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Capítulo 2: Nuestra Primera Cita

Abro los ojos lentamente.

Mi siento algo somnoliento y cansado. Trato de recordar donde estoy.

Al mirar las paredes de madera y los muebles, pude retomar la conciencia. Ya sé donde me encuentro, estoy en la posada de la Taberna de la Veleta en el piso 35 en el pueblo de Miché.

Me siento agotado, han sido tres días de peleas interminables contra monstruos de bajo nivel, ha sido difícil subir mis habilidades de espada teniendo en cuenta que no estoy acostumbrado a este tipo de armas. Nunca creí que me causaran tantos inconvenientes, nunca antes había peleado directamente, antes solamente tenía que apuntar y disparar, bastante sencillo. Ahora comprendo por que los otros jugadores me odian, es evidente de que poseo demasiada ventaja por sobre ellos.

Pero no debo preocuparme de eso ahora, tendré que volver a Lindars, ya no puedo esperar por mi nueva ballesta.

Salgo de mi habitación.

Bajo por las escaleras hacía la taberna, luego de pagar la noche que pasé aquí, tomo mi cristal de teletransportación para ir a la plaza central y tomar la puerta teletransportadora que me llevará a Lindars.

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— Estoy afuera - me decía una y otra vez.

Mis manos tiemblan. Sostengo la espada que me ha acompañado durante estos tres días.

Estoy afuera de la herrería de Lisbeth, las personas que caminan me miran de forma curiosa.

Me siento paralizado.

No puedo explicar esta extraña sensación, nunca antes lo había sentido...ni siquiera en el otro mundo.

Hay algo en esta chica que me tiene de esta forma, no hay lógica en todo esto. La conocí hace unos días, no sé nada sobre ella y aún así no puedo sacarla de mi cabeza.

— No puedo estar todo el día parado como idiota, ¡entraré!.

Tomo un pequeño respiro antes de tomar valor e ingresar.

La campanilla sonó al abrir la puerta, en cualquier momento Lisbeth vendrá a atenderme.

Quiero lucir tranquilo como la primera vez que entré, esto debe ser algo pasajero, todo saldrá bien, estoy seguro de ello.

Mis manos tiemblan y sudan, una sensación bastante incómoda.

Doy vueltas por toda la tienda, fingiendo que estoy viendo las armas que están a la venta. Observo las múltiples espadas que ha confeccionado Lisbeth, todas están estratégicamente exhibidas en las vitrinas.

— Hola!, ¡Bienvenido a la tienda de herrería de Lizbeth! — me veo interrumpido por esa particular voz detrás de mí.

Mi corazón late a un ritmo descontrolado.

Volteo lentamente hacía ella.

Cuando finalmente la vi, mis ojos no podían ver otra cosa que a ella. Es bellísima: Desde su cabello rosado hasta la punta de sus zapatos. Su belleza única hace asomar un fuerte rubor por mis mejillas.

Creo que me he enamorado.

— ¿Hola?... ¿Te encuentras bien? - pregunta Lisbeth preocupada.

— ¿Ah?... ¡Sí!... Me siento bien, solo es cansancio — respondo torpemente.

— Asumo que has venido por tu ballesta — noto una actitud retraída tanto en su postura como en su tono de voz.

— Sí... ¿Por qué más estaría aquí?

¡Soy un imbécil!, no debí responder de esa forma, fue mi grosero de mi parte, de seguro me odia.

— Claro, que idiota — respondió evidentemente dolida por mi comentario.

Después de un silencio breve, Lisbeth vuelve a hablar.

— He tenido algunos inconvenientes con tu ballesta, te pido disculpas, te prometo que estará lista en dos días más — junta sus manos a la altura de su falda y hace una reverencia frente a mí.

Debería estar enojado por no tener mi ballesta tal como lo prometió, pero no puedo disimular mi alegría al oír sus palabras saliendo de su boca. Aunque suene algo tonto, pero tener la certeza de que volveré a verla próximamente hace que me sienta un poco más atraído hacia ella.

Es una oportunidad que no pienso desaprovechar.

— ¡Oh!... no te preocupes, no tienes que disculparte, puedo esperar. De hecho te lo agradezco, tu espada me ha servido muchísimo.

— ¿Lo dices en serio? — eleva su torso para mirarme a los ojos.

— Lo digo en serio, gracias a tu arma e comprendido mejor el por qué los otros jugadores me odian, es lógico, ellos luchan a corta distancia, arriesgando sus vidas con tal de salir victoriosos; en cambio yo soy un cobarde: he luchado a una distancia bastante cómoda y aún así puedo ganar. Fui un tonto al no haberlo visto antes.

— De nada — me responde con un tono soberbio - es el efecto que producen mis armas en los demás.

— ¡¿De qué estás hablando?!

— Lo que acabas de oír, no pienso repetirlo dos veces — insiste con ese tono soberbio.

Tenemos tanto en común...

— Está bien, está bien... no pienso insistir, tengo que irme.

Volteo y camino hacía la salida. Pero me veo interrumpido por una mano que aprieta mi brazo.

— No te vayas...por favor — oigo el tono de su voz introvertida y sus ojos mirando hacía un costado — esto puede sonar algo incómodo, pero...¿Te gustaría salir conmigo?.

¿Escuché bien?, ella...quiere...salir...¿Conmigo?. Esto va demasiado rápido, no puedo controlar el ritmo acelerado de mi respiración.

— Por...su...supuesto que saldría contigo, tú solo llámame y yo estaré aquí - adopto una postura tranquila.

— ¿Te gustaría ahora? — voltea su cabeza preguntando con seguridad.

Perdí la noción del tiempo con su pregunta, tal vez fueron 10 segundos o 30 minutos en que demoré mi respuesta:

— Está bien, pero ¿No tienes problemas en cerrar tu tienda?, todavía es temprano y de seguro habrán muchos clientes que vendrán a comprar.

— Segura — me respondió con firmeza - hace tiempo que no salgo de la tienda y me hará bien cambiar de aires.

— Bueno, ¿Y que estamos esperando? — sonreí. Es extraño, hace tanto tiempo que no sonreía, de hecho, no he sonreído desde que entré a S.A.O.

Gracias Lisbeth...

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Después de que Lisbeth cerrara su tienda, finalmente recorremos algunos lugares de Lindars, es temprano, los rayos del sol iluminan levemente al pueblo, cubriendo algunas casas, mientras que a otras las sombras todavía persisten.

Lisbeth me lleva a las afueras del pueblo a una pradera hermosa más allá del puente.

Nos nos tomó mucho tiempo llegar hasta allá.

— Ya llegamos.

— Vaya, es más bello de lo que imaginaba — contemplo el hermoso prado.

Nunca imaginé que existiera algo así en S.A.O, una pradera verde con flores dispersos de todos los colores del arcoiris.

Caminamos algunos metros y nos sentamos en alrededor de algunas flores.

Estamos uno al lado del otro, adoptamos una postura relajada, estirando los brazos hacía atrás como punto de apoyo, permitiendo que el suave viento azote en nuestro pecho.

Si alguien nos viera parecería una postal sumamente romántica.

No puedo evitar sonrojarme ante esa posibilidad.

Hay un silencio entre nosotros, no es uno incómodo; sino contrario: ambos disfrutamos la presencia del otro.

Disimuladamente, me percato de que nuestras manos están bastante cerca, Lisbeth también disfruta del viento, estirando su cuello hacía el cielo y cerrando los ojos.

Una parte dentro de mí quiere tomar sus manos y acariciarla con suavidad.

Siento como mi cara se sonroja, he pensado en cosas bastante amorosas, parece que el estar solo en este juego me ha hecho una persona desesperada por la compañía de otros.

— Te ves nervioso — comenta Lisbeth — no me gustaría saber en que cosas estás pensando ahora en este momento.

Me mira de forma sumamente inquisidora.

— ¡No, no, no, no es lo que parece! — elevo mis manos en frente de ella de manera alterada. Con este último movimiento caigo al suelo por no tener un punto de apoyo firme.

La chica de cabello rosado libera una fuerte carcajada.

Su risa sincera amortigua el dolor de mi caída.

Ya terminada de reír, se recuesta a mi lado en completa confianza.

Ambos volteamos en posición fetal, apoyando nuestras cabezas, juntando nuestras manos en posición horizontal, permitiendo que nos veamos cara a cara.

— Tienes lindos ojos — le digo al notar que sus ojos también son de color rosado, pero de tono más oscuro.

— Gracias...me gustan tus labios — menciona sin tener conciencia de sus palabras.

Inmediatamente tapa su boca con su mano sumamente avergonzada.

Tan solo puedo sonreír. Por fuera Lisbeth luce como alguien sería y orgullosa, pero al conocerla más me di cuenta que es una persona muy amable y algo boba de vez en cuando.

La posición en que me encuentro está haciendo que mis ojos parpadeen lentamente, mi cuerpo se siente más débil.

Lisbeth por su parte está sufriendo el mismo efecto.

Sé que es temprano, pero mi cuerpo todavía no se ha acostumbrado a pelear al ritmo de las espadas.

No me molestaría dormir un poco más.

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