Capítulo 17
Hoy actualicé dos veces, no se vayan a saltar la parte dos del capítulo 16
* * *
El domingo me despierto convencida de que tengo que terminar esto de una vez por todas, estoy corriendo en círculos, no estoy yendo en la dirección correcta.
A las doce en punto llego a la casa de William, Rianna me recibe con una gran sonrisa, si supiera a qué he venido, seguramente no estaría tan feliz.
—Cariño, qué bueno que viniste, ¿quieres que le hable a Liam? Está en su habitación. ¿Te ofrezco algo de tomar? Hice tus galletas favoritas el otro día, creo que todavía hay algunas. —Su voz es dulce y cálida, no luce como alguien que obliga a su hijo a hacer cosas que detesta, más bien, se ve como una madre que apoya sus decisiones, pero las apariencias engañan.
—No, Rianna, no te preocupes, no demoraré demasiado —digo—. Ya sé el camino así que no es necesario.
—Me alegra que estés aquí, desde hace días Liam ha andado de malhumor, se encierra en su alcoba por horas, hoy no quiso desayunar y no ha ido a los entrenamientos. —Su frente está arrugada—. ¿Sabes si está pasando algo? Estoy preocupada porque vi un video en internet que decía que la mayoría de los jugadores universitarios se inyectan drogas para jugar, no quiero que mi hijo pase por eso.
—Liam no es de esos, Ri, no lo necesita, no tienes por qué preocuparte, seguramente está estresado.
Intento sonreír, se queda seria y luego asiente.
—Tienes razón. —Suspira—. En fin, te dejo para que vayas con él.
Me observa subir las escaleras, camino mecánicamente, conociendo a la perfección el pasillo. La puerta de su cuarto está cerrada, me planto frente a esta y la observo. Muchos recuerdos vienen a mi mente, tantas veces lo ayudé a subir porque estaba muy borracho como para hacerlo y no quería que sus padres lo descubrieran, tal vez debí dejar que lo regañaran.
Siento que he estado aquí un montón de veces, la mayoría de ellas tenía miedo de que me cerrara la puerta en la cara, casi todas terminaron así: afuera mirando esta misma puerta después de ser rechazada. Hoy vengo para algo distinto, sin embargo, la melancolía hace que me sienta justo como aquellas ocasiones.
No es fácil dejar algo que se adhirió a mi corazón por tantos años, es como un vicio; como los cigarrillos, quizá ahora entienda por qué Oliver fuma. Se necesita un tratamiento, pruebas, incluso volver a caer en él para superarlo. No sé si soy adicta a William Baker, pero sí creo que mi adicción es la autocompasión, el masoquismo, la toxicidad de nuestra relación.
Sé que no he vencido mi adicción y que me va a costar mucho hacerlo, pero al menos estoy aquí parada, dispuesta a enfrentarla, me he dado cuenta, al fin, de que debo hacer algo pues ya he tocado fondo y lo único que me queda es encontrar una salida, no puedo quedarme eternamente en el mismo pozo, tropezando con la misma piedra una y otra vez.
Respiro hondo, sintiendo adrenalina y dolor por partes iguales; terror y anhelo, desesperación y necesidad.
Toco la madera con los nudillos.
—¡¡Ya te dije que no quiero ver a nadie!! —exclama.
—Soy yo —digo.
Se escucha un estruendo, sus pasos al acercarse, en segundos abre la puerta. Tengo que alzar la vista para encontrar sus ojos, algo que siempre me ha gustado es su altura y ese cabello que peina con los dedos. Se ve cansado, pero sonríe al verme. Si un mago me concediera tres deseos, uno de ellos sería leer su mente, cuando creo que ya lo conozco, sucede algo que me hace cambiar de opinión. Nunca sé en qué está pensando, ¿por qué un momento parece odiarme y al siguiente no?
—Pasa —murmura abriendo la puerta y haciéndose a un lado para darme espacio. Cruzo el umbral y me coloco en el otro extremo de la habitación, al lado de la ventana—. ¿Podemos hablar?
Frente a la casa de Liam hay un parque, observo a unos niños corriendo, jugando entre los árboles. La niña tiene dos coletas y se esconde, esperando que el chiquillo la encuentre, entonces los dos corren carcajeándose. Mordisqueo mi labio, es como si pudiera vernos en ellos, a mí también me encantaba esconderme detrás de los árboles, la diferencia es que él nunca me encontraba. Antes creía que se debía a que era buena escondiéndome, pero ahora creo que, en realidad, él nunca quiso encontrarme.
—Vine a hablar —digo. Ahogo un suspiro y vuelvo a enfrentarlo, en su mirada puedo ver la indecisión, se tambalea, creo que quiere acercarse y a la vez no sabe si es lo mejor.
—Hannah, son pocas las veces que te he dicho mentiras, desde el principio fui claro, he hecho muchas cosas y nunca me he justificado, esta vez es diferente, te juro que lo que pasó en la fiesta no es lo que parece —dice atropelladamente. Toma aire, aguarda unos segundos para recomponerse—. Estaba contigo, fui con los chicos, Mirian se acercó y me pidió ayuda para rellenar las putas jarras que tú estabas cargando cuando entraste. Apenas llegamos a la cocina, se me tiró encima y la muy perra rompió los botones de mi camisa. Yo iba a apartarla, entonces el maldito cristal se cayó y estabas en la entrada mirando todo.
—No es la primera vez que pasa algo así —suelto, encogiéndome de hombros. Da un par de pasos, aproximándose, pero se detiene cuando ve que me alejo la misma distancia que recorrió.
—Lo sé, escucha, cariño, sé que he sido un imbécil. El otro día dijiste algo acerca de mi nombre rodeado de los nombres de las chicas con las que he tenido sexo, ¡es una maldita locura, Hannah! ¿De verdad crees que voy a tener relaciones sexuales como un ninfómano con todas las chicas de la escuela? Son mentiras, sí, he besado a algunas y no tienes idea de cuánto lo siento, pero no... No ha llegado a más.
—Iveth.
Sus párpados se cierran con dolor al escucharme decir ese nombre, mi comisura tiembla, tan fácil es destrozar su discurso, se haya acostado con una o con cien, es lo mismo, me lastimó, me pisoteó, dejó que otros se burlaran de mí, que esa chica se riera en mi cara y que dañara mi autoestima.
Una o cien, no importa el número, lo que duele es que no le haya bastado estar conmigo, que prefiriera otros besos, otras caricias, otro cuerpo. Duele porque yo estuve ahí siempre para él, dispuesta, esperanzada, ilusionada. Le di mi cuerpo inocente, mi alma, mi corazón y mi mente; a mi cuerpo lo mancilló, a mi alma la utilizó, a mi corazón lo destrozó y a mi mente torturó. Tantas veces lloré en la soledad de mi habitación reviviendo aquella noche que decidí entregarme a él, y me preguntaba si era así, si con las otras también había sido frío y distante, ¿Por qué si fingía delante de nuestros padres no fingía al menos delante de mí esa vez? Él se fue con rapidez, me dejó con un montón de sábanas manchadas y con mis sueños hechos trizas.
¿Por qué fui tan tonta? ¿Por qué?
No importa si fue con una o con cien, el daño ya está hecho.
—Lo de Iveth se acabó Hannah, ella no me interesa, no significa nada para mí, me equivoqué, pero ya le dejé muy claro que quiero estar contigo. —Vaya, justo cuando yo quiero todo lo contrario—. Ya no quiero seguir lastimándote, eres muy importante para mí, aunque a veces no sepa expresarlo. Yo... me di cuenta de cuánto te quiero el día de la fiesta, no he podido sacar de mi cabeza tus ojos tristes, decepcionados. Me está doliendo muchísimo que no me dejes acercarme, Han, siento impotencia y una presión en el pecho que no me deja respirar.
Esquivo su mirada y me abrazo a mí misma, por más que intento buscar en mi interior algún escombro de los dos, no hay nada que pueda rescatar. Simplemente se terminó, esta lucha la perdí, es momento de aceptarlo y seguir.
—Dime algo, Hannah, cualquier cosa... —Parece desesperado.
—William, creo que es tiempo de que cada uno haga su camino por separado.
Decirlo se siente bien, liberador.
—¿Qué? No, no, Hannah, ¿de qué estás hablando, cariño? No podemos terminar, ¿no escuchaste lo que acabo de decir? —Se ve confundido, asustado, como el día que entramos a la escuela básica y nos pusieron en salones separados.
—Tuviste razón todo este tiempo, Liam, las cosas empezaron mal entre tú y yo, era obvio que permanecerían torcidas y que jamás se enderezarían, no sé en qué estaba pensando cuando creí que algún día ibas a quererme, que algún día me corresponderías. Esta relación es tóxica, y ya no puedo más, me siento hastiada y no quiero odiarte, no quiero odiar al primer amigo que tuve. Verte con Iveth, con Mirian, con cualquier chica ya ni siquiera me duele como antes, y me detesto por haberte perdonado tantas veces, por haber seguido los consejos de mi madre, por aferrarme a ti cuando me gritabas que no me querías, por burlarte de mí frente a la gente. Ya no lo soporto, ya no. —Se me escapa un sollozo, mi pecho tiembla.
A pesar de que no quiero llorar, las lágrimas salen de mí como si fueran manantiales. Dios sabe que hice todo, que luché contra el mismísimo destino pues quería que lo nuestro funcionara.
Liam se acerca con rapidez, sus manos acunan mi rostro con suavidad, lo veo detrás de mis ojos empañados. Dios sabe que lo amé más que a mí misma, ese fue mi primer error.
—No digas eso, Hanny, podemos hacer que funcione, sé que me he equivocado, que no te he dado lo que mereces, tienes que creerme, dame una última oportunidad, voy a demostrarte que te puedo hacer feliz. —Su voz está rota, le está costando hablar.
Trago saliva.
—Besé a otro, no he sido honesta contigo —susurro.
William me contempla enmudecido, su manzana de Adán sube y baja, respira hondo varias veces.
—¿Qué? —pregunta, quedito—. ¿Es por lo que pasó hace tiempo en la biblioteca con Shawn?
Shawn, pensar en él me da valentía, habría estado orgulloso de mí, pues siempre prometía que dejaría a Liam y nunca lo hacía, él siempre me dijo que merecía algo mejor, y tenía razón, solo que en ese entonces no quise escucharlo. Mi desesperación hizo que estropeara nuestra amistad, si pudiera regresar el tiempo habría actuado muy diferente ese día en la biblioteca, tal vez algún día pueda contarle, decirle que dejé de ser cobarde.
—No, es alguien que conocí.
Él parpadea, me mira con lo que creo es dolor.
—¿Es por eso que quieres dejarme? —pregunta—. Hanny, podemos arreglarlo juntos, solo fue un beso, no me voy a volver loco solo por un beso, te dejé sola y me lo merezco, vamos a pasar esta mala racha, saldremos adelante, ya casi nos graduamos, te acompañaré a Nueva York al desfile y pasaremos el verano solos, luego irás a tu universidad y te visitaré todas las tardes, te llevaré al cine, haré que olvides a ese chico, cielo, te lo juro.
No tiene idea, no sé por qué está haciendo promesas en lugar de alegrarse porque al fin tiene lo que tanto pedía: libertad.
—Liam, no quiero olvidar ese beso, él me hizo feliz, como nadie nunca lo hizo.
Un destello de rabia cruza su mirada, sus manos que siguen sosteniendo mi rostro tiemblan. Hago el amago de alejarme, no obstante, no me lo permite. Su brazo encadena mi cintura y, antes de que pueda respirar, su boca está sobre la mía. Golpeo su pecho con mis puños, intento empujarlo, necesito que se aparte, pero es muy fuerte, me estruja y aferra con más firmeza.
Voy a gritarle que se detenga, aprovecha el movimiento de mis labios e introduce su lengua, me domina. Las lágrimas vuelven a aparecer, mis mejillas se empapan y los temblores de mi pecho se vuelven incontrolables.
Se echa hacia atrás.
—No, Hanny, no llores, no, solo quiero que veas cuánto te necesito, yo también puedo hacerte feliz, déjame demostrártelo —suplica.
—¿No te das cuenta de lo mucho que me duele cuando me tocas? Me duele besarte, que me abraces, que me mires, me destroza. William, me da miedo estar contigo, dejé de ser yo misma, dejé de valorarme, dejé que fueras mi todo. No quiero tener una vida como la de mis padres, quiero estar con alguien que sepa amar y me lo demuestre.
—Hannah...
—No, Liam, por favor compréndelo, ni siquiera entiendo por qué estás haciendo todo esto, creí que te pondrías feliz, que te sentirías liberado del martirio que era estar conmigo, que me lo agradecerías, no que intentaras detenerme. Por una vez en la vida necesito que no seas egoísta, lo nuestro se acabó.
Abro mi bolso y obtengo el boleto para la pasarela, sus hombros caen cuando lo reconoce.
—No, quédatelo, es mi regalo, y es algo que siempre has querido ¿qué voy a hacer yo con él?
—No lo puedo aceptar —murmuro.
—Por favor, lo conseguí para ti. —Se escucha triste, en otro momento lo habría consolado, pero no hoy.
No pienso seguir discutiendo, doy un paso atrás y camino hacia la salida, afortunadamente no me sigue. Rianna no está por ninguna parte, antes de salir me detengo en una mesita donde los Baker ponen las llaves y otras cosas, dejo el boleto y salgo.
Llego a casa, decaída, pero sintiéndome renovada, con una ligereza en mi interior que no puedo explicar, es como si alguien me hubiera quitado peso de encima. El auto de mi padre no está, solo el de mamá, menos mal porque lo que menos necesito ahora es escuchar sus discusiones. Quiero entrar y quedarme acostada todo el día.
Espero encontrarla en la sala o hablando con una de sus amigas, no está por ningún lugar. Un sonsonete llega hasta mis oídos, frunzo el ceño, ¿mamá está escuchando música? ¿Desde cuándo lo hace?
Subo a la planta alta, contrariada y curiosa, camino por el pasillo y me acerco a la puerta del cuarto de mis padres, pego el oído a la madera para ver si logro distinguir algo, sin embargo, solo se escucha la canción.
No sé por qué lo hago, abro la puerta y me asomo, no hay nada alrededor. La cama matrimonial está perfectamente tendida, todo está limpio y organizado como siempre. Lo que me asusta es que la música proviene del baño, mamá nunca escucha música, y mucho menos ahí.
Me aproximo, la cabeza me punza.
Giro la perilla y abro.
Entonces, el alma sale de mi cuerpo.
—No, no, no —digo, alarmada, presenciando la escena más dolorosa que he visto jamás. Me acerco y me arrodillo—. ¡¿Qué hiciste?!
Mi madre está tendida, viéndose indefensa, su rostro no tiene color, sus labios y párpados están sellados, no sé si está respirando. Mientras le llamo a una ambulancia no puedo dejar de mirar el frasco que aprieta su mano.
* * *
AINS, amo el drama (/-\), así soy yo.
Si todavía no están en el grupo de lectores en Facebook, los invito a que se unan, a veces hacen debates y hablamos sobre lo que pasa en los capítulos. "Lectores de Zelá Brambillé", el link directo está en la información de mi perfil.
FELIZ CUMPLEAÑOS A ALEE BOJORQUEZ
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