Capítulo 7: Castigo
Llegué temprano a la empresa en mi moto para revisar documentos en la oficina de mi madre. Es como mi forma de tratar de relajarme por la frustración que tengo por no contar con Oliver para saber sobre Mía.
Después de media hora de trabajo aun no lograba quitarme esta molestia que sentía, así que me dispuse a ver la foto que le saqué a ella, y aunque me relajaba verla, me hacía sentir más frustrado porque ahora deseaba que estuviera aquí, en mis brazos.
—¿Dante? —escuché su voz y volteé ver a la puerta.
—¿Mía? ¿Acaso ya es la hora de entrada? ¿Mi reloj está atrasado?
—No, vine temprano para acomodar las cosas para la junta de Elizabeth. De hecho ya terminé y vengo a dejar los papeles —se acercó al escritorio y colocó las carpetas—. Las rojas son las copias que se les van a dar a los clientes y la negra para tu madre.
–Ya veo, eres muy diligente.
—¿Sucede algo?
—¿Por qué lo preguntas?
—Se ve algo… cansado. ¿Señor? ¿Se encuentra bien? —ella rodeó la mesa y me tocó la frente— Está caliente.
—Por ti —dije burlón recostándome en la silla.
—No sea payaso.
—Estoy bien. Sólo ha de ser un resfriado.
—Que resfrío ni que nada —se fue de la oficina con rapidez para luego entrar con una botella de agua y su bolsa en mano buscando algo—. Aquí tiene. Tomé una.
—¿Pastillas? No quiero eso.
—No se comporte como un niño. Tómelas.
—¿Me estás dando órdenes? —alcé una ceja.
—Por supuesto. Con la salud no se juega, así que obedezca —se cruzó de brazos demandante.
—Con una condición.
—Nada de condiciones. No pienso dejar que se enferme aquí.
—Entonces no me las tomo —puse la pastilla a un lado y entrelacé mis dedos, al parecer la exasperé porque bufó molesta.
—Dios, qué infantil. ¿Qué es lo que quiere para tomarla?
—Déjame be… —me interrumpió.
—No lo besaré.
—Rayos. Bien, quiero que los dos nos sentemos en el sofá y que me dejes acostarme en tu regazo.
—Claro que no.
—Entonces no hay trato.
—¡Ah! ¡Está bien! ¡Tómela.ahora!
Bufé triunfante tomando la pastilla, luego ambos nos dirigimos al sofá de color vino, ella se sentó y luego yo me acosté bocarriba poniendo mi cabeza en sus piernas, mirando como ella me veía con los ojos entrecerrados mientras yo sonreía.
—Eres cómoda.
—Cállese —mencionó volteando a otro lado, yo poco a poco fui quedando dormido.
Mía
Dante está durmiendo en mi regazo, se ve muy relajado.
Alcé mi mano y la acerqué a su cabeza, me detuve en lo que quería hacer, tenía dudas de acariciar su cabello, pero lo hice, y sonreí al haberlo hecho. Cerré mis ojos un momento para luego abrirlos con una idea que no iba a ejecutar con él despierto. Hice mi cabello para atrás evitando que cayera en su rostro, me incliné acercándome a su boca.
Era ahora o nunca para saborear esa tentación que tengo reprimida, estaba tan cerca de sus labios.
—¡Ah! —Dante se quejó cuando lo empujé haciendo que cayera al piso, pues el reloj de la oficina sonó— ¡¿Qué te pasa?!
—Ah… —sentía que mis mejillas se calentaban y él se levantó con rapidez e irritado— Lo siento.
—¿Lo sientes? ¿Acaso dijiste que lo sientes? —su cara se tornó confuso.
—Rápido, tengo que pensar en algo. Sí, lo siento, pero es hora del trabajo —añadí parándome empoderada y ocultando mi nerviosismo.
¡Rayos, estuve tan cerca! Maldita sea la hora.
Salí con prisa al baño dejando a Dante con una cara que no sabía lo que había pasado. Una vez me calmé, salí de allí y me dirigía a mi puesto, fue entonces que sentí como tomaron mi cintura por detrás y me jalaron llevándome dentro del cuarto donde se guardan las cosas de limpieza.
—Esto no puedo dejarlo pasar, Mía —Dante me arrinconó contra la pared con nula posibilidad de escapar.
—Por lo que veo ya se siente mejor —dije burlona, bien, sentí que estaba estirando demasiado la cuerda.
—Oh, Mía. Y no sabes cuánto mejor estoy.
Comenzó a besarme el cuello por detrás, pues la forma en que me tenía arrinconada era tomada de las muñecas y de frente a la pared. Soltó mis manos y fue recorriendo mis brazos, luego bajó por mi cuerpo hasta llegar a las caderas, con su cuerpo pegándose al mío me empujaba hasta que casi todo mi cuerpo había tocado la pared, sus manos avanzaron a mi vientre y él seguía besando y lamiendo mi cuello, yo alcé mi mano tomándole de sus cabellos, puse mi otra mano sobre una suya a la vez que cerraba mis ojos y hacía mi cabeza hacia atrás, estaba disfrutando de ese momento.
Con un poco de brusquedad me dio la vuelta y me alzó pegando mi espalda a la pared, yo rodeé mis piernas en sus caderas y lo abracé por el cuello, con una mano lo tomé de su cabello, y Dante no dejaba de recorrer mi cuello con sus labios. Empezó a moverse como si estuviéramos teniendo relaciones, me perdí en ese momento, pues gemí.
Dante
La tenía en una posición bastante comprometedora donde me movía como si estuviéramos manteniendo relaciones, fue entonces que en mi rostro se dibujó una enorme sonrisa de satisfacción en cuanto la oí gemir. Me separé de ella y la vi con una cara muy roja e incrédula, se dio cuenta de lo que le provoqué. Le sonreía con picardía y la bajé después de haber obtenido ese resultado.
—Hora de trabajar, señorita Bott —mencioné acomodando mi corbata y saliendo del cuarto dejando a Mía ahí dentro.
Tarde o temprano, vas a ser mía.
×~×~×~×~×
Narrador Omnisciente
La joven volvió a sus labores, apoyaba como siempre a su jefa pero no podía ver a la cara a Dante, pues le daba vergüenza lo que en la mañana había pasado, y el hombre lo sabía aprovechando cualquier oportunidad que tenía para recordárselo, ya fuera sonriéndole guasón, guiñándole o lanzándole un beso.
—¡Ah! —Mía lanzó un grito ahogado en su almohada. En cuanto su turno terminó, tomó su auto y regresó a casa— Eso no pudo haber pasado. Y todo fue mi culpa.
Se volteó a quedar viendo el techo, comenzó a recordar ese momento, tocó su cuello con una mano y con la otra recorría su cuerpo desde su pecho hasta su vientre. Tomó su almohada una vez más y tapó su rostro para gritar de nuevo. Fue entonces que su celular sonó y revisó quién era. Bufó irritada al ver el nombre.
—¿Qué? —contestó reacia.
—Vamos, baja y ábreme —Dante sonaba divertido.
—No —pero ella no estaba dispuesta a cambiar su actitud.
—No me hagas entrar por mi cuenta, sabes que conozco tu código.
—Ya voy —sin embargo la joven abrió la reja y luego lo dejó pasar a su casa, dirigiéndolo a la sala—. ¿Qué quiere?
—Sabes bien que a ti —mencionó sentándose en el sofá individual.
—No crea que me tiene ganada por lo que sucedió hoy —ella le miraba desafiante, pero el mayor sólo la miraba sonriente.
—No, pero ya avancé en tu terreno —se levantó y con rapidez la tomó del brazo antes de que ella se alejara—. Mía, será mejor que dejes de resistirte y te entregues. Me deseas tanto como yo a ti.
—No es verdad. Ahora, si sólo vino a decirme esto, fuera de mi casa —se quejó en cuanto Dante la volvía a pegar a él—. Suélteme.
—Lo haré, pero después de decirte una última cosa —se acercó a su oído y habló usando una voz seductora—. Te aseguro, que voy a poseerte —dio un beso en su cuello para luego dejarla e irse de la casa de Mía.
La joven quedó en medio de la sala tomando su camisa por el pecho y apretando su mano.
«No. No puedo dejar que esto que estoy sintiendo se apodere de mí. Tengo que deshacerme de esto, no puedo dejar que se involucre conmigo. Debo olvidarme de Dante»
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro