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Capítulo 29: No lo quise ver - Parte 1

Mía está acostada en mi cama, la veo desde arriba estando parado al frente, su cara es un verdadero poema de confusión y desconcierto, pues ahora mismo está sometida ante mí luego de que usé esas mismas esposas con las que ella me apresó aquella vez con su baile. Está esposada al cabezal de la cama y yo sonrío por verla así, aunque aún no tenía pensado ejecutarlo tan pronto, pero Mía me lo acaba de facilitar.

—¿Qué haces Dante? Libérame —exije con desafío.

—No —vuelvo a besar su cuello y acariciar su cuerpo, se estremeció de inmediato haciendo rechinar el acero de las esposas y el barandal de la cama, sin embargo eso no opaca el disfrute de sus suspiros—. ¿Vas a decirme la verdad? —negó rápido con la cabeza— Bien, por mí mejor.

Me quité de encima y procedí a quitar sus zapatos, desabroché su pantalón y se lo retiré junto a su ropa interior.

—¿Qué haces? Detente.

—Dime por qué.

No me respondió, sus ojos se clavan en los míos con recelo, por lo que tomé sus piernas y las separé. Su rostro se elevó en vergüenza, supongo que nadie la había tratado así.
Sonreí mostrando mis dientes, y bajé a darle placer. Aquí sí que no pudo reprimir su gemido. Observo como su boca permanece abierta junto a la tensión de su cuerpo.
Luego de un rato volví a subir hasta su oído usando una voz profunda y la que sé, le encanta, pero sin dejar de estimular su intimidad.

—¿No más? —dije burlón con tono que era evidente no me detendría, ella movía su cabeza de lado a lado a la vez que encorvaba su espalda al frente, ya no podía esconder su voz.

Me detuve un momento para ahora acariciar su pierna, así pudo descansar un rato, pero no mucho mientras me divertía con su cuello.
Me estoy pasando, lo sé, pero esto me confirma algunas cosas, y es que ese tipo quién quiera que sea, no ha logrado borrarme de ella, de lo contrario Mía ya estaría objetando con toda demanda que no siguiera, pero en vez de eso, sólo trata de reprimirse.
Subí a su cara y rozaba su boca, ella está mirándome detenidamente con suspiros deseosos, su cuerpo está temblando de excitación y sus ojos, oh sus ojos, vaya que me pide algo.

—¿Qué quieres que haga? —su mirada está oscurecida— Responde, ¿qué quieres que haga? —trata de hablar, pero su voz está atorada.

—Ah… Bésa-me… —sonreí complacido, me posicioné mejor tomando su rostro con ambas manos, juntando nuestras frentes a la vez que nuestras miradas permanecían enlazadas. Bajé a rozar sus labios acrecentando más y más sus deseos.

—Vamos Mía, puedes hacerlo mejor. Pídeme lo que deseas tan desesperada.

—¡Dante! —reí al verla un tanto molesta.

—No, no, mi bella dama. Vamos —sí, me estoy pasando, pero verla así me está divirtiendo mucho. Resopló mostrando su molestia, pero lo hizo.

—Por favor, mi Señor —creo que se mordió la lengua por tirar su orgullo, acrecentando el mío—, béseme.

—Mucho mejor —bajé provocando aún más su anhelada petición, cerró sus ojos tan decidida a que la tomara. Lástima que subí a su frente–. Deseo cumplido.

Abrió sus ojos con confusión, no entendía a qué vino eso que dije e hice, y menos cuando le quité las esposas y me retiré de encima tomando sus prendas que le había quitado, lanzándoselas a un lado suyo.
Le dije que estábamos a mano y luego me recosté triunfante sobre la pared mirando lo incrédula que quedó.
Tenía en mi rostro una gran sonrisa que luego se esfumó en cuanto vi como se colocó su ropa con prisa a la vez que… llora.

—Mía…

—Aléjate de mí —me empujó y salió corriendo de mi apartamento.

Me vestí lo más rápido que pude para ir tras ella, pero ya se había ido. Tomé deprisa mi motocicleta siguiéndola hasta que llegó a su casa, trató de entrar solo ella, pero me opuse y me adentré a la fuerza.

—¡Lárgate de aquí! ¡No quiero verte! —subía rápido a su cuarto, intentaba cerrarme la puerta.

—¡¿Qué te pasa?! ¡Sólo me vengué! —me metí de lleno mirando que me da la espalda mientras se abraza a sí misma.

—¡Pues ya lo hiciste! ¡Ahora vete!

—Mía…

—¡Tú no entiendes nada! ¡No sabes nada y nunca lo vas a saber!

—¡¿Cómo voy a saberlo si no hablas conmigo?!

—Te odio —se volteó y empezó a darme con los puños en el pecho—. ¡Te odio! ¡¿Por qué tenías que aparecerte en mi vida?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué simplemente no fuiste como todos los demás que solo querían mi cuerpo?! ¡¿Por qué tuve que conocerte antes de que Austin volviera?!

—¡Mía! —la sujeté de sus muñecas a la vez que miro como se derrumba dejándose caer al suelo. La abracé y ella se aferró— Por favor, necesito saber, me estás asustando.

—Es Austin —responde temblorosa—, el chico con el que me has visto, es Austin.

¿Austin? Aquel que menciona en sus sueños, ¿qué tenía que ver aquí? ¿Por qué reapareció?
Hay muchas preguntas que tengo y se arremolinan en mi interior, pensé que no tendría respuesta, pero no, sí las tuve, pues Mía me confesó quién era, quién fue y quién es aún en su vida, me contó su pasado con ese maldito que la compró, lo que le hizo desde pequeña, cómo ese chico rubio fue su luz y cordura en ese infierno, su amigo, su confidente, su protector, su primer amor y su mayor perdida.

Mierda, ahora yo me siento mal, ahora comprendo porqué se alejó de mí y ahora está con él, la vida que se le fue arrebatada regresó con una nueva esperanza. Soy un idiota, no lo notaba antes, desde que ese tipo volvió a ella, Mía ha estado sonriendo con más alegría, ahora era mucho más amable, él le hace bien y me negaba a verlo.
No, sí lo veía, a lo que me negué todo este tiempo es que fuera alguien más y no yo el que lo hubiera hecho. Fui un egoísta, y ahora lo pago viendo como se rompió en segundos, como llora recordando al decirme cómo un desgraciado le marcó más que sólo la piel.

Maldita sea, deseaba tanto a Mía para mí que no me daba cuenta de que lo que estaba haciendo era destruirla.
Supongo que al final, soy igual que ese tipo que la compró, o mi padre.

—Perdóname, por favor Mía, perdóname. Soy un imbécil, no comprendía nada y ahora te lastimé. Lo he estado haciendo sin pensar —estamos en la cama, aferrándonos el uno al otro.

—No, yo no fui honesta contigo y me alejé de ti sin darte explicaciones. Tú perdóname.

—Ambos nos sentimos culpables y ninguno culpa al otro. Hagamos algo, empecemos de nuevo, ya no… —me cuesta decirlo y aún así lo propongo— Ya no como un interés amoroso, sino como amigos, déjame estar cerca de ti de esa forma. Juro apoyarte en todo.

—¿Qué? ¿Incluso si estoy con Austin?

—Sí, incluso si prefieres a alguien más, y mientras sea uno que te ame lo suficiente con todo y tus temores, lo acepto porque así eres feliz. Y si lo eres con ese Austin, entonces yo me siento feliz por ambos.

—Samanta tiene razón —me miró con una sonrisa gentil, aquella que he tenido el privilegio de ver más veces de cerca como el día que tuvimos nuestro primer avance—. Eres un idiota si no te conocen bien, pero un excelente hombre una vez que lo hacen.

—¿Ella dijo eso?

—Bueno, quizá puse idiota en vez de otra palabra, pero es la misma esencia.

Ambos reímos sintiéndonos mucho mejor que antes, y ahora con una nueva relación entre nosotros, aunque ahora, eso signifique tener que dejarla.






















×~×~×~×~×

Y... Me costó escribir también este...
(^~^;)ゞ
Tal vez me pasé ¿no?

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