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Capítulo 26: Dividida

Eran pasado las seis de la tarde, me había quedado abrazada al torso de Austin y él con su brazo rodeando mi cintura. Doy caricias su pecho y abdomen con mi mano sintiendo algunas marcar que seguramente se hizo al caer en el acantilado, y otras que sabía reconocer, fueron los disparos que recibió por mi culpa.

—Ratoncita, ya no me apartaré de tu lado.

Sus palabras me hacían sonreír recordando todo lo bello que vivimos en el pasado y ahora me prometía para mi presente y futuro, me acomodé más a él a abrazarlo como si fuera una niña con su osito de peluche. Estaba tan acaramelada que recordé mi cita con Dante sólo cuando sonó mi teléfono y vi su nombre en él, me senté en la cama a contestar.

—Hola Dante —mi voz me jugó mal, pues salió con vergüenza.

¿Pasa algo? —y sí, él podía notarlo.

—No, nada, ehm… ¿Qué ocurre?

Sé que aún falta para las ocho, pero quería saber si te paso a buscar en mi moto o nos vamos en tu auto.

—No, nos vemos allá ¿sí?

Mía ¿te ocurre algo?

—No, no, todo está bien, te veo allá ¿de acuerdo? —él aceptó, aunque no estaba convencido, colgué y sentí un abrazo por la espalda que me incomodó un poco, así que me volteé a besar a Austin y acostarme con él encima de mí.

—¿Quién era?

—Mi jefe.

—Dime, ¿sales con él?

—Ah… No —no me escuché muy convincente.

—Si tienes una relación con alguien…

—¡No! No… —lo tomé del rostro con ambas manos— Después de ti nunca tuve una relación, lo intenté con alguien al principio, sí, pero ya no…

—¿Ratoncita?

Rayos, comencé a llorar, viví acostándome con varios tipos mientras Austin se la pasaba mal con su perdida de memoria. Me rompí contándole la indecente vida que llevé, hasta ahora nunca me había sentido una zorra y puta, pero con Austin mirándome de la forma en la que lo hace, me duele.

—¿Sentir asco por ti? Claro que no Ratoncita —me dijo tomando mi rostro y besándome con ternura—. Eres magnífica por como eres, no sabías de mí y me gusta que hayas avanzado, me hubiera dolido que te hubieras quedado estancada por mi culpa.

—Austin, pero te falté al respeto.

—No, no lo hiciste, y ese pequeño labial rojo de fresas lo demuestra. Escúchame bien, eres una mujer excepcional, bella, magnífica, no pienses mal ni menos de ti porque eres la mejor en todos los sentidos. Mía.

La calidez en mi corazón era simplemente grato, pronunció mi falso nombre con firmeza y seguridad, me aferré con fuerza sin dudas de que lo deseaba conmigo, pero a la vez algo me hacía sentir un nudo en la garganta al pensar en Dante, seguramente me odiará al darle la decisión que ayer en la noche se me presentó.

×~×~×~×~×

Me alisté rápido con un vestido rojo ceñido al cuerpo, un pequeño saco negro con el largo debajo del pecho, tacones también rojos y bien maquillada. Mientras terminaba de aplicarme el labial podía ver a Austin por el espejo que me miraba pícaro, recostado de la puerta de mi closet. Se acercó a abrazarme y besar mi cuello.

—Si hay algo que tengo que preguntar, es a dónde se fue esa niña que le apenaba ponerse una falda corta.

—¿No te gusta esta versión?

—Claro que me gusta, aunque me den celos.

—¿Celos?

—Sí, eres tan hermosa que estoy seguro que más de un hombre te desea —me pegaba a su cuerpo y acariciaba mi pierna por detrás subiendo mi vestido—. Me encantaría quitarte la ropa de nuevo.

A mí también me gustaría, pero tuve que pararlo antes de lo hiciéramos de nuevo, él rió conmigo y me besó apasionado antes de dejarme ir a mi… reunión con Dante. Me despedí de él yéndome en mi coche, pero no sé qué decirle a Dante.

Dante
Estoy nervioso, demasiado nervioso, vale que apenas fue hace dos días que vi a Mía en la oficina, pero esto me está desesperando, deseo verla, tenerla, sentirla, oler su perfume, hoy quiero que sea diferente, más de lo que hemos estado interactuando. Mía es la primera mujer que me hace sentir como un loco urgido, sí, lo he dicho. Al final de todo, quien se ha vuelto un verdadero adicto soy yo, ella es la droga más potente que hay y sin duda alguna que deseo usar sin miedo a una sobredosis.

—Dante —su voz me hizo ensanchar mis labios al escucharla y al verla, está hermosa.

—¿Acaso quieres provocar mi sobredosis ahora? —ella se extrañó con mi comentario que obviamente no entendía. Me paré y ofrecí el asiento siendo caballeroso— ¿Qué tal tu día? ¿Cómo te fue ayer en la salida con Gabriela? ¿Algún momento que quieras darme para ponerme celoso?

¿De dónde saqué eso último que pregunté? No lo sé, supongo que sólo busco una cosa para querer castigarla como la vez que me tiró del sofá. Estaba tan divertido con eso hasta que noté la mirada nerviosa de ella que no se atrevía a dirigirme, eso me extrañó mucho, así que acerqué mi mano a la suya y más rareza se atisbó cuando lentamente la alejó de mí. No tardé en comenzar a indagar, pero su respuesta no pudo ser otra cosa que lo peor que jamás había sentido.

—No podemos seguir con esto —dijo sin mirarme a la cara, yo no podía hablar, estaba consternado—. ¿Dante?

—¿Por qué? —sólo alcancé a decir eso.

—Porque… —pensaba en la respuesta, dudaba de decime algo, era como esas veces que estás en un chat y ves que la palabra «escribiendo» está tardando mucho— eres mi jefe y las cosas podrían malinterpretarse.

—Aún no lo soy.

—Pero lo serás.

—¿Y desde cuándo te importa lo que la gente piense de ti?

—Lo lamento mucho, pero en verdad no podemos seguir. Perdóname.

Se levantó evadiendo todo contacto visual conmigo, se encaminó a salir de ahí.
No, no, no. Me levanté igual de apresurado hasta salir y ver cómo ella caminaba por la acera hasta su auto que estaba aparcado más delante del restaurante, fui con rapidez a detener la apertura de la puerta y cerrarla de un portazo.

 ¿Qué significa esto? ¿Por qué de repente? ¿Hice algo malo? Pensaba en tantas preguntas y ninguna lograba articular aunque mi boca se abría queriendo hablar, y ella sigue sin mirarme a la cara.

«Perdóname» repitió alejándome con delicadeza y entrando a su auto poniéndose en marcha, mientas yo me quedé estático ahí, parado tratando de procesar esto que había pasado. ¿Qué fue lo que hice?
Terminé regresando a casa, doy gracias a Dios que nadie de los trabajadores y menos mi madre o Samanta me hayan visto llegar. Estoy en shock, básicamente parezco un zombie que caminaba por simple capacidad de hacerlo hasta entrar a mi habitación, dejando que la puerta se cerrara sola, lo mismo cuando retiré mi chaqueta, zapatos, mi camisa mientras me dirigía al baño a darme una ducha en la que solo dejé que el agua cayera en mí como si pudiese llevarse todo lo mal que me sentía ahora.

Cuando salí tenía puesto mi pantalón gris de dormir y una camisa sin mangas, me senté en la orilla de la cama con la mirada baja en la nada, pensando en todo y poco en lo que debió de ser una cálida velada en la que le pediría empezar a tener algo más entre nosotros, pero que en vez de eso, tuve otro golpe muy duro.

Noté que algunas gotas caían en la tela de mi pantalón, toqué con las yemas de los dedos el lugar donde habían caído y entonces, otra gota cayó en el dorso de mi mano, después la subí a tocar mis mejillas.
Ja, ja, ja, esto es lo más irónico que me haya pasado, sólo he derramado lágrimas por dos mujeres en toda mi vida, por supuesto una es mi madre y la otra fue mi hermana, pero ahora se sumaba una tercera, Mía.

Susurraba su nombre mientras dejaba caer más lágrimas en silencio por sentir que algo me la estaba arrebatando.

Mía
Llegué a casa y entré desanimada, mal, triste, la peor mujer. Eso último recordando la cara que dejé en Dante al decirle que no podíamos continuar con lo que hacíamos, luego la que tuvo cuando me detuvo de entrar al auto, del cómo trataba de preguntarme lo ocurrido tras mi decisión. Su cara parecía que estaba realmente dolido.

Subí a mi habitación llevándome la sorpresa de que mi cama estaba cambiada de sábanas y además, bien tendidas. En el escritorio una nota de Austin con su número telefónico y una frase que me hizo sonreír, pues decía que me amaba y que esperaba besarme tan pronto fuera posible. Me senté en la cama admirando la sencilla y muy significativa nota, pero pronto esa sonrisa se esfumó, sentía culpa recordando a Dante y a sus ojos que me miraban con tanta tristeza.

Dios, esto no puede estar pasando, no me creo lo que me ocurre ahora, Austin, quien fue mi primer amor ha regresado siguiendo amándome, pero ahora Dante también ha estado conmigo, a quien le mostré un poco de mí y que pensé, podría entregarle mucho más que simplemente solo diversión con mi cuerpo.

Creo que estoy dividida entre dos hombres, pero no puedo ni mucho menos voy a jugar con ambos, y en este caso está claro con quién debo estar.










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Todo se derrumbó, dentro de mí, dentro de mí. •́ ‿ ,•̀

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