Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 07

* * *

Se siente en el aire que es sábado de juego, el campo está lleno de porristas y botargas, los contrincantes están sentados en el polo opuesto. Nuestros colores refulgen al igual que los del otro equipo, todos gritan, ríen, animan a sus favoritos; yo me siento fuera de lugar, nunca he sentido ese tipo de fiebre, simplemente no soy fan del fútbol.

Estoy sentada en los primeros asientos de las gradas, es el lugar que siempre ocupo porque le corresponde a William. Apoyo el codo en mi rodilla y observo la rutina de las animadoras, son geniales, me gusta ver sus coreografías y cómo se lanzan por los aires, incluso Iveth hace todas esas piruetas espectaculares que se ven imposibles.

Un cuerpo robusto camina desde la lejanía, me sorprende que Nathan esté afuera porque ningún jugador se encuentra a la vista. Más me asombra que no se detiene, y viene directo a mí, ya trae puesto su uniforme, excepto el casco. Se detiene en el barandal, me inclino con curiosidad.

—¿Puedes venir? Liam quiere hablar contigo, ya le dije que es una locura, sobre todo cuando el partido está a punto de comenzar, pero dice que no jugará si no te ve. —El medio de mis cejas se tensa, ¿ahora qué?

—De acuerdo.

Me pongo de pie y camino por el pasillo de mi fila, encuentro la entrada o la salida, no sé muy bien lo que es, Nathan me ayuda a bajar el escalón gigante, mis piernas son muy cortas, no podría sin su ayuda. Recorremos el campo trotando, las porras están terminando y los equipos tendrán que salir en unos cuantos minutos, solo a él se le ocurre hacer una rabieta en un momento tan crítico como este.

En el túnel ya están los jugadores, quienes me saludan, algunos alzan la palma para que choque los cinco, el resto me sonríe. Nathan me deja justo en la puerta que da hacia los vestidores, según el reglamento no debería estar aquí, pero el entrenador adora a William, nunca me regaña cuando me ve deambulando alrededor.

Entro y estudio el panorama, está sentado en una banca con los codos en las rodillas, acunando su cara y jalando su cabello. Siempre he pensado que se ve ardiente en su uniforme. Camino hacia él, quien no muestra señal de que me haya escuchado, me dejo caer a su lado, dejando distancia entre los dos.

—¿Querías verme? —Alza la cabeza lanzando un suspiro y me enfoca.

—Estoy muy nervioso, el entrenador vino a decirme que allá afuera está un representante de la universidad, no puedo fallar si quiero que me haga una oferta, ¿y si no soy lo suficientemente bueno como para lograrlo? —Su voz es temblorosa, en verdad está asustado. Sus padres son maravillosos, quieren a Liam y lo protegen, le dan todo lo que pide, sin embargo, son exigentes, más que mis padres, no les importa si sus decisiones le duelen, un ejemplo claro es que lo obligaron a ser mi novio.

Chasqueo la lengua.

—¡Por Dios! Lo vas a hacer increíble, eres William Baker, el mejor jugador que conozco. —Sonrío—. Ve y demuéstrale quién eres, gánate esa beca.

Sus comisuras ascienden con lentitud, asiente.

—Sé que no me he portado bien estos últimos días, pero ¿podría darte un beso? Eres mi suerte.

Su petición me deja estupefacta, no se me ocurre qué decir, solo soy capaz de regresarle la mirada, esperando que entienda mis preguntas silenciosas. Sus ojos celestes me roban el aliento, me pierdo y me encuentro, todo al mismo tiempo, por un momento creo que son los ojos del Liam que yo amo, del que siempre he estado enamorada. Pero entonces sucede algo, un recuerdo cruza mi cabeza y sus ojos cambian en un parpadeo, quiero echarme hacia atrás y decirle que no es necesario, ya que no ha necesitado suerte otras veces, mucho menos mis besos.

Tal vez soy demasiado lenta, o quizá ve la determinación de alejarme, no tengo idea. Liam se inclina y me da un beso suave, presiento su intención de profundizar, así que me alejo con una sonrisa tensa.

—Ya está, regresaré a las gradas para poder ver cómo destrozas al otro equipo. —Espero que mis palabras no se hayan escuchado forzadas, tampoco me interesa.

Salgo de ahí como si fuera un cohete.




Me dejo caer en un sillón lanzando un suspiro profundo, hay gente por todas partes tomando y bailando, creo que soy la única que quiere irse. Desde mi lugar observo a Liam bebiendo con sus amigos en una barra improvisada, hay ocho vasos que tiene que tomarse para no recibir un castigo, hay chicas coqueteando con los jugadores, incluyéndolo.

Es ridículo, no sé para qué me trae. Cuando veo que Iveth camina hacia él, sé que tengo que salir de la casa, no voy a ser testigo ni un minuto más de sus actos. Basta.

En el exterior me siento más tranquila, hay algunos chicos platicando cerca de las jardineras. Veo un árbol al filo de la acera, me dirijo ahí para recargarme, los tacones me están matando.

Me quito los zapatos altos en el momento en que mi palma toca la rugosidad del árbol. Mis plantas sienten el césped fresco, ¡es una sensación increíble!

—¿Quieres hacer algo divertido? —cuestiona una voz que conozco bien. Muerdo mi labio para no sonreír, y me doy la vuelta. Está parado frente a mí a unos cuantos pasos de distancia, trae puesto un pantalón de mezclilla, una playera blanca y una chaqueta oscura. Un gorro negro cubre parte de su cabeza, cabellos se desbordan desde el interior haciéndolo ver como un tipo en onda.

Él definitivamente no es mi tipo, o tal vez sí... Ya no lo sé.

—¿Algo como qué? —Sonríe de lado y eleva su brazo, me ofrece su mano.

—Vámonos —murmura.

Observo sus dedos estirados, largos y estilizados, ¿debería irme con él? Yo nunca hago estas cosas, no me fugo de una fiesta con un chico que apenas conozco en la mitad de la noche para hacer Dios sabrá qué. Yo soy el tipo que se queda sentada en su cama y toma café mientras ve comedias románticas de Katherine Heigl.

Pero luego pienso: ¿qué otra cosa podría hacer? ¿Volver a la fiesta y ver a Liam siendo un estúpido?

Paso esta vez.

Así que tomo su mano, su palma es cálida al tocarme, suave contra la mía. El filo de sus yemas roza mi muñeca, me da un jalón y comienza a caminar hacia alguna parte. Por un lado, me siento salvaje y temeraria, por el otro creo que me he vuelto loca, soy una demente. Oliver Doms es el chico que besó a la fuerza a Mirian, la cual se la pasó llorando por semanas hasta que se atrevió a confesar el agravio del que había sido víctima, el mismo que fue humillado por William, Nathan, Shawn y algunos otros amigos de ellos para que le pidiera perdón en frente de todos. Desde ese entonces Oliver caminaba por los pasillos mirándonos mal, las sanas conversaciones que tuvimos alguna vez —debido a que él dirigía la estación de radio de la escuela y yo era la coordinadora de la sociedad de alumnos— se convirtieron en mera hostilidad y antipatía.

¿De pronto un día decide que está harto de mis lloriqueos y me ayuda? ¿Por qué? Sin embargo, recuerdo que fui yo la que inició todo robándole un beso. Bajo la guardia, dejo que me conduzca.




Estudio con la frente arrugada los objetos que Oliver me ofrece, en sus manos hay una sudadera negra con capucha y unas zapatillas espantosas.

—¿Qué es eso? —pregunto, confundida.

—No vas a acompañarme si no te pones esto. —Señala con la barbilla las prendas.

El auto está estacionado en una calle desierta, solo iluminada por las farolas y la luna llena. El ambiente lúgubre se asemeja al de una película de terror, esto empieza a darme miedo.

—¿Por qué estamos aquí? ¿Vamos a robar? ¿Para eso es la capucha? ¿Por qué no hay nadie en la calle? ¿Vas a matar a alguien? —Una carcajada estruendosa me interrumpe, Oliver se desdobla de la risa. Bufo—. No es gracioso, estoy asustada.

Se limpia una lágrima con el dedo índice, hace un gran esfuerzo por no sonreír y controlar las risitas.

—Eres más tierna que un conejito, Hannah, si fuera a robar o a matar a alguien no te hubiera traído, seleccionaría a un acompañante más rudo. —Mi ceño se frunce, le doy un golpe suave en el hombro, yo no soy tierna. Arruga la nariz y mira sobre su hombro, se estira para alcanzar algo en su asiento trasero, cuando me muestra las latas de pintura, mis párpados se pegan a mi frente.

—¡De ninguna manera, Oliver Doms! ¿Qué piensas que soy? ¿Una gamberra? ¿Una bárbara pinta paredes? No, no y no, no pienso cometer este tipo de crímenes contigo, ¡estás loco! No voy a permitir que sigas haciendo fechorías en la ciudad, dame las latas ahora. —Extiendo la mano, pero lo único que consigo es que aplane los labios para no carcajearse—. ¡Ni se te ocurra reírte de mí porque le hablo a la policía!

—¿Gamberra? ¿Bárbara pinta paredes? ¿Fechorías? ¿Vienes del Renacimiento o por qué carajos hablas como una anciana? —Suelta una risotada, mis ojos se entrecierran. Del interior de mi escote saco mi móvil, jamás lo acusaría, pero él no lo sabe—. ¿Qué demonios haces ahora?

—Le llamo a la policía, te lo advertí —me mofo. Un segundo después me arrebata el aparato y lo arroja al asiento trasero—. ¡¿Qué haces?!

Voy a hincarme para recuperarlo, no obstante, Oliver se me lanza como un maldito lince. Empuja mis hombros con suavidad, regresándome a mi asiento, me encierra apoyando su mano cerca de la manija de la puerta, su nariz está tocando mi mejilla. Ni siquiera comprendo cómo es que lo hizo, ¿es un guepardo o qué rayos? Puedo sentir la brisa caliente de su aliento chocando contra mi piel, levantando mis poros, cierro los ojos, yo... Él... Mierda, no lo sé, no puedo pensar.

—¿Crees que la policía pueda ayudarte en este momento? —pregunta en un susurro que debería asustarme, pero no lo hace. No respondo, solo abro la boca porque no puedo respirar—. ¿Sabes que podría hacerte cualquier cosa justo ahora? Y nadie podría escucharnos.

Se me escapa una risita, a pesar de que su timbre bajo y ronco ha repercutido en todo mi cuerpo. Él sonríe y frunce sus labios, deposita un beso en mi mejilla y se echa hacia atrás.

—No vamos a hacer ningún crimen —dice después de aclararse la garganta—. Yo no soy un vándalo, solecito, siempre que pinto las paredes lo hago con permiso.

—¿De qué hablas?

—Pues resulta que soy parte de un grupo de jóvenes que ayudan a niños como los que viste el otro día en el hospital, algunos van y hacen tonterías para hacerlos reír, yo soy más tranquilo, así que hago murales. —Se encoje de hombros. A continuación, señala un edificio—. ¿Ves ese lugar? Ahí reciben terapias psicológicas muchos de ellos, pintaremos en la barda que queda frente a la puerta para que vean algo genial y sonrían al salir o al entrar, da igual. Y tengo permiso, así que no te convertirás en una gamberra, te lo aseguro.

Me quedo pasmada, sin poder creerlo.

—P-pero tuviste problemas con la policía una vez. Todos en la escuela hablaban de eso, por eso cerraron la estación de radio.

Suspira.

—En ocasiones la policía se acerca creyendo que estás haciendo destrozos, pero solo basta con enseñar los papeles con el permiso, ya sabes cómo son en la escuela, nunca debes escuchar los rumores. —Guiña—. Llevo trabajando en este mural más de un mes, tengo que terminarlo hoy, si nos apuramos sería genial

—¿Por qué cerraron la emisora? —pregunto.

—Eres muy preguntona —se queja—. La cerraron porque así lo quise yo, ¿contenta? Ahora ponte esto y acompáñame.

Me lanza la sudadera y las zapatillas antes de salir del coche con una bolsa llena de latas de pintura. ¿La cerraron porque él quiso? ¿Qué? No entiendo nada. Decidida a seguir con la conversación, me pongo la sudadera negra y me quito los tacones. Las zapatillas no son de mi número, hago el mejor nudo que puedo apretando demasiado las agujetas para que no se me salgan, y desciendo del coche. El aire fresco golpea la desnudez de mis piernas, ¿por qué no me dio un pantalón también?

Corro tras él, más que nada porque la oscuridad de la calle solitaria me aterra, afianzo su codo al alcanzarlo, ni loca lo soltaré. Oliver no hace ningún comentario al respecto. Se detiene, tomo aire para seguir con la conversación que estábamos teniendo en el coche, pero por el rabillo del ojo capto una imagen colorida que llama mi atención. Mi boca se abre automáticamente al ver el dibujo en la pared.

Wow. —Es todo lo que puedo pronunciar. Parece el dibujo de una historieta, el mural es enorme, en un fondo negro con líneas grises Superman se eleva, al igual que Linterna Verde y muchos otros superhéroes que no logro reconocer, todos van por una cosa: un moñito rojo, el moño del SIDA. No logro reprimir la sonrisa, mis ojos se empañan al presenciar algo tan mágico, tan real—. ¿Lo hiciste tú solo?

Yep, no es fácil convencer a las personas para que me acompañen a una avenida desolada. —Obtiene dos latas de la bolsa plástica, la cual deja en el suelo. Me ofrece una, lo observo con pánico, me alejo alzando las manos y negando con la cabeza.

—No pienso tocar tu obra de arte, yo soy un desastre...

—Hannah —pronuncia, interrumpiéndome. Lo miro—. Ven aquí por favor.

Trago saliva antes de aproximarme dando pasos cortos, me toma los hombros y me gira. Me tenso cuando sus brazos me rodean desde atrás, agarra mi mano derecha y me obliga a tomar una lata de pintura que al parecer es roja.

—Nunca tengas miedo de intentarlo, ¿cuántas cosas te has perdido por temor? ¿Qué más da si te equivocas? Puedes empezar de nuevo, no hay nada que no se pueda arreglar —susurra—, excepto la muerte.

Un nudo se forma en mi garganta, la aprieta tan duro que temo echarme a llorar, sin quererlo a tocado una herida punzante. ¿Cuántas cosas me he perdido por temor? Eso mismo me lo pregunto yo, ¿cuántas? Me da miedo decepcionar a mis padres, a las personas, me da miedo quedarme sola, me da miedo que la gente conozca a la verdadera Hannah porque entonces tal vez no les va a parecer inteligente o bonita o amigable... Perfecta. Quizá si conocen lo que hay en mi interior salgan corriendo, se asusten y crean que soy un monstruo que ha dañado a las personas que ama por egoísmo, porque le da miedo.

Y lo peor de todo es que mi miedo no tiene sentido, pues de todas formas estoy sola.

Permito que Oliver me guíe, maneja mi mano como si fuera un pincel y pinta la capa de Súperman, tan roja como la sangre, tan brillante como la luna. Analizo lo que hace para rellenar los espacios carentes de color, cómo mueve mi mano en las curvas, las esquinas.

No puedo creer que todo este tiempo lo juzgué injustamente, él solo hacía murales para niños con SIDA, para darles un poco de felicidad al ver a sus caricaturas favoritas luchando contra su enfermedad. ¿Qué hacemos los demás por el resto del mundo?

Oliver Doms probablemente es la mejor persona que he conocido.


* * *

Como ya se han dado cuenta nos cambiamos de look \*-*/ a mí me encanta el nombre nuevo. En fin, lentamente Hannah está aprendiendo cosas nuevas, aunque confiar demasiado en las personas puede no ser lo más adecuado, no lo sé.

En fin, les tengo una actividad divertida, se me ocurrió gracias a que unas chicas en el grupo hicieron imágenes creativas sobre el capítulo pasado. Así que los motivo a que hagan imágenes, fotos, memes divertidas o creativas sobre este capítulo y de esas seleccionaré ganadores, pueden subirlas al grupo o a instagram y etiquetarme. Si hay buena recepción, publicaré a los ganadores en el capítulo siguiente. ¿Qué dicen? Aquí les dejo los que hicieron del capítulo pasado.

Hecho por Romy Díaz (en facebook)

Hecho por Luna Lunita Lunática (en facebook)

Hecho por Chiara Salinas (en facebook)

Hecho por Natalia Ayobi (en facebook)


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro