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Capítulo 14

Canción: Alive (Bri Heart)

* * *

Al poner un pie fuera de la institución, William se ofrece a llevarme, acepto con tal de no irme sola, entre más pronto llegue mejor. No me siento bien por haberle dicho eso a Iveth, creí que me sentiría aliviada, pero no, creo que a mí no me gustaría que utilizaran a mis padres para dañarme, lo que hice estuvo mal, fue un golpe bajo, aunque hizo prácticamente lo mismo. Además, ella no tiene la culpa de nada, aquí el que debería serme fiel es Liam, no Iveth. Debí ignorarla, ahora tendré una horrible mancha en mi hoja curricular, cuando mi madre se entere va a enloquecer, se va a convertir en Emily Rose.

No decimos nada en todo el camino, voy mirando por la ventana, todavía no puedo creer lo que pasó, es demasiado irreal. Suspiro tan pronto se estaciona afuera de mi casa, abro la boca para despedirme, pero él se baja de la camioneta. Mi frente se arruga al ver que rodea el vehículo, llega a mi puerta y la abre.

¿Qué diablos está pasando? Extrañada, desciendo.

—¿No vas a regresar a la escuela? —pregunto. Las clases todavía no acaban y hoy es día de entrenamiento.

Nop, me quedaré aquí —dice encogiendo los hombros.

Los actos paranormales de Liam continúan, él toma el bolso que cuelga en mi hombro para colgarlo en el suyo, su mano busca la mía con tanta insistencia que se vuelve imposible negárselo. Cierra la puerta de la camioneta y me conduce, teclea el código del portón. Me deja libre para que pueda abrir la casa, me parece extraño que el auto de mamá no esté en la cochera, esta mañana no me dijo saldría, por lo regular lo hace, últimamente está muy misteriosa; no he querido preguntar, no hemos hablado.

Se dirige a la sala, me apresuro a alejarme ahora que no está cerca porque este comportamiento suyo me está poniendo nerviosa. Llego a la cocina y suelto el aire que estaba conteniendo, me apoyo en una pared, echo la nuca hacia atrás y miro el techo, un suspiro profundo se me escapa por los labios. Quiero un tiempo para mí sola, ¿es pedir demasiado? ¿No puedo quedarme aquí y fingir que no hay nadie más que yo? Escondida, de nuevo, detrás de una pared, puedo respirar y pensar que no está a unos cuantos pasos de distancia.

Me aterra pasar tiempo con él, empiezo a odiar los sentimientos que me hace sentir, detesto amarlo, aborrezco que me olvido de lo que valgo a su lado porque dejo de ser yo y me convierto en alguien diferente, se me borra de la mente que merezco que me amen. Merezco que alguien quiera verme y estar conmigo, que cuente los minutos cuando estamos separados, que le basten mis besos y mi cariño, que no busque caricias en otro lado. Merezco amor, el tipo que es para toda la vida, el que no te hace llorar ni esconderte; no las pocas migajas que me da William Baker. Es enfermizo, es obsesivo, no es amor.

Pero más odio no poder dejarlo, ser cobarde, no atreverme a enfrentarlo, a echarlo de mi casa, a decirle que no venga nunca más, que ni siquiera se atreva a mirarme porque también empiezo a detestar su mirada, pues me confunde, a veces me mira como si significara algo, como si no fuera una obligación.

Le temo a muchas cosas, pero más a mí misma. Yo tengo el poder de cambiar, de luchar, sin embargo, sigo en el mismo lugar, sigo aquí como muchas otras veces, siendo patética.

Se forma un nudo en mi garganta que no me deja tragar saliva, y duele, cala, me deja sin aire, me ahoga, hace que abra la boca para poder respirar. Parpadeo, aprieto los párpados intentando guardar la tristeza, pero las lágrimas brotan de todas formas. Maldigo entre dientes. ¿Para qué viene y se mete en mi mente justo cuando pretendo alejarme?

Alejarse de alguien que has amado durante mucho tiempo es duro, he convivido con él durante años, sé todo acerca de lo que le gusta y lo que detesta, sé cuándo está enojado y cuando quiere llorar, sé cuál es su sabor favorito de helado y que detesta las nueces. Nunca me había preguntado qué pasaría si dejara de amarlo porque no creí que fuera posible, incluso sufriendo creí que pasaríamos toda la vida juntos, pero el día de hoy no lo sé, y eso me duele. Me duele porque no quiero odiarlo, porque me gustaría que las cosas fueran diferentes, me duele porque perdí un amigo que nunca más podré recuperar, me duele por haber sido tan ingenua, tan estúpida.

Oliver dijo que el amor no debe doler, este me está destrozando y no sé si pueda aguantar mucho más.

Palpo mis mejillas y las seco con los dedos, abro los párpados y me topo con mi peor pesadilla. De pie frente a mí, a unos cuantos pasos, está parado Liam, observándome con la cara descompuesta. Mierda, ¿cómo es posible que no haya escuchado sus pasos? ¿Cómo no sentí su presencia si nunca pasa desapercibido para mí?

Mi pecho tiembla mientras intento recomponerme, me aclaro la garganta, me despego de la pared y echo los hombros hacia atrás para recuperar la postura.

Quiero aparentar que no ha pasado nada, no sé cuánto tiempo estuvo ahí, pero no es necesario explicar, ¿o sí? Por supuesto que él no lo va a dejar pasar, no ahora que está tan curioso por mi vida.

—Hanny, ¿por qué estás aquí escondida? —pregunta. Una de mis comisuras tiembla, una sonrisa triste se dibuja en mi rostro, me encojo de hombros. Él no tiene idea de cuántas veces me he escondido para que no me vean llorar, para que él no vea cuánto me duele su repulsión. No se imagina, y eso es lo más triste de todo. Una lágrima más resbala por mi pómulo, me apresuro a quitarla—. ¿Te hizo algo? ¿Te lastimó?

Su preocupación parece real, en el pasado me habría aferrado a eso, hoy ya no puedo creer.

—Me duele el cabello —suelto, compungida, sonando como una niña pequeña llorosa. También me duele el alma, pero eso no lo digo.

Su frente se arruga, entonces se acerca con rapidez dando zancadas, me derrumbo cuando sus brazos me rodean, vuelvo a llorar porque sentirlo cerca después de tanto tiempo me está matando; es cálido, es lo que siempre quise, todas esas noches rotas lo único que deseaba era que apareciera y me dejara refugiarme en su pecho. Lloro más fuerte, casi lanzando lamentos, porque mi corazón ya no late tan rápido; se siente como si estuviera perdiendo algo.

Dejar de amarlo también duele.

—Ya, cariño, por favor no llores, respira —susurra—. Estoy aquí.

Quiero decirle que eso no va a calmarme, que justo me siento así porque me está hablando como siempre quise que lo hiciera.

—Déjame llevarte arriba, necesitas descansar, ¿de acuerdo?

No espera que responda, se separa de mí lo suficiente como para rodear mis hombros y conducirme.

Una vez en mi habitación, bajo su atenta mirada me dejo caer en el colchón, estoy agotada. Cierro los ojos tan pronto mi cabeza cae en la almohada, no los abro ni siquiera cuando siento que el lado contrario se hunde por su peso, tampoco cuando sus dedos imparten un masaje suave en mi cuero cabelludo. Me arrulla hasta que me quedo dormida.



Me despierto debido al calor, siento que alguien está olfateando mi oreja y me hace estremecer, su pecho está pegado a mi espalda, uno de sus brazos está alrededor de mi cintura y el otro debajo de mi cabeza. Respiro hondo para controlarme pues reparte besos tronados en la base de mi oreja, ¿qué se supone que está haciendo? Él no debería hacer esto.

No todo en nuestro noviazgo ha sido desagradable, aunque sí la mayoría. A veces Liam se acercaba después de un partido y me daba un beso delante de todo el mundo, recuerdo que una vez se salió de la escuela preocupado porque no me encontraba por ningún lado, tenía un resfriado espantoso, se quedó conmigo todo el día. Sus regalos de cumpleaños son los mejores, y cuando vamos a alguna parte no necesita preguntarme lo que quiero porque ya lo sabe. Pero lo más especial en nuestra extraña relación son este tipo de momentos, cuando estamos solos y él me abraza en silencio, cuando hunde su nariz en mi cuello y respira hondo, como si le gustara mi aroma.

Suspira, haciendo que su aliento se estampe en mi piel de gallina.

Mmmh, me encanta cómo hueles. Me gusta dormir contigo, tu respiración me calma —murmura, cerrando con más fuerza sus brazos a mi alrededor—. No voy a dejar que te vuelva a hacer daño, ¿está bien? Me voy a asegurar de que no vuelva a ponerte un jodido dedo encima. No quiero verte llorar otra vez.

No respondo, mi cuerpo reacciona, estiro el cuello para darle más oportunidad, él no pierde tiempo. Sus labios reparten besos en la zona, no puedo pensar a pesar de que sé que esto está mal.

No puedo evitar comparar a William y a Oliver. Lo que es un ligero cosquilleo con el primero, es una convulsión con el segundo. Siento nervios al tener a Liam cerca, cuando Oliver me abraza la adrenalina me hace desear más. ¿Se puede sentir atracción por dos personas?

Son diferentes. Con William me siento en paz, es tranquilo porque ya nos conocemos, sabemos lo que queremos, lo que nos gusta, es seguro y estable, significa familiaridad. Con Doms es todo lo contrario, es descontrol, rebeldía, pasión y besos calientes, esa sensación de que estoy haciendo algo prohibido es nuevo, refrescante, y me agrada que haga que me cuestione todo.

Estoy demente, no debería compararlos.

—¿Por qué estás pensando? —pregunta antes de sostener mi barbilla y girarla, sin perder tiempo me roba un beso. Intento girarme, pero me sostiene más fuerte, su lengua me obliga a abrir la boca, no dejo que profundice—. Ya no estés enojada conmigo, hace mucho que no me besas, Hanny, y no puedo dejar de pensar en tus labios.

—No puedes decirme ese tipo de cosas, Liam —susurro con la voz ahogada.

—¿Por qué no? Si es verdad, quiero estar contigo.

Sacudo la cabeza, ¡no! ¡No! ¡No! ¡No le voy a creer esta vez! No voy a caer como ese día en el que le entregué mi virginidad, no lo haré porque yo acabaré rota, decepcionada de mí misma por haber permitido que pasara.

No.

No esta vez.

Me muevo con violencia para que me suelte, él lo hace, me pongo de pie como un resorte y lo enfrento, poniendo mis manos en las caderas. Se sienta en el filo del colchón, su ceño está fruncido, hay tensión en sus hombros, parece un gato a punto de atacar.

—No te entiendo un carajo, Liam, un día me odias, otro te comportas como si te agradara, un día te besas en mi cara con Iveth, otro día la mandas a la mierda. No sé a qué demonios estás jugando, pero estoy cansada de lo mismo, de que te la pases pisoteándome como si me lo mereciera. Si no me amas, entonces no me ames, no te lo estoy exigiendo; pero no actúes como si significara algo para ti, no te comportes como si te importara lo que sucede conmigo, ¡deja de confundirme! —exclamo, agitada.

Me doy la vuelta, dispuesta a marcharme, a correr si es necesario. No doy ni dos pasos, su mano se cierra en mi muñeca, me da un jalón que me hace perder la estabilidad, la cual recupero tan pronto sus brazos se cierran alrededor de mi cintura. Entonces me sacudo, me zarandeo, me muevo como una demente intentando salir de la camisa de fuerza, como una mariposa rompiendo el capullo.

—¡¡Suéltame!! —grito, enfurecida, casi echando espuma por la boca cual perro rabioso. Las orejas se me ponen calientes, quiero enterrarle las uñas—. ¡¡Que me sueltes, William!!

Hace todo lo contrario, me aprieta más.

—Te ves linda enojada, muy linda —murmura.

—Te voy a romper los dientes. —Gruño.

Tomo respiraciones profundas, siento que les falta aire a mis pulmones. Él no se molesta por mis palabras, suelta una carcajada echando la cabeza hacia atrás, sus ojos brillantes me enfocan, la sonrisa no desaparece de su cara, no puedo evitar preguntarme qué le parece tan gracioso. Rompo el contacto visual, no quiero que la furia salga de mi sistema, todavía no soy tan fuerte.

—Primero que nada, cariño, no te odio, sabes perfectamente que no lo hago. —Su timbre ronco hablándome en voz baja siempre logra erizar mi piel, mi cuerpo reacciona, incluso cuando mi cabeza le ordena que se detenga—. Y... perdón, Dios, perdóname. El día de la fiesta mis padres me dijeron algo, ¿de acuerdo? Estaba furioso y me desquité contigo, ni siquiera puedo recordar la mitad de las cosas que te dije, sé que fue grave porque Mirian le contó a Nathan. Y después fue más de lo mismo, seguía rabioso, te ataqué un montón de veces y luego me di cuenta de que no era tu culpa, tampoco mía. Sé que no tengo justificación, que estás en todo tu derecho de...

—Espera —interrumpo. Dos arrugas se forman en su frente, asiente. Una idea cruza por mi mente, ¿qué ha dicho? «Luego me di cuenta de que no era tu culpa, tampoco mía», así que seguramente lo que le dijeron tenía que ver conmigo, ¿qué cosa podría hacerlo enojar tanto como para haberme humillado como lo hizo? ¿Qué más pueden pedirle sus padres si ya está conmigo?—. ¿Qué fue lo que dijeron tus padres?

Respiro hondo para calmarme, presiento que es malo, su reacción me lo confirma. Liam entreabre los labios, su agarre falla, aunque no lo suficiente como para soltarme.

—Nada importante, una tontería —responde con seriedad. Entrecierro los ojos, sabiendo bien que está mintiendo, que esconde algo.

—William, dime qué carajos te dijeron —digo apretando los dientes—. Sé sincero conmigo.

Exhala, hace una mueca de disgusto, la incomodidad es obvia, no quiere decírmelo, pero no voy a desistir, necesito entender. Y si él no me lo dice, se lo preguntaré a Rianna o a su padre. Termina hundiendo los hombros, resignado.

—Quieren hablar con tus papás para que hagamos la promesa de que nos casaremos al terminar la universidad. Consiguieron los anillos sin consultarme, sin siquiera preguntarme, ellos solo piensan en su maldito negocio y les da igual lo que sienta o lo que quiera.

Me quedo en shock, observando sus ojos, con la mente en otra dimensión, en un lugar paralelo. Calor se concentra en mi cabeza, sudor me empapa la nuca, de pronto olvido cómo se respira, el pecho me duele tanto que creo que explotaré. Abro la boca, pero no puedo jalar aire, escucho la voz de Liam en la lejanía, diciendo cosas que no comprendo.

Él me pide que respire, que mire sus ojos y me aferre a sus brazos. Me ruega con angustia que me tranquilice, y me promete que nada malo está sucediendo. Intento respirar, juro que lo hago, se siente como si fuego fundiera mis entrañas hasta volverlas carbón, es como estar enterrada en el mar.

Miro sus pupilas, parpadeando repetidas veces, sus manos acunan mi cara, sus dedos peinan mi cabello, el eco de su voz se vuelve nítido. Respiro. Y luego vuelvo a respirar. Recupero el aliento.

—Cristo, hace años que no te pasaba —dice.

No le respondo, me concentro en volver, en tranquilizarme. No puedo creer que los padres de William hayan hecho eso, no... Si tanto quieren unir las familias, que se casen con mis padres, pero que me dejen a mí en paz.

Ahora entiendo todo, si para Liam es una pesadilla ser mi novio, no puedo imaginar lo que sintió cuando le dijeron eso, cuando le mostraron unos anillos que lo atarían a una persona que es todo lo opuesto a lo que quiere.

—Suéltame ahora —susurro con la voz temblorosa, no soporto su contacto.

Esto también es doloroso para mí, ya no soy la misma, ya no sueño con castillos de arena ni con Liam entrando por la ventana de mi balcón para despertarme con un beso; hace mucho que dejé de creer en los cuentos de hadas, se esfumaron la primera vez que lo vi besando a otra chica, la primera vez que a causa del alcohol se refugió en los brazos de alguien más. Mi castillo se derrumbó el día que lloré por primera vez en mi almohada, ahora entiendo que debí de haberlo dejado desde ese momento.

Él me deja ir, doy un paso hacia atrás.

Tal vez también entienda ahora lo que siente al besarme por obligación, al estar a mi lado por una orden. No puedo culparlo por haber reaccionado como lo hizo, era obvio que quería que me esfumara de la tierra, después de todo, si no existiera él podría ser feliz con cualquiera.

Tacones traquetean por el pasillo, suelto una risa carente de humor justo cuando mi madre se detiene en la entrada de mi habitación, estática contempla la escena, la confusión en su rostro me revuelve el estómago.

—Tú lo sabías, ¿verdad? —cuestiono—. Lo de los anillos.

Por favor que diga que no, por favor, es lo único que pido.

—Liam, ¿por qué le dijiste? Tus padres dijeron que esperaríamos para darle la sorpresa.

Tiemblo de la rabia al escucharla, mis manos vibran, mis yemas hormiguean, todo mi cuerpo se prende en llamas. Claro que lo sabía, ¿cómo pude tener una mínima esperanza de que diría que no?

—¡¡Por supuesto que lo sabías!! —grito, la señalo con mi dedo índice. Una cosa es que quiera obligarme a tener una dieta estricta, un guardarropa específico, y otra muy diferente lo que ha consentido sabiendo que William me ha lastimado.

—Hannah, por favor cálmate. —Escucho a Liam, pero continúo.

—¡¡Quieres que tenga un matrimonio igual de horrible que el tuyo!! ¡¡Estoy harta de esta mierda!! De ustedes, de mí. —Se me quiebra la voz en la última parte.

Me precipito hacia la salida, esquivándola, y bajo las escaleras tan rápido como puedo, sin importar si tropiezo o resbalo, escuchando los gritos de Liam pidiendo que me detenga, que hablemos.

Tengo que salir de aquí, tengo que escapar antes de que me absorban de nuevo, tengo que irme si no quiero desaparecer.


* * *

MI POBRE HANNAH ME DUELE. 

Felicidades a Abrii Devechi que cumplió años ayer y a Daniela Antonia Candelario que cumple hoy. FELICIDADES :3

Esta semana hicieron muchas imágenes y fue una tortura elegir porque todas son geniales y los memes me hicieron reír T-T esta semana subiré todas las fotitos de capítulos pasados a la página para que las vean. Si quieren participar únanse al grupo de lectores en facebook (Lectores de Zelá Brambillé, link en mi perfil)

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