Capítulo 34
No sé qué está sucediendo, pero estoy asustada.
Me arden los ojos, siento el cuerpo pesado y la cabeza me punza a pesar de que ya me tomé una pastilla para aliviar el dolor. No puedo dejar de castañear los dientes, tengo miedo.
Estoy sentada en una banca de este frío pasillo con los codos apoyados en las rodillas, oculto mi rostro con las manos para que nadie me vea llorar, las lágrimas resbalan por mis antebrazos y mojan mi ropa.
¿Qué está pasando? ¿Por qué nadie me explica? La enfermera de urgencias me dijo que tenía que esperar, que no podía darme información, que me tranquilizara. ¿Cómo voy a tranquilizarme? ¡¿Cómo?! ¿Cómo me piden eso si lo que vi tiene a mi alma pendiendo de un hilo?
La madre de Oliver llegó corriendo hace unos minutos y entró al lugar donde lo llevaron. No me dejaron pasar.
La impotencia me cubre, ¿y si Benthor de verdad quería decirme algo importante ese día en la cafetería? ¿Cómo iba yo a saberlo? Doms tiene esa aura misteriosa que no me deja penetrar, nunca me dejó entrar a su vida por completo, como si temiera darnos una oportunidad, como si no quisiera apegarse demasiado a mí, como si quisiera protegerse de lo que sea que pase por su mente al estar conmigo. Ahora sé que tiene secretos y temo que este sea el peor de ellos.
Él llegó de pronto al cubículo en la escuela luciendo sudoroso y cansado, mi corazón palpitó fuerte al verlo tan cerca, por un momento creí que todo iba a estar bien, entonces él me contempló con esos ojos implorantes que no salen de mi memoria y se cayó al suelo. Luego todo ocurrió muy rápido, no sé si grité, no sé por qué todos empezaron a correr, no fui consciente de nada.
—Tranquila, va a estar bien. —Alzo la cabeza y me encuentro a Lenny, quien me ofrece un vaso desechable, lo tomo inmediatamente. Él me trajo aquí, me ayudó a subir a su coche pues estaba demasiado conmocionada como para perseguir a los paramédicos que repetían una y otra vez que su corazón seguía palpitando y debían darse prisa, ¿por qué no habría de latir?
La calidez del café calienta mis manos, soplo los hilos de humo.
—¿C-cómo lo sabes? —pregunto. Respiro profundo y trago saliva, intentando deshacer el nudo que se cierra en mi garganta—. Se veía muy mal, ni siquiera podía hablar, y n-nadie nos dice nada.
Me recuerdo hincada en el suelo sosteniendo su mano, más lágrimas me empapan las mejillas.
No quiero que le pase nada.
Por favor que no le pase nada.
El hermano de Oliver entra y se acerca con la enfermera de la sala de espera, quien niega con la cabeza y nos señala. Benthor mira por encima de su hombro y suspira al identificarnos. El día que lo conocí no tuve mucho tiempo para dictaminar un juicio, pero al ver su rostro angustiado en más que obvio que adora a su hermano.
La cara de Jocie se me viene a la mente, la conozco desde hace poco, sin embargo, siento que llevo conociéndola una vida entera y sé que si le pasara algo me dolería en el alma.
Ben se aproxima trotando y me sonríe con tristeza.
—¿Les han dicho algo? —pregunta.
—No, dijeron que esperáramos —responde Lenny.
—Mamá no quiso decirme, solo me avisó, justo hace unos días estábamos hablando de esto... —Se calla de golpe cuando se percata de que lo observo con atención, espero que siga hablando, pero no lo hace
—¿Qué demonios es lo que está pasando? ¿Podría alguien explicarme? —cuestiono desesperada. Benthor y Lenny se miran como si supieran algo que yo no, por supuesto que lo saben. Lenny aseguró que no tenía idea de qué ocurría y aquí está, viéndose nervioso. Tanto misterio me está volviendo loca—. P-porfavor.
—No somos los indicados para decírtelo, Oliver tiene que hacerlo, Hannah —dice su hermano en tono conciliador, es como si intentara calmar a un animal herido. Mi espalda se pone recta y mi frente se arruga.
—Me importa una mierda si no son los indicados, Oliver está en un maldito cuarto porque se desmayó en la escuela y los jodidos paramédicos no paraban de decir que todavía tenía pulso, me importa un carajo quién es el puñetero indicado. —Mi voz se rompe en la última palabra, comienzo a llorar otra vez.
Me pongo de pie y me alejo de la banca, dejando el vaso lleno de café. Me acerco al lugar donde desapareció, deseo cruzar tanto esas puertas dobles que se ven borrosas debido a las lágrimas, pero me pego a la pared pues temo caerme.
Minutos después sale la madre de Oliver, exhalo todo el aire contenido en mis pulmones. Ella viene directo a mí, pero no habla hasta que Lenny y Benthor se acercan a nosotras.
—Él está bien, en este momento está dormido, no ha descansado lo suficiente. El desmayo es una consecuencia por no seguir las instrucciones médicas, es una alarma que manda el cuerpo para que le prestemos atención —murmura. ¿Instrucciones médicas? Todos suspiran excepto yo, me siento aliviada ya que se encuentra bien, sin embargo, las dudas siguen rondándome, sigo sin entender qué está pasando. No sé si nota mi confusión y preocupación, al parecer se apiada de mí—. Chicos, ¿me dejan un momento con Hannah?
Ellos asienten y se alejan conversando, yo no le quito la mirada de encima.
—No te lo dijo, ¿verdad? —pregunta. ¿Decirme qué? Suelta un suspiro de cansancio y pone su mano en mi hombro—. Oliver tiene que seguir un tratamiento médico, en lugar de hacer eso hizo todo lo contrario, no tengo idea desde cuándo dejó de tomar las medicinas ni cuándo empezó a fumar, no se ha sentido bien últimamente y con justa razón, no se está cuidando.
Me empieza a latir muy fuerte el corazón, siento que se me va a salir del pecho.
—¿Qué es lo que tiene? —pregunto con la angustia bullendo por todos los poros de mi piel.
—Una afección en el corazón, Cardiopatía congénita. —La miro con horror—. Nos dimos cuenta hace poco, no presentó síntomas graves hasta que empezó a entrenar skateboarding. No tomó los medicamentos para regular su presión arterial ni para controlar la frecuencia cardiaca.
—¿Él está realmente bien? —cuestiono. Ella me sonríe y asiente.
—Lo está, es una enfermedad que se puede tratar y regular, se va a quedar unos días en el hospital hasta que el cardiólogo lo estabilice. —Tomo varias respiraciones pausadas, él está bien y eso es todo lo que importa—. Gracias por preocuparte por mi hijo, va a estar muy feliz de que estés aquí.
Alzo la vista y la observo, le sonrío con tristeza porque no encuentro algo más dentro de mí.
—¿Puedo pasar a verlo?
—Lo van a llevar a un cuarto, le diré a las enfermeras que te dejen pasar, ¿de acuerdo?
—Gracias —respondo.
Cuarenta minutos después entro a la habitación, él está acostado en la camilla con los ojos cerrados, perdido en sus sueños. Me acerco dando pasos suaves, cuidando todos mis movimientos para no despertarlo y me ubico a su lado. Sus respiraciones me tranquilizan, el color ha vuelto a sus mejillas, ya no es una hoja de papel.
En un arrebato me atrevo a acariciar las puntas de su cabello, rápidamente llevo mi mano hacia otro lado. Tenía que venir y comprobar con mis propios ojos que se encuentra bien.
Llamo a mi padre para informarle que no regresaré a casa pues estoy en el hospital, le explico lo que ha pasado. Me pide que no me quede a dormir, que vuelva al departamento y en la mañana regrese al hospital, pero me niego, comprende que no me marcharé y me da ánimos asegurando que mejorará.
Shawn me escribe un mensaje animándome, supongo que el alumnado se enteró del acontecimiento, le doy las gracias. También recibo otros mensajes, pero no les presto demasiada atención, ¿no es gracioso que la gente se comporte como si fuera tu gran amigo cuando sucede una tragedia o un éxito? Detesto eso, pues son las mismas personas que se burlaron de mí en redes sociales compartiendo el video de mi cumpleaños.
Camino por los pasillos siguiendo los letreros ya que no entendí las indicaciones que me dio la enfermera. Voy hacia la cafetería para tomar algo y quizá comer un bocadillo.
De reojo capto movimientos, pero no me detengo hasta que comprendo lo que acabo de ver. Impactada doy marcha atrás, con cautela me asomo escondiendo mi cuerpo detrás de una pared.
William Baker está con Maia Doms, la madre de Oliver, ella guarda su distancia como si no soportara la idea de tenerlo cerca, a él no puedo verle el rostro porque me está dando la espalda. Lo que sí veo es que le entrega un sobre amarillo que ella toma con reticencia.
No puedo creer que el señor Baker esté aquí.
Maia abre el sobre y saca una pequeña hoja que intuyo es un cheque, sus ojos se abren con horror e intenta regresárselo. El padre de Liam no lo acepta, le agarra el brazo y se lo pone en su mano.
—¡¡No me toques!! —grita ella fuera de sí haciéndolo saltar. A mí también me espanta, tanto que vuelvo a esconderme.
Están discutiendo, me gustaría acercarme para poder escuchar pues hablan en voz baja, no logro descifrar sus palabras.
Luego decido que ya he escuchado y visto suficiente, esto no es algo que me incumba, no quiero ser los ojos indiscretos que me espían cuando estoy teniendo un problema.
Después de comer en la cafetería y descansar un poco, regreso a la sala de espera, la enfermera en turno me recibe con una radiante sonrisa.
—El joven Doms acaba de despertar, señorita, su hermano está con él en este momento, pero me dieron órdenes de que puede pasar, ¿le doy el pase? —cuestiona ella con amabilidad.
Una emoción indescriptible me embarga el pecho, asiento un tanto emocionada. Me da la tarjeta, me la cuelgo alrededor del cuello y voy rumbo al cuarto, ya me sé el camino.
La puerta está entreabierta, me aproximo, voy a tocar cuando escucho la voz de Ben pronunciando mi nombre.
—Hannah no se ha ido del hospital, dijo que se quedaría a dormir, está muy preocupada por ti, hermano, ella no paraba de llorar. —El silencio que le sigue a eso se siente como un filo rebanándome—. ¿Quieres que la traiga?
—No, dile que vaya a descansar, podemos vernos mañana —dice él. Mi mano cae y la emoción que sentí antes desaparece.
—¿Qué demonios está mal contigo, Oliver? —Vuelve a quedarse callado, Ben suspira—. Hablamos de esto el otro día, creí que lo habías entendido, pero actúas como si no te importara, tus acciones no concuerdan con lo que dices. Si yo he llegado a pensar que no sientes nada por ella, ¿no crees que ella podría llegar a esa conclusión?
—La amo, ¿de acuerdo? Pero si pudiera regresar el tiempo quizá habría hecho lo posible por no enamorarme, —Sus palabras me golpean con más fuerza que aquel «no», el significado de lo que dice me hiere hasta lo más hondo—, para no lastimarla ni atarla, porque merece a alguien...
Dejo de escuchar, doy un paso atrás y camino sin rumbo, buscando un lugar donde pueda refugiarme. Llego a un baño, abro el grifo y me enjuago la cara.
Me quedo quieta observando mi reflejo, el maquillaje corrido, la tristeza en mis ojos. Pronto los recuerdos me consumen, se vuelven una marea de imágenes, risas, reclamos y susurros. Yo besando a Oliver ese día en la fiesta, él pintando un mural, cayendo de la patineta, pasándome el humo de su cigarrillo, haciéndome el amor. Tengo que abrir la boca para no soltar un quejido de dolor.
Yo ya no puedo.
Tuve tanto miedo de perderlo y no quiero sentir eso de nuevo, no puedo permitir que una persona se meta en mis entrañas y me robe el aliento si no está. Ya he perdido suficientes cosas en mi vida como para quedarme aquí a contemplar cómo él no quiere amarme, no voy a dar todo por él ni voy a apostar por nosotros si le cuesta hacer lo mismo. Lastimé una vez a alguien, no podría hacerle lo mismo a Oliver Doms, no podría quedarme y ver cuánto le cuesta estar conmigo.
Duele saber que para mí fue un deseo, para él fui algo inevitable; fue una elección, él no pudo evitarlo; yo disfruté mis sentimientos, él no tuvo más opción.
Me limpio las lágrimas, vuelvo a lavar mi rostro. Tomo todo el aire que puedo, me lleno de fuerzas y salgo de la cueva. Paso la puerta que ahora está cerrada y voy hacia la recepción, la enfermera me sonríe una vez más.
—¿Todo bien? —pregunta con alegría.
Le entrego el pase.
—Lo estará —susurro.
Sin decir más, me apresuro a entrar al elevador.
Antes de salir del hospital ya he tomado una decisión.
* * *
No sé qué decir (? Los amo, ay :B
No faltan más de cuatro capítulos, va a haber epílogo y estoy pensando en unos cuantos extras. Disfruten lo poquito que nos queda, gracias por estar aquí.
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