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Capítulo 10

* * *

Oliver y yo salimos de la escuela y nos sentamos en una jardinera, hay gente alrededor que me observa, tal vez preguntándose qué hago con él, y me sorprende que ya no me importe lo que piensen respecto a nuestra extraña amistad... Lo que sea.

Me ha dado tantas lecciones, me ha abierto los ojos, nunca una persona hizo algo así por mí, de no ser por él yo seguiría llorando por todos los rincones, quizá sigo llorando, pero al menos ya sé que mis decisiones no han sido buenas.

—¿Me quieres contar acerca de ese tal nadie?

Me relajo en mi asiento y tomo aire, observo mis dedos temblorosos.

—Ese tal nadie es el hijo del socio de papá y de la mejor amiga de mi madre, lo conozco desde siempre, era mi mejor amigo. —Sonrío con tristeza—. Nunca me han gustado las cenas de negocios y todas esas cosas aburridas, así que estar con él y salir a jugar era divertido, como tener un cómplice de crímenes. Luego crecimos y sucedió, me empezó a gustar, me percaté de ello cuando él tuvo su primera cita con otra chica, se me ocurrió la estúpida idea de contarle a mi madre porque era mi amiga. Los padres de Liam lo obligaron a salir conmigo para conservar el bienestar del negocio. Lo intentamos al principio, pero después todo se fue al demonio.

—¿Lo sigues amando a pesar de todas las cosas que te ha hecho? Porque me he dado cuenta de muchas, Hannah.

Evito mirarlo por la vergüenza, sí, estoy avergonzada por permitir, por callar, por agachar la cabeza. Oliver se estira y captura mi barbilla con su pulgar e índice, me obliga a encararlo.

—Eso mismo me pregunto yo todo el tiempo, no lo sé, no sé si lo sigo queriendo o es solo una costumbre, rutina.

—Está mal acostumbrarse a que te lastimen, solecito, nadie tiene el derecho de dañarte, ni siquiera si amas a esa persona. El amor no duele, la obsesión sí.

Nos quedamos callados por un instante, sus ojos me observan, yo lo observo, sintiendo sus dedos quemando mi piel. Son verdes y claros, como si estuviera en un estanque, hay calma y tranquilidad. Me encantan, eso me asusta, sin embargo, es esa clase de miedo que te vuelve adicta por la adrenalina que te hace sentir, como ver una película de misterio, podría ver sus ojos todo el tiempo.

—Creo que tú y yo a partir de ahora somos amigos y confidentes —digo. Le doy un empujón juguetón con mi hombro, Oliver sonríe de lado.

—No le digas a nadie o se burlarán de mí. —Le propino un codazo en el torso—. Auch, era una broma.



El día siguiente, a eso de las doce, me encuentro al director en medio del pasillo. Le sonrío, voy a seguir mi camino, pero su voz me detiene.

—Señorita Carson, me alegra muchísimo saber que al fin se decidió y aceptó ir. —Me le quedo mirando con confusión. Es un tipo alto y con escaso cabello, el poco que tiene es de color blanco grisáceo.

—¿Disculpe?

—Su madre me llamó esta mañana para notificarme que ha aceptado ir a las Olimpiadas Académicas por tercer año consecutivo, es un honor que represente a la institución.

El estómago se me revuelve, ¿es que mi madre nunca va a aceptar un no por respuesta? ¿Siempre tendré que hacer lo que ella desea? Aprieto los dientes, los puños y hago un esfuerzo inmenso por no ponerme a maldecir frente al director.

—Lo lamento, director Boice, me siento halagada, pero no acepté ir a las Olimpiadas este año, es por eso que no he ido a comunicarle una respuesta positiva a su oficina. No sé por qué mi madre le ha dicho eso si le dije hace unos días mi decisión, le pido una disculpa en su nombre y el mío —digo, queriendo ser cortés, sin embargo, por dentro soy un volcán a punto de estallar.

—¡Vaya! Es una pena, señorita Carson, nos hubiera gustado que nos acompañara, pero seguro que el ingreso a la universidad y la graduación son suficientes preocupaciones por ahora. —Él me sonríe con calidez, asiento—. Me saluda a su madre.

Espero que se aleje para bufar, me tallo el rostro con las palmas, y hago lo único que antes lograba calarme. Camino hacia el gimnasio esquivando a las personas, ni siquiera me fijo en dónde piso, solo sé que tengo que ir ahí y hacer cualquier cosa para no ir corriendo a casa a gritarle a Louise. ¿Piensa que por que mi padre está fuera de la ciudad puede hacer lo que se le antoje conmigo? Pues está equivocada.

Cada vez que piso una cancha, es imposible no recordar las veces que jugué con papá, él me arrojaba la pelota y me animaba a encestar mientras mi madre nos animaba sacudiendo los brazos. ¿Dónde quedó esa familia? ¿Acaso nunca existió y todo fue producto de mi imaginación? ¿En qué momento nos perdimos? Ahora somos unos desconocidos.

Afortunadamente está vacío, me adentro en el lugar, aviento mi bolso al suelo y voy por una de las pelotas apiladas en una canastilla. Tomo el balón naranja entre los dedos, mis yemas sienten las porosidades. Me quito los zapatos, sintiendo la emoción recorriéndome.

Boto la pelota, me acerco a la canasta y tiro, entra en la red y regresa conmigo. Vuelvo a repetir el movimiento, una y otra vez, me muevo de lugar, la arrojo con fuerza, salto, grito, el eco se escucha por todas partes. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero trago fuerte porque no quiero llorar, no lo haré, no por algo tan estúpido e insignificante; no lo haré porque no vale la pena.

Estoy cansada de que las personas crean que pueden pisotearme, que mi determinación flaqueara si me empujan con más fuerza, que no tengo la capacidad de ser alguien diferente, estoy harta de que mi madre quiera hacer una copia exacta suya y cumplir los deseos que no pudo realizar.

Arrojo tantas veces la pelota que al final ni siquiera sé si he encestado, solo la aviento con rabia, con ganas de derribar las montañas que se presentan una y otra vez en mi camino.

Mi respiración se vuelve pesada, falla, el sudor recorre mi cuello, mi nuca, mis brazos. Me quedo quieta, agotada, viendo fijamente una línea azul pintada en el suelo.

—¿Hanny? ¿Está todo bien? —La voz de Nathan me trae de regreso, me doy la vuelta para enfrentarlo.

—Sí, solo una situación con mi madre que me hizo enojar —digo, agitada. Él se acerca dando zancadas, me ofrece una sonrisa sincera.

—¿Qué hizo Lou esta vez? —cuestiona.

—La pregunta correcta sería: ¿qué no hace mi madre? —Suspiro—. Le dijo al director Boice que iría a las Olimpiadas a pesar de que le dije que no quería ir.

—¿Entonces irás? —Hace una mueca.

—No, le dije a Boice que no iría. —Su sonrisa incrementa.

—Esa es mi chica. —Me da un golpecito en el hombro, al menos ya ha pasado un poco la rabia del momento, Nathan tiene poderes mágicos—. Hace mucho que no te veía jugar, sigues haciéndolo bien.

Me río.

Momento seguido, Nathaniel da otro paso y queda a escasa distancia. Su mano atrapa un mechón de mi cabello y lo pone detrás de mi oreja, resbala sus dedos hasta las puntas.

—Te ves hermosa —dice.

—¿De qué hablas? Estoy llena de sudor, despeinada y, seguramente, apesto.

—Me gustas así, siempre me gustó verte jugar —murmura. Me quedo quieta, un tanto confundida porque está demasiado cerca, mucho, y jamás me había mirado como lo está haciendo, ¿tengo que correr o qué?—. No entiendo cómo William es tan tonto como para no pasar todo el día viendo tus ojitos.

¡Maldición!

Jalo aire por la boca, ¿qué demonios está pasando? Me alarmo cuando da otro paso, su mirada se concentra en mis labios, es momento de escapar. Nathan no puede besarme, es el mejor amigo de Liam, es... Simplemente no es correcto. No.

Voy a dar un paso atrás, no obstante, un grupo entra al gimnasio, interrumpiéndonos. Eso lo he sentido como un milagro, ¡el mundo está de cabeza! Alcanzo a ver que Oliver entra al sitio, también siento su mirada puesta en mí, sin embargo, no le presto atención porque mi principal meta en este momento es largarme. Me aclaro la garganta.

—Tengo que irme, ¿nos vemos luego? —Nathan asiente y guiña.

Dejo libre la pelota, corro para recoger mi bolso y después mis zapatos, es la última vez que dejo mis cosas regadas en un lugar, uno nunca sabe cuándo va a tener que hacer una salida de emergencia, todos los segundos cuentan.

Entro a los vestidores, con premura voy hacia las duchas agarrando una toalla, ¡demonios! ¡Mierda! ¡Joder! ¿Qué ha sido todo eso? ¿Por qué Nathaniel quería besarme? ¿O ya me estoy volviendo loca y creí que lo haría? Cuando me meto debajo del chorro de agua tibia me ruego calma, no voy a salir de aquí si no me controlo porque alguien podría descubrirlo y no creo que sea algo bueno, él es el mejor amigo de mi novio. Yo nunca le haría nada malo a William, aunque ni siquiera estoy segura de que le importe.

Pocos minutos después salgo de la ducha envuelta en la toalla, voy hacia mi casillero para buscar mi ropa interior y el cambio de ropa. Sin quitarme dicha envoltura, me pongo las bragas. Por supuesto que no estoy preparada para lo que sucede enseguida.

Veo el momento en el cual Oliver Doms entra a los vestidores viéndose agitado, jadeante. Me quedo estupefacta por el impacto, voy a gritarle que salga, ¡estoy desnuda! ¡¿Qué carajos tiene en el cerebro?! Sin embargo, vuelvo a ser asaltada, me taclea.

—¡¿Qué demonios está mal contigo?! —cuestiono, alterada. Él enreda los brazos en mi cintura y me obliga a caminar de espaldas. Mis manos vuelan para apresar la toalla, puede caerse—. Eres un aprovechado.

—Cállate.

Me zarandeo, pero es imposible porque tengo una mano ocupada aferrando la poca dignidad que tengo. Oliver me empuja contra una pared que queda escondida de los casilleros, es como un hueco. Pienso recriminarle esta grosería, no obstante, antes de poder pensar los reclamos, siento sus labios devorándose mi boca. Al principio no logro comprender qué es lo que está pasando, pero sus manos recorren mi cintura, me empujan hacia él, haciendo que mis pechos se aplasten contra el suyo. Dios, estoy tan indefensa, solo una delgada tela me separa, si alguien entra y nos ve va a pensar lo peor. Y es que lo es.

Estoy con un chico que no es mi novio escondida en los vestidores con nada más que con bragas y una toalla.

Su lengua lame mi labio inferior, suelto un suspiro que le permite adentrarse y saquearme la boca, absorberme. Pronto me olvido de quién soy y dónde me encuentro. Quiero colgarme de su cuello, pero no puedo soltar la toalla. Sumerjo mi mano libre en su cabello, Oliver suelta un gruñido que repercute en los poros de mi piel. Me pongo de puntitas, sus manos bajan por mi columna vertebral, me pregunto qué tanto la toalla cubre mi trasero.

Me echo hacia atrás, planeando alejarme, pero tal parece que tiene otros planes, empieza a besar mi barbilla y corre hacia la base de mi oreja, donde respira y me ocasiona una sacudida violenta.

—Por favor, estoy desnuda, Oliver —susurro con el timbre entrecortado.

—Mmh, eso ya lo sé, solecito ardiente, esta toalla es muy delgada. —Mis orejas se ponen calientes.

—Al menos deja que me vista, por favor —pido.

—¿Vas a volver aquí? —Alza una ceja. Afirmo—. De acuerdo.

Tan pronto me suelta me encamino a mi casillero una vez más, con torpeza cojo mi short coral y mi blusa blanca con holanes. Compruebo que no esté mirando, solo entonces me quito la toalla y me pongo el sostén, me visto muy rápido.

—Por cierto, ¿por qué estás haciendo esto? —cuestiono al tiempo que calzo unas balerinas.

—Para que no se te olvide lo que es besar. —Guardo mis objetos personales y regreso al escondite, está recargado en la pared con los brazos cruzados. Sonríe de lado al verme.

—Oye, Doms, creo que deberías intentarlo de nuevo porque como que no me ha quedado claro cómo es que se besa. —Se lame el labio inferior con seriedad. ¡Maldito infeliz moja bragas!

—Ven aquí.

Me acerco sin poner objeciones, tiene algo que me resulta irresistible, incluso cuando no estoy siendo decente, me estoy comportando como alguien totalmente diferente a mí. Lo preocupante —o más maravilloso— de todo esto es que no le estoy siendo fiel a Liam, y no siento ni una gota de culpabilidad. ¿Será que por fin estoy superando mi enamoramiento?

—¿No quieres que te ayude a estudiar para que pases tus exámenes finales? —pregunto mientras me envuelve con sus brazos nuevamente.

—¿Me ayudarías? —cuestiona con una sonrisita traviesa.

—Sí, puedo hacerlo.

—Muy bien, en mi casa, la tuya es muy pomposa. —Me muerdo el labio para no carcajearme, su ceño se frunce y su vista cae en dicho punto—. Hannah.

Oliver vuelve a besarme, más lento, más calmado, pero definitivamente más caliente. Una explosión de sensaciones me recorre por todas partes, sus manos caen en mis caderas y me empujan hacia él. Me cuelgo de su cuello, ahora sí y me dejo llevar.

El tiempo transcurre, no sé cuánto pasa ni qué hora es cuando escuchamos ruidos, dejamos de besarnos, tacones resuenan y dos voces femeninas que conozco bien llegan a mis oídos.

—¿Y viste lo que estaba usando el otro día? No sé qué está pasando con ella —dice Mirian.

—¿En serio nos haremos cargo de la fiesta?

—Nos haremos cargo, tengo algo preparado para ese día, solo esperemos que Hannah no lo arruine con su actitud de monja. —Las dos se carcajean. Solo estoy confirmando lo obvio, no les agrado.

Mueven algunas cosas, luego se marchan pisando fuerte, yo suelto el aire que estaba conteniendo.

—¿Esas son tus amigas? ¿En serio? Mereces algo mejor, eres inteligente, linda y besas bien —dice.

— Has admitido que soy linda —respondo haciendo un puchero coqueto. Acerca su boca a la mía de nuevo, con sus dientes captura el inferior, lo succiona. Dios... Este hombre me pone muy caliente.

—Yo te dije muchas cosas, excepto que eras fea.

Lo ayudo a salir de los vestidores cuidando que no haya moros en la costa, él corre hacia las gradas, yo me quedo en el interior recobrando el aliento.

Me quedo sola, toco mis labios con una sonrisa, ¿eso se siente al besar a alguien que realmente quiere besarte? Es intenso, abrumador.


* * *

UY, estos dos se van a quemaaaaaaaaar >:D

Les recomiendo que me sigan en Instagram porque yo creo que algún día de la semana voy a dar spoiler del capítulo que sigue, solo ahí, o quizá en twitter.

LA ACTIVIDAD CONTINÚA \*-*/ gracias por participar.

GIF precioso hecho por Daiana Ocares

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