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Capítulo 31


Liam me humilló de muchas maneras, me dijo cosas que me lastimaron, que dejaron una marca en mí, pero jamás un simple «no» había dolido así. Es desgarrador abrir los ojos, no debería sorprenderme si ya me ha pasado antes, es solo que no esperé que esto sucediera, creí que estábamos bien, es culpa mía por querer ver el lado bueno de todo.

«No», se reproduce en mi mente como una grabación, «no», me perfora el alma.

No agacho la cabeza, a pesar de que quiero hacerlo, Oliver no puede aguantar la mirada, así que la esquiva mirando un punto fijo en el suelo.

Es mentira.

Si fuera verdad se mofaría, me daría una de sus sonrisas irónicas, se regodearía como al principio con esa actitud desafiante y su timbre petulante. Sin embargo, solo está ahí, no sé por qué razón, y esta vez no quiero saber la respuesta. Ya estuve una vez con alguien que no me demostraba su cariño, no pienso ir ahí de nuevo, ni siquiera si se trata de Oliver Doms, el mismo que me ayudó a salir del pozo.

—No te creo —digo después de reunir fuerzas, un nudo en mi garganta aprieta y me arrebata el aliento.

Solo sé que me ha escuchado cuando alza la cabeza con rapidez y me observa, la seriedad en sus facciones me parte un poco más el corazón. Su ceño se frunce.

—Deberías, te lo dije una vez, Hannah, yo solo amo a mi familia. Tú me agradas, no puedo amarte porque siempre me recordarás a las personas que más odio.

Mis piernas tiemblan, espero que no se percate del dolor lacerante que me está partiendo a la mitad. Por un momento no puedo encontrar mi voz, me cuesta respirar y fingir, aunque no sirva de nada pues, después de todo, él sabe lo mucho que me está doliendo, que me está decepcionando.

¿Cómo podría esperar que sienta algo profundo por mí si soy la ex novia de su medio hermano? ¿Cómo podría esperar que esté cerca de mí si seguramente se lo recuerdo todo el tiempo? Ya lo dijo, lo piensa, lo siente. Por más que duela debo comprenderlo, fue lindo mientras duró, hizo que me diera cuenta de la realidad, pero nada más. Es tiempo de seguir, ya nos dimos lo que teníamos que dar. Esta ocasión no voy a correr, aunque tal vez sea porque no me quedan fuerzas para hacerlo, esta vez entiendo.

Amo a Oliver Doms, pero no podemos estar juntos porque no somos compatibles, porque podríamos explotar un día, nuestra química es peligrosa. No podemos estar juntos porque él no me ama, y yo no podría hacerle lo que una vez le hice a Liam.

—No eres tan diferente a él, ¿sabes? —suelto porque sé que mi comentario le dolerá, necesito lastimarlo un poco, no es justo que vengan, me lastimen y se vayan como si nada hubiera pasado—. Los Baker nacieron con el don de romperme.

Me doy la vuelta y me ruego calma.

Me voy de ahí sin mirar atrás.

Mientras camino intento convencerme de que es lo mejor, de que algún día voy a reírme de esto, de que es otra piedra en el camino, de que ocurrió por algún motivo. Mientras me alejo sin tener un rumbo intento convencerme de que valgo mucho, que es mejor estar separados que juntos. Muy en el fondo sé que solo son estúpidas frases de autoayuda, esas que pretenden motivarte, pero que al final te dejan más vacío que al principio y te dan esperanzas insulsas.

Me marcho, aunque lo único que quiero hacer es regresar para mirarlo otra vez. Lo único que quiero hacer es regresar en el tiempo para no entregarme a él.



Los días comenzaron a transcurrir con lentitud, me sumergí en una rutina, cuando estoy ocupada es más fácil no encontrármelo en los pasillos, es más sencillo no pensar en él. Decidí abandonar mi teléfono móvil en mi mesita de noche pues no dejaba de sonar, distintos nombres aparecieron en el identificador, sin embargo, yo no tenía ganas de hablar.

Nate intentó charlar conmigo en innumerables ocasiones después de lo que pasó, todas esas veces lo ignoré, dejó de intentarlo cuando se dio cuenta de que ya no éramos amigos, nunca lo fuimos, ¿para qué seguir fingiendo?

Me percaté de que William ya no se sentaba con Nathan en los recesos ni andaban juntos en los pasillos, Liam lo evitaba, quien, además, lucía cansado; cada vez que nuestras miradas se encontraban una chispa de esperanza los hacía centellear, pero apartaba la cara antes de que sus ojos terminaran de encenderse. Esa sensación agradable que me provocaba ya no está, ya no hay nada.

El alumnado dice muchas cosas, es inevitable no escuchar los rumores que circulan en la escuela, sobre todo si tienen que ver contigo. La pareja perfecta ya no lo es, los mejores amigos parecen odiarse, el grupo de amigas resultó ser un nido de alacranes dispuestos a atacarse... ¿Y la chica estrella con la vida ideal? En realidad, nunca existió.

Es gracioso, no es extraño que se diviertan o les cause morbo. Nathan y William, que antes eran inseparables, no se voltean a ver; Mirian ya no viene a clases, desapareció misteriosamente y nadie sabe su paradero, tengo la ligera sospecha de que podría ser por lo que le dije a la psicóloga; Brenda ocupa una de las mesas más solitarias de la cafetería; y yo siento que soy una sombra, incluso cuando las chicas intentan hacerme reír.

Lo único que me repito una y otra vez es que esta tortura terminará pronto, los exámenes finales se acercan, al igual que la graduación. En unos días me largaré de aquí y dejaré atrás toda la mierda, podré empezar de nuevo. Me aferro a eso pues, de lo contrario, estaría derrumbada en la cama llorando sin control.

Escarbo con el tenedor en mi plato, sin prestar atención. De pronto, mi alrededor se queda en silencio, una sensación desagradable hace que mis vellos se levanten, me obligo a alzar la cabeza para averiguar qué ha ocasionado que las cuatro chicas enmudezcan.

—¿Podemos hablar? —pregunta.

Mis párpados se abren por el asombro, creí que sería cualquier cosa, excepto que el hermano de Oliver estuviera plantado frente a mí, automáticamente busco a Doms con la mirada, pero no lo encuentro, tampoco a sus amigos. Las chicas observan a Ben con el mismo impacto que yo, excepto Cindy, ella parece más un venado encandilado.

Mi frente se arruga, me aclaro la garganta con nerviosismo y llevo mi vista de vuelta al plato, confundida.

—¿Sobre qué? —cuestiono sin mirarlo, mi voz se escucha más dura de lo que pretendo, sin embargo, no quiero ser amable, me cansé de ser la niña buena que perdona a todos aun cuando no se lo merecen.

—Mi hermano —suelta.

Siento las miradas de todos puestas en mí, no obstante, taladro la lechuga como si esta tuviera la culpa de mis problemas.

—No quiero hablar acerca de Oliver —digo entre dientes. Levanto la cabeza de golpe para enfrentarlo y me pongo de pie—. Ya se terminó, ya lo dijimos todo, fue muy claro.

—Te equivocas, Hannah, no te ha dicho todo —murmura.

Esas palabras incrementan mi enojo, ¿no me ha dicho todo? ¿Qué más me ha ocultado? Fui sincera con él, le mostré mis debilidades, mis fortalezas, creí en sus tontas palabras, lo dejé entrar a mi vida... ¿y él qué hizo? Me mintió, me mostró mitades, me abrió la puerta, pero no me dejó pasar.

—Si no me lo ha dicho es porque no quiere que lo sepa, no quiero saber nada de Oliver, el tiempo para conocernos ya pasó. No sé por qué motivo has venido a hablar conmigo, si te lo pidió dale las gracias de mi parte, después de todo me ayudó y él pudo vengarse de William Baker.

Sin esperar respuesta salgo corriendo.



Me quedo quieta en el umbral de la puerta cuando veo el panorama. Mamá está sentada en el sofá del departamento con papá en la misma habitación que ella, es un milagro que sigan intactos y que no estén gritando.

Me tambaleo, confundida, ¿qué rayos está pasando ahora?

No he hablado con Lou desde el día que me fui de la casa, y no tenía idea de que ella y Eugene hablaran.

—Siéntate, Hannah —dice papá señalando un asiento frente a ellos. Por algún motivo comienzo a temer por mi vida, ¿qué más podría pasarme? ¿Por qué lucen como si tuvieran que decir algo importante?

No tengo ánimos para discutir, se me antoja ir a la cama y aferrarme a la almohada toda la noche, como si eso borrara lo sucedido. Sin más remedio, sintiéndome más vulnerable que nunca, me dejo caer en el sillón lanzando un suspiro de cansancio. Mi bolso cae al piso, me desparramo y dejo que mis músculos se relajen.

Siento un hueco en mi pecho, un hoyo negro que antes no estaba ahí. Tengo miedo.

—Hanny, ¿estás bien? —Mi mirada se estanca en el rostro de la interlocutora, mamá me mira, su frente está arrugada, está hablándome y por alguna razón mis ojos se nublan, parpadeo fuerte para no echarme a llorar.

—Sí —digo. Asiente, no muy convencida de mi respuesta. Aclaro mi garganta, buscando las palabras en mi cabeza, forzándome a hablar para que no hagan preguntas, necesito terminar con esta incómoda reunión y refugiarme en algún lugar donde las miradas no estén puestas en mí—. ¿Qué ocurre?

—Encontré esto en el buzón esta mañana —murmura inclinándose hacia adelante. Resbala un sobre blanco sobre la mesa, ofreciéndomelo. Mi ceño se frunce al ver el sello en la esquina superior derecha, inmediatamente me pongo a la defensiva.

—No voy a estudiar Derecho —suelto cruzándome de brazos.

—Lo sé —dice ella, lanza un suspiro y se encorva, luce más pequeña y frágil de lo que es—. Ábrelo.

Dubitativa tomo el sobre, saco la hoja que hay en el interior con los dedos temblorosos. Mis ojos recorren la carta una y otra vez, siento que me hago pequeña y enorme al mismo tiempo, que me encuentro en el borde de un acantilado.


«Hannah Carson. Querida Hannah, ¡felicidades! Los directivos, jurados y el comité de admisiones de "Fashion Institute of Technology" en Nueva York estamos ansiosos de notificarte que has sido seleccionada en la Escuela de Arte y Diseño.

Has tenido una notable participación dentro de tu comunidad escolar, una impecable trayectoria académica y el tipo de talento que queremos en nuestro campus. Estamos seguros de que podremos explotar tu creatividad y habilidades, así como estaremos felices de que cumplas tus metas con nosotros, queremos ver más de ti...»


—Me tomé la libertad de enviar hace unas semanas una copia de ese dibujo con recortes que tenías en tu escritorio, tu padre me dijo que estabas considerando estudiar Indumentaria. —Alzo la mirada, ¡el dibujo de artes! Me olvidé de esa cosa.

Me quedo estupefacta observándolos, impactada porque creí que sería la carta de aceptación de algún campus de Leyes, no esto.

—También hablé con el director de tu escuela, más que nada para preguntarle si podían transferir alumnos a Nueva York, hay un instituto cerca de la universidad que podría aceptarlo, además hay muchos edificios departamentales cerca. N-no estoy diciendo que tengas que aceptar la propuesta de FIT, solo te comento las posibilidades. —Sus ojos se ven esperanzados, mi ceño se frunce, nunca había visto a mamá así, tan relajada, ni entiendo de qué está hablando.

—¿Transferir alumnos a Nueva York? ¿De qué estás hablando? —pregunto, confundida.

—Estás saliendo con Oliver, tu padre me dijo que es un buen chico y que te cuida, yo solo quiero que seas feliz, y si él no quiere quedarse aquí, tal vez quiera acompañarte —dice.

Una punzada de dolor me lastima el corazón, mis dedos hormiguean y mi nariz cosquillea, señal de que las lágrimas se acercan a mis ojos. Parpadeo rápidamente, no voy a llorar.

—Oliver y yo ya no estamos saliendo —murmuro. Desvío la vista porque no quiero ver sus reacciones, tampoco dar explicaciones.

Es irreal encontrarme en esta situación si hacía unos días Doms sostenía mi mano y mi madre me gritaba en medio de la calle. Ahora ella está aquí, luciendo bonita y amable, aceptándome; y ya no está la persona que me trajo a este punto.

Respiro profundo, pues siento que me quedo sin aire.

—Muchas gracias, mamá —susurro. Me obligo a sonreír porque se supone que debería estar feliz, porque ha hecho algo lindo por mí—. Voy a pensarlo.

Me levanto del sofá y voy a la habitación, me dejo caer en la cama, enterrando la cara en la almohada.

Como se me ha hecho costumbre, comienzo a llorar una vez que me encuentro sola, me hago bolita y empapo la tela.

Debería estar feliz.

Debería.

* * *

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