Capítulo 23: Pequeño avance
Dante
Me desperté desorientado al escuchar quejidos dentro de la habitación, al prestar más atención pude darme cuenta de que se trataba de Mía, negaba algo y balbucea cosas que no entendía, me levanté enseguida y me apresuré en cuanto vi cómo se empezó a alterar.
—Mía, hey, Mía —seguía dormida, la tomé de la parte que conecta su cuello y cabeza, debajo de su oreja.
—No… No, por favor no… —está sollozando entrecortado y su respiración es acelerada mientras agarra mi brazo con fuerza con un temblar horrible— Perdóname, Austin, lo siento…
¿Austin? Ahí está su nombre de nuevo, me sentí enojado por unos momentos. ¿Quién es él? ¿Es el maldito que le hizo esto? ¿Es quien la compró? Tenía un sinfín de cuestionamientos que no recibirían respuesta ahora, así que me concentré en lo importante.
Logré despertar a Mía y ella movía sus ojos por todos lados como si estuviera comprobando el lugar donde está, a la vez que su temblar no disminuía apretando la ropa por el pecho mientras respira entrecortada. Llevó sus manos a ocultar su rostro emitiendo un lloriqueo.
—No me dejes —su voz quebrada me confundió con esas palabras—. Por favor Dante, no me dejes.
Solté un suspiro y tragué en seco. Me acosté a su lado y la volteé a que quedara frente a mí abrazándola fuerte y con ella aferrándose a llorar.
—No me iré a ningún lado.
Nos quedamos de esa forma por un largo rato en silencio hasta que dejó temblar y llorar. Acaricio su espalda y su cabello con suavidad. Sé que no está dormida porque a veces mueve la cabeza y hace un respiro rápido como cuando estás calmándote de tanto llorar.
—Lo siento —dijo susurrando. La besé en la cabeza y la acomodé más para ejercer un poco de presión en mi abrazo.
—No tienes por que disculparte —segundos silenciosos pasaron antes de volver a hablar—. Mía ¿qué pasó?
—Nada —pronunció en un hilo de voz.
—¿Quién es Austin? —levantó su vista con consternación, sus ojos hacían las preguntas necesarias sin palabras— Cuando tuviste ese problema con el novio de Gabriela, no dejabas de mencionarlo mientras estabas inconsciente. Y ahora es lo mismo, le estabas pidiendo perdón y le implorabas que se detuviera.
—No es nadie —regresó a ocultar su rostro en mi pecho.
—¿Es quien te lastimó de esa manera tu cuerpo? —se reincorporó mirándome como si sintiera algo de ofensa— Mía, por favor, necesito que hables conmigo. Dime, ¿fue él el tipo que te compró? —su rostro cambió a una de sorpresa, incredulidad y miedo— Lo sé, Mía, yo —no puedo decirle lo de mi madre— te mandé a investigar. Estaba muy preocupado por ti.
—¿Qué es lo que sabes? —le dije lo que conocía y lo que mi madre me dijo. Su vida con sus padres y cuando estuvo con su novio— Mi comienzo y mi final. ¿Pero no la historia de en medio?
—No.
—Era de esperarse —susurró bufando—. ¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres a cambio? —mostró una sonrisa forzada, como si buscara tomar el control de las cosas.
—¿Qué? No busco nada —mis ojos se abrieron con impresión—. ¿Mía?
—Por favor —ella me llevó a acostarme en la cama sentándose encima de mí—. Tan sólo dígame qué quiere para quedarse callado.
Puede que luzca atrevida, pero está asustada. —Mía, no quiero nada —se quitó la camisa quedando desnuda de la parte superior.
—Has querido esto desde un principio ¿no?
×~×~×~×~×
Narrador Omnisciente
Mía se encontraba desesperada por querer mantener su secreto a salvo. Por ello, estaba dispuesta a hacer lo que lleva años evitando.
Ahora sí me siento una prostituta. Se maldecía en sus adentros mientras que por fuera obliga a sus labios a que dibujen una sonrisa
—Un día, dos, semanas o un año, hasta que se aburra.
—¿Qué significa?
—Que no me importa, úseme el tiempo que quiera, pero guarde silencio. Por favor.
El mayor se reincorporó a su cuello dándole suaves besos, Mía cerró sus ojos sintiéndose mal por lo que estaba permitiendo. Dante le hizo quedar abajo y ella apretaba la almohada con una mano y la sábana con la otra, sintiendo asco de sí misma.
—Quiero tomarte, pero jamás lo haré de esta manera —susurró en su oído haciendo que abriera los ojos con asombro. Él se levantó sin quitarse de encima—. Nunca hagas esto. Tú lo has demostrado, eres alguien que se respeta, por eso, no voy a faltarte al respeto de esta y de ninguna forma.
—¿Por qué? —se encontraba atónita.
—Mía, me interesas, más allá de un deseo sexual —bajó a juntar sus frentes—. Te quiero de forma romántica. Por eso quiero que me veas como un hombre en el que puedas confiar, quiero ser tu apoyo emocional, tu confidente, tu amigo, y algo más.
Mía lo veía sorprendida de lo que él le decía, sus lágrimas comenzaron a resbalar por su piel y llevó su mano a tapar su boca, comenzando su llanto que siempre guardaba para sí misma, y que las únicas personas que la habían visto de esa manera eran Nicolás y Lisa. Dante le ofrecía una sonrisa gentil y compañera, Mía se aferró a abrazarlo confiándole su dolor. El mayor devolvió su peso a la cama abrazando a la joven que se desahogaba sintiéndose, después de tantos años, segura y protegida.
Pasaron la noche de esa manera, apenas y habían consolidado un poco de sueño, amanecieron abrazados con las sábanas cubriéndolos, Dante acariciaba la cabeza de Mía y de vez en cuando su espalda por encima de la tela que le ocultaba, aunque se había quedado sin camisa.
—¿Puedes pasarme una blusa?
—Claro —le besó la cabeza antes de pararse y entregarla—. ¿Cómo te sientes?
—Gracias a ti, bien —su voz era suave, casi llegando al susurro mientras arquea su boca en una leve sonrisa—. Yo… tú, puedes…
—Guardaré lo que sé, tranquila. Lo he sabido todo este tiempo y no lo he comentado con nadie. Pero lo que dije acerca de mis sentimientos, es verdad.
—Te lo agradezco, pero no me siento capaz de corresponderte aunque quiera. No quiero que entres a mi infierno.
—Estoy dispuesto a aceptarlo, a sacarte o a permanecer en él, siempre junto a ti.
—Dante, crees que cargo demonios, pero no es así, lo que tengo encima es al diablo. Y no quiero que te veas involucrado conmigo si él llegara a arrastrarme de nuevo al infierno que creó para mí.
—Ya estoy más que involucrado contigo, desde el instante en que nos conocimos, y lo que hemos pasado todo este tiempo, y ahora, mucho más.
—No puedes.
La chica se levantó para abrazarlo una vez más agradeciendo el gesto amable que él tuvo con ella, y él entiende lo que ella desea transmitir, sin embargo, trataría de no forzar las cosas más, siendo que logró un acercamiento.
—Vamos a desayunar fuera —inquirió el mayor besándole la cabeza.
—Me gustaría.
Ambos se vistieron con ropa casual, Mía usando un vestido blanco con estampado de flores en las orillas de la falda que llega sobre las rodillas y en los tirantes hasta el cuello, sin mangas, usa zapatos de piso estilo sandalias de tiras.
Por primera vez Mía veía a Dante con una camisa de mangas, pantalones de mezclilla y tenis rojos, ella lo miraba curiosa y con extrañes.
—¿Qué pasa?
—Nada, es raro verte sin traje y corbata, o con tu atuendo de motero —dijo ocasionando una risa pequeña en el contrario.
—Y para mí que no uses ropa de oficina o más… reveladora —él sonrió pícaro provocando la sonrisa de ella—. ¿Vamos?
—¿Y tu madre y Samanta?
—Les avisé que iríamos a comer, ellas se quedarán en el hotel a disfrutar de la piscina.
—Ya veo. Bien, vamos —mencionó sonriente caminando junto a él.
Mía
Dante y yo estamos en un pequeño restaurante comiendo un helado como postre, después de que terminamos el desayuno. Sorprendentemente estoy riendo por anécdotas que él me está contando, como la vez que se asustó de niño con un perro pequeño porque les tenía miedo.
—¿Y cómo llegaste a tener a Max?
—En realidad era de mi hermana, Max era su suyo.
—Ah, lo siento. No quise…
—Está bien. Fue algo del pasado. ¿Sabes de ella?
—Sé que murió hace tiempo en un accidente.
—Sí, un accidente.
—¿Dante?
—Vamos a caminar —cambió su actitud, cuando mencionó el accidente parecía que estaba furioso.
Salimos del establecimiento y comenzó a hablar con algo de elocuencia, como si tratara de olvidarse de algo.
Supongo que tú también cargas con tus demonios.
Sonreía para apoyarlo como él lo hace conmigo, me uní a su actitud vivaz mientras dábamos el paseo por las calles y el parque que encontramos. Tomé su brazo pegando mi cabeza en él, Dante es tan cálido… En verdad me gustaría tener alguna oportunidad con él.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro