Capítulo 36
OLIVER
Algo anda mal.
No fue a visitarme al hospital ni una sola vez, tampoco me llamó, no respondió el mensaje donde me disculpaba por no poder acompañarla a su fiesta de graduación.
Me aseguraron que la habían visto preocupada por mí, que no había parado de preguntar cómo me encontraba, que se sentó en una banca del pasillo y no se despegó de ahí hasta que les avisaron que estaba bien.
Pensar en ella sola y triste en una silla me dolía, nunca quise que se enterara de mi enfermedad de la peor manera, nunca quise que se enterara de lo jodido que estoy, de que tal vez en cualquier momento a mi corazón se le ocurra latir más rápido, se le ocurra matarme. Nunca quise que se enterara así de mi parentesco con los Baker, no obstante, tampoco había planeado cómo decírselo.
La quería conmigo sin tener que explicar demasiado, deseaba vivir el momento; pero ella no es solo un «momento», es más que eso. Mucho más.
Al principio me daba pavor enfrentarla y darle explicaciones, le dije a Ben que no quería verla, que le dijera que se fuera, pero él no pudo decirle porque no la encontró, una enfermera la vio salir de la clínica. Luego los remordimientos empezaron a carcomerme, al igual que la ansiedad, necesitaba que habláramos, contarle todo lo que no me había atrevido a decirle.
Esperé que volviera, sin embargo, no regresó, simplemente se esfumó.
¡Y maldita sea! ¡No podía levantarme y largarme para buscarla! Estaba amarrado al puñetero reposo, el médico dejó que me fuera del hospital, pero me hizo prometer que descansaría y no me agitaría hasta que él lo autorizara. Intenté salir, no obstante, me atraparon antes de que pudiera abandonar la alcoba.
Benthor y mamá intentaron calmarme diciendo que seguramente estaba herida por lo que había pasado aquel día en el estacionamiento de la escuela, que prefirió irse después de comprobar que estaba estable.
No lo sé.
De verdad que no lo sé.
Hannah es noble, piensa primero en los demás, tuvo que haber pasado algo como para que se fuera sin más, sin hablar conmigo, irse despreocupadamente no es algo que ella haría. Y si lo hizo es porque está pensando lo peor de mí.
Estoy perdido en mis pensamientos, no me doy cuenta de que el cardiólogo me está hablando hasta que truena los dedos frente a mi cara. Parpadeo para enfocarlo.
—Perdone, no lo escuché, ¿pasa algo? —pregunto.
—No, solo preguntaba si presentas alguna molestia. —Se queda en silencio esperando mi respuesta. Niego con la cabeza, la verdad es que el malestar y el cansancio ya no están, han pasado unas cuantas semanas, me siento como yo, no como ese muerto viviente sin rumbo. Él sonríe, satisfecho—. Perfecto, tu pulso y presión arterial han regresado a la normalidad, ya no hay peligro. Por tu bien te voy a pedir que te tomes los medicamentos y sigas el tratamiento, cuando tu cuerpo se acostumbre entonces podrás seguir con tus actividades físicas regulares. Eso sí, no puedes fumar.
—Voy a vigilarlo —suelta mi madre, su mano está apretando suavemente mi hombro. Sonrío y giro los ojos.
Una vez que el doctor me da de alta, los dos salimos del consultorio. Le pedí a Lenny que me esperara afuera, estaba seguro de que la revisión saldría bien, no voy a perder más tiempo. Me despido de mamá quien me suplica que vuelva a casa apenas hable con Hannah, incluso me motiva a llevarla si es que arreglamos nuestros problemas.
—Hey, hermano —dice Lenny como saludo apenas entro a su coche.
—Hey —respondo.
Le doy la dirección del departamento del padre de Han, es sábado por la tarde, así que espero que se encuentren en casa.
Me aterroriza la idea de mostrarle todo lo que soy y que no sea suficiente, de que un día decida abandonarme, tengo miedo de decepcionarla y que me deje.
Estoy enamorado de Hannah Carson.
Necesita saberlo.
Necesita saber que cuando dije «no», me moría por gritar «sí».
Lenny se detiene en un espacio del complejo departamental. Suelto un suspiro profundo, del bolsillo de mi pantalón saco la cajita de terciopelo.
—¡¿Qué demonios es eso?! —Giro la cabeza con violencia al escucharlo y lo miro con la ceja alzada, pero no me está mirando. Sus ojos desorbitados están sobre la caja de color negro, la señala con el dedo índice como si fuera una cría del infierno—. ¡¿Le vas a proponer matrimonio o qué mierda?!
Se me escapa una carcajada por el tono de espanto que emplea, lo que dice no está muy alejado de la verdad, me repongo aclarándome la garganta. Analizo el cubo con atención, quería darle algo especial al final del baile, un regalo significativo para los dos. Le quería dar una promesa.
Antes de que se enterara de la verdad y de cagarme en nuestra relación, había planeado estar junto a ella toda la velada y darle la sortija. Compré dos anillos, los más sencillos que pude encontrar, uno para ella y uno para mí. Quería que fueran un tipo de enlace, iba a confesarle mis sentimientos, prometerle que me esforzaría en las clases para encontrar una buena universidad, le agradecería por inspirarme a ser mejor persona.
—No tengo nada estable que ofrecerle por ahora, ¿cómo podría proponerle matrimonio? Solo es un obsequio de graduación —digo.
—Menos mal, ya iba a encender el coche, creí que habías enloquecido. —Suspira. Chasqueo la lengua, más no respondo nada. Abro la puerta del copiloto y pongo un pie afuera—. ¿Te espero?
—No, no te preocupes.
Tengo esperanzas, podemos arreglar los malentendidos y empezar de nuevo, sin mentiras, sin juegos. Solo ruego para que ella piense lo mismo.
Una vez frente a la puerta del departamento, respiro profundo, me mentalizo antes de tocar. Me pongo nervioso cuando escucho pasos acercándose, abren de golpe sin preguntar quién es. El padre de Hannah abre los párpados al reconocerme.
—Buenas tardes, señor Carson, ¿está Han? —Él se queda en silencio, me regresa la mirada con el rostro imperturbable. Quizá Hannah le contó lo que sucedió y ahora está pensando cómo deshacerse de mí, así que me adelanto—: Me urge hablar con ella
—Verás, hijo... —Suelta un suspiro. Se vuelve a quedar enmudecido, aplana los labios un par de veces y se rasca la barbilla como si no encontrara las palabras adecuadas—. Hanny no está, se fue de la ciudad.
Respiro profundo, me digo que seguramente se fue de vacaciones, es verano y se graduó, lo normal es que vaya a festejarlo, ¿no? Pero esa sensación desagradable se asienta en mi pecho una vez más.
Algo anda mal.
—¿Cuándo regresa? —cuestiono tragando saliva.
—¿Quieres entrar? —cuestiona al tiempo que abre la puerta y se hace a un lado para dejarme pasar. Acepto adentrándome, el camino al sofá lo hago mirando hacia todas partes por si se está escondiendo en alguna parte.
Me dejo caer en el sillón, esperando que el señor Carson se siente también, pero se dirige hacia una mesa y obtiene una hoja doblada que, posteriormente, me entrega. Un sabor amargo me embarga la boca, por alguna razón no quiero leer, sin embargo, saber que tal vez ahí encontraré la respuesta a tanto misterio hace que desdoble el papel.
Mis ojos leen las oraciones como si se tratase de algo simple de asimilar, inspecciono la fecha, su nombre por si estoy alucinando ya. Repito la lectura como si fuera un círculo vicioso que no puedo romper.
No va a regresar.
—Lo siento —susurra su padre con aire melancólico.
Un vacío se extiende en mi pecho, un dolor punzante me recorre las entrañas y se enreda a mi alrededor, me perfora el corazón. La aprehensión me asfixia como nunca, siento que alguien me mantiene sumergido en el mar y no me deja salir a respirar. Tengo que abrir la boca, tengo que dejar de mirar.
Cierro los párpados queriendo aguantar las lágrimas que escuecen y se vuelven insoportables.
Mil preguntas se arremolinan en mi mente como tornados, ¿cuándo? ¿Por qué no me lo dijo? Puedo aceptar que se fuera, que deseara cumplir sus sueños en un lugar lejano. Puedo entender que se haya alejado después de que mandé todo al carajo. No obstante, lo que resquebraja el alma es que se haya marchado sin decirme adiós.
—No se despidió de mí —murmuro con un nudo que me quiebra la voz, apenas puedo hablar, apenas puedo respirar. Mi garganta quema, mis dedos hormiguean, el mundo se me cae.
—Estabas en el hospital y no quería que te pusieras mal. —Apenas lo dice descarto esa opción. No, ella no se hubiera ido por ese motivo, ella simplemente se habría quedado hasta poder contármelo—. Puedo darte el número de su departamento...
Abandono la carta donde le dieron la noticia de que había sido aceptada en una universidad de Nueva York. El señor Carson me ofrece un papel mal recortado con una serie de números, lo tomo, aunque sé que no voy a llamarla. Estoy demasiado roto ahora como para torturarme escuchando su voz sabiendo que no quiere hablarme.
Yo, Oliver Doms, estoy destruido. Ella me ayudó a revivir las piezas magulladas de mi corazón, las que creí que ya no existían, las que otros habían abandonado. Me llevó a un punto donde creí que podía ser feliz, que podíamos espantar a mis demonios juntos. Si por ella quise ser mejor persona, ¿ahora qué voy a hacer?
—Gracias. —Me aclaro la garganta antes de que termine de romperme frente a él—. Tengo que irme.
Sin más me levanto y me dirijo a la salida, me marcho del departamento porque siento que el oxígeno se me termina. A esto me refería, justo a esto. Finalmente se dio cuenta de que merece a alguien que no esté acomplejado, alguien a quien no le cueste expresar sus sentimientos, alguien lo opuesto a mí.
Hannah se fue.
Ya no voy a ver sus ojitos azules centelleando ni esos labios regordetes rogándome besos. No podré cepillar las hebras suaves de su cabello, ya no veré su perfecta sonrisa ni olfatearé su exquisito aroma. Mi mano ya no rodeará su cintura ni no podré abrazarla cuando quiera llorar, no estaré ahí cuando se sienta tan triste que quiera esconderse detrás de una pared.
La perdí.
Doy una bocanada de aire ya que estoy en el exterior, pero no me siento mejor, definitivamente se siente peor pues el mundo es tan grande y tal vez vaya a olvidarme. La rabia me invade, corre por mis venas y se escabulle por todo mi organismo creando mareas de fuego, reviviendo una rabia que no sentía desde hace mucho. Soy un imbécil de mierda.
Se siente justo como cuando supe que mi padre era Baker, cuando supe que prefería a su otra familia, cuando supe que no había sido suficiente. Se siente peor pues, él decidió abandonarme, yo hice que Hannah me abandonara.
—¡¡Mierda!! —vocifero.
Pierdo el control.
Veo rojo y nada más, veo ira. Arremeto contra lo primero que se me cruza, Golpeo con los puños el cofre de un auto con tanta fuerza que logro abollarlo, la alarma suena, pero es un sonido lejano retumbando en mi cabeza. Rompo una de las ventanas, mis nudillos comienzan a sangrar.
Sin importarme una mierda me doy la vuelta y corro, corro lejos de esa escena porque eso soy: un cobarde que huye. Escapé el día que arruiné el coche de Baker, escapé de casa durante unos meses para no tener que enfrentar a mi madre, escapé de la escuela y reprobé el grado, escapé de Hannah porque era demasiado, porque tenía miedo de enfrentarme al hecho de que estaba perdidamente enamorado.
Camino sin rumbo con la intención de calmarme, el enojo disminuye, pero la tristeza se queda y se hace más grande conforme los minutos transcurren. Tiempo después, harto de dar vueltas sin sentido, llego a casa. Cierro la puerta y me quedo parado en la sala, sin tener idea de qué hacer.
Benthor se asoma desde el interior de la cocina y me observa, su ceño se frunce.
—¿Qué pasó? —pregunta. Se aproxima al no obtener respuesta y se planta frente a mí—. Oliver, ¿qué sucedió? ¿Te mandó a la mierda?
Mamá también se acerca con extrema cautela.
Una risa sarcástica sale de mis labios.
—Habría preferido que lo hiciera —digo entre dientes. Exploto—: ¡¡Se largó!! ¡¡Se mudó sin decirme nada!! ¡¡No dejó ni una puñetera nota!! ¡¡Ni un jodido mensaje de texto!! ¡¡Nada!! ¿T-tan poco s-soy para ella? ¿N-no me m-merecía una despedida por lo menos? Quise mostrarle lo mejor de mí, pero la jodí, la herí porque solo hay pura mierda en mí. ¡¡Pura mierda!! ¡¡Soy igual que los puñeteros Baker!!
Entonces, histérico, me convierto en llanto y sollozos. Mis piernas tiemblan, alguien rodea mis hombros y me conduce a uno de los sillones. Es mamá.
—Shh, cariño, no digas eso, no hay nada malo en ti, eres una persona maravillosa que comete errores como todos. —Guarda silencio por un momento y continúa—. Tú no eres Baker, eres Doms, eres mi hijo y no tienes mierda, tienes un corazón enorme que sabe amar y tiene miedo, a veces el miedo nos hace cometer locuras. Está bien querer a las personas, cielo, está bien entregarte a los demás y demostrarles tus sentimientos, incluso si te causa pavor salir lastimado. No se trata de ser suficiente para alguien, se trata de unir sus flaquezas y salir adelante. No se trata de merecer a alguien, se trata de luchar con esa persona para ser mejores cada día.
—Me duele, mamá —me quejo. No solo duele, me quema.
Ella me abraza hasta que el llanto mengua y los sollozos se convierten en temblores. Se levanta y va por un botiquín para curarme los nudillos, desinfecta y limpia la zona.
—Cuando duele hay dos opciones: curas la herida, sigues adelante aun con las secuelas y te conformas con los resultados; o te rehabilitas y vas por ella.
Son vacaciones de verano, a pesar de que Lenny viene casi todos los días para sacarme a rastras de la casa no lo ha logrado. No tengo ánimos, mi humor no es el mejor de todos y prefiero echar raíces en mi cama a ladrarle a la gente inocente.
Entendí el mensaje de mamá mientras curaba los pequeños raspones, el problema es que siento que es una fantasía, soñar con algo que probablemente ya terminó.
¿No dicen que los amores a esta edad están destinados a fracasar? Tal vez Hannah y yo ya dimos todo lo que teníamos que dar, después de todo, nos ayudamos a salir de los abismos en los que nos encontrábamos. Pero pensar en eso me causa desasosiego y dolor.
La puerta se abre de golpe, Benthor aparece en el umbral. No hemos hablado mucho acerca de lo que ocurrió hace unas semanas, creo que le asustó que llorara como un bebé.
—Eh, hombre, ¿podrías prestarme tu mochila? Iré de campamento con unos amigos, en la mía ya no cabe nada. —Se rasca la cabeza.
Asiento.
Él se dirige hacia la bolsa, la obtiene el suelo y vacía toda la mierda que hay adentro encima de la cama. Por lo general no llevo nada en la mochila, pero Ben tuvo que ir a sacar lo que tenía en mi casillero mientras estaba en el hospital.
—¡Vete al infierno! —exclamo.
—A ver si así te levantas de la jodida cama.
Se va apurado, miro el desorden y hago una mueca. Voy a acostarme encima cuando algo llama mi atención, desentona por completo junto a mis útiles escolares descuidados. Es una paleta en forma de corazón. Definitivamente no es mía, así que cojo con rapidez.
Mi alma se me cae y se eleva al mismo tiempo.
Reconozco su letra, me siento desfallecer. Leo la frase más de cien veces, esbozo una sonrisa, si estuviera aquí le diría que la única que logra endulzarme es ella.
Por primera vez desde que me enteré de su partida me atrevo a guardar una esperanza, tal vez no todo está perdido.
No importa lo que tenga que hacer, no permitiré que sigamos huyendo.
Esta vez haré las cosas bien
* * *
El capítulo que sigue es el final :c luego sigue el epílogo y, en vez de un extra, haré dos.
Nos vemos prontito.
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