Capítulo 24: Verdadera
Los días fueron pasando y las cosas con Dante han ido muy bien, y yo me siento igual, desde que tuve ese pequeño acercamiento con él todo ha resultado ser más fácil. Dante sigue respetando nuestro acuerdo de no tocarme, pero ha regresado sus bromas y peticiones raras, al menos para divertirme.
De vez en cuando me lleva o trae del trabajo en su moto, al cual ya le he agarrado un gusto por subirme. Y regresando con ese acuerdo de nada de toqueteo, a veces me gusta jugar con él, pues de vez en cuando me insinúo o le echo miraditas coquetas, es divertido cuando veo como quiere romper el pacto que tenemos.
—Y eso sería todo, señor —dije sonriente pasándole una carpeta de forma sugerente, que él tomó y colocó en la mesa.
—Muy bien. ¿Podría rodear el escritorio? —muy feliz, acaté poniéndome al lado suyo, quien no dejaba de sonreír. Tomó la orilla de mi falda jugando con ella y a veces tocando con suavidad mi piel con las yemas de sus dedos— ¿Qué ha sido esta actitud de los últimos días?
—No sé de qué habla, señor.
—No sabe nada ¿eh? —se levantó a quedar frente a mí— ¿Me permite averiguarlo, señorita Bott? —dijo haciendo lo que hace tiempo no hacía.
Tomó mi cintura y me sentó en el escritorio, besa mi cuello con el desespero con que se nota lo mucho que quería hacerlo de nuevo. Me pegaba a su cuerpo y yo tomaba con una mano su cabello, con mi otro brazo lo rodeo del cuello.
Suspiro con goce por su tacto mientras mantengo mis ojos cerrados, llevó una mano a tomar mi nuca e inconscientemente llevé mi cuerpo a que se recostara de la mesa.
—Ah, Dante… —desacomodó mi blusa para tocar la piel de mi cintura, con su otra mano acariciaba mi muslo, mi cabeza quedaba colgando de la orilla del escritorio y disfrutaba de estar así. Al menos hasta que abrí los ojos— Da-Dante, para.
—Vamos, sólo un poco más —rió divertido.
—No, detente…
—¿Qué pasa? Ah… —él miró lo que yo, su madre y Samanta estaban en la puerta, Elizabeth con una cara inexpresiva— Hola mamá.
—Hola hijo, Mía —rápidamente me reincorporé y acomodé mi ropa, manteniendo mi mirada baja y sintiendo lo roja que debía tener la cara—. Espero, no hayan impurificado mi oficina —eso subió mi vergüenza.
—No —respondió Dante—, aun —añadió con burla. Yo volteé a verlo con mucha pena viendo lo divertido que estaba. Y Samanta, bueno, ella también disfrutaba de la ocasión.
—De acuerdo. Mía, pásanos los pendientes, Dante y yo trabajaremos, Samanta nos acompañará —asentí pasando por un lado y volviendo con lo que ordenó—. ¿Trajiste tu auto? —negué— Bien, hoy vendrás a casa con nosotros a cenar —me sorprendió, y aunque no tenía cara para aceptar, tampoco la tenía para negarme, así que asentí y volví a mi trabajo recostando la cabeza en el escritorio.
Dante
Estoy con mis labores en compañía de mi madre y Samanta, quien no ha dejado de mirarme guasona después de la escena en la que me encontraron con Mía.
—Eso fue muy cruel, mamá.
—Sabes que me gusta poner en aprietos a tus parejas —por fin mostró su sonrisa escondida bajo esa cara de severidad.
—Eso es verdad —mencionó Samanta riendo bajo.
—Porque Mía es tu pareja ¿verdad?
—Estamos en proceso —dije rascando la nuca mientras desviaba la mirada.
Mi madre alzó una ceja, supongo que entendía a lo que me refería. Aún así esperamos hasta el final de la jornada laboral y la hora de ir a la casa llegó, mi madre y Samanta se fueron primero, y yo llevaría a Mía en mi motocicleta, pero antes de irse cruzaron con ella, no podía ver a la cara de mi madre y estaba roja.
—Te ves linda.
—Cállate. ¡Dios! Qué vergüenza con tu madre —pasaba su mano por la cara con pena—. ¿Y por qué tenías que decir eso de que aún no hacíamos nada en su oficina? —me golpeó el brazo con palma abierta.
—No pasa nada —reí
—¿Nada? Nos vio así, y en su escritorio. ¿Está molesta?
—Tranquila, está bien. A ella le gusta jugar cuando le presento a alguien. Con Samanta fue igual.
—No quiero ir.
—Vamos, tenemos que pasar por algo de ropa a tu casa.
—¿Para qué?
—Te quedarás en la nuestra.
—¿Qué? ¡No!
×~×~×~×~×
Y… estamos cenando con mi madre, yo estoy al lado de ella y Mía a uno mío, frente a mí está Samanta sonriendo burlona porque Mía está muy nerviosa al ver que mi madre se muestra indiferente, casi inexpresiva, que es lo que hace cuando traigo conmigo a una chica a casa, pero siento que es diferente con Mía, pues cuando ella desvía la mirada, mi madre sonríe disimuladamente.
No ha hecho ninguna pregunta sobre nuestra “relación”, sabe bien que con respecto a Mía, ella aún no está preparada para tener alguna, por otro lado, yo me muestro recíproco para hacerla ver que quiero tener algo con ella.
El tiempo que estuvimos en la mesa fue agradable y divertido, más con el nerviosismo de Mía.
—Qué vergüenza —dijo una vez estábamos en una habitación.
—Fue divertido —reí y me senté en la cama—, acomódate como en tu casa.
—¿No vas a salir?
—Esta es mi habitación.
—¡¿Qué?! No, no me voy a quedar contigo —ella intentó salir, pero me levanté divertido a tomarla y ponerla en la cama, conmigo encima suyo—. Eh, no me voy a quedar.
Sonreí pícaro y me agaché a su cara cerca de su boca. Estaba quieta viéndome a los ojos, bajé un poco más y ella desvió su cabeza frunciendo el ceño de frustración.
—Lo siento —susurró y me abrazó.
—No hay problema —correspondí con un poco de decepción, pero con algo más de alegría por su abrazo. Nos recostamos a dormir de esa manera, juntos sin separarnos.
Mía
Es de mañana y vengo saliendo de la ducha de Dante con una toalla enrollada, parte de mis cicatrices sobresalen del bordo de la tela. Fui sigilosa para tomar mi ropa de la pequeña mochila que traje.
—Buenos días —Dante ya se estaba acomodando su camisa blanca de mangas largas. Me revisó de abajo hacia arriba con la mirada y su sonrisa que era muy obvio lo que imaginaba.
—No —enfaticé sonriendo y tomando mi ropa regresando al baño. Lo escuché reír saliendo de la habitación.
Me recosté en la puerta tapando mi boca con mis prendas, sintiendo que sonreía como si fuera una adolescente primeriza en relaciones con el chico lindo. Bajé los brazos con la mirada al piso, suspirando por lo que ahora vivía. Estoy loca por pensar en cómo sería ser su pareja.
Sacudí mi cabeza para apresurarme a arreglarme, bajé al comedor y mi sonrisa feliz se convirtió en un nerviosa por ver a Elizabeth mirándome divertida a diferencia de ayer, que no mostraba expresión. Tragué en seco y pasé a sentarme junto a Dante, quien también se divertía con la situación.
×~×~×~×~×
Dante me llevó en su moto a la empresa, subimos juntos al ascensor, durante el camino ya es costumbre que escuche algunos cuchicheos cuando nos ven ir y venir juntos casi todo el tiempo, esta clase de cosas es la que no quería que me pasaran, pero a la vez ya no me importa mucho que digamos.
—Mía, ¿estarás ocupada la el sábado?
—Sí, Gabriela y yo saldremos de fiesta. ¿Por qué?
—Quería invitarte a salir.
—Lo siento, ya tenía planes con ella desde la semana pasada.
—No te preocupes, ya será otro día.
—¿Quisieras el domingo?
—¡Por supuesto!
Ese entusiasmo con el que contestó me sorprendió y a la vez me hizo sonreír. Todo con él es diferente, por momentos incluso siento que soy verdadera.
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