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Capítulo 12: No puedo dejarlo entrar

Regresé a casa después de terminar mi turno, encontré a Mía durmiendo en el sofá y Lisa está en la cocina preparando café.

—Cariño, bienvenido —dijo como siempre cariñosa besándome en los labios.

—Gracias amor. ¿Cómo está ella?

—Bien, estuvimos todo el día paseando, acabó rendida, supongo que haber llegado en la madrugada le ha hecho estar así.

—Ya veo…

—¿Pasa algo?

—Hablé con mi padre hoy. Sigue queriendo ver a Mía.

—Ah… ¿Qué vas a hacer?

—Obviamente no la dejaré que le hable. No pienso convertirme en un victimario más —Lisa me abrazó, me gusta cuando lo hace, siempre es cálida.

—Uhm… —Mía estaba despertando refregando sus ojos— Hey, hola… ¿Me perdí de algo?

—No, nada. Ah, es verdad. ¿Qué tan cansadas están?

—¿Por qué la pregunta?

—Mi departamento ha sido invitado a una fiesta y puedo llevar a invitados. ¿Te gustaría acompañarnos? No creo que haya problemas con que te diviertas. ¿Qué dices?

—Eh, me gusta, iré —se levantó con decisión y alegría—. Será una buena ocasión para usar ese vestido que compré hoy y además, me servirá para hallar compañía esta noche.

Reí ante lo que dijo, ella realmente es muy alegre, a Lisa y a mí nos encantaría que fuera así todo el tiempo.

×~×~×~×~×

Mía
Estaba en mi habitación maquillándome, ya estaba arreglada con un vestido de noche color negro y cortó, con tacones negros, mi cabello estaba recogido con una chongo y mis labios pintados de rojo. Estaba lista para divertirme hoy y olvidarme del idiota de Dante.

¿Olvidarme? ¿Qué estoy diciendo? Sacudí mi cabeza para olvidarme de este asunto, salí de mi habitación y mis amigos ya estaban listos también para irnos. Fuimos en mi auto a la fiesta, Nicolás fue quien condujo hasta una casa grande. Entramos y un joven de la misma edad que Nicolás se acercó, él tiene veintiséis años, al parecer su nombre es Lucas.

—Así que esta hermosa señorita es tu amiga —dijo acercándose a tomar mi mano y darme un beso—. Gracias por deleitar a mis ojos con su presencia.

—¿Alguna vez te ha funcionado eso? —pregunté burlona.

—Espero que no seas la primera en romper mi record.

—Oh, eres sincero. Me agrada eso —sin soltarle la mano comencé a caminar—. Lisa, Nicolás, los dejaré un momento. Lucas, sírveme los tragos ¿quieres?

—Todo un placer.

La noche transcurría tranquila y el calor subía cada que hablaba con Lucas, debo decir que es buen seductor, aunque no tanto como Dante.
¿Por qué lo estoy comparando con él?

—Mía ¿sucede algo?

—¿Por qué lo preguntas?

—Pareciera que te has enojado de repente.

Dibujé mi sonrisa haciendo caminar mis dedos índice y medio por su brazo. —No, que va. Dime, Lucas ¿no tienes calor?

—Uhm, sí —sonrió divertido tomando mi mano y guiándome a una habitación.

No hubo necesidad de sacar un preservativo de mi bolsa, pues el traía uno que puso sobre una mesilla al lado de la cama donde nos acostamos, él encima de mí a la par que subía con desespero mi vestido para quitármelo. Lo hizo y yo quité su ropa, pasaron algunos minutos, era un buen rato de diversión cuando se me escapó algo…

¡Dante! Gemí haciendo a mi acompañante detenerse y mirarme extrañado, era comprensible. —¿Quieres que me detenga?

—Ah… yo… —me moría de vergüenza, es la primera vez que está me sucede, para empezar, es la primera vez que gimo un nombre, y para colmo tenía que ser de alguien con quien jamás me he acostado— Lo siento…

—Esta bien —se quitó de encima y se sentó a la orilla de la cama—. ¿Exnovio?

—Nada mío.

—Para no ser nada tuyo vaya que te tiene dominada —río y yo fruncí el ceño.

—Nadie me domina —repliqué molesta, él se levantaba comenzando a vestirse.

—No te enojes, sólo es una broma —carcajeó—. ¿Regresamos a la fiesta?

Asentí y volvimos abajo, ahora estaba tomando mucho, estoy muy molesta por lo que dije, llamé a mi acompañante Dante, ese imbécil se metió en mi mente. Desde que apareció no ha hecho otra cosa más que fastidiarme y ahora mismo lo está haciendo.
Noveno trago y Nicolás se acercó junto con Lisa a ver cómo estaba, les dije que bien, pero no me creyendo, pues me levantaron y llevaron al auto para regresar a casa.

×~×~×~×~×

—Les dije que estoy bien —repliqué con Nicolás sosteniéndome para que no me callera. Me llevaban a mi habitación.

—No lo estás, ni siquiera puedes estar de pie por tu cuenta —entramos a mi cuarto y me recostó en la cama.

—Mía, tienes que descansar —añadió Lisa quitando mis zapatos y tapándome con las sábanas—. Buenas noches.

—Buenas noches…

Ambos saliendo y cerraron la puerta, la luz estaba apagada, pero dejaron una lámpara de luz baja cerca de mi cama y quedé viendo el techo por un buen rato. Por la línea que marca la puerta podía ver que las luces fuera del dormitorio fueron apagadas, Nicolás y Lisa fueron a dormir.
Yo también estaba cayendo en los brazos de Morfeo. No sé cuanto tiempo transcurrió cuando sentí algo en mi cama, como si algo se hundiera y estuviera encima de mí, abrí los ojos y a quien vi fue a Dante, besándome, no comprendía qué estaba pasando ni el cómo se enteró que estaba aquí y mucho menos cómo entró hasta mi habitación, pero ahí estaba él, jugando conmigo de nuevo y esta vez no me importó, me dejaba llevar por sus labios que con desespero se comían los míos.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que me encontraste y entraste aquí? —pregunté en cuento nos separamos por aire.

—Mía… Te necesito —bajó a besar mi cuello y metía su mano por debajo de la corta falda de mi vestido, acariciando mi entrepierna.

—Ah, Dante… Es-Espera… Ah —me estaba perdiendo en él, en sus caricias.

—Mía —su voz en mi oído me encantaba, sin embargo…— jamás podrás escapar de mí —abrí los ojos con confusión y pánico, esas palabras no fueron acompañadas por la voz de Dante.

—No… —apenas pude pronunciar esa sola palabra.

Cuando se levantó, ya no era Dante, ahora era el Señor, deseaba gritar, pero mi voz no salía. Por el rabillo del ojo noté algo y giré mi cabeza para divisar qué era, un joven rubio de veinte años se hallaba a mi lado, ensangrentado.

—Austin… —mi voz no se desatoraba por completo.

—Mía… —escuché la voz entrecortada de Dante llamándome, sentía mucho miedo , pero así giré mi cabeza al otro lado, lo vi con un disparo en medio de su frente con sangre saliendo de allí.

—Te dije que eres mía.

Volteé al frente para ver como el Señor sonreía sádicamente, también noté que estaba en mi antigua habitación en su casa, mis ojos se inundaron y las lágrimas brotaron, mi boca se abría con nulo poder de pedir ayuda, estaba paralizada.

Mi voz se desatoró y grité, grité desgarradoramente con mucho terror.

—¡Mía! ¡Mía! ¡Tranquilízate! ¡Estamos aquí! ¡Lisa y yo estamos aquí! —Nicolás me tomaba de los hombros para que reaccionara.

—¡No quiero volver! ¡Aléjate de mí! —mi mente aun no volvía a la realidad.

—¡Mía! ¡Escucha! ¡Estamos contigo! —esa era Lisa tratando de calmarme también.

—Lo siento —Nicolás me dio una bofetada y así reaccione—. Sólo Lisa, tú y yo estamos aquí —me abraza fuerte—. Estamos aquí, él no puede hacerte daño.

Miré por la habitación y era la casa de mis amigos. Aunque la angustia pasaba me aferré a Nicolás para llorar desesperadamente, Lisa se unió a nosotros.

Todo fue una maldita pesadilla donde el terror me inundó, no quiero que Dante se involucre conmigo, no quiero que pase lo mismo que ocurrió con Austin. No puedo dejar que mi corazón se enamore de nuevo.

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