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Capítulo 12

Canción: Closer (Against the Current ft. Alex Goot)

* * *

Paso toda la tarde recluida en mi habitación, me pongo los audífonos y me siento en el suelo con el dibujo que Kealsey hizo para mí. Le quedó genial, a pesar de que aseguró que no sabe dibujar. Es la silueta de cuerpo completo de una chica con el cabello recogido en una cebolla alta, hay cabellos que no se dejan controlar por el moño.

Miro mi lápiz, el dibujo, vuelvo a suspirar. ¿Qué cosa me gusta?

Mi vista cae en mi colección de revistas Vogue, las tengo desde los trece. Me pongo de pie y tomo una, paseo por las hojas viendo las modelos, los bolsos, las pasarelas. Luego estudio mi armario abierto, ¿qué me gustaría? Deshacerme de toda esa ropa que no elegí yo y vestirme a mi manera. Claro que no puedo hacerlo porque no puedo andar desnuda por las calles.

Entonces se me ocurre algo que me hace sonreír, voy por unas tijeras y pegamento, regreso a mi asiento en el piso. No me detengo a pensar en la revista, sé que al final me voy a arrepentir, ha sido mi bebé por mucho tiempo. Si no puedo dibujar, tal vez pueda hacer otra cosa. Cierro los ojos e imagino cómo me gustaría vestir, acto seguido, recorto pedazos de papel que me parecen interesantes. No ropa usada por modelos, no, formo yo misma la ropa con los recortes. Parte por parte, aunque sean diminutas.

No me duermo hastaque la última pieza queda en su lugar     



El profesor Carmichael observa detenidamente mi tarea, incluso le da vueltas, después me estudia. Yo no sé qué hacer, así que permanezco impasible, espero que no me ponga una nota muy baja, esta clase va a arruinar mi promedio.

—No es lo que pedí, ¿cómo se te ocurrió hacer esto y qué significa? —Joder, ¿lo he molestado? Me aclaro la garganta, siento sed y nerviosismo. Jamás he tenido que darle explicaciones a un profesor.

—Y-yo, no sé dibujar... E-estaba en mi habitación con toda esta ropa que no me gusta, pero tengo que usar, no es mi estilo... C-creí que podía imaginar y... —Maldición, creo que estoy sudando—. Hice algo que me gustaría usar.

Sus ojos evaluativos regresan a mi pobre dibujo lleno de recortes, no es feo, sin embargo, Carmichael pidió otra cosa, no hacer un collage.

—Te daré la nota más alta si me prometes que algún día comprarás una máquina de coser, hilo, aguja y tela —dice, sorprendiéndome. Asiento, aturdida.

Pone mi calificación en una hoja y me entrega mi dibujo. Me voy a mi lugar sin dejar de contemplarlo. ¿Una máquina de coser? Es tan disparatado.



Durante el almuerzo, mientras todos hablan sobre el partido de esta tarde y como mi ensalada, me doy cuenta de un pequeñísimo detalle, acepté ir a la competencia de Oliver, no puedo estar en dos lugares a la vez. Iré a la competencia, de todas formas, William no notará mi ausencia.

Al levantar la vista encuentro a Kealsey Bowers sentada junto a sus amigas, me asombra que observe como una loca enamorada a Milton Strike, seguramente le agrada, creo que harían una linda pareja. Como si ella escuchara mis pensamientos, voltea la cara, nuestras miradas se encuentran. Le sonrío y la saludo sacudiendo la mano, ella hace lo mismo.

El resto del horario escolar transcurre sin novedad.

A la hora de la salida me apresuro, necesito largarme si no quiero toparme a alguien, algunas veces los jugadores del equipo comen en un restaurante cerca de la escuela, también las porristas, el entrenador y personas como yo a las que nos obligan a ir. Si me detienen será imposible deshacerme de ellos, prefiero escaparme antes de ser interceptada por William o por Mirian.

Tengo la intención de ir a una tienda de segunda mano y buscar algo para ponerme el día de hoy, no tengo ropa para ir a competencias de skate, no puedo ir con vestidos aniñados o blusas con colores románticos; necesito algo más rudo. Conozco una que queda cerca de mi colonia, siempre que paso por ahí me quedo mirando desde el exterior.

Demoro un poco más de veinte minutos en llegar, el local es pequeño y repleto de cosas geniales. Deambulo por todo el sitio hasta que una blusa de tirantes negra llama mi atención, lo lindo es la espalda, tiene tiras de tela que van de un lado a otro, parecida a la forma de un corsé. Después encuentro una falda negra opaca con líneas verticales brillosas. Creo que las dos prendas hacen una combinación mortal, y si me pongo unas medias y tacones, se vería mejor.

La dueña del negocio me cobra con amabilidad.

Mientras voy a casa pienso en que mi madre se pondrá histérica si me ve con la ropa que acabo de comprar, tengo que asegurarme de que no me vea con el atuendo. Es capaz de encerrarme bajo llave.

Afortunadamente no hay nadie en casa, solo una nota en la mesita de la entrada, Louise dice que hay comida en el microondas y que volverá en la noche. ¡Menos mal! Al parecer el universo está girando a mi favor el día de hoy.

Hay un filete de salmón aguardándome, mi móvil es infestado por decenas de llamadas mientras devoro el pescado. Todas de Liam, una de Mirian y otra de Nathan. Le mando un mensaje a la pelirroja asegurándole que todo está bien, esperando que eso logre calmarlos, no quiero que William se presente en la casa y arruine mis planes.

A las siete, arreglo mi cabello, mi maquillaje es ligero. Oliver llegará en hora y media, así que tengo que apurarme. Las constantes llamadas me están sacando de quicio, no puedo contestar porque me cuestionaría y yo empezaría a tartamudear. El juego está a punto de comenzar, solo tengo que aguantar un poco más y olvidarme de él.

Doms es puntual, el timbre suena, aprieto el botón para que pase el portón y se acerque a la entrada. Todavía me faltan las medias y calzar mis tacones. Una vez lista, salgo y cierro la puerta, él está parado frente a mí, sus ojos barren mi cuerpo, entretanto su lengua acaricia sus dientes frontales.

Una sonrisa malévola se dibuja en su cara, da un paso.

—Mmmh, mira que no voy a poder concentrarme contigo en esa faldita, voy a romperme los huesos. —Su dedo delinea el borde de mi minifalda, rozando suavemente el costado de mi muslo. No tardo en sonrojarme, lo que le sigue a eso—. Solecito, tal vez debamos quedarnos, podrías mostrarme tu habitación.

—Eres un atrevido, Doms —digo, abanicándome. Me agrada cuando me mira así, me tienta mucho la idea de hacer lo que sugiere.

—La próxima vez que vayas a usar algo así, avísame para comprar veinte cajetillas de cigarrillos. —Suelto una risotada y le doy un golpe juguetón en el antebrazo.

—Ya vámonos.



Los amigos de Oliver no me han dirigido la palabra desde que llegué, están a mi alrededor, dejándome en medio, es como si estuvieran alejándome del resto de las personas; al principio pensé que no les agradaba, pero creo que simplemente no son muy comunicativos. Tal vez los chicos en onda son así.

Uno de ellos tiene una coleta, es rubio y alto, está fumando un cigarrillo con olor a chocolate, huele delicioso. El que siempre está con Oliver trae puesta una gorra naranja fosforescente a pesar de que está anocheciendo, su ropa psicodélica me pone de los nervios, pero no voy a darle clases de moda, no se ve como un chico que quisiera escuchar sobre atuendos y colores, él también trae una patineta, sin embargo, él único que se acerca a la rampa gigante es Doms.

He visto documentales que hablan sobre el skateboarding, no es algo que haría. Hay muchos chicos arremolinados frente a los que supongo dirigen el evento, adolescentes y niños, incluso hay mujeres. Oliver trae puesta una camiseta que dice «Zona Skate por De la mano con el SIDA», en el camino me explicó que sus amigos y él pertenecen a un grupo, son como una banda de chicos con patinetas, competirán algunos y si ganan lo donarán a la fundación.

Los separan por categorías, no entiendo muy bien las reglas.

Pasa un buen rato hasta que llega su turno, él está en la cima, contengo el aliento cuando se avienta al vacío. Quiero cubrirme los ojos, el pánico sube por mi garganta, respiro hondo para tranquilizarme ya que no es un buen lugar para tener un ataque. Lo que me preocupa no es que se mueva de un lado a otro, son los saltos que hace. Lo hace genial, nunca había visto algo así, estoy asustada y fascinada por partes iguales.

—¡Mierda! ¡Se va a matar! —chillo, alarmada cuando su patineta no logra llegar al filo. Doy un paso con la respiración acelerada, no obstante, él hace una voltereta usando sus manos y es como si no hubiera pasado nada. Todos aplauden y chiflan, el chico de la gorra naranja me observa de reojo y se ríe.

—Es uno de sus trucos —dice, escogiéndose de hombros.

¿Así tan tranquilo me lo dice? ¡Creí que Doms se rompería la cabeza!

Tomo aire y regreso al lugar que estaba ocupando, finjo que no sigo preocupada cepillando mi cabello con los dedos.

Unos cuantos concursantes más pasan a hacer sus espectáculos, no creo que ninguno se le compare a Oliver, él casi me mata del susto. Los miembros de la categoría hacen una hilera, los jueces dan los premios

Minutos después se acerca, lleva colgada en el cuello la medalla de bronce. Se aproxima con la ceja alzada y me ofrece su mano libre, la cual tomo sin dudarlo, creo que estoy babeando un poco. Recibe las felicitaciones de sus amigos.

—¿Por qué trajiste a una princesita a un lugar como este? —cuestiona el de la gorra naranja. Lo enfoco con las cejas entornadas, el resto suelta risitas divertidas. No creo que quiera ofenderme, prácticamente estuve con ellos todo el rato y jamás me insultaron, supongo que solo quieren molestarlo.

—No empieces, Lenny. —Observo al tal Lenny, quien pone cara chistosa, por algún motivo me hace pensar en Nathan.

—¿No le da miedo estar entre tantos lobos? —aguijonea.

—No, los sé domesticar muy bien, ¿verdad Doms? —pregunto con sorna, haciendo que todos se carcajeen. Él me da un jalón y me pega a su costado, su mano me suelta para rodearme, su palma cubre el hueso de mi cadera.

Y creo que pasé la prueba, pues se presentan y platican acerca de lo reñido de la competencia, a Oliver solo le faltó medio punto para empatar con el del segundo lugar. La charla es interrumpida por el estruendo de un relámpago, inmediatamente comienza a llover, asustando a todos los asistentes que luchan por buscar un techo, un lugar para protegerse de la lluvia. Se despide de sus amigos con un «nos vemos», y me insta a seguirlo jalando mi brazo.

Me cubro lo más que puedo camino al coche, mierda, mi cabello se va a arruinar, se va a esponjar. La blusa se me pega a la espalda, solo espero no pescar un resfriado.

Oliver me abre la puerta tan pronto llegamos al vehículo, alivio me inunda una vez que estoy cómoda en el interior. Hago lo posible para arreglar mi apariencia, compruebo que el maquillaje de los ojos siga intacto.

Ingresa al auto y arroja la patineta al asiento trasero, está lleno de basura, ropa y mierda, es un caos.

—¿Quieres ir a cenar? —pregunta aclarándose la garganta. Le doy una mirada por el rabillo de mi ojo y aguanto la sonrisa. Estoy segura de que ir a cenar no es un acto de beneficencia—. Conozco un restaurante decente.

—Seguro —contesto. Tamborileo mis dedos sobre mis muslos con nerviosismo, enciende el motor.

Closer de The Chainsmokers suena, no creo que sea buena idea que estemos solos mientras la canción habla sobre asientos traseros, morder hombros, sábanas y hoteles. O quizá ya estoy enloqueciendo, su silencio no me ayuda para nada. La lluvia se precipita con más fuerza, las gotas caen y, aunque el limpiaparabrisas vuela de un lado a otro, no quita el agua. Las luces de los autos casi no se distinguen, varias veces lo escucho maldecir.

—Lluvia hija de perra. —Gruñe y golpea el volante con furia en un tope—. Voy a tener que detenerme en un lugar y esperar a que se calme, no quiero estamparme.

—¿Detenerte? ¿En dónde? —cuestiono, al tiempo que gira el volante y da vuelta.

—Creo que hay un parque por aquí —murmura, observando casi con la nariz pegada en el vidrio. La velocidad disminuye, se estaciona y apaga el coche—. Lo siento, de verdad quería llevarte a ese lugar y pasar el rato.

—Podemos pasar el rato aquí. —Me siento de lado, con la espalda apoyada en la puerta, con una pierna doblada y la otra colgando. Pellizco suavemente la piel de mi rodilla, ¿ahora qué?—. Cuéntame algo, lo que sea.

Oliver sonríe, se coloca en la misma posición que yo, veo que sus ojos barren mi cuerpo, su vista en ciertos lugares hace que se me erice la piel, que un cosquilleo retumbe en mi nuca, no debería ser legal poder mirar a las personas de ese modo. Su mirada vuelve a enfocarme, recarga la cabeza en el vidrio. Luce relajado, no hay gestos que hagan que su rostro se arrugue.

—Odio el atún —suelta chasqueando la lengua, me rio—, también odio cortar el césped, pero no puedo negarme si me lo pide mi madre. Detesto los caballos y sus enormes lenguas, los videojuegos y el ruido que hacen las motocicletas.

—¡También yo! ¡Las detesto! Me dan mucho miedo porque un primo una vez estuvo en el hospital por un accidente —digo, al fin alguien me entiende. Cuando Shawn era mi mejor amigo, intentaba que subiera a ese infierno con ruedas, yo no podía, simplemente las odio, pero él nunca lo comprendió—. ¿Y qué amas?

—Amar implica muchas cosas, amo a mi familia, nada más, a pesar de que está llena de irregularidades —dice—. Pero me gusta hacer skate, salir con mis amigos, la comida chatarra, y tus piernas en mi auto.

Me sonrojo y aparto la mirada, todo el tiempo tiene que lanzar ese tipo de comentarios que no sé responder y que me llenan de adrenalina. No tengo experiencia coqueteando con los chicos, nunca tuve que hacerlo porque no me interesaba, cuando estoy con Oliver eso se vuelve más notorio, estoy segura de que lo hace a propósito.

—¿Cuántos años tienes? —cuestiono. En ocasiones me hace pensar que es mayor de lo que aparenta, su comportamiento realista contribuye bastante, pero él va un año más abajo que yo en la escuela.

—Dieciocho, debería ir en tu generación, pero repetí un grado.

—¿Por qué?

—A veces preferiría salirme de la escuela y conseguir un trabajo para ayudarle a mamá con los gastos de la casa, cada vez que lo menciono ella se vuelve loca. —Hace una mueca.

Él siempre habla de su madre, una vez mencionó un hermano, pero nunca de su padre. Me da curiosidad, sin embargo, me muerdo la lengua, estamos teniendo una charla simple y no quiero arruinarla.

—¿No quieres ir a la universidad? Si no quieres decepcionarla deberías esforzarte más, Doms, yo creo que si te lo propones podrías lograr grandes cosas. —Se queda callado, solo observándome. Por lo general pienso antes de hablar o me guardo las opiniones, cuando estoy con él pierdo el control—. Lo siento, no quise entrometerme.

—No lo haces, tienes razón.

¿La tengo? ¡Vaya! Trago saliva e intento que no note que estoy emocionada. Oliver Doms no deja de sorprenderme.

—Creí que eras un vándalo, pero pintas paredes para apoyar a niños con SIDA, participas en competencias para darles dinero, disfrutas la vida; creo que serás más increíble si te demuestras a ti mismo que puedes hacer cualquier cosa. —Sus comisuras tiemblan.

Se mueve en su asiento hasta quedar en la posición normal, se inclina hacia adelante como si fuera a recoger algo del suelo, en cambio, jala la palanca que se encuentra debajo del asiento para deslizarlo hacia atrás, se escucha el tronido cuando este llega al límite, lo observo sin entender muy bien qué es lo que está haciendo. Se acomoda y palmea su regazo.

—Siéntate en mis muslos. —Mi mandíbula se desencaja, ¿qué carajos?—. Oh, vamos, no te pongas tímida conmigo ahora, solo siéntate, estás muy lejos, no te voy a hacer nada, Han.

—No vas a hacer nada, ¿verdad? —pregunto, insegura y asombrada.

—Nada que no quieras, solecito. —Guiña. Me pongo de rodillas, acomodo mi falda, meneando las caderas para bajarla. Oliver suspira, y yo quiero morirme de la vergüenza, me dan ganas de correr cada vez que lo tengo cerca porque las cosas que dice y hace no son correctas, pero al mismo tiempo quiero sentarme en sus muslos, ¿estoy demente? Él me toma las manos para ayudarme, entrecruzando nuestros dedos, estabilizándome para que no pierda el equilibrio mientras cruzo el asiento. Deslizo con cuidado mis piernas, una a cada costado suyo—. Ya ves que sí querías, te haces mucho del rogar.

—Cállate —refunfuño, al tiempo que me siento sobre él, en el filo de sus rodillas. Termino relajándome, el volante me sirve de respaldo.

—¿Qué prefieres: el día o la noche? —cuestiona. Está recargado en el asiento, estudiándome con seriedad, ¿en serio ha preguntado eso? ¿Vamos a charlar del clima y de nuestros colores favoritos? No me importa si es ridículo, no puedo concentrarme en otra cosa. La oscuridad proporcionada por el auto y la noche, el sonido de la lluvia golpeando el vidrio y el techo, los alrededores difusos debido al agua resbalando, solos con el sonido de nuestras respiraciones, platicando de todo y nada a la vez... Es mi momento favorito, no preferiría estar en otro lugar. Me acomodo un mechón de cabello.

—El día.

—Se nota —responde sonriendo con ironía, como si ya hubiera sabido la respuesta. Me ocasiona una risa suave.

—Dijo el caballero de la noche. —Muerdo mi labio con coquetería, Oliver se mueve debajo de mí, peina su cabello con sus dedos haciéndolo hacia atrás. Permanezco inmóvil por un segundo, ese acto ha sido muy varonil, mis labios se secan porque empiezo a respirar por la boca—. ¿Qué prefieres: libro o película?

—Película, por si no te has dado cuenta no soy muy amante de los libros. —Su expresión está repleta de parsimonia, una sombra de sonrisa abarca el largo de su rostro. Me gusta hablar con Oliver, me agrada esto, así como empiezo a acostumbrarme a su desfachatez y al timbre de su voz—. ¿Qué prefieres: playa o bosque?

—Playa, me gusta detenerme en la orilla del mar, cerrar los ojos y sentir cómo el agua me moja los pies. —Sonrío para mí al recordar dicha sensación—. ¿Qué preferirías: ser Romeo o ser Julieta?

—Ninguno, los dos son muy estúpidos. —Inhalo aire, me hago hacia adelante y le doy un golpecito en el hombro.

—No son estúpidos, son románticos. —Me cruzo de brazos.

—No, suicidarse por una persona no es romántico, es enfermizo, la sociedad quiere pintarlo como un acto de amor, pero yo cre...

—¡No! ¡Te prohíbo que insultes a una de mis novelas favoritas! Lo que pasa es que eres un amargado que asegura que el amor no existe, no entiendes el arte, y por eso... ¡Joder! —Grito cuando su pierna se eleva con fuerza y me impulsa hacia adelante como si fuera un proyectil. Salgo volando y me estampo en su pecho, mis manos quedan atrapadas entre los dos, sus brazos me aferran como si fueran cadenas y me mantienen quieta, no podría escapar, aunque quisiera. Mierda, mierda, mierda, y siento que mi falda se ha deslizado hacia arriba. Quiero cerrar los párpados y disfrutar del contacto. ¡Hannah! ¡Por Dios! ¡Contrólate!

—Bien, preferiría ser Romeo, sufrió menos que Julieta, yo no soportaría saber que el amor de mi vida se quitó la vida por mi culpa —susurra. La punta de su nariz choca con la mía, solo tengo que inclinarme para besarlo, solo unos milímetros nos separan, ¿por qué no me besa?—. ¿Fui romántico?

—Supongo —digo en voz baja.

—¿Qué prefieres: ser un vampiro o un hechicero?

—Una hechicera, los vampiros están muertos. —Me da un escalofrío—. ¿Qué preferirías: ser el villano o el bueno de la historia?

—El villano que se roba a la princesa para que el príncipe no pueda encontrarla. —Me siento desfallecer cuando sus labios rozan los míos, sus dientes toman el inferior y juguetean con el estrujándolo y dándole jaloncitos—. Si yo fuera él no te dejaría sola ni un minuto, nunca sabemos si hay villanos a nuestro alrededor. Y si yo fuera tú, correría lejos del ladrón.

Pero no quiero huir, no hoy.

—Solecito —susurra—, sí es una cita.

—Ya lo sabía.

Dejo que me bese, que me apriete contra sí, que me ancle en sus muslos. Nuestras caderas están muy juntas, y la falda se ha subido un poco más. Sentir su lengua lamiendo mi labio me hace mandar al carajo todos mis pensamientos, rodeo con mis brazos su cuello. Resbala sus manos por mi columna, se posan en mis piernas desnudas, aprieta mi piel erizada por su toque, luego comienza a subir tentando mis poros con sus yemas. Quiero reír, ¿a dónde cree que va?

—Alto ahí, jovencito, estás yendo demasiado rápido, es la primera cita —digo, echándome hacia atrás con diversión. Oliver no deja de rodearme y de jalarme hacia él, a pesar de que con mis palmas en sus hombros lo empujo con suavidad. Tarda en parar de besarme, alarga la separación haciéndose hacia adelante hasta que le resulta imposible.

—¿Tú crees? No pensaste eso el día que me robaste un beso, ¿o sí?

—Déjalo ya, ese día te gustó que te besara. —No dice nada, se relame la boca nada más. Deposito un beso tronado en su mejilla—. Llévame a casa.



Oliver me deja a una cuadra de mi casa, sonriendo como el gato de Cheshire, camino hacia mi casa, no puedo evitar sentir que voy caminando sobre nubes. Me encuentro tan perdida en mis pensamientos que no me doy cuenta de la persona que me espera en la cochera con los brazos cruzados, además, el auto de mamá está en su lugar. ¡Lo que me faltaba!

—¿Dónde estabas? —pregunta apenas me acerco—. Te estuve llamando toda la maldita tarde y me mandaba a buzón, no te apareciste en el partido ni en la fiesta, estaba preocupado, Hannah, desapareces como si nada, creí que te había pasado algo.

—Estoy bien, no tienes por qué preocuparte. —Lo esquivo para subir las escalerillas, saco rápidamente mi juego de llaves.

—¿Qué demonios? ¿Sigues enojada? Pensé que estábamos bien después de la plática que tuvimos el otro día. —No puedo saber lo que está pensando ya que no quiero ver su cara.

—¿Realmente estamos bien? —Se me sale la pregunta, el efecto Doms sigue en mi sistema. Abro la puerta.

—¿Qué significa eso?

Traspaso el umbral y me doy la vuelta girando sobre mis pies, evito el contacto visual por temor a caer de nuevo en sus redes, veo hacia todas partes menos a él.

—Nada, Liam, no tengo ganas de discutir, ¿podemos hablar el lunes? —No espero su respuesta, cierro la puerta en sus narices. ¿Ahora va a actuar como una niñera?

De verdad que no lo entiendo, un día le importo y al otro no me quiere ver ni en pintura. Me dice una y otra vez que no me quiere, que me aleje, que necesita su espacio, vivir su vida, conocer a otras chicas y acostarse con ellas porque soy aburrida... Y luego viene y me hace una escena afuera de mi casa porque hice justo lo que me pidió que hiciera: dejarlo en paz.

Un estrépito me trae de vuelta a la realidad, el sonido me pone alerta. Me muevo por todo el sitio, encuentro a mi madre arrodillada en el suelo, intentando recoger pedazos de cristal regados por toda la alfombra de la sala, la cual ahora está manchada de color tinto. Su cara es un mar de lágrimas, el maquillaje de sus ojos está en todas partes menos en su lugar, mi madre no puede tomar una copa de vino sin ponerse borracha, luce como si hubiera estado tomando, y eso no me gusta nada.

Me apresuro a alcanzarla, preocupada, no quiero que se hiera, ya está muy lastimada como para cortar su exterior también.

—Deja eso ahí —le pido con timbre suave—. Yo me encargaré.

No dice nada cuando agarro su brazo y la ayudo a levantarse, tampoco cuando subimos las escaleras ni cuando la obligo a acostarse en su cama y le quito los zapatos de aguja alta. Se limita a mirar la nada con los ojos vidriosos, idos, tristes. Yo amo a mi padre, pero no soporto que la lastime así.

—Mamá, no puedes vivir siendo infeliz, ¿no crees que sería mejor que se divorcien?

—No puedo vivir sin tu padre, Hanny, ustedes son todo lo que tengo.

Acaricio su cabello con paciencia, largo y rubio como el mío, suave y ondulado. No me muevo de ahí hasta que se queda dormida, hasta que los rastros de dolor son arrastrados por el sueño.


* * *

Esta semana voy a subir dos capítulos de QI gracias a la cadena de oración que hicieron en el grupo de facebook jajaja, así que esperen el siguiente.

La escena #Ohanna en el coche es mi favorita de toda la historia, espero que les haya gustado el capítulo. Les mando un abrazo. 

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