Capítulo 3: Esto es una guerra
Lo primero que me encuentro al salir de mi casa es a Dante sentado en la acera y bloqueando el paso a mi auto. ¿Qué rayos es lo que trama? Lo más seguro es que le haya preguntado a Elizabeth dónde vivo, pero venir hasta acá para fastidiarme.
Definitivamente me declaró la guerra. No parecía que se apartaría de la salida, así que yo tuve que salir de mi carro.
—¿Qué crees que haces? —pregunté enojada.
—Vine a que me lleves al trabajo —me respondió sonriendo y parado frente a mí.
—¿Qué? ¿Estás loco? Pudiste haber ido con tu madre, no vengas a joderme a mí.
—Me llevarás tú —dijo a secas sin quitar esa estúpida cara.
—No —volví a mi auto y entré, sin embargo... —¡¿Qué haces?! ¡Sal ahora mismo! —Dante también entró y se sentó en el asiento del copiloto.
—No —mencionó muy cómodo después de ponerse el cinturón de seguridad. Supongo que para no salir volando si decidía parar de pronto para sacarlo de mi auto.
Solté un largo suspiro y encendí el vehículo comenzando a movernos. El camino era silencioso y yo tenía cara de pocos amigos. Paré en un semáforo en rojo y veía como él miraba afuera y a mí.
—¿Tengo algo en la cara o qué? —le pregunté irritada.
—No, pero quizás lo tengas luego.
—¿Qué?
—Nada —dijo burlón.
Alcé una ceja confusa, fue entonces que noté su vestimenta, un traje negro que le favorecía, y viéndolo bien, pues sí es guapo.
—Una foto te dura más. Y sería mejor que mantuvieras la mirada al frente, no quiero estar en un accidente de nuevo contigo.
Volteé mi vista de inmediato al frente estando molesta. Me callé y no dije más.
×~×~×~×~×
Llegamos a la empresa, por fin, no quería estar ni un minuto más con él, esperé a que saliera y cerré con seguro, comencé a caminar con rapidez para alejarme de él, ya veo porque no lo soportan. Ahora lo entiendo, quiere hacerme renunciar, eso debe ser, nadie va a la casa de una empleada sólo a que le lleven después de que su moto se averíe cuando puede ir con su madre, la dueña de la empresa, o simplemente comprar otra motocicleta.
De acuerdo, no va a lograr sacarme. ¿Quieres guerra? Guerra tendrás, veamos quién soporta a quién.
Con una sonrisa maliciosa me dirigí a mi escritorio y comencé con mis labores, Elizabeth llegó junto a su hijo y ambos entraron a la oficina, con él dándome un gesto burlón sin que su madre le vea. Después de unos minutos, mi jefa me llama para entrar, comenzamos a revisar los papeles de un proyecto en el que tendríamos que acudir para organizar un evento para uno de los inversionistas, la junta tendría lugar la próxima semana, así que durante ese tiempo estaría trabajando con Dante.
Asentí con una sonrisa aunque en realidad lo maldecía, el resto del día me quedé junto a él y debo decir que sabe lo que hace, pues sus ideas son buenas, se nota que pone atención a los detalles con la información que le proporcioné de quien sería nuestro cliente, sin embargo, no pierde oportunidad para hacerse el gracioso conmigo, molestándome.
Cada idea que yo daba la volcaba diciendo que debía ser más vistosa, nunca he tenido problemas con mis ideas cuando se las planteo a Elizabeth, y ahora éste viene a decirme que "No son vistosas". Pasamos una hora extra de mi salida, ya no soportaba verlo tan calmado y a la vez divertido.
—Terminaremos esto luego —dije levantándome y estirando mi cuerpo—. Mañana continuaremos.
—¿Por qué no lo hacemos ahora?
—Porque ya pasó una hora que mi turno terminó. Me voy —sin más me di la vuelta y caminaba para salir.
—Mía, antes de que te vayas —suspiré y me volteé—. Puede que seas la secretaria de mi madre, pero aún así también me apoyarás a mí.
—Lo sé, ¿y?
—Y, tengo algunas cosas que me gusta que acaten. Primero, me llamarás señor. Segundo, las horas extras que te quedes conmigo te las pagaré yo, por lo tanto, no te quejes cuando te ordene quedarte. Tercero, me llevarás a casa cuando nos quedemos tarde.
—¿Algo más que quiera exigirme? —me acerqué sin sonreír y apoyé mis manos sobre el escritorio— No sé, tal vez decirme cómo quiere que vista para usted, la forma en que debo hablar, o quizás los ademanes que debo usar.
—Mía, no me retes.
—No, usted no me rete a mí —hablo con autoridad—. ¿Quiere vengarse por el accidente? ¿Qué pretende usted? ¿Sacarme de aquí? Tenga por seguro que no le daré el gusto de verme sometida a usted, señor.
Sin más me retiré del lugar, sin siquiera ver a la cara al señor Dante, si cree que puede usar mi trabajo para mangonearme, está muy equivocado. Me metí a mi auto, esta noche no voy a llevarlo a su casa, que se vaya caminando o que tome un taxi. Y yo no voy a la mía, estoy muy enojada así que voy a buscar mi diversión.
Entré a un antro en el que soy bien conocida, pues me dejan pasar sin problema, tomé un par de tragos mientras buscaba a quien me liberará de mi estrés, un tipo se paró a mi lado, pero le rechacé, insistió un poco pero no me apetecía estar con él, así que al final se fue, puse mi mirada en uno y me acerqué siendo coqueta, estábamos en el mismo canal, así que ambos fuimos al hotel que se encontraba al lado.
—No tengo protección —dijo mi acompañante.
—Yo sí —saqué un preservativo de mi bolsa—. ¿Listo?
—Claro.
Entramos a la habitación dándonos caricias en las que yo me estaba divirtiendo y olvidando mi mal humor, hasta que mi teléfono sonó. Gruñí molesta y pedí a mi acompañante que esperara un poco para contestar la llamada.
—¿Qué quieres?
—¿A dónde te fuiste? Se supone que me llevarías a casa.
—Nunca establecimos cuándo empezaría el trabajo —dije haciendo que se me notara lo más posible mi burla.
—Mía, estás siendo desobediente —también noté su burla.
—Buenas noches, mi señor —sin más corté la llamada y regresé con más satisfacción a lo que estaba haciendo.
×~×~×~×~×
Al día siguiente me di un baño en el hotel, siempre tengo en mi auto dos cambios de ropa, una casual y otro formal, así que utilicé la segunda para ir a trabajar, sí, no recogí a Dante para llevarlo a la empresa.
Ahora estoy con una gran sonrisa esperando a ver la cara del idiota por "desobedecerlo".
Acomodaba unos documentos mientras estaba parada cuando siento como me arrebata los papeles y los pone en mi mesa, luego me jala del brazo y entramos a la oficina de Elizabeth, cerró la puerta y me arrinconó contra ella.
—Buenos días —mencioné guasona viendo a Dante con el ceño fruncido, sin embargo, él sonríe también.
—Me desobedeciste, Mía.
—No, no lo hice, simplemente estaba fuera de mi horario de trabajo.
—No te hagas la chistosa. Tenías que llevarme a casa, además tenías que haberme traído a la empresa.
—Uhm, ¿en verdad? Mis disculpas, señor —mi tono era burlón al hablar—. No volverá a pasar, sin embargo, no espere a que le complazca en todos sus caprichos.
—Mía, estás tentando mucho a tu suerte.
Mi sonrisa era una nerviosa aunque no la mostraba, pues Dante se acercó mucho a mi rostro, de vez en cuando él miraba a mis labios y no lo voy a negar, yo hacía lo mismo. Podía sentir su respiración, y maldición, quería lanzarme a besarlo, pero escuché pasos que venían, rápidamente lo aparté y me paré de brazos cruzados alejada de la puerta, veía desafiante a Dante y él se reía por ello.
Fue entonces que Elizabeth entró a la oficina quien estaba confundida por el ambiente, pero la convencí de que estábamos poniéndonos de acuerdo sobre el evento. Salí de allí y me dirigí al baño a echarme agua en la cara, me miré al espejo estando incrédula ante lo que estaba pasando y lo que me sorprendía, era que me mordía el labio inferior por la tentación que tenía por besar a Dante.
×~×~×~×~×
Dante
Sonrío divertido sentado frente a mi madre mientras reviso documentos, ella sentía curiosidad por mi estado de ánimo, pues según ella, no suelo sonreír de esta manera, y yo también lo creo, pero es que jugar con esa chica en verdad es muy divertido, en especial porque normalmente no suelen cuestionarme por lo que ordeno, pero ella es desafiante y encuentro en eso cierto encanto.
Oh, Mía, esto es la guerra.
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