4 -Así es, te quiero de vuelta-
Te vi en mi sueño.
Te vi en la esquina de la habitación, posando y sonriendo.
Te vi con tus amigos, y en las gotas de agua.
Te vi en los fragmentos de mi espejo.
Te vi en el pasillo, y en el corredor, aún tenías esa sonrisa.
Mas no encontré esa sonrisa a mi lado al despertar.
El tiempo tenía el descaro de ser lento,
y el cielo en su luminosidad grisácea igual.
El té de la tarde me recordó a ti,
A ti te encantaba el té en días opacos, y a mí esconderme detrás de las sábanas.
Aún no me agradaba el sonido de los truenos, y aún así estuvieras exhausto, me abrazabas y decías cosas relajantes al oído,
eso me ayudaría a dormir más adelante.
Y todo te lo debía a ti.
Me decías: «Son truenos, cielo, ya pasarán. Cierra los ojos y relájate. Aquí estoy yo para ti.»
Y minutos después quedaba rendida en tu pecho.
El segundo mejor sentimiento del mundo era ese, porque el primero era mi soledad.
No digo que el estar enamorada de ti fuera inferior al sentirme un alma solitaria,
claro que no.
Te adoré, y te sigo adorando, con mi cristal que se hace llamar corazón,
y mi cuerpo que es una caja de vidrio.
Tu fuiste el que abrió la cerradura de plata y obtuvo el cristal en sus manos.
Tuve por seguro que cuando te conocí
te entregaría la llave sin dudar,
Tuve por seguro que cuando te conocí
me harías brillar incluso en mi punto más oscuro,
lo sigues haciendo.
Estuve en mi balcón junto a mi té y tu libro favorito, creyendo que vendrías a mi lado y juntos estaríamos presenciando el anochecer, sin embargo, no pasó así, y no me sentí vacía;
te sentía en los pasos que daba al caminar por el piso de mármol. Llegó la noche y hablamos tres horas antes de dormir.
Te pregunté: «¿Cuándo vendrás a casa?»
A lo que tu me contestaste: «Pronto, cielo, llegaré a casa en cuanto termine, te lo prometo.»
Asentí comprensiva y te dije el adiós junto a un beso en el aire, a tus labios.
Me siento mejor, pero te sigo esperando, esperaré el tiempo que sea necesario, esperaré tu respuesta a la cuarta carta.
—Con amor, Cynthia.
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