Capítulo 23
Canción: We are never ever getting back together - Boyce Avenue ft. Hannah Trigwell
* * *
Cuando creo que mi día no puede empeorar, me encuentro a William sentado en el sofá de mi casa, su cabeza se alza muy rápido, se levanta y me enfrenta. ¿Qué demonios hace aquí? Lanzo un suspiro y arrojo mi bolso al sillón más cercano.
—¿Dónde estabas? —pregunta. Veo preocupación en su mirada, angustia y un poco de molestia.
Le saco la vuelta, camino hacia la cocina, necesito tomar algo que refresque el maldito nudo que no deja de apretarse en mi garganta.
—En los bolos —murmuro.
Escucho sus pasos detrás de mí, siguiéndome, su respiración pesada también. Abro el refrigerador y obtengo uno de esos jugos individuales que mamá toma en las mañanas, lleva un buen tiempo abandonado en un rincón.
—Tú nunca vas a los bolos, los odias. —Se cruza de brazos. Está parado en la puerta, impidiendo que salga. Le doy tragos largos a mi jugo sin dejar de contemplarlo.
—No los odio, solo no sabía jugar —digo encogiéndome de hombros. Arrojo la botella vacía a un bote de basura y relamo la humedad de mis labios. Un tanto cansada, me dejo caer en una silla alta de la barra de la cocina. ¿Por qué justo cuando quiero estar sola él tiene que aparecer? Es irónico.
—¿Y quién te enseñó? —gruñe la pregunta, sus puños están apretados, lo conozco lo suficiente como para saber que está celoso, aunque eso me parezca loco. Frunzo el ceño.
—Liam, ¿qué haces aquí? —Vuelvo a suspirar, apoyo los codos en la encimera y lo miro expectante.
—Te estaba esperando, quería verte, no contestas mis mensajes y cada vez que te llamo tu abuela dice que no estás.
Él está hablando, pero es como si no lo hiciera, dejo la mirada estática en la nada, perdida en mis pensamientos. Así me quedo unos cuantos segundos, me recuerdo que yo no soy la del problema, pero es difícil si la película se vuelve a repetir, si no soy yo, ¿entonces quién?
—¿Qué tienes, Hanny? —Liam se acerca sin que se lo pida, coloca una de sus manos sobre mi espalda. Le digo que estoy bien, que solo estoy agotada, pero él no está dispuesto a dejar el tema—. Te conozco, dime qué sucede.
¿Realmente lo hace? Si me conoce tanto como para saber que estoy triste, ¿por qué no hizo algo para no lastimarme?
—Tengo una media hermana que se llama Jocelyn —digo, seca. Inhala aire debido al asombro.
—¿Qué demonios?
—Sí, me enteré hace unos días y fui a conocerla, es linda. —Le doy una mirada por el rabillo del ojo, se ve confundido, justo como yo me siento
—¿Por eso tu madre hizo eso? ¿Por qué no me dijiste? Pude haberte acompañado, cariño. —¿Por qué no lo hice? Porque desde hace años la confianza se rompió, Liam ni siquiera se me cruzó por la cabeza cuando pensé en llevar a Oliver a la casa de Jocie—. ¿Cómo te sientes? ¿Estás bien?
—Es gracioso que me afecte más que un chico no quiera bailar conmigo en público, no lo entiendo, Liam, tal vez tienes razón y soy aburrida, superficial y vacía —suelto e, inmediatamente, me arrepiento. Lanzo una exclamación furiosa entre dientes y me levanto del banquillo. Salgo de ahí y me apresuro a subir las escaleras.
Una vez en mi habitación, me siento en el borde del colchón, me quito los zapatos y los dejo tirados en el suelo. Él no se aparece por un buen rato, no obstante, sigue en la casa, pronto sus pasos resuenan por todo el pasillo. Traspasa el umbral sin preguntar, se detiene a poca distancia.
—¿Estás saliendo con alguien? —cuestiona. Su manzana sube y baja.
—William... —digo su nombre con tono de advertencia. Sorprendiéndome, se pone de cuclillas frente a mí, lo primero que se me viene a la mente es Oliver, horas antes él hizo lo mismo, excepto que estábamos en una cita.
—Solo dímelo. —Se ve ansioso, nunca lo había visto así, su mirada se mueve por todo mi rostro como si estuviera buscando algo—. Podemos tener una cita tú y yo, está esa película en el cine, la que querías ver desde que salió el tráiler, estuve viendo los horarios y...
—Odiaste el tráiler, Liam —interrumpo su discurso veloz—. Dijiste que preferías ver Dora la exploradora.
—No me importa, solo quiero salir contigo —susurra con el timbre bajo. Veo hacia todas partes menos a él, no entiendo qué está haciendo aquí, no comprendo por qué me está invitando a salir si le dije que quería que esta situación terminara. Quiero empujarlo para que se aleje, necesito un respiro, pero agarra mi barbilla antes de que pueda hacerlo y me obliga a enfocarlo—. ¿No quieres? Prometo comprarte golosinas.
Esboza una sonrisa que hace que mi corazón duela.
—Ya no quiero ver esa película —digo en voz baja. Sus labios se entreabren para poder respirar, parpadea varias veces antes de hablar.
—Podemos ver cualquiera, la que tú quieras. —Quito sus manos y niego con la cabeza. Necesito que entienda que no soporto tenerlo cerca, no puede llegar y decir estas cosas cuando lo único que quiero hacer es correr lejos de él. El tiempo para tener citas y comer golosinas en el cine ya pasó, nosotros ya pasamos, tengo que seguir mi camino porque Liam no es lo que yo creí que era, ya no siento lo mismo cuando lo tengo cerca o me toca—. ¿Cuándo te dije que eras todo eso? ¿En aquella fiesta?
Ni siquiera lo recuerda.
Las palabras que dijo ese día probablemente se me quedarán grabadas en los pensamientos para siempre, y él no puede recordar lo duro y cruel que fue. Me limito a asentir porque no quiero hablar, quiero que se vaya.
Esconde la cara en mis muslos.
—Lo siento, no eres aburrida ni superficial, mucho menos vacía. —Eleva el rostro y me mira desde abajo con los ojos llenos de súplicas silenciosas—. Te extraño muchísimo. Vamos a intentarlo de nuevo, por favor.
Tomo impulso para levantarme y apartarlo, sin embargo, siente el movimiento y se apresura a agarrar mis muñecas, aplica mucha fuerza, tanta que me vence. Termino debajo de él, su cuerpo me cubre, clava mis manos al colchón y hunde la cara en mi cuello.
Me zangoloteo como una bestia rabiosa.
—¡Suéltame, William! —grito echando espuma por la boca. Intento girar mi cuerpo o patearlo con mis piernas, al parecer lee mi mente pues me aplasta y coloca una de sus rodillas entre mis muslos, detiene con sus piernas las mías—. ¡¡No seas un imbécil y suéltame!! ¿Qué vas a hacer?
Mi voz se quiebra en la última sílaba. Sin inmutarse, besa mi mejilla y baja a mi oído, donde respira hondo y sopla un suspiro.
—Suéltame —pido de nuevo. Mi pecho sube y baja debido a la agitación, vuelvo a zarandearme, es imposible, él es más fuerte que yo, no hay comparación.
—Estás enojada y lo entiendo —susurra—. Déjame enmendarlo, sé que puedo hacer que olvides los malos momentos, no es demasiado tarde, Hanny.
—¡¡Maldita sea, he dicho que quiero que me sueltes!! —grito fuera de mí—. ¡¡Lárgate de mi casa!!
—Puedes engañarte si quieres, cariño, pero los dos sabemos que odias los bolos —dice antes de levantarse, se va como un rayo, un portazo retumba cuando cierra la puerta.
Me quedo recostada, suelto un gemido de frustración y cubro mis ojos con mi brazo. Así permanezco durante lo que creo son horas, incluso cuando escucho que mi padre se estaciona en la cochera. Oigo todo lo que hace, solo hasta que el sonido del cierre de la maleta resuena en mi cráneo me pongo de pie y salgo al pasillo.
Se sorprende de verme, se acerca y me abraza. Voy a extrañar verlo desayunando en la cocina todos los días.
—Puedes venir a vivir conmigo cuando quieras, sé que quizá las cosas con tu madre empeorarán, así que mi departamento tiene las puertas abiertas para ti y tu abuela. —Deposita un beso en mi sien. Acto seguido, me suelta y baja las escaleras cargando su maleta.
Desde la ventana lo veo partir. Un sabor amargo se apodera de mi boca, todos están siendo egoístas, mamá intentó suicidarse, él se larga sin pensar en lo que podría sentir. No tengo a nadie, es duro entender que estoy sola. Respiro hondo para no echarme a llorar, la casa se siente fría, pero no hay mucha diferencia, no conozco otra cosa más que esto.
El lunes camino por el pasillo rumbo a mi casillero, tengo que sacar lo que usaré en la clase de Artes. Por la esquina de mi ojo alcanzo a ver a Mirian junto a Brenda, las dos están observándome de arriba abajo, escucho una risita burlona, por lo que dejo de prestarles atención y sigo caminando. No necesito esa mierda.
El aula está vacía cuando llego, me instalo en uno de los pupitres de adelante. Los alumnos llegan y ocupan las otras bancas, el profesor Carmichael entra cargando su maletín de cuero marrón. Sus pantaloncillos de cuadros son demasiado cortos y ajustados, pero él tiene un estilo raro, ya estoy acostumbrada a lo extravagante que es.
Se instala en su escritorio, coge un gis y escribe la palabra «diseño» en letras mayúsculas. Él nos da un discurso que asegura que diseñar no es lo mismo que hacer arte y que, como somos su generación favorita, va a darnos un tema extra por diversión. Nos vamos a concentrar en el diseño de interiores y el diseño de modas, el proyecto será diseñar una habitación y una prenda.
Mis compañeros se emocionan, alcanzo a escuchar que alguien diseñará una recámara y otro una cocina. Me quedo seria contemplando al profesor, él me guiña cuando se percata de mi impacto, ¿ha hecho eso por lo que hice el otro día?
El profesor nos deja salir antes, salgo del aula perdida en mis pensamientos, no soy consciente de lo que hago hasta que entro al taller del club de costura. Hay dos filas de máquinas de coser que, en mi opinión, se ven monstruosas. Está vacío, por lo que puedo moverme a mis anchas sin preocuparme. Me detengo frente a un maniquí, acaricio la tela rosa de un vestido, es suave entre mis dedos.
—Tenemos una invitada. —Salto del susto al escuchar esa voz. Una chica con el cabello púrpura entra mirándome, tiene la ceja alzada. Es Darvelia.
—¿Lo hicieron aquí? —cuestiono señalando la prenda con la barbilla.
—No, no confeccionamos, estamos haciéndole arreglos. —Se cruza de brazos sin dejar de evaluarme. Finjo demencia, solo vine porque quería ver de qué se trataba todo esto. Doy un recorrido dando pasos pausados, un mural con decenas de dibujos, fotografías y recortes llama mi atención—. Inspiración.
No me queda más remedio que despedirme de ella y marcharme cuando el timbre suena. Darvelia me agrada, a pesar de todo ese colorante en su cabellera, creo que justamente eso es lo que me gusta, que no le da temor probar cosas nuevas y pintarse el cabello.
Voy caminando por el pasillo, al alzar la vista encuentro unos ojos verdosos que me observan, mi corazón da un vuelco. Él se detiene como si estuviera esperándome, por lo que lo esquivo para no topármelo, sigo caminando fingiendo que verlo no me ha ocasionado taquicardia. ¿No quiere que nos vean juntos? Pues ya está, no lo voy a saludar ni dejaré que me vean hablándole.
—Hannah... —Lo escucho llamándome, no volteo, acelero el paso. De pronto una mano se cierra alrededor de mi brazo y me da un jalón, me detiene—. ¿Vas a ignorarme?
Lo enfrento y fuerzo una sonrisa.
—No te ignoro, pero no creo que esté bien que nos vean juntos —recito sus palabras. Me sacudo, sigo caminando una vez que logro liberarme.
—¿Por qué lo dices de esa forma? —pregunta él, quien se adapta a mi ritmo y camina a mi costado, esquivando a la gente.
—¿Te avergüenza que te vean conmigo o no quieres que Mirian se entere? —pregunto apretando los dientes.
Llego a mi casillero, estoy a punto de abrir la puertilla, no obstante, Oliver Doms me da la vuelta con maestría, sus brazos se cierran alrededor de mi cintura. Mi boca se abre por el asombro, mis manos quedan atrapadas entre los dos. Me gustaría empujarlo solo para molestarlo un poco más, sin embargo, me encanta lo que está haciendo.
—¿Eso que escucho son celos? —pregunta, divertido.
—Cállate —ladro.
—Mirian no me interesa y no, no me da vergüenza estar contigo, eso es lo más ridículo que he escuchado. —Frunzo el ceño—. ¿Por eso te fuiste así el viernes? Creí que estabas molesta por lo del baile. Me expresé mal, acabas de terminar una relación que duró mucho tiempo, Han, no quiero presionarte, tampoco me gustaría que la gente hablara mal de ti por salir conmigo tan pronto.
Lo miro por debajo de las pestañas, me regala una sonrisita coqueta de lado. Respiro hondo.
—¿Cómo alguien podría avergonzarse si eres la chica más sexy e inteligente de aquí? —Sus ojos se suavizan al decir eso, mi boca se seca debido al brillo que se enciende en ellos. Yo también sonrío, embelesada.
—Ya no me importa lo que digan los demás, Doms —murmuro.
—Me pone cuando dices mi apellido. —Observo su gorra de lana, el cabello rebelde que no quiere permanecer dentro, y luego me concentro en su boca—. ¿Estás segura de que ya no te importa lo que digan? Te informo que decenas de ojos están sobre nosotros en este momento.
Mi corazón da un brinco violento una vez más.
—Segura —susurro.
—Jamás vuelvas a pensar que me avergüenza estar a tu alrededor.
Una vez dicho eso, su rostro desciende, sus labios tocan los míos con suavidad. Escucho jadeos, pero dejo de escuchar en el momento en el que profundiza el beso, todo pasa a segundo plano... absolutamente todo.
Gritos cavan en mi inconsciencia, de un segundo a otro Oliver deja de besarme. Mis párpados se abren con horror al ver que Liam lo tiene agarrado de la camisa, lo empuja y le propina un golpe en el pómulo. ¡¡Mierda!! ¡¡No!!
Un círculo se forma a nuestro alrededor, mi corazón late a mil por hora, le pido ayuda con la mirada a Nathan, quien solo se queda mirando la escena con el ceño fruncido.
—Hijo de puta, ¿cómo te atreves a tocar a mi novia? —William está muy rojo, está echando espuma por la boca, jamás lo había visto tan enojado. Me asusta.
Oliver cae, sin embargo, se levanta como un resorte, se acerca a Liam con los gestos duros y le regresa el empujón.
—¿Tu novia? Te dejó, amigo —dice él.
—Yo no soy tu amigo —gruñe—. Te voy a enseñar a respetar, al parecer no te quedó claro cuando te dije que estaba mal forzar a las mujeres.
Oh, mi Dios, él piensa que Doms me estaba forzando.
—Eso deberías decírselo a tu padre, ¿no crees? —Las palabras de Oliver son como dinamita. Liam se aproxima y lo agarra de la camiseta, lo empuja con fuerza hacia los casilleros, causando un estrépito, veo la mueca de dolor que hace Oliver, pánico sube por mi garganta. Joder, no, no, no puedo tener un ataque ahora.
—¡¡William, suéltalo!! —chillo, pero no me hace caso. Vuelve a empujarlo, ahora con más violencia. Oliver se zarandea y le da un puñetazo en la boca del estómago. La mirada de Liam me aterra—. ¡¡Estoy saliendo con Oliver!!
Todo el mundo deja de moverse, el ruido cesa, solo se escuchan tres respiraciones aceleradas: la de ellos y la mía. William se queda estático, supongo que el agarre que sostiene a Oliver falla, pues él se suelta. Salto, me acerco preocupada.
—¿Estás bien? —pregunto, luego veo el hilo de sangre que sale de su nariz—. ¡Estás sangrando! Vamos a la enfermería.
Agarro el brazo de Doms, necesita curarse eso, necesitamos salir de aquí. Niega sacudiendo la cabeza.
—Yo puedo hacerlo, acompáñame —pide.
No tiene que pedirlo, no iba a quedarme, tengo que asegurarme de que no le ha hecho nada malo, que no lo ha lastimado. Nos giramos para irnos.
—Hannah... —Liam me llama.
Hago como si no hubiera hablado, lo ignoro y salgo de ahí con Oliver Doms sosteniendo mi mano.
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