6- Yo soy Camus
En menos de una semana, la librería estaba limpia, sus muebles brillaban y los libros se erigían en orden alfabético, por temáticas y géneros.
Todos tenían un número de orden y Camus no sólo había confeccionado un fichero con la reseña de cada uno, sino que en una vieja computadora había abierto archivos de cada libro, ordenado por autores con sus respectivas referencias.
El hombre miraba todo con un brillo en sus cansados ojos que hacía años no tenía...
Su amada biblioteca era un lujo de limpieza, orden y todos los libros tenían la atención que merecían, viejos y nuevos, todos ocupaban su lugar sin excepción...
Camus tomaba un pequeño descanso y el anciano se le acercó con una taza de café, sonriendo amable, feliz...
-Jovencito, toma un momento y cuéntame cómo sabes tanto de libros a tu corta edad... parece que los hubieses leído a todos!
-Señor Devereaux, toda mi vida he sido solitario, retraído y serio... me siento más a gusto entre libros que rodeado de personas y, dónde vivía había enormes bibliotecas que he devorado con pasión desde que aprendí a leer a los cuatro años.
-Pues me alegro que hayas llegado a este lugar, jovencito! Yo ya no puedo con mis años y me era imposible poner los libros en los estantes...
Lamentablemente los muchachos del pueblo no se interesan en la lectura y
mucho menos desean trabajar en un lugar así, oscuro y triste...
-Si usted me lo permite, yo lo puedo ayudar a cambiar esa imagen y que la biblioteca vuelva a tener vida...
Y no me diga jovencito, soy Camus...
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Los días, semanas, meses pasaron rápido en el santuario... los rumores de la partida de Camus eran cada vez mayores, puesto que Athena les había dicho que estaba en una misión de mucho tiempo...
La diosa no podría ocultar su ausencia mucho tiempo más, las guerras habían terminado pero las doce casas debían tener un custodio permanente... si no volvía Camus, su discípulo debía tomar su lugar.
En el segundo templo, su custodio miraba a un punto fijo, su mente muy lejos de allí...
-¿Dónde estás? Sé que fui un idiota al no ver tu tristeza, no darme cuenta que necesitabas mi compañía como antes... pero quiero enmendar mi error y darte en mi vida, el lugar que tienes en mi corazón... regresa Camus...
-Él no volverá, es un cobarde que se aleja de los problemas en lugar de enfrentarlos...
Afrodita rió con sorna.
-¿Puedes decirme por qué lo odias tanto? ¿Qué te hizo para que lo trates así desde que era pequeño?
-¿Y me lo preguntas? Ese bueno para nada me robó la amistad de Shura, mi novio lo miró con lujuria desde que tenía siete años, ha dicho su nombre en la intimidad... ¿te parece poco?
-De todo lo que dijiste, Camus no es el culpable... bueno, tal vez con Shura sí, porque fueron amigos desde que los presentaron pero, si tú perdiste tu amistad con Capricornio, es tu problema...
Camus siempre ha sido muy amable y por eso es fácil quererlo, pero tú con tus celos enfermizos, pusiste a todos en su contra y ahora están las consecuencias...
No te saldrás con la tuya, Afrodita, la maldad de tu corazón hace que no veas lo solo que estás... tú lo dijiste, Deathmask grita su nombre cuando está contigo, Shura es su amigo... ¿de qué te sirvió todo lo que hiciste?
Afrodita sintió que su ira crecía pero no era contra el toro, ni siquiera contra Camus... era contra sí mismo, por ser tan arrogante y haberse dejado llevar por una envidia sin sentido...
Camus nunca hizo alarde de su obvia belleza, era tímido y callado... los demás cayeron ante él porque los enamoraba su manera de ser...
Tragando su bronca porque le habían mostrado una realidad que no deseaba ver, apretó su puño y, mirando de reojo al Tauro, susurró
-Ya veremos quién tiene razón... él no volverá jamás...
Y lo dejó solo de nuevo, con sus pensamientos y recuerdos que su mente traían...
-Lo siento Camus... vuelve...
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Una nube de polvillo cubrió la vereda cuando el joven salió barriendo, abriendo de par en par las puertas y ventanas de la librería.
Con una cola alta para recoger su largo cabello, un pañuelo cubriéndolo al igual que su boca, un delantal largo y sin prestar atención a las miradas curiosas, Camus seguía limpiando el lugar.
Todo empezó a cambiar, dejando una sola habitación con cortinas color púrpura, el resto fueron reemplazadas por finas telas blancas que dejaban entrar el sol y entibiar el espacio de lectura...
Las luces casi todas quemadas fueron cambiadas por las de LED y, tras tomarse un par de días de descanso, pintó toda la fachada del local de un color azul cielo que le daba un aspecto increíble.
El cartel que decía BIBLIOTECA vio sus letras renovadas en un rojo bermellón y en las vidrieras se colocaron los libros de última salida, los bestsellers, los que llegaban como propaganda para niños y de manualidades...
Poco a poco, la gente del lugar se empezaba a interesar en los cambios de la biblioteca y curiosos, se acercaban a ojear...
Decir que para muchos era la primera vez que entraban a un lugar así era lógico, porque el pobre hombre ya no podía manejar el sitio y lo había mantenido cerrado por mucho tiempo.
Al entrar, encontraron al hombre mayor, bien vestido y con una sonrisa, recibiéndolos gustoso...
Ya en los pasillos, Camus se las arreglaba para contestar cada pregunta referida a los diferentes libros de su interés...
Los días pasaban y las salas del recinto, se veían repletas de jovencitos y jovencitas que pedían cualquier libro, con tal de tener la atención del nuevo bibliotecario...
Antoine, el viejo bibliotecario, sonreía al ver cómo las muchachas miraban coquetas a su empleado y le dedicaban sonrisas... no sólo las chicas, los jovencitos hacían cola para preguntar obviedades con tal de que esos ojos azul violaceos los mirasen una sola vez...
Camus se había convertido en la comidilla del pueblo, todos hablaban del hermoso nuevo bibliotecario y pronto, los rumores llegaron a oídos del alcalde general.
Decidido a conocer al nuevo integrante de la comunidad, una mañana se dirigió a la biblioteca pública en su auto importado y, sin prestar mayor atención a la gran cantidad de personas que había dentro, ni al viejo dueño, se encaminó decidido hacia la mesa de entrada.
Un "buenos días señor, ¿en qué puedo servirle?" bastó para que el jefe de la comunidad quedara prendado de esa sonrisa sincera y se perdiera en esos ojos tranquilos y hermosos...
-Soy Minos, el alcalde general del pueblo...
-Mucho gusto señor alcalde, puedo ayudarle en algo? Busca algún libro o información?
El hombre se sentía muy aturdido, no podía hablar ni contestarle... él no era de quedarse sin palabras, pero en ese momento nada de todo lo que pensaba se hacía voz...
Camus notó con nerviosismo que lo miraba fijamente sin proferir palabras, no sabía cómo reaccionar ante esto y fue justo en ese instante que una pequeña niña le trajo un libro para que le leyese unas palabras que no entendía.
Sonriendo se la sentó en su regazo y se las leyó suavemente, haciendo que el mayor volviera en sí, mirándolo embelesado mientras Camus reía con la niña en brazos y le explicaba los significados de aquellas palabras.
-Muchas gracias señor...
-De nada, pequeña...- volviendo su cabeza al frente, miró nuevamente al alcalde y le sonrió
-¿Desea hablar con el señor Devereaux? Lo puedo llamar...
-No... sólo venía de pasada y quería ver lo que todos comentan...
-¿Sobre la biblioteca? Ha sido un arduo trabajo pero-
-Sobre ti... lo que dicen de ti...
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