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Capítulo 21: Tomar una decisión - Parte 2

Lunes, estoy en el estacionamiento de la empresa dentro de mi auto refunfuñando porque no quiero entrar. Suspiré desganada y tomé mi bolso para así salir del vehículo poniendo el seguro. Pasé la puerta saludando a Gabriela antes de meterme en el elevador, subí a mi piso y me instalé en el escritorio revisando las carpetas que habían.

Me pregunto si Dante ya estará aquí. Toqué la puerta para ver si Elizabeth estaba dentro, sin embargo, la oficina se haya vacía. Mi suspiro salió en alivio por no encontrar a su hijo ahí.

—¡Ah! —pero tuve un pequeño susto al darme vuelta y encontrármelo de frente.

—Lindo grito —dijo burlón.

—Buenos días —trataba de mantener mi sonrisa.

—Adentro, ahora —demandó sin quitar su sonrisa pícara, forzaba más la mía y aunque intenté negarme diciendo que tenía trabajo, me hizo entrar y cerró la puerta—. Mi madre está enferma, se resfrío, no vendrá hoy y quizá mañana tampoco, por lo que estoy a cargo —le puso seguro a la puerta.

—Ya veo, espero se mejore pronto. Si me disculpa iré a trabajar.

—Mía —se puso muy cerca de mí—. Necesito explicaciones. Eso que hiciste antes de irte de vacaciones, las llamadas que me hiciste y las que no me contestaste. Ameritan un buen castigo que sigo pensando.

Tragué saliva, su mirada está siendo muy intensa y la tensión me invade por completo, es como si esperara a que me mostrara lo que tenía pensado. ¡No! ¿Qué estoy pensando yo? Dije que acabaría con esto.

—Estamos a mano, es todo —expresé rodeándole para salir, pero me tomó de la cintura y me pegó a él.

—¿Sabes lo desesperado que he estado por tu culpa?

—Ese no es…

—Es tu problema. Porque tú lo provocaste —y como siempre lo hace, bajó a atacar mi cuello. Me levantó en brazos y me sentó en el escritorio mientras mi respiración se hacía más jadeante.

—Ah, Dante… Basta…

—Es obvio que no quieres que me detenga —tomó mi nuca y yo la llevé para atrás, dándole la oportunidad de seguir besándome la parte de enfrente de mi garganta. Quería llevar mi cuerpo a que se acostara en la mesa, pero en ese momento él habló a mi oído—. Ríndete a nuestros deseos.

—¡No! —lo empujé y bajé del escritorio acomodando mi ropa, su cara de confusión era notable ante mi furiosa negativa— Esto se acabó ¿ha entendido, señor? A partir de ahora todo va a ser totalmente profesional y nada más.

—¿Mía? —me acerqué a la puerta para abrirla, pero él me detuvo— Espera.

—No soy juguete de nadie, mucho menos prostituta.

—¿Qué? Yo no he pensado eso de ti en ningún momento, me interesas.

—Le intereso, sí, claro. Y yo soy una santa —recriminé con sarcasmo y tono retador—. Déjese de juegos, señor. Usted no es más que un hombre mentiroso y patán.

—¿De qué estás hablando?

—¡Se va a casar!

Su cara fue la que esperaba, en verdad quería mantenerlo en secreto. Vaya tipo.

—¿Cómo lo supiste?

—¿Y eso qué importa? —lo encaro con rabia— Está engañando a su prometida, no es más que un maldito falso como la mayoría de los hombres que me han tocado.

—Mía, no es así, en verdad estoy interesado en ti, voy a terminar mi relación con ella.

—¡Basta de mentiras! —¿mi voz salió con un hilo de dolor? Espero no lo haya notado— Quería vengarse por lo que le hice a su motocicleta, comprendo, pero ir tan lejos por eso es una estupidez.

—No quería vengarme.

—¡Ya! Entendí las cosas, y no se preocupe, señor. En cuanto su madre le ceda el puesto, yo me largo.

—¡Mía! —salí de la oficina y fui rápido al sanitario, metiéndome en un cubículo a llorar.

¿Por qué lo hago?

Dante
Lo sabe, Mía se enteró de mi compromiso con Samanta, demonios, esto no debía pasar. Pasaba mis manos por la cara mientras daba vueltas en la oficina, es más que obvio que Mía esta furiosa y creo que la lastimé. Debí hablar con Samanta desde que llegó.

Esperé a que Mía volviese y cuando lo hizo, ella tenía los ojos un poco irritados, lloró. Me sentí mal e intenté hablar con ella, pero mantenía su distancia. Decidí respetarlo y por el momento no mencioné nada, me ha tratado fríamente todo el tiempo, sólo trabajo y nada más tal cual estableció. Ni siquiera me dejó que la acompañara a su auto.

—Dante, hey, Dante —mi madre me sacó de mis pensamientos, nos encontramos cenando juntos con Samanta—. ¿Qué sucede? Has estado muy callado desde que regresaste.

—Lo siento, estaba pensando en el evento, ya estamos muy cerca de la fecha.

—No te preocupes, Mía te apoyará en lo que haga falta —es muy segura y orgullosa por ella—. Si no la tuviera estaría hecha un manojo de nervios. Si se fuera de la empresa sería muy difícil encontrar a alguien que fuera la mitad de buena que ella.

—Sí, No lo dudo.

—Esa chica debe ser muy habilidosa para que ustedes dos la consideren así de valiosa —Samanta rió bajo mientras cortaba su carne con elegancia.

—Lo es —mencioné bajo viendo mi reflejo en la copa de champagne.

—Hijo, ¿por qué no llevas a Samanta al evento? Sería una forma para que salieran juntos por este tiempo que has estado ocupado —la miré quisiendo ocultar mi sorpresa.

—¿Eh? Claro, no hay problema —quería aprovechar eso para estar con Mía y arreglar las cosas.

—No se preocupen por mí, no hay necesidad —agregó Samanta apenada.

Al final mi madre la convenció, aunque no quería. Luego de comer nos quedamos hablando un poco, me sorprende ver a mi madre tan animada y fuera de la cama con el resfriado con el que despertó en la mañana, aunque bueno, ella siempre ha sido así de testaruda, se niega a mantenerse quieta, es fuerte, mucho, no ha dejado que las cosas tristes las lastimen, se sobrepone a la desgracia y sonríe a la vida cada día, incluso después de lo de mi padre y la muerte de mi hermana.

Ya estaba en mi habitación listo para dormir con mi pantalón gris y una camisa sin mangas, cuando escuché a mi madre en la puerta pidiendo hablar conmigo.

—¿Qué pasa, mamá?

—¿Qué pasó con Mía? Ni trates de mentirme, te conozco —sonreí por eso, en verdad que me conoce, le conté que he estado siendo… juguetón con ella y que me interesa—. Dante, por Dios, hijo. ¿Cómo se te ocurre? Y más estando comprometido con Samanta.

—Lo sé, mamá. En verdad voy a decirle la verdad y romper con ella, pero como vino desde lejos para verme, no lo creí conveniente. Quise esperar un poco más.

—¿Y qué vas a hacer con Mía mientras? Porque si ella se va de la empresa, créeme que nadie te va a soportar tan bien como ella.

—¿Tan desesperante soy?

—Demasiado —arqueé una ceja por su comentario, supongo que es verdad, pues me conoce bien ¿no?—. Dante, escucha, creo que es mejor que hagas las pases con ella, pero no te involucres sentimentalmente.

—¿Qué? ¿Por qué? Pensé que lo aprobarías siendo que ambos nos complementamos bien y ella me soporta.

—Sino fuera por su pasado, me encantaría que se volviera tu esposa.

—¿Su pasado? Madre, la última vez que me advertiste sobre mi acercamiento con ella mencionaste algo parecido por haberla mandado a investigar. ¿Qué pasa con ella? ¿Por qué ese misterio?

Mi madre respiró profundo y me contó la poca información que Oliver pudo recabar sobre ella. Una niña concebida por padres a los que no les interesaban serlos, Oliver los encontró y les sacó la verdad, nunca fue registrada como nacida, por lo que es como si no existiera, tampoco le dieron un nombre propio… La mantuvieron con ellos porque las personas le daban dinero con el pretexto que era para su comida, cosa que tuvieron que hacer porque si se les moría ya no tendrían esa ventaja con la que podían ganar ingresos para gastarlos en sus malditos vicios, y conforme crecía esas donaciones iban bajando, por lo que la pusieron a trabajar. Ahora siento que voy a explotar de la furia, por si eso no fuera poco, me contó la cerecita del pastel, lo que me enfureció mucho más.

—¿La vendieron? —estoy colérico.

—Sí, Oliver no pudo encontrar a quién ni a dónde se la llevó.

—Esos malnacidos… Vendieron a su propia hija, como si lo que le hicieron desde que nació no le fuera suficiente —estoy apretando los puños.

—¿Ves a lo qué me refiero? No quiero que te involucres con ella porque aún está lastimada. Mía vive bajo un nombre falso que puedo apostar, lo hace para no ser encontrada. Su antiguo novio le fabricó todo lo que necesitaba, y a pesar de saber eso, preferí mantenerla conmigo por dos razones.

—¿Cuáles?

—Uno, porque es muy buena en lo que hace. Y dos, porque así es una forma de apoyarla. Ella no confía mucho en los demás, posiblemente tampoco crea en los hombres. Ella ha sufrido, es por eso que te pido que no intentes nada con Mía, a no ser que estés dispuesto a aceptar el infierno al que ha tenido que sobrevivir.

Esas últimas palabras que me dijo mi madre me puso a pensar, Mía es muy reservada y le gusta mantener las cosas bajo control, como la seguridad que tiene en su casa, debe sentir que el tipo que la compró volverá, o quizá no quiere que nadie más le haga daño, quiere tener el control que no pudo ejercer en su vida cuando era pequeña.

Mi madre me abrazó diciendo que piense bien las cosas, luego se fue apagando la luz de mi habitación y cerrando la puerta. Yo me recosté en la cama tapando mis ojos con una mano sin saber qué hacer después de enterarme de esa parte de la vida de Mía. «Ella no es quien dice ser, toda su vida es una farsa» creo que ahora comprendo qué es lo que quería decir ese tipo llamado Taylor.

Mía, lo siento…

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