
2
Mi recuperación se alargó unos meses, me operaron la pierna y acudía a rehabilitación cada día después del trabajo. Pero tenía siempre un recuerdo dulce de la voz de Nikki en mi memoria.
Seguía recordando sus palabras de ánimo al teléfono mientras esperaba la llegada de los sanitarios.
Una mañana en el trabajo lo comentaba como una anécdota especial de mi vida a un compañero que, además, era un buen amigo mío. Carlos me miró y de pronto me dijo algo sorprendente.
—¿Porqué no la buscas para verla en persona? —sugirió de pronto.
—No creo que sea buena idea, debe tener su vida y yo sólo soy el tipo al que ayudó a rescatar en la montaña, seguro que ya no se acuerda de mí —repuse, excusándome.
—Tío, no seas así, puedes intentar verla una vez y si no es lo que esperas pasas. Quién sabe, tal vez cuando os veáis conectéis, estás muy solo últimamente, desde que dejaste a Susana no has estado con nadie —trató de convencerme, haciendo hincapié en mi relación anterior.
—No quiero hablar del tema, Susana pasó a la historia —comenté molesto.
No me gustaba que me hablaran de ella, había pasado a la historia, me había hecho mucho daño y no quería saber nada más sobre su vida.
—¿Lo ves? —dijo sonriendo—. Yo creo que Nikki es tu siguiente capítulo—afirmó mi amigo con seguridad, dándome un golpe en la espalda.
Fuimos a comer juntos y siguió insistiendo con el tema de la chica del teléfono, tanto que, al final del día, cuando llegué a casa, la tenía más presente que nunca.
Recordé que me había llamado también desde su teléfono privado, tenía su teléfono personal y lo busqué. No lo había agendado, pero rastreando las llamadas de aquél día lo encontré. Me quedé mirando el teléfono móvil con su número en la pantalla sin atreverme a marcarlo. Tras unos minutos de indecisión, decidí no llamarla, apagué el teléfono y me fui a dormir.
Tres días más tarde, tras una mañana agotadora en el trabajo, me decidí a llamarla. Marqué el número y durante unos minutos sonó la llamada sin que nadie contestara. Al fin, cuando estaba dispuesto a desistir, alguien contestó.
—Sí dígame —respondió con tono de sorpresa.
Escuchar su voz fue mágico, imaginé su cabello corto de color vino, ella en su casa, a punto de comer o recogiendo la mesa. Tan sólo escucharla alivió la tensión del día de inmediato, se me escapó un suspiro justo antes de hablar.
—Hola Nikki, soy Julay —pronuncié emocionado.
Sólo el silencio me respondió al otro lado de la línea, estaba a punto de cortar la comunicación cuando por fin contestó.
—Hola, ha pasado mucho tiempo ¿Cómo ha ido tu recuperación? —inquirió con amabilidad.
Se acordaba de mí, eso me llenó de una alegría difícil de explicar, porque no tenía sentido que me emocionara una cosa tan simple.
—Bien, estoy acabando con la rehabilitación, me salvaste la vida y quería agradecértelo —comenté con sinceridad.
—Sólo hacía mi trabajo, pero me alegro de que estés bien —respondió con voz dulce, provocando un escalofrío en mi espina dorsal.
—Quería llamarte hace tiempo para darte las gracias por ayudarme. Quiero que sepas que si necesitas algo no dudes en pedírmelo —improvisé.
—Gracias, lo tendré en cuenta, ahora tengo que dejarte, me voy a trabajar —Se despidió escueta y cortó la llamada.
Cuando cesó la conversación me di cuenta de cuánto la había echado de menos. ¿Sería eso posible o me estaría volviendo loco? No quería planteármelo así, pero parecía que me había enamorado de su voz, y eso no me había pasado nunca. ¿Tenía sentido?
Al día siguiente la llamé sobre las diez de la noche, pues supuse que ya habría vuelto del trabajo y estaría a punto de ir a dormir.
—Buenas noches Nikki, espero no molestarte, quería oír tu voz antes de dormirme, ¿Cómo ha ido el día? —pregunté enseguida para iniciar la conversación.
—Hola, buenas noches, estaba a punto de dormir, he tenido un día muy aburrido, apenas he tenido que atender a diez llamadas de emergencia que he podido solucionar enseguida —explicó del tirón.
—Y tú decías que mi trabajo era aburrido... —respondí en tono divertido, recordando al mismo tiempo la conversación que habíamos mantenido el día del accidente.
—El mío a veces también puede serlo,—y añadió— y triste también.
—Me lo imagino —repuse serio— bueno, no te molesto más hoy, ¿Te importa si te llamo mañana a esta hora? —inquirí temeroso.
—No me importa, me gusta oír tu voz —contestó sincera.
Aquella frase entró dentro de mi corazón y me emocioné. Me despedí de ella enseguida para no molestarla y colgué. Pasé casi dos semanas llamándola cada noche, le saludaba y hablábamos de alguna tontería, después de escuchar su voz me dormía con una sonrisa.
A las dos semanas me atreví a dar un paso más, al llamarla le dije si podíamos vernos alguna tarde para tomar un café. No me dijo un no rotundo pero tampoco me dijo que sí.
—Julay, quizás algún día podamos quedar—divagó en voz baja.
—De acuerdo, siento si te he importunado, a fin de cuentas somos dos desconocidos —murmuré en tono de disculpa.
Me había precipitado, recordé que ella también acababa de salir de otra relación y me puse a pensar seriamente si no me estaría comportando como un acosador al llamarla tanto.
Traté de no llamarla al día siguiente, lo intenté de verdad, pero necesitaba escuchar su voz para poder dormir. Tras media hora mirando la pantalla del teléfono me decidí a llamarla de nuevo. El miedo atenazaba mi garganta después de la respuesta del día anterior, temí que ya no me cogiera la llamada, que me acusara de abusador o me insultara y exigiera que ya no le llamara más. Pero tras tres tonos de llamada respondió.
—Hola Nikki, siento lo de ayer, no debí proponer lo de quedar, una cosa es hablar por teléfono y otra verse en persona —me disculpé nada más descolgó.
—Tranquilo Julay, he tenido miedo de que no me volvieses a llamar después de decirte que no. Menos mal que llamaste. Me gusta escucharte antes de dormir, se ha convertido en una costumbre y me cuesta dormirme si no me llamas —respondió con voz dulce.
-¿Cómo fue el día?—inquirí para iniciar una conversación neutral.
No podía imaginar que aquél día mi llamada iba a ser la tabla de salvación de Nikki, su trabajo, como ya me había explicado en otras ocasiones, a veces era duro, muy duro según comprobé aquella noche.
—Difícil, hoy ha sido un día muy duro —expresó con voz triste.
—Si quieres desahogarte cuéntame, yo te escucho—me ofrecí como buen amigo.
—Me llamaron por un accidente de tráfico, mandé a los servicios de emergencia enseguida pero no llegaron a tiempo, un bebé de 4 meses ha fallecido y me siento un poco responsable, tenía que haber enviado más ayuda, o un helicóptero, no sé, estoy muy afectada—expresó triste, su voz se apagaba mientras me explicaba la situación.
—Es comprensible Nikki, pero tú no tienes la culpa, haces lo que está en tu mano para que los atiendan, no puedes hacer milagros —traté de consolarla lo mejor que pude. Un nudo apretaba mi garganta al pensar en cómo se sentiría.
—Pero era un bebé de 4 meses —insistía ella cada vez en voz más baja— y no puedo quitármelo de la cabeza, quizás... —un sollozo escapó de su garganta y quise estar a su lado para poder abrazarla.
—Nikki, no pudiste hacer nada más, no estaba en tu mano, quisiera estar ahí contigo para abrazarte—confesé con la voz rota de emoción. Sentía una profunda frustración al no poder consolarla.
—Ya lo haces con tu voz Julay, me siento un poco mejor, gracias—musitó intentando animar su voz, pese a que tenía claro que las lágrimas todavía resbalaban por sus mejillas.
—Descansa princesa... —Murmuré en tono conciliador, tratando de darle ese consuelo que tanto necesitaba.
Colgué el teléfono y me lo quedé mirando, ¿Qué había dicho yo? ¿Le había llamado princesa?
Cada día estaba peor, quizás debería detener esta tontería antes de llegar más lejos. Pero su voz era tan dulce que ya era adicto a ella. En cambio ella no pareció haberse dado cuenta de lo que le había dicho.
Necesitaba verla, su voz no me bastaba, necesitaba más. Al día siguiente tomé una decisión, iba a investigar dónde vivía Nikki e iría a verla sin decirle nada. Quizás cuando pudiese verla esta locura se desvanecería y podría continuar con mi vida sin tener que oír su voz. En las oficinas hablé con un amigo mío y me ayudó a encontrarla, no fue difícil, vivía cerca de las oficinas, podría verla a mediodía cuando saliese a trabajar. Había cambiado el turno y ahora iba de tarde, entraba a las dos, me lo había contado una noche mientras hablábamos. Los nervios se apoderaron de mí. ¿Qué ocurriría si no me gustaba su aspecto físico? Las dudas acudían a mi mente. Si la veía y me enamoraba de ella, quizás no me corresponda. Aún así me enfrenté a mis miedos. Ese mismo día salí un poco antes a comer, pero no fui al restaurante que iba habitualmente sino a uno un poco más alejado. Éste estaba delante del bloque de pisos donde ella vivía. Me senté a esperar a la chica que me salvó la vida y me había dado un motivo para soñar. Nikki sería inconfundible con el color de su pelo. La espera dio sus frutos y apareció por la puerta de su edificio con una carpeta enorme entre las manos, tres o cuatro libros en equilibrio y un bolsito. La miré de lejos y tuve el impulso de acercarme a ella, para ver si me reconocía a pesar de no haberme visto nunca...¿Una locura? si, pero a esas alturas, ya todo me parecía posible. Seguí mi impulso y me levanté de la mesa donde esperaba que me trajeran la comida, le dije a un camarero que volvía enseguida y crucé la calle casi sin mirar si venía algún coche. Llegué al otro lado de la acera justo a tiempo para ver cómo se tropezaba con un adoquín que sobresalía y se le caía de las manos todo lo que llevaba. Me acerqué a ayudarla de inmediato, me agaché a su lado a recoger todos los papeles que se habían desperdigado y, cuando lo recogimos todo, me dio las gracias y nos quedamos mirándonos a los ojos sin hablar. Una corriente eléctrica nos traspasó a los dos, yo oí su voz en persona y creí que había perdido la capacidad de hablar, a ella parecía haberle pasado lo mismo. Fue un flechazo instantáneo. Me marché sin decir nada, para que no me reconociera. Pasé toda la tarde pensando en ella y por la noche, me llevé tremenda sorpresa.
—Buenas noches Nikki, ¿Qué tal tu día? —comencé nuestra conversación como siempre.
—Genial Julay,¡hoy me ha pasado algo increíble! —exclamó emocionada.
—Cuéntame, ¿Qué ha sido?—pregunté sin sospechar la respuesta que me daría.
—Salía de casa y me he tropezado, sabes que soy muy torpe—justificó riendo— como iba cargada de cosas se me ha caído todo al suelo y un chico me ha ayudado a recogerlo. Cuando lo he mirado a los ojos y le he agradecido su ayuda, una corriente de conexión se ha establecido entre nosotros, creo que me he enamorado perdidamente de él.
—¿En serio?—inquirí mientras una inmensa alegría me recorría de los pies a la cabeza.
Trataba de mostrarme sorprendido para que no supiese que era yo, sabía que tarde o temprano lo sabría, pero no quería estropearlo diciéndoselo por teléfono. Decidí que la próxima vez le hablaría para que reconociese mi voz.
Me contó todas las emociones que había sentido al verme y me vi reflejado en ellas, Era un amor a primera escucha, pues estaba seguro de que ella estaba también enamorada de mi voz.
Dejé pasar tres días, no pude esperar más, la esperé una noche en la puerta de su edificio, sentado en un banco frente a la puerta. Ella venía del trabajo, se paró frente a su puerta y sacó las llaves de su bolso.
—Buenas noches Nikki...
La llamé desde el banco y ella se quedó rígida, no me había visto todavía pero había reconocido mi voz, sus manos temblaban. Se giró lentamente y al verme aún se impresionó más.
Me acerqué a ella despacio, la tomé de las manos y mirándola a los ojos le dije
—Nikki, quiero oír tu voz hoy y siempre.
Sin dejar sus ojos me acerqué y por fin besé a la que se había adueñado de mi corazón.
—Julay, Yo también quiero oír tu voz.
Nuestros labios se encontraron de nuevo y se unieron en un beso de deseos compartidos.
FIN
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