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Capítulo 15

Canción: I'm in here - SIA (Grace Vardell)

* * *

Si no hay nadie a tu alrededor que se quede el tiempo suficiente para marcar la diferencia, entonces estás solo, tanto que la soledad cobra vida y se convierte en una compañera, en una amiga, en alguien fiel que nunca se irá. Aunque suene ridículo y no tenga sentido, con la soledad puedes llorar, puedes gritar. Es seguro porque no te va a reprochar, a juzgar, a contestar; solo escucha y ya. Está ahí, suspendida en el aire, como si fuera tu sombra, es escalofriante y acogedor. No te deja otra opción más que refugiarte en ella.

No tengo amigos que se preocupen por mi bienestar, que se alarmen si no contesto el teléfono o que me incluyan en un estúpido grupo de Whatsapp; no tengo una madre dispuesta a escuchar, solo escucha lo que quiere oír; mi padre no está en la ciudad; no tengo un novio que me ame. Solo está la abuela, pero es vieja y no puedo llamarle tan tarde solo para lloriquear. Así que nadie va a acariciar mi cabello mientras lloro, nadie intentará quitar mis lágrimas, nadie me dará palabras de aliento. Solo la soledad.

Es de noche, mis pies duelen y la respiración me falla por la agitación, esta es una de las cosas más estúpidas que he hecho. Llevo caminando un buen rato y no sé qué hacer conmigo misma, a pesar de que sé a dónde me dirijo.

Me abrazo porque hace frío, me detengo frente a la reja metálica de la escuela, ¿por qué he venido justo aquí? Porque es el único lugar en el que me siento segura, y eso es triste. Todo lo que soy son buenas notas, nada más, calificaciones altas y soledad, una vida perfecta que es una farsa. Yo creía en los cuentos de hadas, una vez pensé que era una princesa, hasta que me di cuenta de que mi vida no es un castillo encantado, es un calabozo.

Me siento en el suelo abrazando mis piernas, apoyo la mandíbula en mis rodillas y miro la avenida, los autos van y vienen, soy como un fantasma. Una lágrima resbala por mi pómulo, mis ojos se nublan y la calle se vuelve un paisaje difuso, lejano. El nudo en mi garganta quiere robarme el aliento, duele, quema y se expande provocando punzadas.

Indecisa, saco mi teléfono celular, una fotografía de Liam salta tan pronto lo desbloqueo. Con el corazón dolorido busco en el listado de llamadas el número que no me he atrevido a guardar en la agenda. Mi labio inferior tiembla, ¿debería llamarle? ¿Debería pedirle que me escuche o que venga?

Él es lo más cercano a un amigo, incluso si para él no significo nada, si solo soy un trabajo. No estoy segura de que vaya a lograr algo, quizá ni siquiera conteste, pero no pierdo nada intentando.

Quiero escuchar la voz de alguien que al menos ha sido honesto conmigo, alguien que no ha mentido, alguien que me ha dicho la verdad, aunque duela.

Me limpio las lágrimas y aclaro mi garganta antes de presionar el teléfono verde, espero, mi corazón da un vuelco violento cuando él responde. ¡Respondió!

—¿Hannah? —pregunta. Hay ruido y música del otro lado, tal vez está en una fiesta, en un restaurante, no estoy segura.

—Hola, y-yo no quiero molestar...

—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —Es inevitable no sentir emoción al escuchar la preocupación en su timbre.

—No lo sé —murmuro—. Estoy sola, solo quería escuchar la voz de alguien porque creo que me voy a volver loca.

Jadeo, el aire me falta, ¿por qué me está doliendo tanto todo esto?

—Solecito, ¿estás llorando? —No respondo, no porque no quiera, es que no puedo—. ¿Dónde estás? Voy para allá.

Abro la boca para responder, pero un grito femenino me hace callar.

—¿Por qué me dejaste solita, Oli? —Una chica habla del otro lado, de su lado. Cierro los párpados y echo mi cabeza hacia atrás, apoyo la nuca en la reja—. Ven acá y termina lo que empezaste, guapo, quiero más besos en el cuello.

—Cállate. —Gruñe y dice otras cosas que no alcanzo a distinguir, es probable que esté tapando la bocina.

Sonrío con tristeza.

Ya estoy acostumbrada a esto, suena desgarrador, pero es cierto. No me sorprende que esté con alguien más, no debería importarme porque no somos nada, él no debería significar algo, no obstante, una punzada retumba en mi pecho. Es como si echara limón en una herida, en una que nunca ha sanado y me arde, tengo que apretar los dientes para no sollozar.

—Ya estoy caminando hacia el auto, dime a dónde voy.

Pero ya no quiero verlo, ¿en qué estaba pensando? Oliver solo... Él... No soy nada, seguro soy una de las muchas chicas a las que ayuda a enderezar el camino, como Mirian, ¿por qué pensé que era diferente? ¿Que había algo especial? Dios, qué estúpida, no aprendo la lección, tropiezo siempre con la misma piedra.

—¿Hannah?

—¿Sabes qué? Olvídalo, me equivoqué al llamarte, lamento haber interrumpido la sesión de besos.

Y, sin más, cuelgo.

Dejo caer la frente en las rodillas y lloro como una niña pequeña que se ha perdido en el centro comercial. Justo así me siento, estoy perdida en esta inmensa ciudad y no veo a nadie que me diga cómo regresar, no tengo un mapa ni claridad ni un destino.

¿Qué hay de malo en mí?

¿Por qué todos van con otras apenas me doy la vuelta?

Sé que Oliver y yo no tenemos nada, que nos vemos de vez en cuando, y tal vez para él es normal lo que hemos hecho, pero para mí no, yo solo he tenido un maldito novio en toda mi vida, uno que ni siquiera se comporta como tal.

Mi pecho tiembla, mis mejillas se empapan, ya no puedo más.

Se supone que soy perfecta, todo el mundo lo piensa: «la perfecta Hannah, la chica estrella dueña del cuadro de honor. Con el novio más atractivo de la generación, las amigas más populares, unos padres ejemplares. Siempre sonriendo, siempre ayudando, la chica bondadosa y amigable», pura basura.

Cada vez que escucho esas tonterías me dan ganas de gritar que estoy llena de defectos. Soy defectuosa, por eso nadie me quiere, nadie me toma en serio, ni mis padres ni Liam ni mis supuestas amigas ni Oliver ni yo.

Tal vez soy mala y solo daño a las personas, por eso huyen de mí, por eso escapan de mi veneno. A Liam lo condené a estar conmigo cuando no sentía nada por mí, Mirian y Brenda jamás tuvieron mi amistad sincera, Oliver tiene que ver que estoy con otro, y a mis padres... Ellos se lastiman porque yo los ato. Shawn fue el único que pudo escapar, y me alegra que lo haya hecho, yo hubiera hecho lo mismo.

Un auto se detiene frente a mí, veo que un rubio desciende de la parte trasera. Me pongo de pie y empiezo a caminar antes de que se acerque, Liam abre la puerta para que entre, él no dice nada cuando me subo al coche de mamá, solo me observa y yo aplano los labios. Da la vuelta y se sube en el lado contrario, guardando espacio. Mi madre está en el asiento del piloto, el silencio reina en el vehículo.

Miro la ventana todo el camino.

—Gracias por traerme, señora Carson —dice Liam cuando llegamos a su casa.

—Salúdame a tus padres, cielo.

—Lo haré. —Una pausa le sigue, después lo escucho respirar, siento sus ojos puestos en mí, pero no volteo—. Adiós, Hanny, por favor descansa.

No contesto ni me muevo, creo que ni siquiera respiro hasta que se baja del auto. Y después de eso vuelvo a recluirme, mi madre me ignora, no grita ni hace uno de sus escándalos, estaciona en la cochera y se baja sin musitar palabra alguna. Para cuando subo las escaleras, ella ya está encerrada en su habitación



Con parsimonia abro mi casillero y busco mis útiles, tengo que apurarme, hoy me toca clase de Computación, debo cruzar toda la escuela si quiero llegar al laboratorio. Hoy no tengo ganas de sentarme frente a una computadora para hacer códigos de html, tampoco quería venir a la escuela y ver las mismas caras, haré mi mayor esfuerzo para encerrarme en mi burbuja.

—Tenemos que hablar.

Su voz hace que me enderece, cuadro los hombros y tomo respiros profundos para no perder el control, fuego sube desde mis yemas, me recorre los brazos, es un cosquilleo desagradable; no solo estoy triste, también estoy furiosa.

—No quiero hablar —murmuro entre dientes. Espero que se vaya y que no me presione porque últimamente no soy capaz de pensar antes de actuar.

—Hanny, dime qué está mal, estoy preocupado, ¿por qué viniste a la escuela ayer? ¿Qué tal si te pasaba algo? Tuviste un ataque de pánico, el último que sufriste fue hace años y yo...

—¿Qué parte de «no quiero hablar» no entendiste, William? —interrumpo. Azoto la puerta metálica del casillero causando un estruendo, algunos ojos se posan en nosotros. Doy un paso, dispuesta a marcharme, pero él se coloca en mi camino, impidiendo que me mueva.

—Hannah, por todos los cielos, me estás poniendo de los nervios, te desapareces por horas todos los días, es raro cuando te sientas con nosotros durante el almuerzo, tienes pláticas secretas con Nathan, te peleas a golpes con Iveth, cambiaste tu ropa y tu dieta, te dan ataques de pánico y ahora me miras como si me odiaras, necesito que hables.

Y eso basta para hacerme explotar.

—¿Quieres hablar? ¡Perfecto, hablemos! —exclamo con falsa animosidad—. ¿Por qué no hablamos mejor de cómo te divertías con las chicas desde hace años? ¿Por qué no me platicas con cuántas te acostaste a mis espaldas? ¿A cuántas besaste? ¿Con cuántas te burlaste de mí? ¡Ah, no! ¡Casi lo olvido! No necesitas contármelo si en el baño de mujeres está tu nombre rodeado de los nombres con las que has fornicado; algunos leen, otros fuman mientras cagan, yo tengo que contar las chicas con las que mi novio se revuelca, no hay nada más lindo que eso. —Sus ojos se abren con horror, pero es tan cierto, estoy cansada de ser la niña buena y ciega que aguanta todo, que tiene que fingir para agradarle a los demás. ¡Estoy harta de ser una copia de mi madre!

—Veamos... —continúo—. Podemos hablar, también, de las veces que me has dicho que no puedes verme porque harás la tarea y luego apareces en un montón de fotografías con tus amigos en Instagram, ¿crees que soy estúpida? O hablemos de todas las ocasiones en las que me llevaste a algún lugar y luego me mandaste a la mierda, en todas tuve que pedirles incluso a desconocidos que me dieran un aventón porque el señor estaba tan borracho y desesperado por coger para demostrar cuánto le desagradaba nuestro noviazgo que le importaba un carajo mi seguridad. También podríamos charlar acerca de las humillaciones, de las burlas, de que la mayor parte del tiempo eres nefasto y me ignoras cuando te hablo, de que ni una sola vez me has dicho te amo, de que me orillaste a entregarte mi virginidad y luego te largaste con otra al día siguiente. Deja de fingir que te importo, Liam, que ambos sabemos que entre tú y yo no hay nada, ¿cómo es posible que lo olvides si lo repites todo el tiempo?

Lo dejo parado en la mitad del pasillo, voy hacia el exterior lanzando humo por las orejas, mis manos tiemblan, no camino con firmeza, me siento torpe. Esquivo a los estudiantes que se interponen en mi camino, ¿por qué siento que el mundo me está cayendo encima? Me alegra haberle dicho todo eso a William, por fin me atreví, pero lo hice mal, muy mal, lo avergoncé delante de algunos alumnos, seguramente muchos escucharon. Una cosa es dejar la máscara y otra es ponerte en el centro del escenario después de fallar para que te arrojen jitomates.

Me desconozco.

No estoy segura de quién soy, ¿quién infiernos es Hannah Carson?

Los ojos se me nublan al tiempo que bajo los escalones trotando, necesito ir a un lugar seguro, a un sitio donde nadie se burle de mi alma ni de mis inseguridades.

—¡Hannah! —Exclama una voz que reconozco al instante, sin embargo, no me detengo, sigo caminando sin mirar atrás. Escucho sus pasos apresurados, quiero correr para que Oliver Doms no me alcance, no obstante, las piernas no me responden, no soy rápida, por ende, me alcanza, aferra mi muñeca y me impide seguir caminando.

No me giro, solo que quedo quieta mirando un punto en el camino de concreto. Me suelta y camina a mi alrededor hasta colocarse frente a mí, sus zapatillas gastadas entran en mi campo de visión.

—¿Por qué no te detuviste si te estaba llamando? —pregunta. Es la primera vez que hablamos con tanta gente observando, ni siquiera estoy segura de por qué no lo hicimos antes, es tan extraño todo lo que tiene que ver con él.

—No quiero hablar contigo.

—¿Por qué?

—¿De verdad quieres que te responda? —Ahora sí lo miro, hay ojeras debajo de sus ojos, son pozos negros que me hacen fruncir el ceño, eso no estaba ahí la última vez que lo vi.

—¿Estás celosa? —No me molesta la pregunta, lo que me hace enfurecer es el tono que emplea, no puedo creer que esté jugando en un momento como este, que crea que es gracioso. Estoy pasando por muchos procesos diferentes, ya no soy la misma chica que dejó que Liam la humillara en esa fiesta, lo que necesito es un abrazo simplemente, respirar, detenerme y que me diga que todo va a estar bien. Sin embargo, Oliver Doms no es de los que dan un abrazo cariñoso para consolar a alguien, es de los que te destrozan para que te levantes sola; y eso está bien solo algunas veces, ya estoy destrozada, no necesito más heridas en este momento.

—No, para celarte primero tendría que quererte, y gustar no es lo mismo que amar —susurro.

Se echa hacia atrás como si lo hubiera golpeado, tal vez lo hice, tal vez quise hacerlo o quizá soy una estúpida que debería medir sus palabras antes de hablar. No quiero que sepa que anoche odié escuchar la voz de esa chica, que lloré. Es darle demasiado, ya le di esa clase de poder a alguien alguna vez y solo lo utilizó para lastimarme.

—A veces hago o digo cosas de las que me arrepiento después, lo siento, no quiero lastimarte, Han.

—No, por supuesto que no, a los trabajos no se les puede lastimar, y eso soy yo, ¿verdad? Otra de tus obras de caridad.

Se me queda mirando, estupefacto, ni siquiera sé qué fue lo que dije. Respiro profundo antes de irme.


* * *

Solo puedo decir una cosa: AUCH :c

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