausa para mirarme.
—Porque te amo— susurró de vuelta.
Rei ante eso —tu no me amas, Stan.— murmuré. Levantando la cabeza hacia el chico frente a mi. —tu solo estás perdido, acá.— señale mi cabeza con un dedo.
Negó.
—no, yo te amo.— dijo. — hago todo esto porque te amo— soltó con la misma desesperación.
Hice una mueca de tristeza. La mezcla de risa en esta, terminó delatandome. Stan era un complemento caso perdido, si, tan perdido como yo.
Aquel chico nunca tuvo realmente la culpa de caer en mis manos. O quizás de lanzarse a ellas.
—nunca podré ser suficiente para eso, Stan.
—¿Suficiente para que?
—para tu vacío de amor. — lo mire a los ojos, que se llenaban de lágrimas en segundos con mis respuestas. —.Eres libre. ya no necesito de tu disposición— le dije. Al mismo tiempo que intentaba tomarme y me agitaba para soltarme.
—y-yo..yo te amo, Alexa.
—Stan, tu nisiquiera sabes de amor, solo sabes de necesidad.— le di una última mirada en seriedad. —ya... eres libre, Stan, eres libre. — repetí.
•••
Había sido una malagradecida, una maldita, una traicionera, una infiel, una hipócrita, una mentirosa. Había tocado cada punto bajo que un humano no debería conocer.
Lo había hecho todo por desquité, por odio, por irá y aquella ilusa impulsividad que me acompañaba a todos lados. Ese rencor que mil veces había jurado dejar y ese mismo que nunca se separaba de mi.
Era obvio que nada era casualidad. Después de todo, los delirios mentales no aparecen de la nada. ¿Todos deberíamos experimentar aquel rencor para librarnos de los impulsos? Si.
Porque solo te salvas de la tentación, cuando caes en ella. Supongo que solo somos seres atados a lo que no debemos hacer.
—¿André?.
—si, André.
—¿Estás hablando con un gato otra vez, Alexa? Haha, Creo que deberías dejar de tomar esos medicamentos urgente — comenzó a reir como loco aquel gato blanco. Mientras se subía a mi cama de un salto.
Sostenía entre mis piernas aquella hoja de papel, con lápiz en mano. Tan enfocada en mi trabajo, que la presencia de el aquel felino, paso a segundo plano, en pocos segundos.
—haz silencio.
—¿Sigues perdiendo la cabeza por ese chico de suéter, eh?— sonrió con demencia. Acercándose a mi a pasos veloces.
—¿Sigues aquí metiéndote en lo que no te importa?— devolví a la defensiva.
Se rió de mi. Mientras lamía aquel pelaje blanco en completa tranquilidad. — recuerda bien lo que pasa siempre alexa.— murmuró. —oh claro, ¿Para que te lo recuerdo? Si es obvio que debes tener Miles de estrategias para continuar a costa de mentiras — sonrió sarcástico.
—no sabes nada.
—Es un capricho.
—No lo es.
—sabes que si, Alexa.
—¿Puedes irte? Intento dibujar.
—bueno, no creo que...oh, ¿Las escuchas?— aquel gato se detuvo para levantar las orejas en alerta. Miro hacia los lados con cinismo y sonrió.
—¿Que cosa?.
—las voces — dijo, sonriendo con fuerza.
—ah si, están ahi, lo sé.— conteste. Mientras continuaba trazando rayas alternativas en aquel trozo de papel. —aveces dices verdades, otras veces, solo vienen aquí para burlarse— conté.
Esos ojos azulados, se movieron hacia mi rápido. Aquella mirada forzosa y psicótica me dejó desubicada.
—dicen que debes ponerte a salvó, que vas a perder.
—lo sé.— acepté entre pequeñas risas. Al retirar la cabeza de aquella hoja —pero creeme que no me he sentido tan a salvó, como ahora.— murmuré.
—caprichos.— repitió el felino entre dientes. Con el abrume atacandolo ante aquellas voces que seguro lo fastidiaban tanto como a mi.
—No lo deseó con una simple ilusión— tome aquel gato en brazos. Llevándome rasguños por su parte y desquites para que lo soltará, como siempre. —lo deseó con algo más significativo...algo más fuerte...— susurré, mientras apretaba aquel gato entre brazos.
—sueltame, alexa...
—lo deseó como afrontar al verdadero enemigo. — solté —la realidad... — sonrei con la misma demencia que daba ese felino —y en eso, querido gatito. — lo mantuve alzado en brazos frente a mis ojos —en eso...no puede haber tontos caprichos — culminé.
•••
Vivía sin miedo. Porque quizás podia morir mañana, quizás en una simple noche todo se iría al carajo, quizás en una tarde todo acabaría.
Mi vida era como jugar a la ruleta rusa. Claro, tomando en cuenta que mis acciones correspondían al espacio de una estúpida arma.
—Aveces tengo miedo— le susurré — de acabar siendo la misma cobarde de siempre. De lanzar todo esto a la basura y solo huir.— murmuré.
—¿Podrías hacer eso?— pregunto aquel chico de suéter en un aire bastante serio.—¿Serías capaz de huir de todo esto?— inquirió.
Me quedé analizando más que mis palabras. Me quedé observando detenidamente el rostro de ese chico frente a mi. Tan tierno, tan calmado.
Era un infierno todo. Tanto, que era una jodida ironía decir que alguien que vivía en el, había conocido el cielo con una sola mirada suya.
—me encantaría decirte que no, Pero me conoces. Es imposible saber mis próximos movimientos — sonreí desequilibradamente. Ante la ansiedad que me causaba la conversación.
—alexa...
—¿Tu cómo sabes que no terminaré siendo un ficticio veneno?.
—¿Un que?.
—uno falso.— dije en seriedad. Mientras lo miraba desde mi sitio. —el veneno y el antídoto. ¿Cómo se que te quedarás a pesar de todo y no me dejaras hacer un desastre?— pregunté.
—pues...
—todos se dejan llevar por algo más que la adrenalina, ¿Cómo se que mantendras la cordura y no te irás a la lista de caprichos?— pregunté, ladeando la cabeza. Con las palabras de aquel gato en la mente.
—no quiero ser un capricho para ti.— soltó —Quiero ser diferente a todas esas personas, quiero quedarme a tu lado por algo más que necesidad.— murmuró.
Guardé silencio unos segundos. Acaricié su mejilla en un toque sueve. Mientras trataba de arreglar aquel desorden en mi cabeza.
—No caigas.
—¿Si lo hago, estarías para atraparme?— preguntó.
Intenté no reír, pero aquello me saco de ese serio trance, lleno de pánico y desesperación.
Aquel chico de audífonos y suéter, que se encontraba frente a mi. Activava mis alarmas de miedo. Ese aterrador momento en dónde recordaba que se trataba de mi, de quién decidida dañar todo a su paso.
Esos ojos, esa sonrisa. ¿Cómo yo podría mandarlo todo a la basura?.
—me he cansado de la redención. De las obligaciones— comencé diciendo, mientras tomaba su cara entre mis manos —y ¿Sabes? Es algo sarcástico.. porque..— observé aquellos lindos ojos —pase lo que pase, no te dejaría escapar, jamás.— terminé diciendo.
•••
Los caprichos me habían perseguido por siempre. En un intento desesperado y caótico de llenar ese vacío de desprecio, de poca importancia que todos me dieron.
Hoy por fin. Queria algo más profundo y fuerte. Algo aún más impresionante. Algo más real, algo más digno. Algo más que todas esas ilusiones y rencores.
En nada de eso podían caber los mentirosos caprichos.
En nada de eso yo podía obtener lo que verdaderamente necesitaba; esperanzas.
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