XVIII. Lovesick
-Aiden-
Después de lo que parecieron días, Alessia despertó.
Decidí esperar junto a ella a que despertara, sentado junto a la plataforma, contando las gotas de agua que caían a través de una grieta del techo. Y cuando estuvo a punto de despertar, uno de sus murmullos delató solo uno de sus más constantes pensamientos:
— моя... любовь.
"Maya... lyubov"
"Mi... amor"
¿a quién quisiste tanto Alessia?
Ella despertó adolorida, con golpes, raspaduras, y las mismas marcas sobre su rostro, y tal y como lo supuse, una de sus pupilas relucia en rojo carmín. Horas más tarde, ella retomó la consciencia por completo, no hablaba, sólo miraba a un punto fijo en la pared mientras curaban sus heridas.
El hombre de cabellos rizados apareció en cuanto salí de la habitación donde las "enfermeras" , unas jovenes de vestimentas tenues y miradas neutras (que siempre estaban cerca), entraron a curarla. Estaba recargado en la pared, a mi lado, no supe en qué momento llegó. El piso se tornó borroso por un momento, y decidí dejar de mirarlo.
— El mundo es un lugar muy cruel ¿no crees?
Desde luego. Siempre pensé eso.
— ¿Deseas morir?
Esa es una pregunta que nunca me gustó responder. Sentí sus ojos sobre mí, y medite de nuevo la pregunta, si lo pensara con más claridad y basándome en todo eso que me ha pasado, si, si desearía morir. Pero en estos momentos lo estoy dudando.
— ¿Qué demonio desearía vivir para someterse a represiones y sometimientos? Es ilógico — rió por lo bajo — así que lo mejor sería otorgarle a cada uno una tarea, para que descubran todo eso que no saben y decidan si valorar o no sus vidas.
Nunca me imaginé que esas "tareas" implicaban salir a un mundo donde en cualquier momento podrían cortarme la cabeza.
— ¿De verdad están seguros de dejarlos ir? ¿Así como así?
— Por supuesto, Ignus.
— ¿No cree que se está... equivocando?
El hombre de cabellos rizados le dio una sola mirada, y el joven Ignus terminó por callarse.
— Muy bien, iniciemos la reunión, Dema, trae el mapa por favor.
Un joven que permanecía de pie contra la pared más cercana se retiró en busca del mapa, me pregunte si también habrían bibliotecas enteras de mapas como había de libros en ese lugar.
— Creo que no nos hemos presentado formalmente, mi nombre es Alecto, un pnévma del delito moral. Y creo que sería una falta de respeto no presentarles este lugar — sonrió — este es el Letum, el lugar donde Ángeles y Demonios conviven por igual.
Angeles y Demonios.
¿Eso era posible?
— Tal vez escucharon alguna vez del río Lete, el lugar de los olvidos que yace en el inframundo, el único lugar donde cada quien es como es, y deja atrás todo lo que un día lo ató a un mundo terrenal. Este es su doble, el lugar donde cada ángel y demonio recobra parte de su consciencia hacia un mundo que le recuerda que gracias a él es que sigue con vida.
Letum: memoria.
Era confuso, pero podía hacerme una idea de qué simbolizaba la infinita cantidad de libros que contenía el lugar.
— Es por eso que no saben que hacen aquí ni como fue que llegaron sin conocer nada de la Ciudad, su memoria aún permanece estática, pero sabe a la perfección que conocer es recordar. Tal vez esto sea gracias a los dioses, pero es una historia muy larga que no creo sea conveniente contar. Su historia la conocen a la perfección de tantas veces que la revivieron, pero ni siquiera el más inteligente conoce la cura a la mortalidad.
Alecto sonrió embelesado por nuestra confusión, pude ver en su rostro la maldad y el descaro, y por un momento lo vi de nuevo, vestido como el momento oscuro en que lo conocí.
— Cada vez que se acerca una guerra los Reyes y Reinas se reúnen en este lugar a jugar cartas y a meditar acerca del futuro del mundo, pero deberán saber que esta vez el futuro del mundo depende de las decisiones pasadas tomadas por los altos mandos, los secretos, y no menos importante: Las traiciones.
Observé de reojo a Jarlen y Alessia, que estaban en sillas no muy lejanas a la mía, y junto a Ingrid, que estaba a mi lado, no muy lejos, completabamos el círculo en la mesa. Pensé de nuevo en esa historia, yo no era precisamente algo esperado, y si era cierto eso de que llevaba alguien no precisamente bueno conmigo, el que iba a llevar el peso de todas esas malas decisiones iba a ser yo.
¿Quién fuiste Angelos? ¿Un secreto o una mentira?
Solo esperaba no fuese alguien peor de lo que imaginaba.
Y también esperaba que ninguno de mis compañeros la tuviera peor.
—Si bien es cierto que ustedes ya están en el ojo de su especie por todas esas cosas que sus "iguales" causaron, hay alguien más que tiene intención de descubrir esa olla antigua que desde hace tiempo está a punto de romperse. — por un momento, su expresión se redujo a tristeza — tu sabes de qué hablo ¿no Alessia?
Decidí observarla, su expresión era neutra, su palidez enfermiza, aún no se recuperaba del todo, y así era como ella terminaba por saber más que todos nosotros.
— Fue él quien causó el ataque al internado — su voz se escuchó fría como el hielo.
¿Quién es ese Él del que tanto hablas?
Esa pregunta resonó en mi cabeza cual martillo empujando un clavo en la madera.
¿Quién eres Alessia?
Dejé de mirarla en cuanto me observó, me pregunté qué tanto me le quedé mirando. Alecto movió el lápiz que sostenía entre sus dedos y luego de parpadear, sostenía 3 cartas entre ellos. Algo hizo corto en mi memoria.
Cada vez que se acerca una guerra, los Reyes y Reinas se reúnen a jugar cartas y a meditar acerca del futuro del mundo.
— Hay un demonio que tiene sed de sangre, y lastimosamente, solo un demonio puede matar a otro demonio. ¿Qué estarían dispuestos a hacer por obtener su libertad?
Un momento de silencio inundó la habitación, fue ese el instante en que Dema entró en la habitación con un mapa relativamente grande. Alecto extendió las tres cartas sobre la mesa. Una era un rey oscuro con una corona negra, otra una reina serena con una corona roja, y la otra una reina malévola de corona roja. Observé las cartas sintiendo el pulso retumbar en mi garganta.
— Aiden ¿Conoces alguna de estas cartas?
Maldije en mi interior. Porque desde luego, conocía las cartas.
Cuando lo observé, pude notar las miradas, y pensé cuidadosamente en una respuesta.
— Si, las conozco, son las coronas de Hades y Persefone.
— ¿Sabes que simbolizan las 2 Reinas?
— la pureza y la impureza.
—Exacto, ustedes son ese bando de impureza, es decir, la reina roja de la izquierda. Los Ángeles son el bando de la pureza, la reina roja de la derecha. Sus coronas son rojas porque simbolizan la sangre que se ha perdido por su causa. Y el rey de la corona negra representa a Hades, el único dios que tiene poder absoluto sobre ustedes, y su corona es negra como la oscuridad del inframundo. — Alecto movió las cartas sobre la mesa— deberán saber que las cartas solo aparecen cada vez que se aproxima una guerra, y es mi responsabilidad entregarlas ¿comprenden que tienen todo que ver en esto?
Todos asentimos con suavidad, menos Jarlen, su expresión me dejaba en claro muchas cosas, entre ellas que no estaba agradado.
—Dema, préstame el mapa.
Alecto sacó un bolígrafo azul del bolsillo interior de su saco, Dema extendió el mapa en la mesa, colocando una ficha de color negro en en un punto en especifico, desde luego, el mapamundi ya no era como antes.
— Como entenderán, de su historia han olvidado una gran parte, debido a que han pasado casi toda su vida aislados del mundo, pero tal vez recuerden qué pasó hace ya bastante tiempo. Fue esa la época donde el mundo humano explotó, y el retroceso comenzó. Tecnología, política, dinero, todo empezó a perderse, dicen que fue castigo de los dioses por su avaricia, y pensándolo bien, tenían razón.
Alecto trazó un círculo alrededor de la ficha.
—Pero ese no es el punto. El mundo entró en una revuelta por el poder y todas esas cosas, hubieron muertos por montón y más temprano que tarde, todo se dividió. Pasaron años, y es así como los países desaparecieron, y se convirtieron en ciudades con los nombres de las piedras más hermosas que las minas llegaron a cultivar. Hay que admitir que se volvieron creativos con eso.
A medida que trazaba una trayectoria entre el terreno más grande, suspiró.
— Los demonios se alimentan de las energías del miedo que se transmiten entre humanos, el sadismo es su especialidad, es por eso que ya no hay tantas fuerzas así recorriendo el mundo humano, me refiero a que, no toda energía maligna es un demonio. — me observó desde la distancia — Si bien, las nuevas especies nacen de ancestros comunes, ustedes son un ejemplo claro de que pasa cuando las cosas se hacen en secreto, y es por eso que son tan pocos.
Pocos.
¿No estaría bien decir solo 4?
¿Acaso hay más como nosotros?
— De lo poco que se, es un demonio igual a ustedes el que esta buscando matarlos. Y si quieren saber por qué, la respuesta es simple: ¿conocen la Niebla? Esta deteriorándose, las energías malditas van en aumento, y el equilibrio se está perdiendo rápidamente.
Finalmente trazó un punto sobre el mapa.
— Quiere decir, que la próxima guerra la van a protagonizar ustedes, y confíen en que los humanos no se les adelanten. — cerró el bolígrafo y lo guardó — Esta es Ciudad Índigo.
Señaló con un dedo un punto específico del mapa. Los dos ancianos que estaban sentados a su lado comenzaron a revisar en sus libretas.
— En un mapa relativamente antiguo vendría siendo el territorio entre Grecia y más paises de Asia, y puede que Europa, así que, ese es el lugar donde deberán ir primero, y si desean quedarse allí pueden hacerlo, la única condición es que no pasen más de 3 días allí.
Resultó tétrica la forma en como señaló los 3 días con 3 de sus dedos.
— Recorrer Ciudad Índigo será suficiente para que encuentren un nuevo lugar a donde ir y entiendan cual es su propósito real de vida, bueno o malo, lo que importa es que antes de que pasen 6 meses desde que salgan de aquí, encuentren la forma de evitar una guerra inminente.
Alecto trazaba puntos específicos en el mapa con sus dedos, su tono de voz era neutro, apaciguado, y en lo más profundo resosnaba un eco lleno de tristeza.
Sin embargo, ¿qué lo lleva a confiar en nosotros?
— Esa es una buena pregunta, Aiden.
Y de nuevo, todas las miradas se posaron en mi, por un momento estuve a punto de atragantarme con mi saliva.
— Si bien es cierto que no debería confiar en ustedes, no tengo más opción si lo pienso bien, si es cierto que es un demonio igual a ustedes el que está causando tantos desastres, es necesario que el equilibrio retorne. De caos a cosmos, del desorden al orden. — Alecto me observó nuevamente — ¿Qué me garantiza que cuando salgan van a hacer lo que les digo? Que desde aquí puedo verlos, y sin mi no tienen a nada ni a nadie que los ayude.
Hubo unos cuantos segundos de silencio, sentí la tensión en el ambiente, y esa soga en mi cuello que nunca paraba de asfixiarme.
— Fácilmente podría hacer que sus vidas se perdieran, y bada badum, su especie se extingue, pero creo que eso no sería necesario ¿verdad?
Las jóvenes "Nona y Décima" anotaban todo con afán de retomar el ritmo, pasó poco tiempo antes de que cerraran el libro que tenían en sus manos, una vez Alecto siguió hablando, me pregunté por qué no seguían escribiendo.
— Creo que deberían conocerse un poco más, después le contarán a su otro amigo que fue lo que se habló en esta pequeña reunión.
¿Otro amigo?
— ¿Se encuentra bien?
Ingrid preguntó, alterne la mirada entre ellos dos.
— Si, el desmayo no fue nada importante, con suerte, su energía no lo asfixiara.
Asfixiar.
— Vayan, estarán aquí por una noche más, mañana se irán, en Ciudad Índigo alguien los estará esperando.
Me sorprendió que pudiésemos irnos así tan fácil, no es como si terminara de creerme todo eso que dijo, sin embargo ¿debería hacerlo?
— Quédate un momento, Aiden, hay algo que quiero preguntar.
Y fue así como la sala quedó sola, todo el quorum se retiró sin musitar palabra alguna, tal y como pasó en la reunión, al parecer Alecto tenía cierto poder en ese lugar.
— Te preguntarás a quien me refería ¿no es así?
La respuesta era obvia, no quise hablar, ya tenía por entendido que Alecto tenía la capacidad de leer pensamientos con facilidad, casi por acto inconsciente.
— A diferencia de ustedes no es un "demonio convencional" como ustedes, su energía es más tranquila, a diferencia de la suya, que es más pesada, su sangre es más... pura, si tuviera que compararlos.
— ¿Pura?
— No te gustaría saber como los llaman ¿verdad? Si quieres que te lo compruebe pierdes tu tiempo.
— No quería eso. En realidad, a lo que me refiero es, ¿qué tiene que ver en esto?
— Tienes mayor voz y voto en esto, después de todo, tu si conocías tu naturaleza desde un principio. Es amigo de Jarlen desde hace tiempo, y básicamente, es el único que ha podido "evitar" que en uno de sus arrebatos termine por dispararse o muera por falta de sueño o comer, llegó junto a ellos, pero realmente él ni siquiera sabe por qué sigue ayudándolo. — con cuidado, agarró el mapa de hace un rato y lo guardó en un estuche — es un demonio, desde luego, uno diferente, es mejor que no lo sepa aún.
— ¿Por qué me lo confía a mi?
— Después sabrás por qué, por el momento, no dejes que tus impulsos te dominen, paz y amor, después entenderán todo.
— ¿por qué simplemente no lo dice y ya?
— No es mi deber, no me corresponde.
Me entregó el estuche con el mapa.
— A partir de ahora, eso te corresponde a ti, suerte manteniéndose con vida.
— ¿Qué pasará con las cartas?
— Si no lo consiguen, en tal vez menos de 6 meses estaré en este salón, junto a esa ventana, observando todo, prediciendo, y guardando cada una de las cartas perdidas.
Su tono reflejaba amargura.
— Ustedes simplemente no mueran, y problema solucionado.
Fue así como cerró la conversación, horas más tarde, cada uno de los cuatro, nos reunimos en una mesa redonda de madera a "hablar" mientras comíamos lo único que podíamos comer, por lo que una de las enfermeras me dijo cuando le pregunté si podíamos comer comida normal, seria posible hasta dentro de un buen tiempo. Hasta entonces, solo Ingrid y yo estábamos comiendo.
Y ninguno quería musitar palabra.
— ¿Qué vamos a hacer?
Fue Ingrid quien rompió el silencio, Jarlen la observó, y con amargura le respondió.
— ¿Hacer qué? ¿Le vas a creer?
— No hay nadie más a quien creerle.
— Y eso no quiere decir que ese sea el camino.
— por algo terminamos todos aquí ¿no?
El ambiente comenzaba a respirarse tenso de nuevo, el aire se sentía amargo, y entre las réplicas amargas y el miedo de Ingrid a responderle, dejé de escucharlos, y comencé a preguntarme de verdad que íbamos a hacer, pero no era capaz de concentrarme, no terminé de escuchar a Jarlen cuando un estornudo hizo que todos se quedaran en silencio.
No tenía la costumbre de estornudar, pero cuando lo hacía, sentía mis costillas retorcerse. Me pregunté por qué el silencio, no pasó mucho tiempo antes de notar por qué. Una de las enfermeras se acercó a mi, no quiso tocarme, pero sube por su expresión que estaba preocupada.
— Estoy bien.
A pesar de que nadie me lo preguntó, decidí aclarar eso. Observé la mesa salpicada de sangre, con cuidado limpié los restos bajo mi nariz.
— Lo primero que hay que hacer es pensar con la cabeza.
Intenté que mi mirada hacia Jarlen no fuera tan ofensiva como pensé que sería.
— Como entenderán, el mapa dice a donde debemos ir, y será de ayuda cuando nos perdamos. — con ayuda de la enfermera, conseguí extender el mapa sobre la mesa, puse el lápiz que contenía el estuche sobre el punto de inicio de la trayectoria trazada en el mapa — el que quiera ir bienvenido, el que no, bien puede empezar a contar los días que le restan de vida.
— ¿Qué te garantiza que iremos tras de ti?
Lo pensé un momento antes de responder.
— ¿Haz pensado en el suicidio?
Fue una pregunta sincera, Jarlen me observó con expresión extraña, y perturbada, al parecer di en un punto clave.
— Nadie es capaz de vivir solo cuando descubre que nunca lo estará. ¿Crees que eres capaz de soportar la soledad una vez más sabiendo que no tienes a nadie a quien culpar?
Por primera vez, no quiso responder, después de casi una hora, el plan estaba armado.
— Si alguno de nosotros desaparece, nadie se detendrá a buscarlo, solo si alguno decide retroceder, de lo contrario cada quien volverá por su cuenta. Si nos encontramos con un Ángel de camino a ciudad índigo, olvídense por completo de ustedes, no estamos en condición alguna para defendernos.
Respiré de nuevo hasta sentir que mi nariz no dolía al respirar.
— Los Ángeles roban energía, crean ilusiones para hacer que su víctima se desespere y no pueda escapar, nosotros no estamos exentos de eso, si algo así pasa, mantengan el equilibrio, y no piensen en mirar atrás.
Con el lápiz realicé un trazó para escribir los nombres antiguos de lo que comprendía Ciudad índigo.
— Ciudad Índigo comprende parte de Rusia y algunos países como Ucrania, Bielorrusia, Alemania, y finalmente, concluye con Grecia. Actualmente estamos cerca de Arcánge, y lo más cercano es Alemania. — miré de nuevo hacia la puerta, el joven del que Alecto me había hablado aún no aparecía — Como entenderán, el viaje es relativamente largo, así que habrán personas que nos ayudarán en ciertas cosas, solo por poco tiempo.
— ¿Cómo sabes tanto de estas cosas?
Me sorprendió que fuera Alessia quien lo preguntara, cuando la observé, me estaba mirando fijamente. He de admitir que me causó nervios en su momento.
— Experiencias de vida.
Fue corto, decidí dejar de mirarla y guardar el mapa con cuidado. Podía sentir sus ojos sobre mí, los recuerdos que desencadenaba ser el centro de atención de alguien eran abrumadores, fueron momentos de felicidad, que dudaba volvieran a repetirse. Horas más tarde, estaba en la que iba a ser mi habitación temporal, podíamos quedarnos esa noche, y al día siguiente partiriamos. La ventana de la habitación reflejaba luz nocturna, a pesar de ser un lugar así de mágico, se sentía como un edificio tradicional, donde entraba la luz del sol y la luna.
Las estrellas resultaban bonitas en el cielo despejado, y creo que me concentré demasiado, porque no sentí cuando alguien entró a la habitación.
— ¿Alessia?
Sus ojos azules reflejaban el firmamento nocturno, opacado solo por esa sombría marca de sangre. Recordé la noche en que la conocí, y le animé a saltar de la baranda, esa noche la vi diferente, esa noche sentí que podía verla realmente.
Y no estaba seguro de si esa era una ventaja.
***
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