Sonrisa
Pedido por: Jaspersmarket (Espero sea de tu agrado ^^)
(Nop, no se me olvidó colocar el personaje xD)
:-:
Se sentía abandonada.
Había empezado a salir con Bakugou hacía no más de tres meses, poco antes de exámenes. Estos, más las vacaciones de invierno, habían dejado correr los días sin interacción alguna. Entendía perfectamente que era su último año, pronto tendrían que ir a la universidad, cada uno debía prepararse para rendir el examen nacional, cumplir sus sueños, separarse...
A ella también le preocupaba, lógicamente, quería seguir la carrera de sus sueños, aquella profesión que le hacía palpitar el corazón de emoción de solo pensar en ejercerla. Con decir que hasta el pervertido de Mineta cobraba algo de sensatez para la época del año, era suficiente para advertir sobre lo serio del asunto. El ambiente era tenso, pero los más optimistas de la clase se empeñaban en hacer buen ambiente.
Por ejemplo, Uraraka los había invitado a salir para la visita al templo en año nuevo. Sabía que eso subiría los ánimos, sacarían su suerte y pedirían bendiciones a los dioses. Ya se imaginaba que todos saldrían de mejor humor.
Así que, con eso en mente, las chicas corrieron a la casa de Momo para arreglarse. Yaoyorozu no dudó en prestarles cuantos accesorios y yukatas quisieran; después de todo, para ella era una bendición sentir que finalmente podía encajar.
Entre risas, todas fueron sintiéndose conformes con su apariencia de a poco. Estaban teniendo algunos problemas con Ashido y su peculiar tono de piel, y qué decir de Hagakure cuando no hallaban nada que le sentara bien. Así que cuando tocaron el timbre, (T/N) corrió a abrir, arreglándose las arrugas inexistentes en su atuendo.
Todoroki, Midoriya, Ojiro e Iida la saludaron, entrando uno detrás del otro. Iida le explicó que habían quedado en ir todos juntos cuando Yaoyorozu y él habían coincidido en el hecho de haber invitado a los otros para prepararse, aunque los únicos que vestían yukata eran él y Midoriya.
La chica preparó té para todos, divagando un poco en la pantalla de su celular. Ese día, Bakugou tampoco se había puesto en contacto con ella. Sabía que era del tipo de chicos que gustaba que le insistieran, pero consideraba que ya lo había hecho varias veces; de hecho, todos sus momentos a solas habían sido planificados por ella. Por una vez, deseaba que él diera el primer paso.
—¿Te ayudo? —La voz baja y cautelosa de Midoriya hizo que diera un respingo, guardando el celular de inmediato.
—Ah, no... —Tropezó torpemente y él sostuvo su brazo antes de que ocurriera una catástrofe—. Bueno, sí. ¿Puedes ayudarme con las tazas? Yo prepararé la infusión de jazmín.
Izuku se puso manos a la obra, sintiéndose un tanto fuera de lugar por andar husmeando en una cocina ajena. Además, el corazón le repicaba en los tímpanos como una maldita alarma del teléfono, rememorando los instantes donde sus dedos se habían rozado.
—¿Estamos diez?
—¿Te contaste a ti mismo?
—... Once —susurró, mientras ella reía por su despiste—. (T/N).
—¿Sí? —Giró a verlo brevemente, notando cómo volvía a contar las tazas.
—Te ves linda. El color de tu yukata te sienta bien —dijo en voz baja con las mejillas ardiéndole.
—Gracias. —Le sonrió abiertamente, dejando que un leve rubor se apoderara de sus mejillas—. Tú también luces bien; el azul marino contrasta con tus ojos.
Midoriya unió los labios en una fina línea, intentando tener un poco de autocontrol en la variopinta gama de rojos que quería desplegarse en su rostro. Con una exhalación, se sintió más tranquilo. Observó cómo su compañera de clases servía el té en cada taza, midiendo que todos estuvieran aparentemente nivelados.
—Midoriya, tú crees... —se interrumpió, dubitativa. Continuó a pesar de la aprensión en su pecho—. ¿Tú crees que a Bakugou le guste?
—¿A Kacchan?
—Pues claro, ¿qué otro Bakugou conocemos los dos?
Midoriya lo sabía, obviamente. Quería decirle que no, pero qué podía saber él de un amigo de infancia que ya no era su amigo. Aunque había algo que podía aseverar, que sabía la lastimaría y haría que despreciara un poquito a Kacchan. Era una jugada baja, pero en el amor y la guerra casi todo era admisible.
—Lo vi saliendo hoy con Kirishima de su casa. ¿Se van a ver en el templo?
—Ah...
Sus manos se detuvieron un instante, Midoriya grabó en su mente la expresión devastadora que se había apoderado de su, cada vez menos, joviales facciones. Sin embargo, antes de ella poder romperse, o de él poder consolarla, el celular vibró en su bolsillo y se le alegraron las pupilas. Respondió, y Midoriya supo que era su momento de convertirse en un tramoyista de una escena que no le competía.
—Hola, Bakugou.
—Escuché de Kirishima que vendrás al templo con todas las chicas del salón —habló, su tono carente de su usual ímpetu o de alguna muestra de afecto.
—Sí —prefirió omitir a los chicos que las acompañarían—, es bueno oírte.
—Por supuesto que sí. —Adivinó una sonrisa socarrona en los labios que la hizo reír de forma nerviosa—. Me preguntaba si te gustaría que nos viéramos aquí. No creo en la suerte, pero...
—¡Sí! —exclamó emocionada, por fin él tenía la iniciativa.
—Bien, nos vemos.
—Cuídate. —Le sonrió y, sin réplicas, colgó el celular.
Se percató de que Midoriya ya se había llevado una de las bandejas a la sala, y ella hizo lo mismo con la sobrante. Las demás chicas ya estaban instaladas en los sofás, instando a los muchachos a soltarles comentarios respecto a su apariencia. Todoroki lucía tan imperturbable como siempre, mientras Iida evadía las insistencias con una habilidad que todos desconocían; así que todas prefirieron regodearse con las expresiones cada vez más incómodas de Ojiro y Midoriya.
—Todas se ven bien —aseguró Ojiro por quincuagésima vez, incapaz de mirar por mucho tiempo el desfile exagerado que presentaban una tras otra.
Por su parte, Izuku procuraba no derramar las bebidas con el temblor que se había apoderado de su mano por los nervios. Finalmente, antes de que ambos jóvenes colapsaran, Todoroki habló:
—Todas lucen encantadoras.
Las siete chicas giraron a verlo, incrédulas. Luego se echaron a reír con fuerza, decidiéndose a pasar las carcajadas con el té.
—¿Dije algo malo?
—Es raro escuchar a un chico decir 'encantador' estos días —explicó Iida, agradeciendo que se hubieran distraído en otra cosa.
—Es por los mangas que le presté —explicó Mina, sintiéndose orgullosa al ver que sus intentos de hacer de Todoroki un chico normal empezaban a surtir efecto.
—¿Y de qué época eran? —(T/N) curvó una ceja, bebiendo el último sorbo de té.
—Eso no tienen por qué saberlo. —Le mostró todos los dientes, disfrutando de la incomodidad colectiva que se había instalado.
—¿Les parece si vamos ya? —Decidió Uraraka cortar el tenso ambiente.
Todos estuvieron de acuerdo y, después de dejar los trastes en la cocina a la par que Momo los convencía de que no era necesario lavarlos, se encaminaron hacia el templo. No se sorprendieron a hallar a los cientos de personas que habían tenido la misma idea, saludaron las caras conocidas y se dieron buenos deseos.
Midoriya se mantenía inmerso en la figura de (T/N), tan solo asintiendo a las palabras de todos los conocidos a los que se habían encontrado. La notaba ansiosa, incapaz de ocultar la sonrisa forzada que se le había dibujado, y no era afán suyo sonar pretencioso, pero la conocía bien para dilucidar entre una de sus sonrisas verdaderas y ligeras y aquellas que cargaban más ansiedad que alegría.
Quiso tomarla de la mano, alejarla del sitio para que pudieran hablar de qué era lo que la atormentaba sin siquiera ella darse cuenta. De un tiempo para acá, la notaba desvaída, apagada, sus mejillas pálidas y su actitud más recatada. No era difícil para él adivinar el motivo; y deseaba decirle que, si Kacchan hacía más mal que bien en su corazón y su salud debía dejarlo ir, pero no se atrevería a confesarle sus sentimientos. Cuando encerró sus dedos alrededor de su muñeca, notando que Todoroki se interponía entre ellos dos y el resto del grupo para crearle un espacio en el cual hablar, sintió que sus pupilas atentas sobre él le robaban el aliento.
—(T/N).
Bakugou apareció de entre la multitud, seguido de Kirishima, Sero y Kaminari. La observó con sus ojos granate llenos de un sentimiento que Izuku interpretó como satisfacción —no sabía por qué—, y que ella vio como una muy tenue muestra de cariño, casi alegría, por verla allí.
Aun así, (T/N) se sintió abrumada cuando el rodeó sus hombros con el brazo, halándola un poco hacia él. No le importó la mirada desconcertada de Deku, ni la de desprecio por parte de Todoroki.
—¿Vamos? —Bakugou dijo sin inmutarse por el contacto, a pesar de que su novia era un mar de sonrojos.
La chica se despidió de todos y los demás miembros de la clase supieron que no debían seguirlos. Caminaron un par de metros juntos hasta que él la soltó, reanudando su paso enérgico. (T/N) esperó que dijera algo, que halagara su atuendo como Midoriya lo había hecho. Pero no habló rumbo a la fila para ir al santuario. A veces se cuestionaba si él la quería, mientras una vocecita optimista dentro de su cabeza le recordaba que, de lo contrario, no hubiera aceptado que salieran juntos.
—Feliz año nuevo —musitó, deseando que sus palabras removieran algo en el corazón de piedra de su novio.
—Feliz año —respondió, perdido en las noticias sobre un ataque terrorista en una pequeña población de Japón.
No se atrevió a insinuar que deseaba un año más juntos, porque no estaba segura de nada en ese instante. De hecho, ni siquiera sabía si él estaba consciente de la implicación de sus palabras cuando le había dicho que le gustaba, y le daba pánico preguntárselo y encontrarse de lleno con el rechazo.
—¿Te hiciste tú eso en el cabello? —dijo, finalmente guardando el celular con un suspiro.
—Lo peinó Jirou. Es sorprendente con las manos a pesar de su apariencia.
—Se ve complicado, ¿te duele?
—No. Bueno, aún no, quizás cuando lo suelte...
(T/N) esperaba con ansias que él la adulara un poco, pero notó la dubitación en sus pupilas y, cuando ladeó el rostro, perdió toda esperanza de escuchar un cumplido por parte de él.
—No me escribiste en todo este tiempo.
—Estaba esperándote.
—¿Ahora te haces la difícil?
—En algún punto debíamos cambiar roles, ¿no? —soltó con astucia, a pesar de que el comentario le había sentado un poco mal, mientras él bufaba—. Me hizo feliz que me llamaras.
—Eres una mujer fácil de complacer, por lo que veo.
—Y tú no lo aprovechas.
—¿Y qué harías si te dijera que no se me apetece hacerlo?
Ella parpadeó varias veces, dejando entrar aire por sus labios de forma trémula. Estaba allí, implícito en sus palabras, pero se negaba a creerlo, a asimilarlo y superarlo. Le sonrió de forma tímida, dándole un golpecito en el brazo.
—Estás bromeando.
—... Sí.
Volvieron a quedarse en silencio, cada vez más cerca de la campana. Cuando llegó su turno, ambos realizaron el ritual adecuadamente, y (T/N) se sorprendió al no hallarse pidiendo por ambos, sino por sí misma. Darse cuenta le sentó un tanto mal, pero la petición ya estaba hecha y Katsuki la empujaba para que siguiera caminando.
Una vez más a su lado, se preguntó qué era lo que le gustaba de él. Era atractivo, tenía lindos ojos, era inteligente, tenía un gran futuro por delante y... todo se limitaba a eso. Katsuki no había hecho nada más para seguir enumerando sus cualidades, no era amable ni atento. Tal vez la trataba con más cuidado que al resto de las chicas, pero más nada.
—Bakugou, espérame —pidió, teniendo que avanzar a trompicones por la multitud y por las malditas getas.
—¿No puedes caminar más rápido? —El hastío en su voz, le hizo hervir la sangre y, cuando lo tuvo junto a ella, tomó su muñeca, iracunda.
—¡No, no puedo! Por eso te estoy diciendo que me esperes de una maldita vez, joder.
—¿Y a ti qué mierdas te pasa de repente? —espetó, soltándose de su agarre.
—No, eso debería preguntártelo yo a ti —masculló, procurando sobreponer la ira a la tristeza que le causaba el rumbo de sus pensamientos—. ¿Es que no te das cuenta de que estas porquerías son unas tablas que me están magullando los pies?
—Tú fuiste quien se los puso. No me vengas a verter ese montón de porquería.
(T/N) gruñó, mirándolo desafiante. Bakugou jamás la había visto así, furiosa, sus pupilas ardiendo con una vehemencia que desconocía y se le antojaba excitante, en muchos sentidos. Sin embargo, tuvo que dar un par de pasos hacia atrás cuando ella se hizo para delante y se quitó las sandalias. Alzó la barbilla a modo de reto, pero no se esperó que ella le zampara el calzado sobre el pecho, empujándolo varios metros por el golpe. Con eso, él también se sintió explotar.
—Mira, mierdecilla. —Se acercó con un siseo, sosteniendo las sandalias entre sus manos—. No te creas especial, te usé todo este tiempo para molestar al maldito nerd, ¿entiendes?
Ante sus crueles palabras, la chica cuadró la mandíbula y respiró de forma trémula. Queriendo golpearlo, arrancarle el gesto complacido y, de ser posible, hacerlo que comiera su propio excremento; le sonrió.
—Métete la maldita lengua por el orto, Bakugou.
Sin esperar réplicas, dio media vuelta, empezando a correr cuando sintió que esta vez sí lo había hecho enojar. No supo en qué parte de la trayectoria, sus lágrimas la traicionaron y empezaron a caer sobre la cerámica, su atuendo y sus mejillas, hasta los mocos le escurrían por el labio superior y no le importaba que se le metiera a la boca. Tan solo quería llegar a la casa y encerrarse en su habitación.
Sin embargo, la atajaron por el brazo y, por inercia, casi se lleva al pobre incauto que quiso detenerla, pero él mantuvo la postura, consiguiendo mantenerla en pie.
—Luces terrible.
Y de todos, al que menos quería ver era a él. Sus palabras dulces siempre resonando en su cabeza sin siquiera percatarse del significado implícito de ellas.
Sus yemas acariciaron sus mejillas para borrar la cascada interminable de lágrimas. Entre tanta agua, se veía borroso y no podía dilucidar con claridad su expresión; aunque lucía preocupado. Cerró los ojos cuando él le pasó la manga del yukata por la nariz para limpiársela.
—Ka- ¿Kacchan te hizo esto?
—No me hables de ese bastardo.
Vaya que entre el amor y el odio había solo un paso...
—¿Quieres sentarte? Uhm, vamos a sentarnos. —La guio a un banco cercano, percatándose de sus pies descalzos—. ¿Estás herida? No puedes ir por ahí corriendo sin protección, hay piedras, vidrios rotos o...
—Cállate, Midoriya —pidió, acomodando la cabeza en su hombro en el medio abrazo que compartían, permitiéndose desahogar cuanto quisiera.
—Lo siento.
—Haz silencio —susurró, sonriendo un poco por ser tan despistado.
A pesar de que sus sollozos eran inaudibles, podía sentir su cuerpo temblando bajo sus brazos. Ni siquiera pudo permitir que su cerebro pensara alguna babosada, porque estaba molesto. Kacchan la había lastimado a pesar de ella siempre ser tan afable con él. ¿Cuántas veces había deseado que (T/N) lo mirara con la mitad del amor que le profesaba a Kacchan?
Cuando se calmó, se separó. Se limpió el resto de lágrimas con el yukata, recordándose lavarlo para devolvérselo a Momo. Estuvo unos instantes doblada hacia adelante, viendo unas hormigas danzar cerca de sus pies mientras Midoriya trazaba círculos en su espalda.
El pecho le dolía y, sí, sería dramática y diría que se sentía desdichada. Todo ese tiempo lo desperdició con alguien que tan solo jugaba con sus sentimientos sin razón aparente, por una rivalidad infundada.
—(T/N). —Midoriya se arrodilló frente a ella, haciendo que lo observara—. Dame tu pie.
Miró cómo lo sostuvo sobre su rodilla, uno a la vez, mientras le calzaba sus zapatos color carmesí, asegurándole que no tenía pie de atleta y después de ventilarlos un poco porque era demasiado vergonzoso para él que sintiera su calor. Le sonrió y sostuvo sus manos, apreciando su mirada perpleja.
—Tienes los pies grandes —musitó— y cálidos.
—¿Te molesta?
—No, pero tú...
—No importa. Tengo las medias puestas. Mamá me matará cuando las vea sucias, pero es por una buena causa. Ahora, ¿te parece si vamos a sacar nuestra suerte?
(T/N) se puso en pie, agradeciendo cuando Izuku no la obligó a seguirle el ritmo. Le dolían los pies y no quería imaginarse las ampollas que le saldrían por culpa de las getas. Se removió incómoda cuando él le sujetó la mano, sudorosa y temblorosa, asegurándole que era para no separarse entre la multitud.
Al lado de Midoriya, todo era tan diferente, tan cálido, tan brillante, que le hizo olvidar por un rato las penurias de su corazón. Se preguntó si ella se merecía ser amiga de alguien tan puro como él.
De camino al puesto donde daban la fortuna, comieron cuanto vieron en los diversos locales del bulevar principal, jugaron un par de atracciones sin ninguno ganar algún premio, hasta encontrarse con Yaoyorozu, Todoroki, Uraraka e Iida. Tan solo ver su rostro, Momo y Ochaco la separaron de los otros chicos, mientras Iida regañaba a Midoriya por andar en calcetines y Todoroki se ofrecía a comprarle hielo por si se le hinchaban después.
—¿Estás bien? —Yaoyorozu se inclinó para verla—. Bueno, es obvio que no, pero...
—Mejor que hace una hora, sí. Todavía destrozada, también.
—¿Qué pasó? —Uraraka preguntó, mirándola con la seriedad de una amiga que va a ir a partir un par de traseros.
—Bakugou dijo que había aceptado salir conmigo para molestar a Midoriya... También no quiso esperarme cuando las malditas sandalias estaban cercenándome el pie y... —Tomó aire para mantener el aplomo—. Le dije que se fuera a la mierda, o algo así... No lo recuerdo.
—Pensamos que era extraño lo tuyo con Bakugou, pero nunca supimos descubrir por qué. De lo contrario...
—No es culpa de ustedes, Momo. Es mía por no darme cuenta a tiempo.
—Estuviste a tiempo —enfatizó Ochaco, colocando una mano alentadora en su hombro.
—Y te quedan bien los zapatos de Midoriya —agregó Yaoyorozu para animar el ambiente, obteniendo una muy leve sonrisa por parte de su amiga.
—Necesito tiempo —se excusó (T/N) antes de que alguna de las dos insinuara algo que les veía venir en sus pupilas—. Y, por lo pronto, quiero sacar mi suerte. Espero este año sea mejor que el anterior.
Sus dos amigas la atajaron por ambos brazos, casi arrastrándola para unirse al resto de chicos. Iida, siempre precavido, le tendió un pañuelo; y Todoroki arregló algunos mechones de cabello sueltos. (T/N) agradeció la amabilidad con la que la abrazaban tan cariñosamente.
Los seis sacaron sus fortunas, riendo cuando a Iida le tocó "Gran mala suerte" y corrió a colocarla en los más alto del árbol. Entre todos discutían sus resultados. (T/N) leía varias veces su papel de "Pequeña buena suerte", sin querer dejarse llevar por las palabras; después de todo, al igual que Bakugou, no era de creer mucho en esas cosas.
—¿Qué tal te fue? —susurró Midoriya, haciéndola estremecer un poco.
—Pequeña buena suerte... Quizás eso explique muchas cosas. ¿Tú?
—Excelente buena suerte. —Le enseñó el omikuji—. Ah, el tuyo dice que habrá el nacimiento de un nuevo amor.
—Y el tuyo dice que habrá reforzamiento de un amor...
Ambos se miraron, perplejos. Midoriya le obsequió una sonrisa tímida, y ella se la devolvió en menor medida; se ruborizaron ante la coincidencia de pensamientos. En ese instante, se sintieron más unidos que nunca, a pesar de los centímetros que los distanciaban. Compartían cierta complicidad que solo los dos entendían.
Y (T/N) pensó que tal vez debería empezar a ver a Midoriya en otra luz.
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Por si acaso, las getas son las sandalias de madera que suelen usar con la vestimenta tradicional en Japón (Sí, la de los memes de chancletazos)
Cuando me hicieron este pedido, pensé que no lo lograría, pero disfruté mucho escribiéndolo y me gustó el resultado final. No sé si Bakugou haría algo así, pero fue lo único que se me ocurrió, me siento malvada por hacerlo, pero no arrepentida jajaja
Por cierto, tuve crisis existencial preguntándome cómo se escribía 'orto', y porque escribí muchas groserías por parte de Bakugou de las cuales me arrepentí y terminé borrando xD
Espero que les haya gustado y ¡tengan una excelente semana!
¡Plus Ultra! >.<
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