Capítulo 11
* * *
Más tarde, estoy teniendo un momento de relajación en mi habitación con el pijama puesto, hago que suene mi disco favorito de Shawn Mendes y tarareo Stitches mientras me pinto las uñas de los pies de color negro, el separador de dedos facilita mi tarea.
Tocan la puerta dos veces, la abren sin esperar que autorice la entrada, Liam cruza el umbral y viene directo hacia mí.
—¿Quién te dejó subir? —indago.
—Tu madre.
Todo el día he intentado hablar con ella, pero está evitándome, por lo que no he podido reclamarle por haberle dicho al director Boice que concursaría en las Olimpiadas. No me gusta crear problemas entre nosotras, mucho menos cuando nuestra relación no está en su mejor momento, pero no voy a permitir que siga ignorando lo que digo.
William se deja caer en el borde de la cama en total silencio, su cabello está mojado, seguramente acaba de salir del entrenamiento. Serio, observa cómo lleno de color mis uñas. Espero que diga algo, cualquier cosa, los minutos siguen pasando y no lo hace, se queda en la misma posición. De pronto, me arrebata el pequeño bote de esmalte y coge mi pie, lo pone sobre su muslo y continúa con el trabajo. Frunzo el ceño.
—¿Estás bien? —cuestiono, definitivamente está sucediendo algo.
—No, no lo sé. —Lo noto distante, lejano, quizá hasta triste. Y también me parece extraño que haya aparecido de la nada, por lo general viene cuando sus padres vienen a cenar u algo por el estilo, aunque en el pasado casi éramos inseparables—. ¿Harás algo para tu cumpleaños?
—Mirian y Brenda quieren hacer una fiesta, no estoy segura de querer ir, tal vez me quede aquí y vea The Walking Dead con un montón de papas fritas y ositos de goma.
—Ositos remojados en Vodka. —Suelto una risita, el recuerdo aparece frente a mí como si hubiera sido ayer. Cuando teníamos dieciséis años nuestros padres nos obligaron a asistir a una cena de negocios muy importante y extremadamente aburrida. William llevaba ositos de goma en uno de los bolsillos de su traje, conseguimos una copa de Vodka sin que los cocineros se dieran cuenta y llenamos el techo de uno de los baños con gomitas. Fue muy divertido.
—Esa es una buena idea —murmuro.
—Hace mucho que no platicamos, ¿cómo van las cosas con tus padres? —¿Hace mucho que no platicamos? Hace años que no se sienta a conversar conmigo, él siempre tiene algo que hacer. Creo que la última vez fue antes de que le entregara mi virginidad. Lo que sabe de mí y mi familia es porque Rianna se lo cuenta, no porque venga a charlar como ahora.
—Igual que siempre, peleas y más peleas, ya lo has visto, no entiendo por qué no se divorcian —digo. Me callo, ¿cómo puedo preguntarme eso si yo estoy saliendo con un chico que no me quiere? ¿Por qué no dejo a Liam? Esa sería la pregunta que debería hacerme—. ¿Y en casa de tus padres?
—Tengo miedo de decepcionarlos, Hanny, quieren que gane una beca en una de las universidades más importantes de la ciudad, así que no puedo fallar —dice, deteniendo las pinceladas y enfocándome—. Los entrenamientos cada vez son más pesados, el entrenador no deja de exigirnos. Los exámenes se acercan, siento que me estoy ahogando.
Su atención vuelve a mis uñas.
—Te entiendo, cada día que pasa nos acercamos más al comienzo de una nueva etapa donde se supone que seremos adultos y deberíamos ser responsables —digo. Liam cierra el bote de esmalte y le da un apretón a mi pie, me asomo para poder verlas y chiflo—. Eres todo un Picasso, muchas gracias.
—¿Ya decidiste a qué universidad vas a ir? —pregunta. Alejo mis pies y abrazo mis rodillas—. Creí que querías ir a la misma que yo, pero el otro día en la cena dijiste que no sabías.
—Mi madre quiere que entre a esa, pero no me gusta, ni siquiera sé qué quiero estudiar, tal vez me tome un año sabático para pensarlo. —No se lo he dicho a nadie, he estado pensando en que quizá pueda esperar, no precipitarme eligiendo algo que al final terminaré odiando. Después de todo, se trata de mi vida y mi futuro, ¿no?
Los párpados de Liam se abren con sorpresa.
—¡Vaya! Eso suena como algo que Hannah Carson no diría. —Me encojo de hombros—. Tu padre me dijo acerca del viaje para tu cumpleaños, tal vez si vamos podríamos ... No sé, platicar, alejarnos del estrés, pasar un tiempo juntos, solos tú y yo.
Miro una pelusa en mi edredón, inmediatamente la arranco, mis dedos juegan con ella.
Eso me gano por no decirle a mi padre que William y yo estamos a un paso de terminar, solo tengo que atreverme a hacerlo, a no tenerle miedo a lo que pueda suceder si lo hago porque él jamás lo hará, me lo dijo una vez. Es tan triste que se ofrezca a ir a un viaje conmigo solo para que no lo regañen, tan triste que actúe como si de verdad quisiera, ya no puedo distinguir cuándo miente y cuándo no lo hace, cuándo finge, cuándo actúa. Ya estoy tan acostumbrada que ni siquiera me asombra.
Tomo un respiro, me quito los separadores y me pongo de pie, me acerco al tocador, abro el cajón y guardo mis utensilios.
—Le dije que un viaje era demasiado y que prefería quedarme aquí.
—Le dijiste que no porque estaría ocupado, y ni siquiera me lo preguntaste. —Le doy la espalda, ¿por qué está haciendo esto? ¿Por qué está aquí?—. No salí con Iveth ningún día, Hannah.
Me doy la vuelta para enfrentarlo, me abrazo a mí misma, sintiéndome pequeña frente a él.
—Es tu vida, Liam, no tienes por qué darme explicaciones —suelto.
—Lo sé, pero quería que lo supieras.
—Sí, bueno... no te preocupes. —No le digo que debería dejar de mentir, que no hace falta que me esconda la verdad, es demasiado obvio que han sucedido cosas de las que no tengo conocimiento, si no les importa coquetear y besarse cuando estoy frente a ellos, ¿qué no harán cuando nadie los ve? No soy una estúpida, tal vez una cobarde, pero consciente de lo que no siente por mí.
—Mirian me dijo que has pasado mucho tiempo en la biblioteca, ¿tienes algún trabajo? ¿Quieres que te ayude con algo? No soy tan listo como tú, pero quizá pueda ayudar. —Me atraganto al escucharlo, el recuerdo de Oliver se cruza en mis pensamientos, su aliento, sus manos en mi espalda, sus dientes mordiendo mi labio, sus ojos recorriendo mi cuerpo. Me provoca una descarga, acto seguido me regaño porque no es un buen momento para recordar esas cosas—. ¿Hanny?
—Eh, no, no te preocupes, solo he hecho algunas tareas, no es para tanto, ya sabes que a Mirian le gusta exagerar —le quito importancia al asunto. No sé por qué Mirian está metiendo sus narices donde no debe.
—También me dijo que te ha visto con Nathan en varias ocasiones, ¿está todo bien? —Veo que se pone de pie, dando pasos cortos y lentos se aproxima a mí, sus manos toman mis hombros—. ¿Te ha estado molestando? ¿Quieres que le diga que pare?
—No, Nathan no me molesta. —No me agrada cómo entrecierra los ojos, ¿Mirian nos vio en el gimnasio? ¿Eso le dijo?—. En serio, es tu mejor amigo, ¿por qué me molestaría?
—Tienes razón. —Suspira. El silencio que sigue me pone de los nervios, mucho más porque no deja de observarme, sus comisuras tiemblan—. Mi punto débil siempre será verte en pijamas, ese pequeño short es uno de mis favoritos.
Me obligo a mantener la calma, William está haciendo lo que hace cada vez que se siente solo o inseguro, viene corriendo a casa para que lo consuele. Debo mantenerme fuerte, sin embargo, siento que mi fortaleza se agrieta cuando deposita un beso en mi mejilla, muy cerca de la comisura. Se queda ahí, con sus labios sobre mi piel, mirando mis ojos como si me estuviera pidiendo permiso para hacer el siguiente movimiento.
Las mariposas empiezan a revolotear, el cosquilleo característico que me recorre cuando me toca me hace temblar. Un recuerdo surge en ese instante, todo lo que dijo el día de la fiesta se me ha quedado grabado, cada palabra puedo revivirla, sentirla apuñalándome el corazón, acabando con las mariposas que hay en mi interior.
Tomo un respiro profundo y me echo hacia atrás con una sonrisa tensa, no investigo su reacción, me encamino de regreso al colchón.
—Deberías regresar a casa, a Rianna no le gusta que llegues tarde después de los entrenamientos —digo.
Se queda estancado donde lo dejé por un par de segundos, se gira y asiente con una sonrisa, con un gesto que me hubiera parecido adorable si no me sintiera tan dolida.
—De acuerdo, hablamos mañana.
Puedo respirar tranquila hasta que me quedo en soledad, no entiendo qué acaba de pasar, así que no le doy vueltas al asunto, me voy directo a la cama y entierro mi cara en la almohada.
El jueves me refugio en la biblioteca durante mis horas libres, los pasillos de la escuela están abarrotados de estudiantes, jugadores y porristas animando al equipo de fútbol. Mañana habrá otro partido, la temporada va a terminar pronto, todos están eufóricos, hondean banderas, llevan el rostro pintado y gritan como dementes.
Me siento en una banca cerca de una ventana, es mi rincón favorito. Saco mis útiles y mi cuaderno de Artes, el cual está lleno de cosas espantosas que asustarían a cualquiera. El profesor Carmichael nos encargó de tarea hacer un dibujo creativo donde el tema central sea algo que nos guste y que utilicemos vectores o ilustraciones. Me quedo mirando la hoja en blanco, tal vez si la miro lo suficiente empiece a crear la tarea sola.
Una risa hace que levante la cabeza, a unas cuantas mesas se encuentra Natalie Drop, está sentada con su amiga y con Shawn. Ella se carcajea tan fuerte que temo que la bibliotecaria vaya a sacarla, pero solo le pide que guarde silencio.
Se me sale una sonrisa cuando continúa riendo, se pone las palmas en la boca, intentando callar su diversión, me gustaría saber qué le parece tan gracioso. A veces creo que, si tuviera a personas como ella a mi alrededor, no todo sería tan difícil, pues realmente serían mis amigos, de verdad les importaría.
En ocasiones me gustaría ser como ella, tal vez la mayor parte del tiempo, rodeada de amigos que la quieren, de un chico que la ama y de una familia que la cuida, he visto a sus padres, a sus hermanos. Natalie Drop siempre tiene una sonrisa en la cara, una real, y además tiene un corazón enorme. Es decir, me perdonó después de haberla lastimado, aunque nunca fue mi intención herirla, muchas veces intenté que fuéramos amigas, le hablaba en la clase de Artes, pero nunca funcionó. Cuando Shawn me dijo que ella se sentía intimidada por mí, comprendí las razones por las que mis intentos habían fallado, y me tragué las ganas de decirle que no había nada intimidante en mí, no hay nada tan vivo como lo que ella puede ofrecer. ¿Quién se fijaría en mí estando ella en el mapa?
Alejo la mirada y vuelvo a la hoja en blanco, podría comparar a Natalie con un cuadro lleno de colores, de texturas, de dibujos; yo soy la hoja impoluta.
Shawn solía ser mi único amigo, él me escuchaba, me veía llorar, me animaba a levantarme, siempre me quiso, intenté quererlo, quise enamorarme de él con tanta fuerza que terminé arruinando nuestra amistad. Y lo extraño, sobre todo ahora que me siento diferente, se hubiera sentido orgulloso; pero no pienso lastimarlos más, no después de que casi separo a dos personas que se aman.
Ellos son buenos, no como yo que lastimo a todos los que me rodean, a mí misma.
A pesar de todo, estoy feliz de que estén juntos, las cosas entre Shawn y yo jamás habrían funcionado. Estoy demasiado rota como para amar a alguien.
Lanzo un suspiro, no podré hacer la tarea, si fueran cálculos o fórmulas sería más fácil.
—¿Está todo bien, Han? —Busco a la dueña de esa voz y me encuentro con la sonrisa amistosa de Kealsey Bower, la chica que toca la guitarra en los concursos de música y tiene una voz muy bonita. Compartimos algunas clases juntas, empecé a hablarle desde que le pedí que cantara en el auditorio en el festival de San Valentín.
—La verdad no, tengo que hacer el trabajo de Artes y soy un asco. —Se ríe entre dientes, y se asoma para ver el contenido de mi hoja.
—¿Qué tienes en mente? Yo hice el vector de una guitarra y lo decoré con flores y estrellas porque me gustan.
—No sé, ninguna idea me parece suficiente —digo.
—«La mujer nunca podrá encontrar un objeto que realmente colme sus expectativas...» —recita en un susurro. Es una frase de mi libro favorito.
—«...por la sencilla razón de que no existe» —termino por ella—. Anna Karenina.
—¡Sí! ¡Lo supiste! Es una mierda que nunca conozcan ese libro. —Lanza un bufido y deja caer su mochila en el suelo, arrastra una silla hacia atrás y me arrebata la hoja—. Voy a ayudarte con la única condición de que me dejes tocar una canción en la fiesta de graduación.
Kealsey me ayuda a dibujar, le pido que trace el vector de una mujer, ya después veré qué hago con eso.
Más tarde me topo con Nathan, está parado en una esquina, escaneando el océano de estudiantes, sus ojos me encuentran, acto seguido se aproxima. Genial, espero que no traiga malas noticias.
—Hola, Hanny —dice al detenerse a unos pasos de distancia. Le doy una sonrisa.
—Hola.
—¿Tienes un minuto? —Afirmo con un sonido nasal—. Quiero pedirte que no le digas a William lo que pasó el otro día en el gimnasio, ayer se me acercó furibundo, Mirian le contó que nos vio platicando muy cerca y muy amistosos, y él estaba un poco molesto... Poco es nada, estaba muy enojado, por un momento creí que me golpearía.
Mi ceño se tensa, eso es extraño.
—Sí, ayer fue a mi casa y me preguntó si me estabas molestando. —Nathan gira los ojos—. Pero no te preocupes, le dije que no pasaba nada, que eres su mejor amigo, y no mencioné lo del gimnasio.
—Gracias, no sé qué me pasó, es que te veías muy linda y de pronto dejaste de ser la chica de mi mejor amigo. Por Dios, eres una de mis mejores amigas, no sé qué carajos se me cruzó por la cabeza. —Luce realmente confundido, se me escapa una risita al ver su rostro preocupado.
—No le diré nada, gracias por aclararlo porque estaba preocupada.
Su sonrisa vuelve.
Juntos nos dirigimos a la cafetería, vamos por nuestra comida y luego buscamos la mesa. Mirian, Brenda y Liam ya están sentados. Ninguno dice nada cuando Nathaniel y yo llegamos, siguen conversando. Noto cierta tensión, los puños de William están blancos, por debajo de mis pestañas distingo la mirada potente que le da a Nathan.
Voy hacia la salida, perdida en mi teléfono móvil cuando una mano me agarra el codo y me jala. Suelto un gritito de asombro, su mano cubre mi boca. Oliver me arrincona contra una pared que queda escondida del resto del alumnado, ¿cómo encuentra estos lugares secretos? Está sonriendo.
—Mañana tengo una competencia de skate, ¿irías conmigo? Yo paso por ti.
Apoya una de sus manos en el costado de mi cabeza, pego la espalda a la pared para buscar soporte. Huele a perfume de chico mezclado con nicotina. Tiene puesto un gorro de lana, mis dedos pican por quitárselo y peinar su cabello. Tengo que hacer un esfuerzo y no rodear su cuello con los brazos ni ponerme de puntitas para besar sus labios.
—¿Es una cita? —cuestiono, mordiendo mi labio para no sonreír.
—No será una cita. —Oh, eso se sintió como un balde de agua fría—. Lo que recaudemos será donado a la fundación con la que colaboro, creí que te gustaría ir.
Se me queda mirando, analizando mis facciones, me siento avergonzada por haber pensado que tendríamos una cita, solo a mí me pasan estas cosas, pero termino aceptando por alguna razón descabellada.
Se despide de mí con un guiño, me quedo sola mirando una pared blanca y un trapeador. Me asomo por mera curiosidad, Liam está en la entrada de la escuela, tamborileando el pie en el suelo. Me está esperando.
Vuelvo a esconderme, miro la pantalla de mi celular y busco su nombre, me debato mentalmente entre hacerlo o no, abro la conversación y tecleo.
«Me fui con una amiga, XO.»
Observo que saca su celular del bolsillo de su pantalón, lo mira por un segundo y vuelve a guardarlo. No salgo de mi escondite hasta que se marcha.
***
El pobre Liam no tiene idea, anda perdido jaja :'D ¿Creen que sea una cita? ¿Y qué pasará en el próximo? Les cuento que el capítulo que sigue es mi favorito de favoritos.
ABAJITO LES DEJO LA IMAGEN DE LA ACTIVIDAD, gracias por seguir haciendo fotitos, mientras ustedes sigan enviando cositas hermosas, la actividad continuará. En la página de facebook "Miradas azucaradas / Saga Amores agridulces" están todas las fotos que han hecho :D
♥ ELÁ
GIF divino hecho por Karen Vargas
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