Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 25: Eres mía

La música retumba por todo el lugar incluído por el piso, las luces en blanco y colores se encienden y apagan al ritmo del ruido que se mezcla entre las voces que disfrutan del baile que se ilumina en la pista, entre las personas, Mía y Gabriela se hallan divirtiéndose juntas por la fiesta en el antro un sábado por la noche.

—Hey, Mía, vamos a sentarnos, estoy cansada —la chica que usa falda blanca no tan corta junto a una blusa amarilla de tirantes con un saco corto y blanco, y unos zapatos tipo sandalias de plataforma tomaba a su amiga de la mano alzando su voz un poco para hacerla notar entre las demás.

—Ok. Vamos —rió, ambas se dirigieron hasta la barra pidiendo tragos—. Este lugar es genial. No lo conocía —ella tomó un sorbo a su copa—. Y está margarita también sabe buena.

—Yo venía aquí antes de salir con ese idiota, me alegra haber vuelto.

Un sujeto se había acercado a Mía intentado coquetearle, sin embargo ella declinó su invitación, algo que a su amiga sorprendió ya que mínimo ella siempre seguía el coqueteo.

—Wow, ¿y eso?

—Ya me aburrí de andar jugando —sonrió pero no burlona o algo por ese estilo, sino una sonrisa más siendo ilusión.

—¿Qué está pasando? Esa sonrisa no es la que esperaba.

—Ay, nada. Ja, ja, ja, es sólo que ya no creo que sea necesario divertirme con un hombre.

Quizás solo uno, añadió en su mente. Gabriela estaba curiosa por saber mejor ese cambio en su amiga, aunque se hacía una idea.

—Por cierto, vienes despampanante.

—Muchas gracias, cuando quieras puedo darte uno de mis vestidos o ayudarte a elegir, como gustes —ella traía consigo un vestido negro pegado dejando al descubierto un poco sus pechos, y una abertura por el lado de la pierna izquierda, usando tacones negros.

—Oh no, yo no podría usar eso, me da pena.

—No debería, te verías más hermosa.

—Muchas gracias Mía, pero hoy tú lo estás —ella tomó su trago por completo mientras se paraba de su asiento—. Por eso iré al baño mientras el hombre que te ha estado echando ojitos te entretiene en lo que regreso.

—¿Qué?

—No tardo —le dio un beso en la mejilla para despedirse divertida.

—¿Estará muy borracha? —musitó para sí misma mientras tomaba su copa.

—Siempre tan zorra —la voz que ella reconocía perfectamente le hizo toser por estarse ahogando un poco.

—T-Taylor —pronunció preocupada al verle a sus penetrantes ojos que le apuñalaban con rencor.

—Te encontré, aunque fue por casualidad. Ahora vamos a casa, que me has hecho falta —él recorrió con la mirada el cuerpo de Mía y ella tragaba nerviosa por su evidente deseo—. ¿Y tu nuevo juguete? ¿Ya te aburriste de él?

—¿De qué hablas?

—Del imbécil con el que te acuestas, bueno, con uno de ellos, el que contestó tu teléfono.

Dante…

—Ahora levántate —la tomó el brazo montrándole un cuchillo para así jalarla y salir—. Apresúrate a no ser que quieras que empiece a darle a alguien, puedo empezar por tu amiga.

Mía tragó asustada y se levantó tomando su bolsa colgándola en su hombro, caminaba junto a él que sonreía satisfecho mientras la tomaba de la cintura, ellos saliendo por la puerta trasera del edificio, continuaron para ir por una calle más solitaria donde la joven no reconocía la ruta.
Mía observaba por todos lados pensando sus opciones para escapar por el parque en el que cruzaban, pero tampoco quería arriesgarse a que él le hiciera daño.

—Has sido muy traviesa, amor —el chico la volteó tratando de besarla mientras la tocaba.

—¡Taylor, suéltame! —ella forcejea tratando de golpearlo y apartarlo, sin embargo, el joven la empujó a que cayera y sacó su cuchillo— Basta, ya terminamos.

—Y yo digo que sigo siendo tu dueño. Así que cállate —se acercó y agachó poniendo el arma en su mejilla, recorriendo con la hoja la cara de Mía sacando su miedo—. Acuéstate.

Ella obedeció mirando como el rubio se había quitado el cinturón, hizo que se pusiera de espaldas y lo usó para amarrarle las muñecas. Luego la volteó y Taylor sonrió placentero habiéndose puesto sobre ella. Bajó a besar, lamer y dar suaves mordidas a su cuello y pecho mientras sus manos recorrían su cuerpo que se retorcía del asco. No había nadie que pasase por ahí a esa hora, Mía miraba alrededor con la esperanza de que alguien lo hiciera, incluso deseaba ser milagrosamente salvada por Dante.

—Detente, por favor —sollozaba desesperada.

—Shhh, silencio, no arruines mi diversión. De una vez te aviso que voy a hacer que te duela por todo este tiempo que escapaste.

—¡Ayuda! ¡Por favor!

—¡Cierra la boca!

Mía
Sentí un fuerte ardor en mi mejilla, Taylor me abofeteó dejándome un poco aturdida.
Esto es malo, me está tocando y es asqueroso, rompió mi vestido por enfrente, arrancó mi sostén y ahora se está divirtiendo con mis pechos.

Basta, por favor, basta, no puedo dejarlo.
Empecé a forcejear y a gritar como podía, pero Taylor tapó mi boca para seguir manoseando mi cuerpo ocasionando que llorara más tratando de que mi voz escapara.

—Suéltala —una voz me hizo abrir mis ojos con esperanza, vi como un hombre ponía una pistola en la cabeza de Taylor y él levantó las manos.

—Ya amigo, es mi novia.

—¡No es cierto! —grité rompiéndome, implorando ayuda de ese extraño.

—Maldita perra —gruñó Taylor fulminándome con la mirada enfurecida.

—No te lo volveré a repetir imbécil —presionó el arma en su cabeza—, suéltala y aléjate de ella, o te vuelo los sesos ahora mismo.

Taylor obedeció y se levantó despacio mientras retrocedía de la misma forma porque el desconocido no dejaba de apuntarle, a la vez que me ayudaba a reincorporarme liberando mis manos con las que cubrí mi pecho.
Taylor aprovechó para huir, el extraño quiso ir tras él, pero le dije que no lo hiciera ya que quería entregarlo a la policía, claro que aunque me encantaría que lo hiciera, no puedo.

—Te llevaré al hospital —me dijo ayudando a pararme, dándome su chaqueta marrón para cubrirme.

—No, estoy bien, gracias de todos modos, sólo me iré a casa, tengo que avisar a una amiga que estoy bien y también…

—Oye, espera, tranquila. No pasa nada —me tomó del rostro con una sonrisa muy gentil que hizo que me hundiera a llorar en él sintiendo su abrazo.

—Gracias, muchas gracias en verdad. Te lo agradezco.

—No hay nada que agradecer, necesitabas ayuda y eso hice, algo que cualquiera hubiera hecho.

—No lo creo, pero en verdad me salvaste —me separé un poco sin alejarme de sus brazos, sin embargo me comencé a sentir mareada y desorientada, estaba tan cansada que me desmayé.

×~×~×~×~×

Mi sueño dulce de nuevo donde estoy besando a Austin, pero eso no era todo, ahora ese sueño cambio por uno donde estoy con Dante en la cama de su casa, lo tengo tan cerca de mi cara, de mis labios, quiero besarlo.
Estaba a punto de hacerlo cuando desperté en una habitación que no conocía y en la que estaba muy bien ordenada, miré que tenía puesta una camisa que me quedó grande y apenas cubría algo de mi cintura para abajo.

—Buenos días.

Ese hombre que me salvó de Taylor se apareció en la puerta con una bandeja de comida que se veía apetitosa. Ahora lo veía mucho mejor con la luz del día, un joven que esta más o menos en la edad de Dante, cabello corto casi al ras, tiene una cicatriz en su ceja y es rubio de ojos azules.

—¿Dónde estoy?

—En mi casa, anoche estabas en contra de ir a un hospital, así que te traje aquí y también te revisó un doctor, estás bien, sólo se te bajó la presión por el incidente.

—Gracias, lamento los inconvenientes.

—De ninguna manera. Ah, aquí estás tus cosas —ni lograba dejar ver su sonrisa carismática.

Lo primero que hice fue llamar a Gabriela para avisarle que estoy bien ya que vi que tenía muchas llamadas suyas, le conté un poco de lo que pasó, claro que se asustó, pero la tranquilicé. Luego de eso volví a agradecer la ayuda del hombre, comimos juntos y después me hizo el favor de llevarme a mi casa en su motocicleta, me había vuelto a poner mi vestido usando su chaqueta para tapar la parte rota de mi pecho.

—Pasa por favor —dije ofreciendo mi sofá—. En verdad muchas gracias.

—Deja de decir eso por favor, sólo hice lo correcto.

—Y eso es lo que siempre te voy a agradecer —agregué con una sonrisa en mis labios mientras nos miramos por unos largos segundos. Hay algo en este sujeto que me es conocido, pero no logro saber qué—. Ah es verdad, soy Mía Bott.

—Un gusto Mía, me llamo Austin.

¿Austin? Mi sonrisa se borró al oír ese nombre… Él se extrañó y preguntó por eso. Pero lo que pienso no es posible, el Austin que yo conozco murió en aquel acantilado, que tengan el mismo nombre debe ser una coincidencia, una enorme siendo que también es rubio y de ojos azules… Me preguntó qué me pasaba porque empecé a llorar. Es que ¿qué tal si es él en verdad?

—Ven por favor —lo tomé de la mano y lo llevé rápido a mi habitación donde empecé a rebuscar en mis cosas del cajón de arriba.

—¿Qué pasa, Mía? —agarré su mano y puse en él mi labial favorito, nuestro labial— ¿Qué…?

—¿Austin Vera? Color favorito: rojo, te gustan los animales, pero eres más de perros, signo zodiacal: Sagitario.

—¿Qué? ¿Cómo sabes todo eso? ¿Quién eres? —se alejó un poco con desconfianza, no lo culpo.

—Ay por dios… —yo también me alejé derramando mis lágrimas con fuerza mientras tapaba mi boca con ambas manos, esto no es posible.

—Oye, ¿qué pasa? ¿Qué significa esto? —fue por instinto quizás, un impulso me hizo acercarme a tomarlo de su cara y besarlo con desespero— Oye, espera… —no quería dejar que se separara de mí— Aguarda. ¿Qué te sucede?

—Austin, soy yo, pensé que estabas muerto.

—¿Muerto? Espera —miró confuso ese viejo labial para luego verme a mí que sollozaba temblando a la vez que sonreía—. Eres… ¿mi Ratoncita? —asentía con rapidez viendo como sus ojos se abrían con consternación mientras se cristalizaban— No puedo creerlo… Al fin te encontré —dibujó la esperanza en su ser.

Un alivio profundo en mi corazón se atizaba con fuerza, haciendo que nos abrazáramos de la misma forma para no querer separarnos de nuevo.
Austin está vivo, es él, está de nuevo conmigo. Nos quedamos así un largo rato en lo que no dejábamos de llorar, yo más que él, pero compartiendo el mismo sentimiento esperanzador.
Nos sentamos en la cama y hablamos por no sé cuánto tiempo, pero cuando me di cuenta ya iba a dar el mediodía, nos contamos muchas cosas y soltamos tanto que teníamos guardado de todos estos años.

Me confesó sobre cómo sobrevivió de milagro a ese acantilado, las olas lo arrastraron a la orilla de otro lugar y un buen señor le ayudó con sus heridas, pero había perdido la memoria hasta hace cinco años porque una chica le dio de probar una fresa con los ojos cerrados, de la misma forma que yo le hice probar ese labial de sabor, también dijo que volvió a la casa del Señor de forma discreta solo para enterarse de que yo ya no estaba y que había huido.

—No sabes cuanta alegría me dio saber que ya no estabas con ese tipo, que lograste escapar y pelear.

—Fue gracias a tu recuerdo que seguí adelante, pero ya no eres sólo un recuerdo, estás aquí, conmigo —lo tomaba de su rostro juntando nuestras frentes.

—Sí, mi Ratoncita, estoy aquí y no pienso irme de tu lado nunca más.

Sonreímos cómplices y completos mirándonos a los ojos y a cada fracción de nuestros rostros, hasta que unimos nuestros labios con lentitud pausada degustando todo lo que nos habíamos perdido por años, pero esta vez de forma diferente, pues ya no era tierno como cuando era una chica de quince años, ahora lo hacía deseoso de ir tan lejos como yo.
Me sujetó de la cintura y me alzó a quedar acostada en la cama con él encima de mí, sin despegar nuestras bocas que ahora se devoraban con lujuria, al igual que nuestras manos deshaciéndose de las prendas que nos estorban.

Mi vestido de por sí ya estaba roto, por lo que le di un indicativo para que terminara de destrozarlo, el sonido de la tela siendo partida me hizo soltar un suspiro que a él le gustó, pues sonrió orgulloso para luego meter sus dedos entre los lados de mis bragas negras que empezó a quitar lentamente rozando mi piel, dejando besos en el recorrido hasta que tuvo mi prenda en su mano, dando un beso en la lencería antes de dejarla caer por un lado sin apartar la mirada de mí.
Él admira de pies a cabeza mi figura desnuda haciendo que su sonrisa pícara aumentara.

—Mía —dijo el nombre que me creé con sensualidad—. Me gusta ese nombre.

—Me lo puse porque siempre me hiciste recordar que yo misma soy dueña de mí.

—Bien, eso me agrada, tu vida es tuya pero —rió bajo tomando mis muñecas sin apretarlas— puedo aprovecharme de eso.

—¿Cómo? —estaba ansiosa de su respuesta.

—Cuando te presente tengo que decir que eres Mía. Por lo tanto —me soltó para bajar sus manos a acariciar mis lados y besar mi estómago, subiendo sus labios en un camino hasta el centro de mi pecho—, eres mía ahora.

Subió su mirada a cruzar con la mía antes de levantarse, y dejarme ver su torso desnudo mientras se terminaba de quitar su demás prendas por completo, yo me reincorporé a sentarme tocando con mis manos las marcas que le quedaron del impacto de las balas, afligiendo mi interior.
Austin tomó mi mentón y la alzó para besarme y darme caricias, me gustaba tanto eso que me olvidé de mi espalda y sólo lo recordé cuando me tocó.

—No… —lo alejé y él me miraba sonriente.

—Déjame ver —negaba con la cabeza sin poder verle a la cara—. Te amo —me besó de nuevo para luego colocarse atrás de mí, viendo mi espalda donde sus dedos me tocaban con delicadeza y luego besó mi hombro—. No las escondas, eres una sobreviviente y estas marcas demuestran que eres toda una guerrera.

—Austin… —me abrazó por detrás besando mi cuello y una mano mía fue tomarlo de su cabeza.

Me llevó de nuevo a acostarme y así siguió sus caricias estremeciéndome mi ser, haciendo que me dejara llevar mientras yo también acariciaba su piel. Ya estábamos preparados y de esa manera Austin entró en mí de forma muy lenta, arrancándome pequeños gemidos junto a un encorvamiento de mi espalda.

—No sabes cuánto tiempo he llevado queriendo hacer esto contigo —dijo quedándose quieto por unos momentos antes de continuar con lentitud.

—Ah Sí lo sé… Uhm. Yo también lo había querido… AH —era toda una oleada de placer en todo su esplendor.

Apretaba mis sábanas con fuerza por todo el estremecimiento que Austin causaba en mí, demostrando lo mucho que en verdad había esperado por esto, por tomarme.
Me agarró de los brazos y los puso a que le abrazara y así lo hice, ambos nos aferramos el uno al otro disfrutando de nuestra unión, nuestros suspiros de apetencia y nuestras besos.
Esto me parece un sueño, sin embargo es mi realidad, la realidad en la que por fin volvió a mí, realidad en la que al fin soy suya.












×~×~×~×~×

Uff intenso. (• ▽ •;)

Me siento mal por Dante.

¿Será que lo que intentaban él y Mía se acabó?

¿Austin y Mía estarán juntos otra vez?

¿Están leyendo esto con voz de telenovela antigua?

Nos leemos luego.    (。•̀ᴗ-)✧

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro