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Corte 2

SOY PIXIE

Me incorporo y acaricio mi cuello. Miro el reloj por tercera vez; faltan seis minutos. Apoyo un pie en la verja negra a mi espalda y le doy una larga calada a mi cigarro. No he dejado de mirar hacia delante esperando pacientemente a que un todoterreno negro, con los cristales ahumados, aparque en la zona privada y baje Delancey, como llevo haciéndolo desde hace ocho días.

Y como ha hecho estos ocho días, al ritmo que pasan los minutos, me parece que, otro día más que ella no viene.

¿Por qué?

No tengo ni idea. No tengo respuesta.

Once días, contando el fin de semana, sin verla. Mierda. Y comienzo a rayarme como un idiota.

Me colé en su casa el lunes por la noche; Delancey no estaba. Esperé un par de horas, por si continuaba con su familia en el salón, en la habitación de juegos de los mellizos, o en algún lugar de mierda de esa casa, pero la oscuridad se hizo en toda la mansión Da'Silba y ella no apareció. Me colé al día siguiente, y al otro y nada. El jueves ya no pude; habían colocado un increíble conjunto de cámaras de seguridad en torno a esa habitación, además de un estratégico sensor de movimientos.

¿Qué cojones? Solté, impactado al notar la vibración arremeter contra mi cuerpo... ¡Descargas de mierda!... El puto sensor tenía autodefensa ¡SÍ! ¡Un jodido ataque cibernético inteligente! ¡Y me dejó gilipollas!

Todavía no me lo creo.

Por suerte lo pille a tiempo y me largué, con un terrible tic en el labio inferior y el cuerpo dándome bandazos, antes de que dos guardas de seguridad me descubrieran.

El viernes metiéndome en la base de datos de la empresa Seg. Get. Yet., averigüé el nuevo mecanismo que rodeaba la casa entera y lo muy jodido que tenía el poder atravesar solo la mitad del jardín para llegar al balcón de Delancey. Pero soy un artista en cuestión de ordenadores, así que, lo arregle todo, con una clave Vip para mí, y el sábado, a las doce volví a colarme... Nada. No estaba y el rastro era escaso. No conocía esa habitación, pero sentía que faltaban cosas.

Paseé por la habitación a oscuras durante un rato, pensando, haciéndome un montón de preguntas. Aunque había una que resaltaba sobre todas las demás:

¿Cómo he llegado a esta situación de desesperación?

¿Cómo he llegado a la necesidad de verla, de tenerla?

Joder. La echaba de menos una brutalidad.

¿Por qué esa necesidad?

Volveré al principio. Volveré hablar de la primera vez que la vi.

Faltaban siete minutos exactos para que tocara el primer timbrazo de entrada en el instituto. Jugaba a hacer el idiota con Buba, Dimas reía mientras apostaba a que no llegaba atrapar una pelota alta y larga con una mano a la espalda.

Pan comido, le había contestado. Y, Buba, con su magnífico saque la lanzó.

No la atrapé, por supuesto. Un pequeño cuerpo se interpuso en mi camino, o puede que me interpusiera yo, no lo sé. Pero ahí se atravesó mi destino. Caí encima de él, con una mano en la espalda.

Antes de que me cruzara con su mirada, noté un desgarrador puñal en el pecho que nada tenía que ver con las heridas de mi cuerpo. Era una sensación frío y calor, hasta que de golpe; alivio instantáneo. ¡Flotaba!

El corazón me golpeaba en los tímpanos, y ¡joder! Por un momento llegué a imaginar que me los perforaría. Y todo eso solo con olerla y sentirla.

Entonces me tropecé con esos ojos, indescriptibles. Son como una palmera de fuegos artificiales explotando en el cielo llena de colores; estallan por todos lados y no diferencias un color exacto. Me moló. Recuerdo que pensé;

Ojazos...

Y de la primera impresión pasé a la fase locura al ver su rostro. Preciosa. Solo había visto a otra niña igual de hermosa. Pero la belleza de ésta sabía que me torturaría a partir de ese momento. Y no solo eso; su tacto fue demoledor. Me dejo sin aliento, idiota, perdido. Y el sonido de su voz erizo cada centímetro de mi piel.

Impresionante. Me repetí mentalmente la palabra "hostia" del mismo modo que me repito un mantra antes de meterme en faena.

Ella, con una mirada, un tacto y una miserable palabra había conseguido que mi cuerpo y mi mente le pertenecieran en ese mismo instante. Nadie más que ella.

Pero el destino tiene una forma de jugar con nosotros que te cagas ya que me la mostró, para luego burlarse de mí diciéndome quien era;

En ese instante quise odiarla con toda mi alma.

Y puede que la odiara pero cuanto más me obligaba a odiarla, más deseaba verla, provocarla, picarla. Hacer cualquier cosa que la acercara a mí.

–Tienes que ayudarme con Dikon.

Sacudo la cabeza para eliminar los recuerdos y me centro en la pelirroja que tengo delante.

–Buenos días, Harper.

–Tienes que hablar con él –insiste.

Me coloco mejor. Mi postura, vencido hacia delante le hace parecer más alta a ella, y con ello parece que me este amenazando. Me estiro, sacando pecho y Harper, aun con la mirada directa se echa unos pasos hacia atrás.

– ¿De qué?

Es una pregunta idiota, se que quiere, pero no me interesa. Solo gano tiempo antes de que aparezca Dikon y ella desaparezca huyendo de él.

–De su interés en destrozar mi vida.

–Lo que mi amigo tiene en mente contigo no es destrozarte la vida, precisamente. Deberías de abrir un poco los ojos...

–Me fastidia todas las citas con Rafel.

–Quizás sea casualidad.

Harper bufa. Me aguanto esa sonrisa que quiere asomar a mis labios. No es el momento.

Cierra un poco los ojos y sus labios se aprietan.

–Con Dikon no hay casualidad. Ha sido un capullo antes y ahora lo es peor.

–Si te atrevieras a escuchar lo que te tiene que decir...

– ¡No habla, ordena y se cree con derechos de mí!

–No me grites, Harper –digo en un murmullo sereno y a la vez duro.

Baja la mirada y noto, como un pequeño golpecito en el pecho que se derrumba.

Mierda. Joder.

¿Por qué este rollo me tiene que salpicar a mí? ¡Joder!

–Por favor, Pixie.

Me resigno.

– ¿No te das cuenta de la incongruencia de esa petición?

– ¿Y tú que me lo debes?

–Es todo lo contrario.

Unos ojos, enormes, verdes y vivaces se clavan en mí. Y ahora viene lo de echar en cara...

–Te he ayudado con Delancey– y por supuesto, comienza a enumerar–; en el cine, la clave de su taquilla, su horario escolar, hasta su móvil, que es lo más sagrado para todas nosotras. He mentido a mi mejor amiga, engañado y traicionado un poco su confianza, ¡por ti! –no es un grito, pero lo parece, tiene esa postura irritada, agobiada e intenta intimidarme–. Ahora te pido que me hagas un mini favor...

Alzo una mano para callarla.

–No es un mini favor –me burlo, espoleando los brazos imitándola, Harper abre los ojos y no puedo evitar la sonrisa antes de continuar–; es un tema personal en el que yo no quiero involúcrame. Soluciónalo con él...

– ¡No me hace caso! ¡No acepta un no! –Ya lo sabía. Dikon no sabe lo que es que una chica le dé puerta.

–No es mi problema.

– ¿Y ya está?

–Deja de dramatizar, pelirroja –interrumpo, Harper bufa y abre la boca, se que comienza hablar pero mi voz es más dura que la suya y se queda en un fondo–. En otras circunstancias ya habrías caído a los pies de Dikon, es más, seguramente estaríamos teniendo una conversación él y yo, contigo pegada a su culo...

–Eres un capullo –escupe–, búscate a otra idiota que te haga de espía con Delancey. Dimito–. Se da media vuelta cabreada.

La dejaría ir pero... Después de la negativa de la polluela, ella es la única posibilidad que tengo de acercarme a Delancey....

Mierda. Mierda. Y más mierda.

–Harper –la llamo pero no hace ni caso–, Harper... Maldita sea. –Bufo y voy a por ella. En dos pasos la he atrapado del brazo y la giro. Harper se suelta con rabia.

– ¿Qué?

Carraspeo y casi vomito al continuar.

–Lo siento –aseguro que esas palabras me han costado lo mío.

Ella lo acepta. Me conoce, sabe que no va a sacar nada más de mí.

– ¿Puedes ayudarme?

Suelto todo el aire y respondo lo más suave posible;

–A Dikon le gustas, casi tanto como a mí me gusta Delancey. Si hablo con él para que te deje en paz es como si yo mismo me obligara a dejar en paz a la chica que posiblemente...

Me silencio. No estoy seguro de lo que quiero decir.

Lo he admitido, a regañadientes y con rabia pero Delancey me gusta tanto que me vuelve loco. No ha sido tan duro aceptarlo después de todo, aunque el empujoncito me lo diera verla con Anthony.

Sé por lo que está pasando Dikon, es mi mejor amigo, y quizás ese Rafel sea mejor que él, pero igualmente te mosquea ver a la que quieres que sea tu chica con otro idiota tan emocionado con las tías como todos a nuestra edad.

–Posiblemente sea demasiado tarde.

– ¿El qué? –pregunto con el ceño fruncido, porque ya no sé si o dice por mí o por ella.

–Que los dos tengamos lo que queramos.

–Harper...

De pronto, la pelirroja abre los ojos y sale disparada. Trato ir de nuevo tras ella, pero en ese instante, Dikon me atrapa de la chaqueta y tira de mí.

– ¿Qué coño hablabas con Harper?

Lo miro ceñudo mientras me arreglo la americana. Luego me dejo caer contra la verja.

–De que la estas agobiando y esta de ti hasta los huevos.

Dikon, con lo muy cabrón que es, simplemente sonríe.

–Pues voy a ir tope–, su sonrisa se amplia y por un momento me da miedo–, tengo un plan que tiene que ver con tu querida pija.

Estoy a punto de preguntar a que se refiere cuando el coche que llevo esperando todos estos días acaba de aparcar justo delante de nosotros. Me incorporo recto, tenso y con el corazón retumbando en mis tímpanos.

La puerta trasera se abre, no espera a Lupin. Juro que en ese momento las ansias y la respiración se han juntado formando una combinación de peligro. O bien me sobra mucho o me falta todo.

No sé que esperar. No sé cómo actuar. No sé qué hará ella. Me he quedado en blanco. Tengo miedo. Además de que, todo un mar de posibilidades locas pasan por mi mente a gran velocidad.

Me paralizo completamente, como si me acabara de dar contra una pared. No baja nadie. Aterrado clavo la mirada al frente, en un punto lejos, donde no me muestre nada de ese coche.

¿Y si no es ella quien baja? ¿Y si es alguno de sus hermanos, o pero aun, su padre, que viene a sacarla del instituto para meterla en un internado como a su hermana?

Mierda

Aprieto los puños. Noto como me sube una especie de arcada hasta la garganta.

¿Puede ser posible?

¡NO!

Es imposible que después de todo, a mitad de curso, con las notas tan buenas de Delancey, todos los proyectos recién comenzados y su estabilidad en las clases se estén planeando sacarla de aquí. Me vuelvo loco de solo pensarlo.

Entonces Dikon golpea mi brazo y señala con la cabeza hacia el coche, lentamente, con la respiración acelerada giro mi cabeza y todos los miedos desaparecen.

Delancey ha vuelto.

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