Capítulo 7: El Caos Absoluto
El silencio que había reinado en Lescatie fue destrozado en cuestión de segundos. Druella Lilim, hija del Rey Demonio, jamás pensó que su mal presentimiento se materializaría de esta forma tan brutal y repentina. Estaba tranquilamente sentada en su trono, cuando, en un instante, una tremenda explosión sacudió los muros exteriores del castillo. Las piedras cayeron en cascada, y el cielo, antes sereno, se cubrió de destellos mágicos y explosiones.
Druella se levantó rápidamente, sin tiempo para procesar lo que estaba ocurriendo. Su instinto le decía que corriera, pero el caos se desató antes de que pudiera tomar una decisión. Espadas materializadas desde el aire y bolas de magia de múltiples elementos cayeron como una lluvia de destrucción, arrasando con todo lo que tocaban. Las mamonos, sus fieles seguidoras, intentaron contener la ofensiva, pero eran superadas con facilidad por la abrumadora violencia.
Y entonces lo vio.
Un gigante de más de dos metros, con una espada colosal de piedra en sus manos, apareció en el campo de batalla. Su sola presencia provocaba una atmósfera de pura devastación. No era solo una criatura cualquiera: era el famoso Berserker, Heracles, y estaba completamente fuera de control. Su velocidad, para alguien de su tamaño, era inconcebible, y cada paso resonaba como un trueno en las ruinas del castillo.
Momentos antes del ataque, Riyo Gudako, con una sonrisa demente en su rostro, había dado la orden. En lugar de optar por la estrategia o la cautela, decidió enfrentarse de frente. Con su Heracles al nivel 120, con todas sus skills y append skills al máximo, y su craft essence exclusiva equipada, la ofensiva fue brutal y rápida. El Berserker fue el primero en recibir la orden de destruir el muro, y tras eso, el caos absoluto se desató.
Gudako, observando la destrucción con calma, sabía que el poder de su Berserker era suficiente para causar estragos en Lescatie, pero estaba preparada para mucho más si era necesario.
—Derriba el muro y no te detengas hasta que todo esté en ruinas —había ordenado Gudako con una sonrisa peligrosa.
Heracles, con su cuerpo colosal y su sed de destrucción incontrolable, obedeció sin vacilar. El muro del castillo se hizo pedazos ante su espada de piedra, y con un rugido, se lanzó hacia el interior, destruyendo todo a su paso. Druella, que había intentado escapar, pronto se dio cuenta de que estaba siendo perseguida por una máquina de matar imparable.
—¡No puede ser! —gritó Druella, mientras corría por los pasillos en ruinas, esquivando las explosiones y los destellos de magia—. ¡Esto es ridículo!
A pesar de sus habilidades, la velocidad de Heracles era sorprendente. Druella no pudo distanciarse lo suficiente, y un poderoso golpe de la espada del gigante la alcanzó, destruyendo sus alas y dislocándole la espalda. El impacto la lanzó a través de una pared, chocando contra los escombros.
Herida y debilitada, Druella apenas podía moverse. El gigantesco Berserker se acercaba para darle el golpe final, pero antes de que pudiera hacerlo, un grupo de mamono kunoichi apareció en escena. Una de ellas logró agarrar a Druella y llevarla lejos, mientras las demás trataban desesperadamente de distraer a Heracles.
Sin embargo, fue en vano. El colosal Berserker despachó a las kunoichi con la misma brutalidad que había mostrado hasta ahora. Las que intentaron enfrentarlo fueron rápidamente reducidas a cenizas y pedazos, sus cuerpos destrozados y sus órganos internos aplastados por la fuerza inconmensurable del gigante. Las agonizantes mamono quedaron tiradas en el suelo, incapaces de hacer algo más que gemir en su desesperación.
Mientras tanto, Druella, gravemente herida, fue llevada por la única kunoichi superviviente a un lugar seguro dentro del castillo. Apenas consciente, pudo ver que la kunoichi había preparado un círculo mágico de escape. Algunas mamonos más, leales a ella, se unieron al círculo, tratando de salvarse del caos desatado por Gudako y su equipo.
—No puedo... caer aquí... —jadeó Druella, sintiendo cómo el dolor en su espalda y sus alas se intensificaba.
Justo cuando el círculo mágico estaba a punto de completarse, un destello llamó la atención de una de las mamonos. Desde el cielo, una flecha cargada de energía se acercaba a gran velocidad. Emiya, siguiendo la señal de Gudako, había preparado una de sus famosas espadas convertidas en flechas. La lanzó desde su arco, apuntando directamente al círculo de escape.
El proyectil impactó justo cuando el hechizo se completaba. Aunque Druella y algunas de sus seguidoras lograron escapar por los pelos, las mamonos que no estaban dentro del círculo no tuvieron la misma suerte. La explosión resultante fue devastadora, una explosión nuclear que borró del mapa todo lo que estaba cerca. Cientos de mamonos que aún se encontraban en la zona perecieron instantáneamente, reducidas a cenizas por la intensa explosión.
Desde una distancia segura, Riyo Gudako observaba la destrucción con calma, sus ojos ocultos tras unos lentes de sol que había sacado de algún lugar. Con una sonrisa de satisfacción, miró cómo el castillo y sus alrededores se incendiaban y colapsaban.
—Hermosos fuegos artificiales —comentó con una risa ligera.
Los Servants a su alrededor estaban en silencio. Sabían que la verdadera locura de Gudako apenas comenzaba. A pesar del caos desatado, Druella había logrado escapar, pero Gudako no estaba preocupada.
—Parece que se ha ido por ahora... pero si sigue interfiriendo, tendré que usar algo aún más grande —dijo Gudako, mientras cruzaba los brazos con una expresión de pura confianza—. Y cuando digo más grande... créanme, Heracles parecerá un cachorro de león inofensivo en comparación.
El grupo sabía que Gudako no bromeaba. Si Druella volvía a cruzarse en su camino, lo que vendría sería un caos aún más absoluto y devastador.
El reino de Lescatie ya había conocido el caos, pero lo que se avecinaba sería el verdadero apocalipsis.
.....
Omake: La Brutalidad Implacable de Riyo Gudako
La conquista de Lescatie avanzaba sin freno. Riyo Gudako, con una mezcla de satisfacción y una sonrisa fría en su rostro, se movía entre los escombros, liderando a sus Servants con la precisión de una maestra que sabía exactamente lo que quería. No había lugar para la compasión ni la misericordia. Todo lo que representaba una amenaza, incluso a largo plazo, sería erradicado.
Tras el enfrentamiento con Druella, el número de mamono había disminuido considerablemente, pero todavía quedaban algunas escondidas en las sombras, intentando reorganizarse. Sin embargo, cualquier mamono que intentaba huir o enfrentarse a Heracles, Spartacus, o los otros Servants de Gudako, encontraba un destino brutal e inmediato.
Gudako observaba desde la distancia cómo Spartacus y Oberon despachaban sin esfuerzo a un grupo de mamonos desesperadas que habían intentado escapar por un callejón. Las criaturas, que alguna vez habían dominado Lescatie, ahora estaban reducidas a presas indefensas. Los golpes de Heracles y las explosiones de magia y flechas de Emiya las destrozaban sin piedad, reduciéndolas a polvo.
Mientras tanto, Mash usaba su escudo para bloquear cualquier intento débil de resistencia, permitiendo a los demás Servants atacar con precisión quirúrgica.
—No podemos dejar que ni una quede viva —murmuró Gudako con voz tranquila, sus ojos enfocados en las ruinas llenas de cuerpos—. Podrían volverse un problema luego... y, por supuesto, no podemos desperdiciar recursos valiosos.
Después de la masacre, llegaron a la última parte del trabajo: liberar a los humanos cautivos. A lo largo de la ciudad y las cuevas, varios humanos, principalmente hombres, habían sido corrompidos o subyugados por las mamonos. La mayoría estaban agradecidos al ver que su tortura había terminado, pero no todos eran dignos de esa liberación.
Algunos de los humanos habían decidido aliarse con las mamonos, traicionando a su propia raza. Estos individuos, influenciados por la seducción y las promesas de poder, pensaron que al colaborar con las criaturas demoníacas encontrarían un destino más cómodo. Pero Riyo Gudako no tenía espacio para los traidores.
Con una frialdad impresionante, Gudako señaló a los humanos que habían colaborado con las mamonos. Antes de que pudieran defenderse o dar alguna excusa, los Servants de Gudako los despacharon con la misma brutalidad que a las mamonos. Spartacus fue el encargado de eliminar a la mayoría, aplastando a los traidores con una fuerza desmedida. Emiya, usando sus proyecciones, acabó con los restantes de forma rápida y precisa.
Los gritos de los traidores no conmovieron a Gudako. Para ella, eran solo obstáculos en su camino hacia más Saint Quartz.
Los humanos restantes, aquellos que no habían caído bajo la influencia de las mamonos, fueron liberados. Aunque estaban agradecidos, la atmósfera era tensa. Riyo Gudako los miraba con desinterés, como si fueran peones insignificantes en un juego mucho mayor. Para ellos, la "liberación" no venía acompañada de la esperanza, sino de la certeza de que estaban en deuda con alguien que no tenía piedad.
Los supervivientes se organizaron rápidamente, temerosos de lo que Gudako podría hacer si cometían un error. Sabían que, a sus ojos, eran solo herramientas, útiles solo mientras no se interpusieran en su búsqueda implacable de Saint Quartz.
—Consideren esto una bendición temporal —les dijo Gudako con una sonrisa perturbadora—. Si alguna vez vuelvo a verlos colaborando con esas criaturas... —su mirada se oscureció— no habrá una segunda oportunidad.
Los humanos asintieron aterrorizados, sin atreverse a mirar a los cadáveres de los traidores que yacían a sus pies.
El caos había terminado, pero la crueldad de Riyo Gudako y su equipo dejó una marca imborrable en Lescatie. Los sobrevivientes humanos quedaron como testigos de una masacre implacable, mientras Gudako, siempre enfocada en su obsesión por los Saint Quartz, planeaba su siguiente movimiento. Para ella, no importaba quién cayera, humano, mamono o si son las mismas deidades, mientras su objetivo siguiera intacto.
El verdadero caos aún estaba por llegar.
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fin de capitulo y omake.
¿que quieren que les haga a las diosas que estan del lado de las mamonos?.
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