4.
Ahí estaba él, sentado en uno de esos muebles oscuros de cuero, fríos y cómodos. Elegante, como siempre, solo, como de costumbre. Con su cabello rojo bien peinado, su mirada similar a la de un depredador en busca de una buena presa, miraba a todas las chicas de la pista de baile, para localizar cuál de todas le llama la atención y puede saciar todas sus ganas en esa sola noche.
Pero, había un problema.
Tomó un poco del vodka, con una expresión decepcionada, suspiro por lo bajo, cansado se paro del asiento y se dirigió afuera. Por más que algunas féminas hayan puesto sus ojos sobre él, así como él con ellas anteriormente, por más podía sentir la tentación y deseo del sexo opuesto llamándolo, no se detuvo. Ninguna mujer de ahí le llamaba la atención.
Foxy no comprendía porque, pero últimamente no se ha sentido cómodo con ninguna mujer, como si hubiese perdido el deseo o “apetito” por ellas. Y para irritar más situación, su cuerpo deseaba una noche salvaje llena de sexo. Gruñó, se quejo por lo bajo y entró a su auto, molesto por otra noche fallida. Mientras conducía, algo borracho, las luces de los autos, semáforos y demás locales de la noche brillaban con intensidad ante su mirada, volviendose confusos con el paso de los segundos, aún podía ver el camino para volver a casa pero tenía el deseo de hacer algo que acabé con ese sentimiento.
Se detuvo en un semáforo en rojo, esperó hasta que cambiará. Miró a su lado, el asiento donde hace un par de días atrás Bonnie estaba sentado. Aún podía oler su fragancia, esa no tan cara pero con un olor tan suave y dulce, le atraía. Recordó todo lo que sucedió, cuando tuvieron que dormir juntos y cuando lo llevó a casa, etc.
Por alguna razón, pensar en ese chico, sus facciones, los detalles de su rostro, sus ojos tan grandes y rubí, esa mirada tan asustadiza que puede verse inocente, sus labios pequeños y rosados, la piel tan suave, su color; todo. Pensar que él hace que se excite.
Sabiendo eso, Foxy sólo pudo bufar y llegar a una conclusión que le pareció absurda al comienzo, pero al ser alguien que conoce muy bien sus sentimientos y intenciones, es consciente de que Bonnie le atrae. Pero la manera en la que lo hace es distinto. Tenía que buscar una manera de calmar esa tentación.
—... Entonces, ¿te acostaste con el jefe?—bromeó la rubia.
—¡¿Qué?!—se sonrojo de inmediato.—¡Claro que no!, nunca haría algo como eso.
—Ay, si no te hagas, si bien que se te cae la baba por él.
Bonnie hizo un puchero, no quería admitirlo pero es cierto, y Chica lo sabía mejor que nadie, desde hace unos días lo ha estado molestando con eso.
—Bueno, un poquito.
—¡Si, como no!—exclamó.—¡Se te va toda!—rió.
—¿Qué se le va?—irrumpió Freddy.—Buenos días.
—¡Oh, Freddy!, ven, tienes que oír esto.—exclamo emocionada.
—Dime.—se acercó.
—¡Chica, no te atrevas!—espetó Bonnie, avergonzado.
—Al parecer a nuestro amiguito aquí le gusta el jefe.
Freddy abrió sus ojos como platos, sorprendido.
—Vaya...—musito.—¡Sabía que te gustaban los hombres pero que gustos tienes!
—Ah, n-no...—rasco su nuca.—Yo-
—Te deseo suerte con eso.—palmeo su espalda.—Ve por él, conejo.
Bonnie se sonrojo, no pensó que sucedería tal reacción así de repente. Pero aún si fuese lo que esperaba, él iría ahí dentro a cuestionar el comportamiento tan extraño de su jefe, que constantemente lo tenía nervioso por eso.
Armandose de valor, entró. Abrió la puerta y vio como la silla rodante estaba de espaldas.
—¿J-jefe?—tartamudeo. El pelirrojo se giro.—Buenos días.
—Buenos días, Bonnie.—dijo.—Ven, toma asiento.—el nombrado asintió y se sentó.—¿Cómo estás?, ¿qué se te ofrece?
Cuestionó, tan atentó de sus trabajadores como siempre.
—N-no, bueno.—mordió su labio inferior.—Lamento mucho la interrupción pero es que... He querido preguntarle algo.
—Adelante, dime.
—Es que...
Bonnie no sabía si decir lo que pensaba, su confesión podría ser tomada como un atrevimiento y ser despedido. No quería eso.
Nerviso, observó a Foxy que esperaba paciente las palabras de su empleado. El mayor notaba como sudaba el contrario, como si lo que fuese a decir tendría un gran peso sobre su vida.
—Bonnie,—le miró.—puedes confiar en mí. Dime lo que tengas que decirme.
Las palabras tan calmadas del pelirrojo lo calmaron más pero también derritieron su corazón, haciendo que sea un tanto más incomoda la situación. Su cara estaba completamente roja, no reaccionaba, hasta que decidido por fin tomar el riesgo de hablar.
—H-he notado que usted me ha estado mirando de una forma e-extraña.—Foxy alzó una ceja.—Y-y yo, quería saber el porque.
Apenado, también asustado de su destino, prefirió mirar a una parte cualquiera del escritorio y esperar por el golpe de realidad que iba a aterrizar en cualquier momento.
Foxy, más incómodo que impresionado, pensó en aquella noche donde ambos tuvieron que pasarla juntos. No quería admitirlo pero en verdad eso le había dejado marcado, más que nada por la falta de actividad sexual en su vida. Tanto fue así que ni cuenta se dio de cuando empezó a ver de esa manera a Bonnie.
Más que algo de que avergonzarse o hecharse para atrás, el pelirrojo vio esto como una oportunidad para poder saciar esas ganas tan candentes que necesitaba su cuerpo.
—Oh...—pronunció.—Oh, Dios.—tocó su barbilla y le observó de forma despectiva.—Perdón, no me había dado cuenta...
—¡N-no, esta bien!, y-
—¿Te molesta que te miré de esa forma?
Por el tono en como dijo esa pregunta, sintió un escalofrío recorrer su espalda, no sabe si es por la cantidad de series y películas con situaciones similares pero se sentía en una de esas escenas en donde la tensión sexual se desencadena sólo con un par de palabras.
—Bueno... Tal vez.
—¿Seguro?—preguntó.—Estuve mirandote solo porque me pareciste interesante.
—¿Eh?—se sonrojo aún más.
—Pero como te molestas.
—¡¿Eh?!—expresó.—¡N-no, esperé!, ¡es solo que...!
Se quedó sin habla, estaba muy nervioso y cuando se encuentra de esa manera no piensa con claridad.
—¿Quieres que siga mirandote?, o ¿que haga algo más?
Bonnie comenzó a sentir la presión, su corazón estaba volando, esto le recordó a esa vez en el auto, pero ahora mismo su jefe estaba incitando de forma casi directa a esa ereccion.
—Yo...
De repente la puerta se abrió, el castaño entró sin si quiera tocar la puerta.
—Buenas, jefe.—dijo.–Oh, Bonnie, todavía estás aquí.—comentó.
Foxy suspiro, decepcionado por la interrupción.
—Freddy, te he dicho un montón de veces que toques antes de entrar.
—Discúlpeme pero es que estaba buscando a Bonnie.
—¿A-a mí?
—Si, necesito tu ayuda. Ven rápido.—contestó.—Perdón si interrumpí algo importante.
—Ah, nos vemos, señor.—se despidió Bonnie.
—Nos volveremos a ver, Bonnie.
Esa frase fue una promesa, Bonnie sabía que eso podía ocurrir más rápido de lo que él creía. Lo sabe mejor que nadie ahora.
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