Capítulo 34: Encontrar
Multitud estando alegre por el recuento de la pasarela que hace poco observaron de las modelos, la mayoría habla con Elizabeth y su hijo, con él, Mía siempre está a su lado para apoyarlo en sus conversaciones.
Si bien el dueño de la mansión no estaba entre ellos, el supervisor de todo sí, elogiando el buen trabajo de todos.
—Nos disculpan un momento —mencionó Dante retirándose debajo de la plataforma cerca escaleras del segundo piso, veía orgulloso el vestido verde oscuro ceñido al cuerpo de su acompañante, con un gran escote por enfrente que llega debajo de su busto—. ¿Ya podemos irnos a alguna de nuestras habitaciones? —Mía rió bajo tomando la mano de él con intención de subir.
—¿Dante? —más él no prosiguió.
Él se detuvo antes de llegar a las escaleras, cuando la joven miró a su rostro, este se encontraba enardecido y su mano aprisionaba con fuerza la de ella. No tuvo respuesta cuando él la dejó ahí para dirigirse a donde sus ojos estaban clavados, apenas llegó con un sujeto que Mía no lograba verle la cara, ella se sorprendió cuando Dante propinó un fuerte puñetazo que hizo al desconocido caer.
Ni bien ocurrió eso, Elizabeth corrió a su lado para sostener a su hijo, los invitados se sumergieron en confusión y algunos ayudaban al afectado por el golpe. Personal de seguridad se acercó para evitar que Dante volviera a hacer algo contra ese sujeto, que ya parado se sacudía su traje y pasaba su pulgar por el labio para limpiar su sangre.
Mía se aproximó con prisa a su jefa e hijo, más no llegó a ellos por detenerse al ver a quien hace segundos era un extraño.
—También es un gusto verte —sin embargo el sujeto sonreía con el ceño fruncido—, hijo.
—¡No soy tu hijo! ¡Malnacido!
El hombre chasqueó la lengua con diversión a la vez que negó con la cabeza.
—¿Esa es forma de tratar a un cliente?
—¿Cliente? —Elizabeth estaba pálida, y más que eso, su semblante era uno de terror— Nos vamos, ahora —ordenó con pavor queriendo evitar a cualquier costo contacto con él.
La incertidumbre estaba bien cabida por todos, pero nadie del equipo de Elizabeth cuestionó su orden empezando a marcharse de una vez. La madre de Dante se fue acompañada de Oliver, él fue por Mía.
—¿Mía? —más ella estaba pálida, parecía presa de algún temor. Él se acercó rápido para tomarla de la mano, sin embargo ella se alejó bruscamente— ¿Qué pasa?
—¿Él es tu padre? —Dante asintió con desprecio. Más rápido, Mía empezó a jalar aire a sus adentros mientras evitaba lo más que podía no caer en pánico.
—Mía —fue tras ella, pues salió con rapidez del lugar tratando de que ese sujeto no la viera—. ¡Mía! ¡Aguarda!
—¡No me toques! —espetó apartando las manos masculinas— Esto no puede estar pasando, no, no, no —decía para ella misma pasando sus manos por sus cabellos con casi histería.
—Mía… —Dante no era dejado hablar cuando la mujer se alejaba cada vez que intentaba acercársele.
—Solo vámonos.
No hubo más palabras ni interacciones, sólo sollozos por parte de Elizabeth mientras se aferraba a llorar en Oliver, recordando todo el infierno que ella y sus hijos vivieron al lado de ese hombre, volviendo a visualizar ese amargo recuerdo de su hija fallecida.
Mía, por su parte, no deja de ver por la ventana del copiloto algo que está en su mente, algo que le hace morder sus labios por dentro sintiendo pavor.
Dante intentó tomar su mano, más ella lo retiraba con rabia, enojo, tal vez otra cosa que no quería mostrar.
Mía
Maldita sea mi vida, ¿por qué cuando parece que todo va a estar bien es cuando peor se pone todo?
Estoy harta de esta vida, de tener que huir porque no quiero volver a mi pasado. Como ahora, apenas llegamos a la casa de Dante y él entró junto a su madre, yo me largué en un taxi a mi casa, en el camino llamé a Lisa y a Nicolás para pedirles de favor que me alojen en su casa.
—Pero Mía ¿qué pasó? —Lisa está preocupada.
—Por favor, te contaré cuando esté allá, sólo ayúdenme por favor.
—Por supuesto, cuenta con nosotros.
Al terminar la llamada por fin había llegado a casa, pagué al conductor y entré con prisa para hacer mis maletas.
En serio necesito saber qué mal estoy pagando para tener que vivir así. ¿Por qué de entre todas las personas tenía que enamorarme de Dante?
Bajé con mis cosas listas, pero las llaves del auto no estaban en el plato cerca de la entrada.
—¿Buscabas esto? —él está sentado en el sofá individual alzando y tintineando mis llaves, al lado suyo, dos tipos que parecen gorilas se hayan parados— Ven —el alma se me salió del cuerpo.
¿Ir? Está loco.
Comencé a correr de nuevo hacia arriba, o traté, porque uno de los sujetos me tomó por la cintura. No importó cuánto forcejeé, me levantó e hizo quedar arrodillada siendo tomada de mi cabello por detrás, para quedar mirando al maldito de enfrente.
Lo odio, tanto que mis lágrimas no se detienen, él, el padre de Dante… El Señor.
—Has sido muy difícil de encontrar, mi princesita.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro