Capítulo 16
Canción: Jar of hearts (Boyce Avenue ft. Tiffany Alvord)
* * *
Siete días después, una completa desconocida me regresa la mirada, estoy frente al espejo sintiéndome cohibida y expuesta, solo llevo puesta una falda corta pegada a los muslos, la tela brillante parece que está formada por escamas, de verdad luce como la cola de una sirena; el principio es de color celeste, termina en rosa pastel, el degradado es precioso y hace que mi piel pálida reluzca. Todo mi torso está descubierto, llevo un sostén o bikini, no sé cómo llamarlo, decorado por caracoles y estrellitas artificiales, todo perfectamente combinado.
El cabello lo llevo lacio, es una cortina espesa que roza mi cintura, mi peineta tiene estrellas doradas, hace que mi cabellera caiga hacia un solo lado. Mi piel brilla más que nunca, al igual que el maquillaje de mis párpados. No puedo creer que sea yo, me veo sexy.
Lanzo un suspiro, no quiero ir a mi fiesta. Mirian y Brenda aseguraron que lo mejor era hacerla un día antes de mi cumpleaños para que pasara esa fecha con mi familia y con Liam, debería estar agradecida, se tomaron la molestia de planear algo genial, pero sé que es más fiesta suya que mía, ni siquiera me preguntaron a quién quería invitar. Lo que me hace sentir aliviada es que será en un lugar conocido: la casa de William. Tal vez salude a las personas y luego me esconda en la terraza, esa es una buena idea.
Vuelvo a suspirar, esta semana estuvo llena de Liam intentando ser amigable, y de Oliver evitándome. Desde ese día en el exterior de la escuela, en el que solté mi vómito verbal, no lo he visto, solo una vez en medio del pasillo, el encuentro no duró más de tres minutos e hizo como si no me conociera, ni siquiera me miró por el rabillo del ojo; creo que lo está haciendo a propósito.
Lo cierto es que lo extraño. No lo he buscado por temor, ese día me puse como una lunática, él no tenía la culpa de mis problemas, y tampoco me debía explicaciones. ¿Y qué si estaba con una fulana en una fiesta? No puedo reclamar cuando no tenemos compromisos.
Indecisa, agarro mi teléfono móvil, lo observo durante un buen rato hasta que me decido y abro la bandeja de entrada para teclear el mensaje. No digo demasiado, solo que hoy es la fiesta y que me gustaría que fuera, le paso la dirección y la hora, aunque probablemente ya está enterado del acontecimiento. Me quedo mirando la pantalla, esperando que me llegue una respuesta, sin embargo, no llega, los minutos pasan y no obtengo una contestación. Genial, arruiné todo con Doms.
Dejo el aparato en el tocador, y me quedo quieta, todavía guardando esperanzas. Alguien se aclara la garganta, me doy la vuelta, encuentro a Liam de pie en el umbral. Está usando un traje de pirata, tiene un parche en un ojo. Su mirada me recorre entera, demorándose en mi ombligo y en mis senos. Quiero cubrirme o pedirle que deje de mirarme de esa manera, prefiero callar y hacer como si no me afectara. Una vez leí en alguna parte que la manera más efectiva de atacar es ignorando.
—¿Vas a ir así o te pondrás un saco? —pregunta con el timbre enronquecido. Su mirada clara se topa con la mía. Está cargando un obsequio, es una caja forrada con papel celeste repleto de puntos blancos, un moño rosa decora la parte superior.
—Iré así —respondo encogiendo los hombros. A pesar de que ha intentado que hablemos, he hecho un buen trabajo evitándolo, no creo que hoy pueda escaparme. Me arrepiento de lo que hice ese día en la escuela, estuvo bien que le dijera cómo me siento, sin embargo, pude haberlo hecho de otro modo.
—Te ves muy bien, cariño. —Sus ojos vuelven a repasar mi cuerpo. En ocasiones no puedo controlar mis emociones, un cosquilleo sube por mis dedos, estar frente a él me pone nerviosa—. Muy bien.
—¿Solo bien? —pregunto. Camino hacia la cama para calzarme los tacones, me siento en el borde del colchón.
Liam me sigue, acto seguido, se pone de cuclillas frente a mí y me entrega el obsequio con las comisuras alzadas. Lo tomo, asombrada por la cercanía y por la amabilidad, él tiene que dejar de comportarse así, pues si actúa como el Liam que me agrada, no podré esquivarlo.
—¿Qué es? —cuestiono con una sonrisita. Agito la caja, no pesa y no se escucha nada. Sus manos se colocan sobre mis piernas desnudas, no es incómodo, su toque es familiar, él tocándome es algo que conozco.
—Ábrelo —murmura. Puedo sentir cierta emoción en su voz, lo que me causa curiosidad.
Sin dejar de sonreír, quito el moño y rompo el papel, me deshago de la tapa también. Se me corta la respiración. No, no, no, no. No puedo creerlo. Mis ojos buscan los suyos, una sonrisa que muestra todos los dientes se dibuja en su rostro. Vuelvo a mirar la tarjetita sin poder creer lo que veo, ni en un millón de años creí que tendría algo así frente a mí, es uno de mis sueños.
—¿E-es una broma? —pregunto tartamudeando.
—No, jamás jugaría con algo así sabiendo lo que significa para ti.
Suelto un gritito de emoción. Es una maldita entrada para la semana de la moda en Nueva York. Una maldita entrada para mí. Una maldita entrada en la caja.
—¡¡Joder!! —exclamo, completamente emocionada, necesito liberar la emoción de alguna manera. Dejo la caja en la cama y me pongo de pie, me sacudo y me paseo por el cuarto, doy un salto, seguro luzco como una estúpida—. No puedo creerlo, no puedo creerlo, no puedo creerlo.
Desde pequeña he soñado con ver de cerca una de esas pasarelas, siento que estoy saltando en las nubes junto a los ángeles, al ritmo de la música de las arpas divinas, mientras los querubines cantan.
Escucho la risa de William, detengo mi extraño andar y lo encaro, ya está de pie, tiene una ceja alzada y los brazos puestos en jarras. No se me ocurre hacer otra cosa más que lanzarme y abrazarlo, me cuelgo de su cuello como si fuera una chiquilla. Suelta una risotada, rodea mi cintura, aceptando mi abrazo.
—Muchas gracias, es uno de mis sueños —murmuro, poniéndome emocional de pronto. Ahora tengo ganas de llorar, no puedo creer que de verdad eso esté en la misma habitación que yo y no me atrevo a preguntar cuánto le costó conseguirla.
—Lo sé, Hanny. —No disminuye el agarre a mi alrededor, cierro los párpados, hacía tanto que no me sostenía de esta forma, con sus brazos apretándome y sus manos rozando mi cadera, con la nariz sumergida en mi cuello y sus labios tocando ligeramente mi piel—. Estuve pensando acerca de lo que dijiste el otro día en la escuela...
—Sí, respecto a eso... —interrumpo—. No estuvo bien lo que hice, una cosa es hablarlo y otra gritarte en medio del pasillo, lo lamento.
—No te disculpes, por favor no porque me haces sentir más miserable, tienes razón, Hannah, todo lo he hecho mal. —Mis labios se entreabren para poder respirar—. Eres hermosa, brillante, simpática y por alguna razón que no logro comprender me amas. Eres mi mejor amiga, desde siempre, y los mejores amigos no se lastiman. Hay tantos errores que me gustaría enmendar, solo que no puedo regresar el tiempo. Hanny... y-yo quiero intentarlo, intentarlo de verdad, comprometerme con esta relación y hacer que funcione. No por nuestros padres, por nosotros.
Mi cuerpo comienza a temblar como si tuviera mucho frío, no puedo controlarlo. Creo que él lo siente, me aprieta con más fuerza. Me quedo callada, mis pensamientos se escapan dejando mi mente en blanco, ¿qué podría responder? Estoy escuchando palabras que siempre quise que dijera, él me está susurrando que quiere intentarlo, que comprende que se equivocó, Liam nunca ha dicho semejante cosa. No obstante, han sido tantas las veces que me he aferrado a sus promesas que no sé si esta sea cierta, no sé qué hacer.
—No me digas nada ahora, piénsalo, ¿de acuerdo? Hoy tienes que divertirte porque es tu fiesta de cumpleaños.
Los padres de William dejan que de vez en cuando haga fiestas en su casa, cuando eso sucede se marchan y pasan el fin de semana fuera, la única condición que le ponen es que sea responsable y que limpie el desastre antes de que vuelvan.
El interior está llenísimo, a pesar de que todavía es muy temprano y, como lo sospeché desde el principio, hay un montón de gente que no conozco, que no me conocen, que no tienen idea de qué hacen ahí. No es mi fiesta de cumpleaños, sin embargo, debo actuar como que lo es para no verme malagradecida.
Liam me encamina con su mano en mi espalda baja, le sonrío a las personas que se acercan para felicitarme. Todas las chicas parecen seres acuáticos, algunos chicos también, pero la mayoría solo tiene una estrellita en la ropa. Mirian se acerca pisando fuerte con Brenda siguiendo sus movimientos, las dos se ven preciosas, sonríen y abren los brazos. Me abrazan y me dan dos besos en las mejillas.
—¿Y bien? ¿Te gusta? —cuestiona Mirian mirando alrededor.
—Por supuesto, se lucieron, muchas gracias por molestarse. —Las dos sonríen, por un corto momento me siento incómoda, no me agrada la expresión que hace Mirian, siento que su sonrisa es forzada.
—Nos alegra mucho, Hanny —dice—. Seguiremos atendiendo a los invitados por ti, tú solo diviértete y disfruta.
Asiento y las veo partir.
—Voy a traerte una Cherry Coke, ¿me esperas? —Miro a William, quien no me ha quitado las manos de encima desde que llegamos, incluso desde antes, pues en el coche acomodaba mi cabello o rozaba mi hombro cuando los semáforos marcaban rojo.
—Gracias —susurro. Me da una sonrisa antes de alejarse hacia una mesa con un tipo del otro lado. Saco el celular inmediatamente, esperando encontrar una respuesta de Oliver, aunque dudo que se presente porque es como declararle la guerra y mofarse en la cara de Liam después de lo que pasó, ni siquiera sé si lograría entrar.
Estoy perdida en mis pensamientos, guardo el aparato en mi bolso.
Los vellos se me ponen de punta, siento un escalofrío molesto, siento que alguien me está mirando, por lo que alzo la vista y barro el sitio. Está oscuro y me cuesta identificar a las personas porque mis pupilentes de contacto no me sirven lo suficiente. Debería comprar lentes normales, pero mi madre los detesta.
Reconozco al chico que está en la pista, pestañeo un par de veces para que se aclare mi mirada, para enfocar. Muerdo el interior de mi mejilla, sí vino, Oliver Doms está aquí, pero no creo que haya venido para verme ni porque se lo pedí, creo que solo vino para burlarse.
Está bailando con una chica, tan cerca que no logro ver dónde inicia el cuerpo de ella y me está mirando, él quiere que lo vea.
¿Será la misma con la que estaba la otra noche?
No somos nada, no somos nada, no somos nada... Tengo que repetirlo una y otra vez como si fuera un mantra. No puedo reclamarle, no tengo derecho ni cara, ¿y qué le diría si es obvio que significo muy poco para él?
Una sensación desagradable me recorre desde la punta de mis dedos hasta el último cabello, es un hormigueo que hace que mi cuerpo se sienta pesado. Mi corazón se hunde, ¿cómo es eso posible? ¿Por qué me duele? No debería, mierda.
¿Qué es Oliver Doms para mí y por qué no soporto verlo con otra chica? Quiero pensar y excusar lo que siento poniendo pretextos, quizá es porque hace tanto que no platicaba con alguien como con él, hacía tanto que alguien no me escuchaba, que alguien no me sostenía así, que alguien no me besaba como si el jodido mundo se fuera a acabar.
Lo más probable es que todo haya sido producto de mi imaginación, querer ver sentimientos en donde no hay es una vieja costumbre mía.
Agacho la cabeza para que no vea que los ojos se me llenan de lágrimas, me giro, dándoles la espalda. ¿No dijo que no quería lastimarme? Quiero darme una cachetada porque, de nuevo, dejé que alguien me hiriera, es un constante ciclo que no logro detener.
Una mano toca mi espalda, por un segundo guardo la esperanza de que sea él, pero Liam aparece frente a mí tendiéndome una lata de soda. ¿Desde cuándo espero que se aparezca Doms en vez de Baker?
—¿Pasa algo malo, cariño? —pregunta William ladeando la cabeza, su frente está arrugada.
—No, nada de eso, la fiesta es genial, gracias. —Me obligo a sonreír, él se me queda mirando durante unos segundos, después sonríe.
Es fácil engañar a Liam, nunca ha visto lo que siento de verdad, o tal vez no lo quiere ver, quiere creer que todo está bien. Es más fácil cubrirse los ojos que enfrentar al monstruo.
—Ven, vamos a partir el pastel —dice antes de buscar mi mano y darme un jaloncito para que lo siga.
Se supone que debería estar feliz, pero los pocos ánimos que tenía al principio han desaparecido.
Nos detenemos frente a un lindo pastel con estrellas rosadas y perlas, tiene el número dieciocho en la parte de arriba. Escucho la canción, los aplausos, las porras para que pida un deseo... Nunca me había costado tanto esbozar una sonrisa, fingir que estoy feliz, el ardor en mis ojos es casi insoportable, el nudo en mi garganta hace que me falte el aire. Nunca me había dolido tanto ponerme la máscara.
Estoy destrozada, y no logro entender la razón.
Tengo a Liam a mi lado, rodeándome, cantando, sonriendo después de decirme que quiere intentarlo y yo... Yo no puedo dejar de pensar en Oliver.
Mirian se acerca y parte el pastel, me da un guiño, pone las rebanadas en platitos y los coloca en la mesa.
—¿Quieres bailar? —cuestiona Liam con la ceja alzada. Voy a declinar cuando un brazo rodea su cuello, Nathan lo abraza con fuerza sin dejar de sonreír.
—¿Nos prestas a tu galán un rato? Nos debe una apuesta y un par de cervezas.
—No, hoy no —responde él, intentando quitárselo de encima.
—Está bien, ve, no va a pasar nada, voy a dar una vuelta y sirve que veo a los invitados.
—Te acompaño.
—Ya la oíste, campeón, déjala respirar o la asfixiarás. —Nathan lo jala y se lo lleva, Liam me da una mirada por encima de su hombro, le sonrío para que deje de preocuparse. En mi mente le agradezco porque no hay nada que quiera más que estar sola.
Tomo una botella de agua y me escabullo serpenteando entre los asistentes, me refugio en un rincón oscuro desde donde puedo ver todo el sitio, siento como si una nube negra estuviera encima de mi cabeza.
Intento no buscarlo, sin embargo, mi parte masoquista se encuentra barriendo la fiesta antes de que pueda respirar. Sigue en el mismo lugar, balanceándose y riendo con la chica, solo puedo ver su espalda y su larga cabellera negra, tiene un cuerpo envidiable y está usando un vestido rojo favorecedor que resalta sus curvas.
El tiempo transcurre, no puedo despegar los ojos, Oliver le susurra algo que hace que ella suelte una carcajada, entonces él besa su mejilla y tengo que dejar de mirar porque no soportaría ver si la besa en los labios. Salgo a la luz, y hago el amago de refugiarme en un lugar seguro: el balcón. En ese sitio nos escondíamos Liam y yo cuando no queríamos que nuestros padres nos encontraran.
No he dado ni un paso, Brenda se planta frente a mí haciendo un puchero.
—¿Podrías ayudarme? Sé que es tu fiesta, pero no sé dónde está Mirian y no puedo hacerlo yo sola.
Eso me toma por sorpresa, me impacta que me esté pidiendo ayuda, y más que no esté con Mirian, es como su sombra. Afirmo.
—Tenemos que rellenar las jarras de limonada. —Señala la mesa, hay dos botes de cristal vacíos.
Nos ponemos con ello, ella carga una y yo la otra, están pesadas, tengo que usar las dos manos. La sigo porque no tengo idea de dónde están las cosas, conozco el camino, esquivamos a unos cuantos chicos, ella pasa el umbral de la cocina, voy a hacer lo mismo, pero no puedo porque verlos no solo me saca el aire, me golpea, es como si una maldita locomotora me arrollara y me dejara aplastada en el suelo.
Mirian y Liam están besándose en medio de la cocina.
Suelto la jarra, se me resbala. Mis ojos ya están inundados en lágrimas, me empapan sin que yo pueda contenerlas, sin que pueda esconderme, no hay paredes alrededor para refugiarme. El cristal se rompe en miles de pedazos, causando un estrépito que hace que muchos observen con curiosidad, incluyéndolos.
Se separan, en cámara lenta veo que eleva la mirada esa persona a la que tanto he amado, a la que tanto esperé, por la que luché, aunque yo misma fuera la enemiga. Sus ojos me encuentran, se asustan.
Ahí, frente a mí, frente a ellos, frente a todos, se rompe la máscara que durante años me protegió. Cae, me siento pequeña, fría y vacía, débil... Expuesta. Estoy llena de grietas, de abolladuras, de cicatrices que no han sanado, solo bastaría rozarme para que me destroce como el cristal. Todo sucede demasiado rápido, abro la boca porque no puedo respirar, porque me duele tanto que temo romperme también, porque ya no puedo más.
Aguanté demasiado, mis intentos por ocultarme no sirvieron de nada, al final el espectáculo terminó, el telón se abrió para mostrar el acto final, ya todos pueden ver quién soy, quién es él, y las mentiras que yo misma provoqué.
Al fin lo entendí.
Y no me importa si en otro lugar hay niños en sillas de colores, el alma me está doliendo, él es mi enfermedad, pero yo no tengo una silla para sentarme, no hay colores, todo es oscuro, siempre lo ha sido.
Su camisa está abierta, miro con dolor la realidad. Él empuja a la pelirroja, sin embargo, ya es demasiado tarde, esto nunca podré perdonárselo. Es ridículo después de todo lo que he aguantado, esto se siente como una doble traición, incluso cuando no lo es pues, Liam nunca me quiso, y ella nunca fue mi amiga.
Doy un paso atrás, sintiendo las rodillas temblorosas y salgo corriendo tan rápido como los zapatos y la falda me lo permiten. No veo lo que pasa a mi alrededor porque no soy consciente y porque las lágrimas ocultan el panorama. Solo siento sus miradas, escucho los cuchicheos, ya ni siquiera suena la música.
Salgo, el frío de la noche no se compara con el de mi interior. Bajo las escaleras, una vez en el césped, me quito los tacones. Antes de que pueda arrancar, alguien me detiene aferrando mi muñeca, me sacudo con violencia creyendo que es Liam, a quien me encuentro al mirar es a Oliver.
—Espera, Hannah, no puedes irte así —dice—. Estás mal, tienes que tranquilizarte, déjame ayudarte.
Le arrebato mi mano con fuerza, ¿cómo se atreve a decirme lo que tengo que hacer? Lo único que debo hacer es alejarme de toda esta mierda, de estas personas de mierda, de esta casa de mierda, de estos sentimientos de mierda.
—No necesito tus malditos consejos, ¿cómo podría ayudarme alguien que ni siquiera puede pasar de grado? —Un sollozo se me escapa, me ha dolido decir eso. Agacha la cabeza—. ¿Qué mierdas te importa a ti de todas formas? Ve a bailar, diviértete en mi fiesta de cumpleaños, Doms, voy a estar bien porque nunca nadie me ha cuidado o ayudado.
—Hannah... —comienza.
—Eres igual que él.
Eso lo frena, aprovecho para salir corriendo, tengo que apurarme si no quiero que me alcancen, ya perdí mucho tiempo. Hay piedrillas en la banqueta que se me encajan en las plantas, pero eso no duele, eso me resulta suave. Me limpio las lágrimas y voy hacia un lugar conocido. Mi casa no es un lugar seguro en estos momentos, y la biblioteca de la escuela está cerrada.
Hay un parque a unas calles, no hay nadie alrededor. Dando pasos lentos me acerco a un columpio y me siento antes de que mi peso me resulte imposible de cargar. Me inclino, apoyo la cabeza en la cadena y miro el suelo.
Cuando era pequeña me gustaba columpiarme, sentir que en cualquier momento saldría volando y me quedaría suspendida en los aires. William siempre empujó mi espalda hasta que un día me dijo que no lo haría más porque era aburrido, desde ese día, después de columpiarme, yo lo empujaba a él; así nos divertíamos los dos. A mí me gustaba escucharlo reír, ver sus mejillas arreboladas cuando terminábamos de jugar. ¿Cuándo me volví tan egoísta?
Recuerdo que, en uno de mis cumpleaños, Liam me regaló un pez, era nuestro amigo, siempre que iba a casa le hacía más caso a mi mascota que a mí, y yo me ponía celosa, él no quería jugar conmigo. Cuando entramos a la escuela, a mí me agradaron ciertas personas con las que podía hablar sobre cosas interesantes, pero a él no, así que me tuve que incorporar a su grupo de amigos.
Si me hubiera pedido que le entregara mi vida, yo lo habría hecho porque lo amaba y era mi amigo, el único.
Las lágrimas no cesan, la nuca ha comenzado a punzarme.
Hoy no tengo ganas de columpiarme, no quiero sentir que vuelo, quiero estar aquí, bien plantada en la tierra porque no puedo soñar toda la vida.
Por un momento creí que lo intentaríamos, fui tan tonta y caí de nuevo, fui tan estúpida que volví a entrar en su juego.
Mirian.
Estaba besando a Mirian con la camisa abierta, en mi fiesta de cumpleaños, con un montón de gente cerca y en un lugar donde era fácil encontrarlos. Mirian, los dos me han visto la cara de estúpida, ¿por cuánto tiempo se habrán reído de mí? Es decir, jamás sospeché, desconfiaba de todas, menos de ellas dos porque se suponía que eran amigos, que eran seguras.
Muchas veces los dejé solos, qué tonta, qué ciega.
Se me viene a la mente el día que la conocí, ella y William eran compañeros en el laboratorio de Biología, iba colgada de su brazo y sonreía, por un momento tuve miedo, después él me la presentó y creí que estaba bien porque él nunca me presentaba a las chicas con las que salía.
Me quedo quieta, con los pensamientos en pausa y los ojos hinchados, el llanto se detiene, pero la tristeza sigue ahí, calando en mis huesos, en cada rincón de mí.
Mi celular no deja de vibrar en mi bolso, una y otra vez, una y otra vez, sin detenerse. Probablemente son mensajes, llamadas y notificaciones de Twitter de todas las personas burlándose del acontecimiento. ¿Para qué mirar eso? ¿Para qué si solo son tontos que creen que por hacer que alguien se sienta mal se sentirán mejor? ¿Para qué si creen que burlándose de la desgracia ajena sus vidas mejorarán? ¿Para qué si ni siquiera me conocen?
Me pongo de pie, sin saber cuánto tiempo he permanecido aquí. Con las lágrimas secas y las mejillas duras, áridas, camino por la calle que me llevará a mi casa, no es muy lejos.
Apenas pongo un pie en el vecindario, veo la camioneta de William parada afuera de mi casa. Él está dando vueltas en la acera con el celular pegado a la oreja, ni siquiera pudo esconder un poco su descaro y abotonar la camisa. No me inmuto, no se da cuenta de que estoy cerca hasta que escucha el tintineo de mis llaves.
—Hanny, te juro que no es lo que piensas, por Dios, si horas antes te dije que lo intentaría —dice, acercándose, por el rabillo del ojo me aseguro de que no se aproxime más de la cuenta—. Por favor, Han, jamás me fijaría en Mirian, no te lastimaría de esa manera.
Suelto una risa que carece de humor.
—Basta, William, deja de mentir, de decir tantas falacias, me asquean. Ya, deja de fingir, no le voy a decir a mis padres porque aprecio mucho a los tuyos y no quiero que se enteren de quién eres —suelto.
Él me jala, impidiendo que abra el portón, me rodea y me acerca a su cuerpo. No me inmuto, al parecer las mariposas en mi estómago murieron, los torbellinos que una vez llegué a sentir ya no causan estragos. Le regreso la mirada.
—Escúchame, no me importa si les dices o no, me importa lo que piensas tú.
—¿Lo que yo pienso? —cuestiono con ironía—. No pienso en nada, ya no me sorprende que te besuques con cualquier zorra que se te ponga en frente, no me asombra lo que vi, solo dime una cosa, ¿desde hace cuánto tiempo te has burlado en mi cara? —No responde, aplana sus labios—. Vamos, dime la verdad por una puñetera vez.
Su manzana sube y baja, puedo percibir el debate interno que está teniendo, la respuesta no es prometedora. Suspira y deja caer los hombros.
—La besé una vez, cuando se estaban haciendo amigas y porque estaba borracho, pero te juro que lo de esta noche no... No es, no sucedió, no sé por qué lo hizo, Hannah, entre ella y yo no hay nada, nunca lo hubo.
Sus palabras vienen y van, ya no significan nada.
—Iveth, Mirian... —Hago una mueca—. No te revuelcas con tu madre nada más porque son familia.
Él cierra los párpados con dolor, vuelve a enfocarme con los ojos tristes, ¿cómo puede actuar eso? ¿Cómo?
—Hanny... —Se queda callado, lo empujo para que me suelte.
—Hannah Carson, William, mi nombre es Hannah.
Intenta acercarse de nuevo, el pánico en su postura y en sus gestos es notorio, está asustado, puedo sentirlo. Niego con la cabeza y alzo la palma.
—No —susurro.
Respeta mi decisión, le doy una última mirada antes de meterme a la casa.
* * *
Pobre de mi niña :c ¿qué les pareció?
Voy a tener que pausar la actividad de las imágenes durante algunos capítulos, así que no pondré aquí los ganadores del capítulo pasado, los subiré a la página "Miradas azucaradas/saga Amores agridulces", más adelante la subiré por aquí, pero no en las próximas actualizaciones. Eso no significa que no puedan hacer fotitos, las seguiré subiendo a la página ;)
Pues nos leemos pronto.
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