Capítulo 17: Las Divinidades Se Comienzan a Mover
En lo que parecía ser un palacio flotante, oculto entre las nubes y el resplandor celestial, varias figuras divinas, principalmente ángeles femeninos y valquirias, se movían con agilidad y disciplina. Algunas patrullaban los pasillos dorados, mientras que otras custodiaban las puertas de los amplios salones. El ambiente era solemne, lleno de una serenidad sobrenatural, pero una tensión latente flotaba en el aire.
Una valquiria, con expresión preocupada, caminaba apresuradamente por los pasillos de mármol, su armadura resonando con cada paso. Finalmente, llegó frente a una puerta doble decorada con símbolos sagrados y tocó un par de veces con decisión. Una voz desde dentro, tranquila pero autoritaria, le dio permiso para entrar.
El salón detrás de la puerta era un amplio despacho adornado con vitrinas de luz divina. En el centro, un gran escritorio cubierto de montones de papeles ocultaba parcialmente a la figura sentada detrás de él. La valquiria entró y, tras hacer una reverencia, se disculpó por la interrupción.
—Perdón por interrumpir, Lady Adelia, pero creo que hay algo que necesita su atención inmediata.
Detrás de los montones de papeles, una voz suave y tranquila respondió.
—Si es más papeleo, déjalo en el escritorio —respondió la figura sin levantar la vista, mientras firmaba uno de los documentos.
La valquiria sacudió la cabeza.
—No es eso, mi señora. Hemos detectado algo preocupante....
Hubo una pausa tensa en el aire antes de que continuara:
—Recientemente ha aparecido un monstruo de la era antigua.
El silencio que siguió fue espeso y ominoso. La presencia en el salón pareció volverse más densa, más palpable. Los papeles sobre el escritorio se movieron y finalmente se reveló a la persona detrás: Lady Adelia, la diosa conocida como el Chief God, una entidad venerada y temida en todo el mundo. Sus ojos brillaban con un conocimiento antiguo, y aunque su expresión era tranquila, sus palabras mostraban un ligero toque de preocupación.
—¿Un monstruo de la era antigua, dices? —preguntó, observando fijamente a la valquiria. La servidora divina asintió, sudando bajo la presión de su señora.
—Detalles, ahora.
En otro lugar del mismo mundo, en la devastada área donde Apep había desatado su furia, una figura se encontraba en medio del desastre. La diosa de la guerra y el combate, Ares, caminaba entre los escombros, analizando los restos de la destrucción con una mirada aguda y calculadora. Su armadura, negra y adornada con símbolos de poder, brillaba bajo la luz difusa de un sol que parecía no querer brillar completamente sobre el lugar.
Ares había sentido una presencia oscura y antigua, algo que no había aparecido en incontables eras. A pesar de sus esfuerzos por encontrar algún rastro de vida o más pistas sobre el origen de la energía, no había hallado nada más que muerte y desolación. Las ruinas estaban llenas de cenizas y cuerpos irreconocibles, pero ninguna señal de vida o magia que explicara lo que había ocurrido.
—Ni un sobreviviente, —murmuró para sí misma, apretando los dientes con frustración. Sabía que algo había pasado aquí, algo grande, pero el rastro estaba frío, y eso la inquietaba.
Sin más que hacer en aquel lugar vacío, Ares se retiró con una sensación de incomodidad. Sin embargo, ya estaba claro para ella que algo peligroso había despertado en el mundo. Algo antiguo y lleno de poder, lo suficiente como para atraer la atención de las deidades más poderosas.
Mientras tanto, otras divinidades del mundo de las mamonos también comenzaban a notar las perturbaciones causadas por el despertar de Apep. El antiguo Señor Demonio había dejado su huella en la tierra y en los corazones de aquellos que lo habían presenciado, aunque fuera desde lejos. Las energías cósmicas y mágicas del mundo comenzaron a moverse, como si las mismas fuerzas del universo respondieran a su regreso.
En los cielos y más allá, las divinidades del mundo de las Monster Girls, aquellas que controlaban las fuerzas del amor, el deseo y la guerra, comenzaron a sentir la urgencia de actuar. El regreso de una entidad tan antigua y poderosa alteraría el delicado equilibrio del mundo, y pronto todos, incluso las diosas, tendrían que elegir cómo reaccionar ante esta amenaza desconocida.
Aquel monstruo de eras pasadas había marcado su regreso, y las deidades sabían que el caos estaba solo comenzando.
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Omake: Reacciones de las Divinidades
En el vasto y sombrío reino de los muertos, Hel, la diosa de la vida y la muerte, se encontraba rodeada de montones interminables de papeleo en su imponente despacho. El flujo constante de almas hacia su dominio se había incrementado en los últimos días, cortesía de la implacable invasión de Riyo Gudako y sus servants. Hel firmaba documento tras documento, visiblemente irritada por la carga adicional de trabajo.
De repente, una Lich se acercó sigilosamente a la diosa, llevando consigo un reporte.
—Mi señora, —dijo la Lich en un tono suave pero sombrío—, hemos recibido información de que un antiguo monstruo ha sido el causante de este reciente flujo masivo de almas.
Hel levantó la vista de sus papeles, visiblemente confundida.
—¿Qué? —respondió con incredulidad, soltando la pluma y mirando a la Lich con escepticismo. Si bien la muerte de seres mortales y mamonos era común, un monstruo antiguo alteraba el equilibrio de una forma inesperada y caótica.
Cambio de escena.
En un lugar que evocaba las antiguas tierras de Egipto, un gran templo dorado y decorado con relieves de gatos brillaba bajo el sol abrasador. Dentro de este templo, la diosa gata Bastet descansaba en un cojín de seda, disfrutando de la calma de su dominio. De repente, sus orejas se movieron inquietas y su pelaje comenzó a erizarse instintivamente. Un sentimiento de inquietud la recorrió.
—Algo malo está ocurriendo... —murmuró Bastet, sus ojos felinos brillando con suspicacia mientras su cola se agitaba nerviosamente. Su conexión con el mundo había captado la perturbación, aunque no conocía la fuente. Pero una cosa estaba clara: el equilibrio se estaba rompiendo.
Cambio de escena.
En un reino lleno de placer y hedonismo, conocido como el Reino Espiritual de Pandemonium, los días transcurrían en un constante éxtasis para sus habitantes. La soberana de este reino, la Diosa Caída, una entidad que había fusionado su esencia divina con las características de las mamonos, descansaba en su trono rodeada de lujuria y adoración. A su lado, una valquiria oscura, con alas de plumas negras y una mirada solemne, se acercó rápidamente.
—Mi señora, —dijo la valquiria oscura, inclinándose en una reverencia profunda—, hemos recibido informes de la aparición de un monstruo de la era antigua.
La Diosa Caída abrió los ojos, visiblemente sorprendida.
—¿Un monstruo antiguo? —repitió, perpleja. Había estado segura de que todos los monstruos habían sido convertidos en mamonos bajo el poder de la actual Reina Mamono. La idea de que una entidad de eras pasadas, de antes de la conversión, hubiera resurgido, la inquietaba.
—¿Cómo es posible? —murmuró, mientras sus pensamientos vagaban hacia los posibles peligros que eso podría suponer para su reino.
Cambio de escena.
En las profundidades del océano, en un imponente castillo bajo las aguas, gobernaba Poseidón, una diosa mitad mamono que regía los mares. Sus dominios estaban en paz, pero algo perturbó esa serenidad cuando sintió una energía oscura, distante, apenas perceptible debido a la lejanía de los acontecimientos.
La diosa sirena, con su cola de escamas brillantes, sintió un momento de inquietud. Su poderosa aura envolvió los mares, buscando cualquier amenaza directa. Aunque la energía era vaga y lejana, sabía que algo estaba ocurriendo en la superficie.
—¿Qué ha sido eso...? —susurró para sí misma, mientras sus ojos recorrían las aguas que la rodeaban. Tras unos momentos de reflexión, se calmó y decidió no actuar por el momento. A pesar de la perturbación, Poseidón optó por observar desde las profundidades, manteniendo su reino a salvo mientras vigilaba la superficie del mundo desde las sombras del océano.
El regreso de Apep había sacudido los cimientos del mundo y, en diferentes rincones del mismo, las divinidades comenzaban a notar las primeras señales. Aunque algunas aún no sabían qué implicaba la aparición del monstruo, todas compartían una sensación de que algo grande, peligroso y caótico estaba por venir.
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fin de capitulo y omake.
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