Penumbra - Bakugou Katsuki
Las películas de terror eran algo que a Bakugou, más que generarle miedo, le provocaba risa. Las secuencias en cámara nocturna, la música de suspenso, los saltos de monstruos a la cámara, los gritos, los sobresaltos... Todo era tan ridículamente sobreactuado, que se dedicaba a regocijarse en los errores y las predecibles escenas.
Sin embargo, algo que le gustaba de las películas del género, era cómo su novia se arrebujaba entre sus brazos y soltaba interjecciones de asombro en las escenas más trilladas. La cercanía de sus cuerpos estaba acortada por el simple hecho de estar allí, con ella ansiosa por el miedo.
Obviamente, y aunque le costaba admitirlo, había una escena en particular que a Bakugou lo incomodaba: las secuencias de monstruos bajo la cama, tan solo separados de su víctima por un colchón, al acecho y en profunda oscuridad. Le daba mala espina.
Tampoco le gustaba ver películas con muñecos. Su pediofobia, padecimiento que no creía tener porque él era demasiado rudo como para temerle a simples muñecas, se activaba a niveles que le crispaban la piel y le ponían de mal humor.
Sin embargo, ese día veían algo sencillo, un clásico del género, el terror que pudiera provocar se perdía en los efectos especiales, buenos para su época, pero escasos para la actualidad. A pesar de no tener miedo, su novia estaba recostada sobre su pecho con las piernas encogidas en el sofá. Él rizaba un mechón de cabello en su dedo distraídamente, acomodando la cabeza contra su coronilla.
Luego de un mes preparando su nuevo apartamento, de modo que pudiera lucir habitable entre las cajas de mudanzas, el mobiliario a medio desempacar y la capa de polvo que se había formado luego de tener que realizar una misión en Kanagawa, podía disfrutar de una velada con su novia.
Las circunstancias de cómo se habían hecho novios aún eran un poco ridículas; después de todo, al ser ella una de las pocas chicas que no se amedraba cuando él hablaba alto, y que era capaz de hacerle frente sin exaltarse, enfocándose en sus virtudes y sugiriéndole modos de arreglar sus desperfectos, sus sentimientos afloraron en su pecho como algo natural, destinado por alguna fuerza mayor y desconocida a ocurrir.
Junto a Kirishima, Katsuki podía admitir que ella era una de las pocas personas que se daban el tiempo de desentrañar la bondad que había en su corazón.
Así que, a pesar de no aparentarlo, o gritarlo a los cuatro vientos, Katsuki la atesoraba apropiadamente, era indulgente y mucho más suave.
Cuando terminó la película, ella se estiró y apagó el reproductor y el televisor con un suspiro satisfecho.
—No estuvo tan mal.
—Podría ser una comedia —acotó Bakugou, sonriendo malvadamente cuando ella golpeó su hombro.
—No es mi culpa que tú seas inamovible, inmutable al miedo o el suspenso —profirió con un bufido.
(T/N) se puso en pie, y ahogó un grito cuando las manos de él tiraron de su camiseta y la tumbaron sobre su regazo en un movimiento premeditado. Se rio una vez pasó el susto de romperse el cuello cayendo mal, a pesar de estar consciente de que él jamás lo permitiría.
Bakugou hundió la nariz en el ángulo de su cuello, olfateando su aroma y haciéndole cosquillas. Sus dedos trazaron la piel de su abdomen, acercándola más a su pecho. Cerró los ojos, dejándose llenar del cálido —y al principio terrorífico— sentimiento de amor que ella le generaba. (T/N) ladeó el cuerpo para rodear su cuello con sus brazos, sonriendo con las mejillas floreciendo en un arrebol. Sin más dilaciones, besó sus labios con cariño, y ambos se permitieron perderse en el gesto, dejarse sumir por la calidez de sus gestos cándidos, prolongando meros segundos en una eternidad. Katsuki afianzó su agarre y profundizó el beso con naturalidad, tanteando con la punta de sus dedos las facciones de su novia, extasiándose por el tacto, en antaño, prohibido.
—Me haces cosquillas. —Rio, separándose—. Si me tocas tan tenuemente...
—Esa es la cuestión, quiero escuchar tu risa. —A pesar de tener su usual cara de hastío, la chica se sonrojó al percatarse, una vez más, de lo honesto que se había vuelto él después de empezar a salir juntos.
Se inclinó y repartió besos por todo su rostro hasta que él la alejó con un gruñido, demasiado avergonzado como para dejar que la muestra de afecto continuase. Ella se carcajeó un poco más, viéndolo de pie.
—¿Vamos a dormir?
—Sí, ayúdame a poner el futón —dijo Bakugou, dándole la espalda para disimular su azoro.
(T/N) se puso en pie de forma enérgica y lo siguió hasta su habitación. En silencio, acomodaron todo. Bakugou apagó la luz y, cerciorándose de que el aire acondicionado estuviera encendido para no morir abrasados por el verano, se acurrucó sobre su lado derecho, viendo hacia la pared. Escuchó a su novia metiéndose en el futón, y cerró los ojos.
En algún punto de la noche, Katsuki se despertó al sentir una ligera presión en el colchón. Pero decidió no prestarle atención porque seguro se trataba de (T/N) y su mala costumbre de acurrucarse en su diminuta cama con él; además, debía admitir que estaba haciendo frío, se le metía por los poros y, más que ser un gélido físico, sentía que le atenazaba el alma. Se arrebujó más entre las cobijas, suspiró, cerró los ojos e ignoró el escalofrío que le recorrió la espalda.
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Quería gritar. Sentía como si el cuerpo pudiera atravesar el futón, hundirse en el suelo y ser tragado por las profundidades abismales del averno. Sin embargo, la voz no salía de sus labios por mucho que forzara sus cuerdas vocales. La piel, no, más abajo, en un espacio virtual entre su piel y sus músculos, le hormigueaba, la sensación la aterraba tanto que no podía moverse. Simplemente podía ver el techo blanco, el foco con el plafón quemado, y la sombra oscura que se asomaba, por un lado de su campo de visión, junto a Katsuki.
Una figura desdibujada, resguardándose en la oscuridad que precede al amanecer.
Bakugou estaba hecho un ovillo, aún en el mundo onírico, deslizándose sobre el agua de un lago congelado. A pesar del frío que le calaba los huesos, su esencia misma, no buscaba consuelo en la cobija ni en sí mismo, simplemente aceptaba el hecho como si se tratara de algo indefectible. De repente, un golpe helado impactó contra su mejilla, la sensación era familiar. El kosei de su novia era telequinesis en un rango de cinco metros, no era demasiado, pero había sido víctima de este en varias ocasiones cuando ella se molestaba; así que frunció el ceño y, con una ligera explosión, exasperada, dijo:
—¿Qué rayos, (T/N)?
De repente, la sombra se difuminó con sus palabras y la opresión en su pecho desapareció como si nunca hubiera existido, tan solo persistiendo la sensación de un cuerpo extraño y asfixiante.
—¿Qué ocurre? —preguntó más suave al percatarse de su piel lívida con una delgada pátina de sudor frío empapándola.
(T/N) se propulsó hacia arriba, oteando el sitio con todo el cuerpo temblándole.
—Había algo aquí, no sé qué, pero...
—Yo no vi nada —porfió, apagando el aire acondicionado por el frío que tenía—. Además, ¿qué hacías durmiendo en el futón cuando te subiste a mi cama anoche?
—Yo no... —La voz le salió mucho más aguda de lo que era, palideciendo de nueva cuenta—. Yo no me acosté contigo. Estuve toda la noche en el futón.
—Claro que no. Yo te sentí. No es gracioso que...
—No es gracioso que no me creas. Jamás bromearía con esto, deberías saberlo conociendo de antemano que no hago bromas de mal gusto —atajó, casi histérica—. ¡Si te digo que había una maldita sombra, es porque estaba allí! ¡¿Por qué nunca me escuchas?! No fue buena idea alquilar este departamento. Me vale que esté cerca de la Agencia de Best Jeanist y que esté en una buena zona. Un apartamento con antecedentes de un asesinato, ni siquiera un maldito suicidio... No fue tu idea más brillante.
—Estás así por estar viendo películas de terror. No había nada. Punto. Fin de la discusión. Si no te gusta mi departamento, puedes...
—¿Puedo qué? —espetó, furiosa.
Bakugou separó los labios, agradeciendo que ella lo interrumpiera antes de decir algo de lo que pudiera arrepentirse. En su discurso nihilista, Katsuki no se había percatado de la expresión iracunda con tintes de terror, de los ojos anegados ni los puños apretados. Se suponía que él era un héroe, cómo no podía percatarse de lo mal que estaba su novia teniéndola a menos de un metro. Suspiró silenciosamente y extendió la mano hasta tomar su muñeca, forcejeando un poco cuando ella intentó soltarse.
—Puedes llamar a un sacerdote —musitó, acercándola a él y balanceando sus manos.
—Ni siquiera eres cristiano. —Rodó los ojos, su exasperación disminuyendo de a poco.
—Eso siempre funciona en las películas. Algo de eso debe ser verdad, ¿no?
—No seas tonto. Lo mejor es cancelar el contrato... Sé que la garantía no te la van a devolver y que no llevas ni un mes viviendo aquí, pero... —Tomó aire y se mordió el labio inferior con dubitación—. Pero te dije que podías vivir conmigo. No es muy grande, pero podemos dividirnos los gastos.
—No. —Se volvió a negar como cada vez que ella se lo proponía—. Aún no. Volvamos al tema, viste un espectro.
—No puedo asegurarlo, era una sombra que podía ver por el rabillo del ojo. Estaba completamente paralizada, como si algo me estuviera reteniendo en mi lugar...
—Esta sombra estaba...
Bakugou creía saber la respuesta, pero se negaba a aceptarlo.
—A tu lado.
Esta vez fue turno de él de ponerse pálido. Literalmente, se le había subido el muerto. Y no, no le hacía gracia. Agitó la cabeza para alejar el escalofrío, intentando demostrar su usual temple.
Suspiró, intentando poner en orden los acontecimientos, pareciéndole lógica la historia de su novia cuando, en la madrugada, lo que había decidido dormitar con él poseía características de la piel helada por la muerte. Después de todo, (T/N) era cálida y, por lo general, lo despertaba en la noche con motivos ulteriores.
A pesar de estar convencido de la naturaleza paranormal del incidente, continuaba escéptico porque a él nunca le había ocurrido algo así. Vale, que dos personas habían muerto en ese sitio en un homicidio violento; pero, vamos, regresar de la muerte para atormentar en plano terrenal en un mundo de mierda resultaba risible y patético.
—Oye, no sonrías así. —La chica frunció el ceño al ver el gesto tenso en sus labios—. Sé que es difícil de creer, pero te estoy dando la solución más lógica y acertada.
—Quizás sea pánico colectivo.
—No me salgas con eso ahora. Sé que a ti te pasó algo que no me quieres decir, y yo estoy cien por ciento segura de lo que vi.
—Hagamos algo —suspiró, cansado—. Quédate una noche más y veamos si pasa algo. Es extraño que sea precisamente un mes después que ocurra todo esto.
(T/N) separó los labios para refutar algo. No quería permanecer más tiempo en una casa probablemente embrujada, y es que si fuera el fantasma de Casper todo estaría bien; pero se trataba de una cosa que había acosado a su novio y la había asfixiado a ella. Una persona normal, saldría corriendo de allí, pero, no supo por qué, asintió con aquiescencia.
Quizás era porque, a pesar de no ser una heroína, no podía permitirse dejar a Katsuki solo, eso era de villanos.
:-:
Pasaron el día arreglando el apartamento, a pesar de la oposición de (T/N) porque ¿para qué iban a acomodar todo si seguro terminase mudándose? Ventilaron todo y, una vez más, la chica le propuso que se fuera a vivir con ella, obteniendo una rotunda negativa de nuevo. Ambos se habían graduado en U.A., con la diferencia de que él se había convertido en héroe y ella había egresado del Departamento de Estudios Generales, catapultando su carrera universitaria a niveles desproporcionales. Además, ella era dos años mayor que él, de la misma promoción que Nejire, Tamaki y Mirio.
Tenía un trabajo estable y con un buen ambiente laboral, y, lo más importante, le gustaba. Así que no veía el problema de Katsuki, a pesar de estar consciente de que, siendo él tan exasperantemente orgulloso, de seguro le costaba aceptar ayuda de su novia, a quien, bajo una concepción errónea, creía que debía proteger.
Llegada la noche, con el susurro del viento y el incesante sonido de las cigarras, ambos se sentaron uno frente al otro sobre el colchón, escudriñándose en busca de no sabían qué. El primero en romper el silencio fue Katsuki.
—¿Cama o futón?
—¿Juntos o separados?
—Como quieras —esgrimió una sonrisa socarrona y ella puso los ojos en blanco.
—No lo digo con eso en mente —bufó—. Me parece estúpido que en las películas de terror las personas siempre piensen que es brillante tener sexo en pleno desenlace. Pero preferiría que estuviéramos juntos.
—La cama es muy pequeña —empezó Bakugou—. ¿Podríamos dormir en el futón?
—¿Y si colocamos el colchón junto al futón? Estaríamos juntos y cómodos.
Aceptó y, sin pedirle ayuda, acomodó ambas parafernalias para dormir. (T/N) se apresuró a cambiarse e ir al baño. Cuando regresó a la habitación, se sorprendió al ver el cuerpo fornido y esbelto de su novio, la rigidez de sus músculos, la forma delicada y masculina que adoptaba su figura, la piel lacerada por sus arduas batallas contra los villanos... Suspiró con ensoñación, logrando que él curvara una ceja y volteara a verla, terminando de colocarse la camiseta con la que dormiría.
—¡¿Qué rayos ves?! —masculló, sonrojado violentamente al notar la mirada apreciativa y deseosa de su novia.
—A un papucho cuya cara parece tallada por los mismos ángeles —Le guiñó un ojo y Katsuki no pudo evitar dejar deslizar una sonrisita traicionera.
—No seas tonta, debiste, no sé, ¿tocar?
—Oh, ¿tocar la puerta o algo más? —Alzó las cejas, juguetona.
Sin mediar demasiadas palabras, porque, en la privacidad de su hogar, eso era lo que menos necesitaban, Bakugou la tomó del antebrazo y la atrajo a su pecho para abrazarla. A (T/N) le costaba creer lo dulce que podía llegar a ser Katsuki. De puntillas, acarició sus labios en un casto beso.
—Vamos a dormir y a probar que tu teoría de fantasma y espectros no son más que una mala pasada de tu mente por ver tantas películas.
(T/N) suspiró y asintió, echándose en el futón al notar que el colchón estaba colocado junto a la base de madera de la cama, y eso de dormir junto a sitios oscuros nunca le había agradado. Cuando tuvo a Katsuki a su lado, pegó la frente al borde sobresaliente del colchón y buscó su mano hasta halarla y tenerla presionada contra su rostro. Bakugou rio suavemente y también se acurrucó lo más cerca de ella.
Deseándose buenas noches, ambos no tardaron demasiado en entrar al maravilloso mundo de los sueños.
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—...suki... Katsuki —jadeó, viendo la espalda de su novio a menos de dos centímetros de la punta de sus dedos.
Bakugou murmuró algo, mientras ella volvía a quejarse, sintiendo una opresión en el pecho tan aplastante que parecía que el responsable de eso deseaba unir su esternón con su columna vertebral. Respirar era doloroso y la habitación había bajado varios centígrados a pesar de que el ronroneo del aire acondicionado no se escuchaba.
—¡Kacchan! —chilló como última alternativa, intentando patear el ente incorpóreo que la atacaba.
—¡Mierda, Deku! —rugió, sobresaltándose al notar el sitio donde estaba y que el pobre Midoriya no era quien lo había llamado por su exasperante apodo—. ¿Qué ocurre...?
Antes de poder fijar completamente la mirada en su novia, algo se deslizó por la piel de sus dedos, trazando la suavidad de su dorso y jugueteando con las falanges. Sintió la mano aterida y juró ver vaho escapándose de sus labios. Ladeó el rostro para discernir qué era lo que lo estaba tocando con tanta frialdad.
Livideció al percatarse de la figura femenina bajo la cama, ataviada en una túnica negra espectral, dejando entrever el brazo y la mano huesuda con la piel chupada; observándolo. El color gris azulado, el tacto gélido y el ambiente lúgubre de la noche, aterraron a Bakugou. No necesitó ver la sonrisa siniestra y condescendiente de la aparición para que sus cinco sentidos se dispararan y la adrenalina empezara a recorrer su cuerpo.
A pesar de estar temblando como una maraca, mantuvo la muñeca en su lugar, donde la mujer acariciaba su piel como si envidiara el calor de esta. Luego, giró para ver a su novia, luchando con el aire y emitiendo ligeras ondas de telequinesis para ayudarse a empujar a su agresor. No sabía qué podía hacer su kosei contra un ser de otra dimensión, aun así, hizo explotar la palma de su mano contra el aire, sintiendo el impacto contra algo que no dilucidaba a ciencia cierta.
—Katsuki... —lloriqueó, ahogando un grito al ver la pálida mano atenazando a su novio.
—Huye.
—No me voy a ir sin ti, estúpido. —Se le anegaron los ojos, amenazando con echarse a llorar en el momento más inadecuado—. Sea cual sea el destino, lo compartiremos.
Dichas esas palabras, envío una onda de telequinesis que empujó al espectro a las tinieblas bajo la cama. Tomó a Bakugou del brazo y lo animó a que se parara. El corazón se le estrujó cuando escuchó un chillido del más allá atravesarle los tímpanos, erizándole la piel, cual culpándola de arrebatarle algo que le pertenecía.
Con dedos torpes, intentaron encender la luz y buscar las llaves del apartamento; pero la luz parecía estar cortada y las llaves tintineaban en sus temblorosas manos junto a la cerradura.
—(T/N), apresúrate.
—Voy, voy —dijo con la voz temblorosa.
—Está... Está acercándose a nosotros.
—Ya lo sé, maldición —gritó y, como si eso hubiera imbuido la fuerza necesaria para concluir su empresa, logró abrir la puerta.
Sin ambages, ambos se arrojaron hacia afuera y, con su telequinesis, (T/N) cerró la puerta. A pesar de sentirse colapsar, continuaron corriendo escaleras abajo hasta encontrarse en mitad de la calle, en pijamas, con pantuflas, pero a salvo.
—¿Podemos ir a mi casa ahora, por favor?
—A donde tú quieras —musitó Bakugou, recuperando el aliento, a pesar de tener años que no se agitaba de esa forma, con una respiración errática y el corazón bombeando sangre salvajemente.
—Logré sacar el celular y siempre tengo dinero de emergencia en las costuras o las plantillas de mis zapatos —explicó la chica, apoyándose del hombro de su novio para sacarse la sandalia y romperla por una lado hasta sacar un par de billetes—. Podríamos pedir un taxi.
—Pareces estar preparada para todo. —Rio un poco para aligerar el tenso ambiente.
—Jamás pensé que llegaría a ser útil, la verdad... Ahora sí, vamos a mi casa. —A pesar de que su rostro ya había recobrado su color, Bakugou se percató de sus temblorosas extremidades y su voz entrecortada.
—De acuerdo.
Mientras ella se dedicaba a pedirlo por una aplicación, él se acercó más e inspeccionó su cuello y pecho hasta donde la blusa se lo permitió. Su corazón se le encogió al ver las marcas rojizas, tornándose moradas, a la escasa luz del alumbrado público. Viendo esas flagelaciones, aún menos podía ignorar lo sucedido.
Sin realmente proponérselo, se halló a sí mismo alzando la mirada hacia el enorme ventanal del apartamento donde ondeaba una sencilla cortina de visillo. Apretó la mano de su novia cuando vio dos extrañas siluetas asomadas por un extremo, husmeando el destino de sus víctimas.
—A-al menos decidieron quedarse ahí. —Quiso bromear, pero la voz le salió tan impropia de él, abatido por las circunstancias, que (T/N) tan solo asintió, acomodando la frente de su hombro para permitirse atar a algo que sí era real.
Cuando se subieron al vehículo, después de dar la dirección, Bakugou le relató lo que había encontrado sobre el incidente de asesinato en el apartamento. Se trataba de una pareja que, después de una agitada discusión, terminaron forcejeando y matando al otro; él la había asfixiado mientras ella había activado su kosei y lo había apuñalado. Su teoría era que, al ser ambos una pareja, habían despertado algo en sus antiguos moradores.
—Mañana regresemos a buscar tus cosas, ¿sí? —susurró con un hilillo de voz, sobándose el sitio donde el supuesto fantasma del hombre la había agredido—. Y te vas a quedar conmigo, lo quieras o no, mi... mi casa no está embrujada ni nada.
—Suena bien. —Recostó la cabeza de su hombro, haciéndole cosquillas con las puntas de su cabello.
La chica bajó la mirada, notando las marcas de dedos en la muñeca de él, de un color repulsivamente borgoña, como si el tacto helado de la mujer lo hubiera quemado. Cerrando los ojos, sin querer rememorar más lo sucedido, dejó que un acceso de sollozos se apoderara de su cuerpo.
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Se suponía que este era el especial de Halloween; pero, bueno, no es mi culpa que yo, con lo cobarde que soy, me haya dado miedito después de escribir los primeros párrafos porque, precisamente, son las muñecas de porcelana una de las cosas que más me da miedo...
Para colmo, ayer que estaba terminando de escribirlo para publicarlo, me quedé dormida sin darme cuenta jajaja Aun así, creo que ha quedado flojo >.<
Iba a escribir el especial con Midoriya, como el año pasado, pero tengo abandonado a Katsuki o echándole arena, así que necesitaba darle amor xD
¡Cuídense mucho y pásenla bien!
¡Plus Ultra! >.<
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