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Orgullo - Dabi

Aclaración: Universo alterno sin koseis.

Había algo en su mirada, en esa forma de verlo, que lo intrigaba.

Estaba consciente de su mala personalidad, de la ambigüedad de su carácter, y el enigma de sus intenciones, pero ella seguía viéndolo con cariño. Se reflejaba en sus pupilas de forma diáfana, y él jamás creyó ver una forma tan pura de sí mismo como la que ella se empecinaba en mostrarle. Era eso —y muchas cosas más que no se atrevía a admitir— lo que lo tenía interesado en ella.

Estudiaba finanzas porque, con sus compañeros, habían decidido empezar una empresa, y no se imaginaba a ninguno de ellos haciendo un buen manejo del dinero que ganaran. Lidiar con Toga, Twice y el resto le hacía doler la cabeza, e imaginárselos en el desastre que harían con las cuentas, lo hacía sentir verdadero terror. Pero, con lo que no había contado, era con que la carrera le parecería tan aburrida, realizar cálculos era algo que lo hacía parecer un autómata, y, sin siquiera tener que esforzarse demasiado, sus notas eran sobresalientes, y no se quejaba de la beca por méritos académicos que le habían dado y le permitía no depender tanto económicamente de Shigaraki. Después de todo, a pesar de que su padre era millonario, se sentiría asqueroso si usaba el dinero que siempre depositaba en su cuenta cada mes; eran cosas de orgullo, a pesar de que podía admitir ante Shouto que era estúpido.

Ese día tendrían un examen de matemática financiera, y no se sorprendió al encontrar a la chica, quien al principio iba a ser tan solo un pasatiempos y ahora portaba el título de novia, al punto de volverse un poco posesivo con ella, en el primer asiento del aula cerca de la puerta. No alzó la cabeza para verlo, solo deslizaba el grafito contra la hoja en movimientos desquiciados, como si se tratara de Light Yagami.

Se le hizo gracioso verla tan concentrada, hasta el punto de dejarse caer en el asiento de al lado, y que ella no reparara en su presencia. La vio unos instantes, detallando su rostro y recordando el tacto de su piel que le dejaba cosquilleando las manos, cosa que jamás había experimentado con otra chica, y había decidido otorgar a que quizás eran cosas de la piel de ella nada más y no de su corazón.

Continuaba concentrada, resolviendo ejercicio tras ejercicio, y a él le molestó un poco el hecho de que ya hubieran pasado cinco minutos y ella hallaba más fascinante su hoja de cálculos que su presencia, sin afán de sonar egocéntrico —¿a quién engañamos?—. Sin más se inclinó hacia ella y depositó un, para su gusto, demasiado casto beso en la comisura de sus labios.

La chica brincó, alejándose un poco hasta percatarse de quién era.

—Dabi, no puedes hacer eso. —Y, a pesar de querer sonar severa, esbozó una sonrisa que desarmó su anterior enojo—. Pasé gran parte de la noche intentando resolver este ejercicio, y, cuando venía en el bus, tuve la epifanía de su resolución y no pude contenerme.

—Llevaba cinco minutos observándote fijamente, y tú nada de nada. —Asomó la cabeza para ver el ejercicio al que había, en serio, considerado celar—. ¿El 48? Ese era pan comido.

—Para ti todo es pan comido —repuso—. Eres un genio.

Dabi no pudo ocultar su expresión complacida, pero deslizó una sonrisa socarrona.

—Tienes razón, menos conquistarte, eso no es pan comido.

—Y henos aquí. —Alzó una ceja, pero bajó la mirada un poco avergonzada.

Dabi nunca se había percatado de que le gustaba cuando le negaban las cosas hasta que ella se negó a salir con él. Disfrutaba cada uno de sus intentos para cortejarla, a veces siendo más atrevido, y otras veces valiéndose de una sensibilidad que no sabía poseía; aunque temía que su dinámica se tornara aburrida cuando aceptara. Sin embargo, fue todo lo contrario. Ella se empecinó en marcar el ritmo de su relación, en un constante estira y afloja que los hacía balancearse entre la pasión y una ternura que nunca creyó necesitar. Ella era el equilibrio que necesitaba para traer estabilidad al caos que imperaba en su vida, y, a pesar de no decírselo, agradecía porque ella estuviera a su lado.

—¿Quieres que te ayude con esos ejercicios?

—Por favor. —Le sonrió, corriendo la silla para abrirle espacio a él.

A pesar de su apariencia hostil, era un excelente profesor, cuando su estudiante no necesitaba de muchas repeticiones para entender. Hacían una extraña pareja, tanto que algunos comentaban que parecían cliché de novela juvenil.

A Dabi le gustaba verla estudiar, la forma en que su frente se arrugaba un poco y achicaba los ojos como si quisiera desaparecer la hoja de tareas. Su apariencia, a pesar de normal, le parecía linda, y creía que toda ella calaba tan profundo en su corazón que, si alguna vez se separaban, se sentiría mal por primera vez en su vida.

Sí, quizás se había enamorado.

—Por cierto, Dabi, lo había olvidado. —Lo miró a los ojos—. La semana que viene va a ser la Golden Week —empezó, y, a pesar de no haberlo dicho, Dabi había planeado algunas actividades juntos, solo era cuestión de proponérselo—, pero debo ir a una granja de unos amigos de mis padres.

—¿Eh? —Se escapó de sus labios, desconcertado, pero esa momentánea confusión dio paso a la exasperación—. ¿Por qué no me lo dijiste más rápido? ¿Acaso pretendes que adivine tus pensamientos y...?

—Dabi, no seas tóxico. —Puso los ojos en blanco, haciéndolo molestar más—. Sé que probablemente estabas planeando algo, pero no puedes disponer de mi tiempo a tu antojo.

Bufó. A pesar de su historial de romances pasajeros, Dabi no entendía nada sobre tener una relación estable, y ella tenía que lidiar con sus celos y su sobreprotección. No le disgustaba, hasta que entraba en sus fases de nihilismo.

—Puedes irte si eso es lo que quieres —espetó, echando la silla para atrás—. Seguro encontraré mejor compañía para la Golden Week.

—No seas infantil —suspiró, pero esgrimió una sonrisa, gesto reflejo de Dabi cuando estaba por decir algo astuto—. Quizás yo también consiga mejor compañía.

—No seas ridícula. —Terminó de pararse, hecho una furia, pero fingiendo no importarle; a pesar de que su corazón se llenaba de ansiedad por ver todos sus miedos lloviéndole de repente, su orgullo se le adelantaba.

:-:

Mitad de la Golden Week. Hacía calor, y Toga, por alguna extraña razón, estaba concentradísima afilando los cuchillos de la pequeña cocina en la oficina que habían arrendado para empezar con su empresa. Un poco más allá, Twice tenía una de sus crisis de personalidad, lo normal; mientras Shigaraki jugaba en la consola, y solo Compress, Spinner, Kurogiri y él se tomaban en serio el trabajo.

Era una semana de feriado, pero habían decidido trabajar para adelantar algo de su proyecto. No era una obligación realmente, pero Dabi ni siquiera entendía qué hacían los otros ahí sí no iban a aportar nada.

—Dabi —llamó Himiko, sonriendo con las mejillas ruborizadas—. Desde hace varios días estás de mal humor. ¿Terminaste con tu novia?

—Eso no te incumbe.

—Eso sonó a que sí —soltó Twice con voz burlona—. ¿O quizás ella le terminó? —preguntó más serio.

Dabi entornó la mirada, y Twice solo se hizo el desentendido. Dirigió su atención a Himiko.

—¿Por qué crees que mi humor depende de una simple mujer?

—Eso no te lo cree ni la señora Rei —habló Spinner, dejando de teclear—. ¡¿Has visto la cantidad de errores que tiene tu informe?!

—No es mi culpa que el procesador de Word no sepa identificar contextos. Además, tengo que darte algo que hacer.

—¡Dabi! —siseó.

—¿No crees que deberías solo aceptarlo y pedirle disculpas? —medió Compress.

—¿Disculpas? —Curvó una ceja—. ¿Qué te hace suponer que fue mi culpa?

—Quizás tu actitud apestosa —comentó Shigaraki con voz nebulosa.

—¡Repite eso y...!

—Vamos —interrumpió Kurogiri—. Lo mejor que puedes hacer para solucionar lo que pasó, es seguir el consejo de Compress.

Dabi arrugó el entrecejo, pero no dijo nada más, porque odiaba exteriorizar que, tal vez, esa parva de locos tenía razón.

:-:

Dabi se sentía un poco estúpido, a la par que su orgullo le gritaba que se regresara a Musutafu. Ni siquiera sabía cómo había terminado con una gallina sobre las piernas y un demasiado animado grupo de ancianos. Cuando había pedido un boleto para el bus que saliera más pronto al área rural de Hirata, jamás pensó verse inmiscuido en un tour de un asilo de ancianos. No sabía si todo eso valía la pena, mientras una remilgada frase se reproducía en su mente sobre "lo que se hacía por amor". Mejor mátenlo antes de convertirse en un adolescente enamoradizo que da cringe.

La gallina cacareó, moviendo las patas sobre su regazo y Dabi se halló descubriendo que eran realmente cálidas, pero se obligó a dejar a un lado su fascinación para armarse con su cara de asco. El anciano Yamada, encargado principal de la gallina, hacía acto de presencia y le dirigía una sonrisa bonachona.

—Jovencito, muchas gracias por cuidar de Taro-chan. —Asintió varias veces, alzando a la gallina entre sus brazos—. Pero creo que es nuestro momento de decir adiós. Esa de allí es tu parada.

Dabi sintió una ola de alivio reconfortando su alma exasperada. Alargó el brazo para tomar su mochila y atravesó, sin detenerse ni siquiera un instante para despedirse, el pasillo del bus. Suspiró con hastío ante todas las manos despidiéndose y los pelos de su nuca que crisparon cuando escuchó un "¡suerte con tu novia!". ¿Por qué todo el mundo asumía que eso era por una chica? Vale, sí, era cierto, pero uno simplemente no podía ir por la vida suponiendo que las acciones de lo demás se debían a eso.

Armándose de paciencia, observó los extensos campos de arroz. Había pocas casas a la vista y el número de personas se reducía a los dedos de su mano derecha. Odiaba pedir indicaciones, pero la imagen que su novia había subido a sus redes sociales y él había usado de referencia para encontrarla, no le indicaba dónde estaba precisamente. Así que, una vez más, botó su orgullo y se dirigió a un señor en un sembradío.

Dabi tuvo cuidado de no pisar las acequias, pero halló difícil hallar su camino entre la tierra reblandecida. Para cuando logró llegar, una ligera sufusión adornaba su piel pálida, producto del sol, la vergüenza y la rabia de encontrarse con el rostro burlón del hombre.

—Es raro ver a un niño de ciudad por estos lares —habló con un marcado acento, sacándose un sombrero de paja de la carretilla donde llevaba sus herramientas y colocándoselo en la cabeza—. Nada que ver con (T/N). Ella es de ciudad, pero su alma vive aquí.

—¿(T/N)? ¿Dónde está? Vine a buscarla.

—Claro. —Le sonrió de forma bonachona—. Está...

Dabi lo miró atentamente, pero torció los ojos al notar cómo su sonrisa se trastocaba con malicia. Lo que le faltaba. Por eso no se llevaba bien con los adultos —a pesar de que él era uno—.

—¿Crees que te lo voy a decir tan fácilmente? ¡Todo tiene un precio en esta vida, hijo!

—No soy su hijo —masculló, disponiéndose a darse media vuelta.

—En serio me hace falta un par de manos que me ayuden con esto. Te ofrezco el almuerzo y te llevaré en la vieja Stella al hostal de su tío. Es un buen trato.

Dabi sopesó sus palabras. Gastaría más tiempo y, quizás, dinero que no tenía, si se disponía a la empresa de buscarla por sus medios en esos vastos parajes. A pesar de que su orgullo volvía a arderle, recalcitrante, en su interior, se halló arremangando su camisa y tirando la mochila sobre la carretilla.

—¡Andando, viejo!

Arar la tierra terminó agradándole más de lo que esperaba. Le permitía que su mente viajara lejos de sus preocupaciones y aumentaba su concentración. Pero la idea de imaginarse retirándose al campo cuando fuera un anciano le dio asco, porque él no quería ir con la corriente que la sociedad les había impuesto a los jóvenes. Quería ser dueño de su vida y tener éxito y equivocarse sin depender de terceros.

Y ahí estaba, con los músculos abrasándole en una camioneta destartalada que tosía como enfisematoso, y yendo por una chica para disculparse como un total idiota. Quiso golpearse, pero las manos con ampollas lo disuadieron de hacerlo. Si su novia no admiraba sus esfuerzos, no sabría qué haría.

Le sorprendió que el señor Tanaka, como le había repetido chorrocientas veces, tolerara sus respuestas de monosílabos. Quizás, muy en el fondo de su oscuro corazón, deseó que Enji tuviera esa misma paciencia con él, y que simplemente lo aceptara por cómo era y no por cómo podría ser, ni que tampoco que lo comparara con sus hermanos, cada uno de ellos con talentos tan distintos.

La camioneta dio un giro a la derecha por un cuesta empinada que Dabi en serio cuestionó si podría subir y se sorprendió cuando descubrió que arriba de la carretera, donde antes tan solo había esperado una cuesta abajo igual de pronunciada, se hallara un campo extenso de girasoles, sus gruesos tallos dirigiéndose al sol y sus pétalos bailando por la dicha de estar vivas un día más.

Dabi separó los labios anonadado, pero desvió el rostro al escuchar la risa de Tanaka.

—Que sepas que (T/N) ha ayudado a sembrar y mantener este campo. Siéntete agradecido de que salga contigo.

—No dije que era mi novia.

—Esas cosas se hacen solo por una mujer, muchacho. Cuando mi hermosa Stella estaba viva, crucé el océano para ir a verla.

A Dabi lo picó la curiosidad por saber más de la historia, pero se abstuvo de hacer cuestionamientos, convenciéndose de que poco podría importarle la vida de un anciano. Tanaka se estacionó frente a una casa de estilo japonés más grande de lo que Dabi se la había imaginado. Se dispuso a apearse, cuando sus músculos se petrificaron al ver la figura de su novia, ataviada en ropa informal, saludando al viejo con una sonrisa. El corazón le dio un vuelco, y quiso darse una cachetada por permitir que esos sentimientos lo desconcertaran. ¿Pero qué podía hacer? ¿Cómo debía hablarle? ¿Cómo la miraría sin sentirse tan vulnerable? ¿Cómo podría recuperar el control?

Sus ojos se conectaron, y ella lo miró anonadada, le dijo algunas palabras al anciano y este asintió y sonrió, llevándose un dedo a los labios. Luego fue ella quien le ahorró el trabajo de acercarse.

—¡Dabi! —susurró y él no pudo evitar desarmarse cuando escuchó su nombre en sus labios con esa entonación tan dulce—. El señor Tanaka me contó más o menos cómo terminaste aquí. ¿Pero estás bien? Pareces un camarón de lo rojo que estás.

—A mí también me da gusto verte —dijo con brusquedad.

—A mí también cada vez que me veo al espejo por las mañanas —bromeó, a lo que Dabi bufó, pero no pudo controlar su sonrisa—. Vamos a mi habitación. Seguro no te pusiste protector solar y mañana vas a sentir la piel en una freidora.

Dabi vio cómo le extendía la mano y no sé hizo esperar, la asió con cuidado, hallando regocijo en su calidez, el dolor de las ampollas difuminándose en el dulce sonido de su voz. Ella lideró el camino, y él se sintió como un par de niños pequeños por los ademanes furtivos de su novia.

Le había comentado que sus padres sabían sobre su noviazgo, pero no sabían específicamente sobre él, puesto que aún debía ablandar el terreno para que lo aceptaran con todo y su pinta de chico malo. Así que debían escurrirse a su habitación, sorteando una cantidad de obstáculos impresionantes. Ambos se permitieron respirar con normalidad cuando entraron a la pequeña habitación.

Dabi haló su mano porque quería besarla, pero ella tiró de vuelta para conducirlo a la cama.

—¿Directo al meollo? —dijo él, echándose en la cama.

—¿Eh? —Curvó una ceja y, al entender, enrojeció—. No. Tengo que primero colocarte alguna crema hidrante en la cara. Estás quemado y medio tonto por la insolación.

—Me alegra que solo sea la mitad.

—A mí que estés aquí. —Sonrió, sin poder ocultar el brillo feliz en sus ojos, tomando un envase con crema y acercándosele—. Pero primero debemos ponerte esto.

—¿No te faltan los pepinillos? —Dejó caer los párpados, agradeciendo la crema fría amainando el escozor, y sus dedos delicados acariciando su piel con suavidad.

—No me tientes a sacar el set de pintura de uñas —bromeó y su corazón se llenó de alborozo cuando lo vio curvar los labios muy discretamente—. ¿Sabes? Iba a regresar a Musutafu mañana.

—¿Mañana? Si aún queda la mitad de la Golden Week...

—Uhm... Quería verte —susurró, avergonzada—. Bueno, no sabía si tú querrías... Pero también quería hablar sobre lo que pasó.

—Lo siento —musitó—. No tienes por qué pedirme permiso para nada.

—Pero debí haberte avisado con más tiempo. —Asintió ella, sorprendida por la disculpa brotando de los labios de Dabi.

Todas las veces que habían discutido por su actitud apestosa que a veces lo superaba, Dabi apenas hacía algo, como si tuviera la certeza de que ella lo perdonaría. Y ella no tenía problema en hacerlo, pero debía prometer que no se repetiría y al menos él se aseguraba de no hacerlo.

—Regresemos mañana —pidió Dabi, capturando su mano y besando la palma de su mano—. Puedes quedarte en mi apartamento. Me aseguraré de preparar comida para ti.

—Me estabas tentando, pero con eso último me tienes en la palma de tu mano. —Rio, terminando de colocarle un bálsamo en los labios resecos.

—Creo que me voy a quedar dormido... —murmuró.

—No te preocupes. Duerme. —Acarició su pecho—. ¡Trabajaste duro hoy! Gracias por venir por mí.

—Solo quería verte sonreír...

Curvó los labios, entre abochornada y contenta. Lo observó dormirse con un suave suspiro, aflojando el agarre sobre su mano. Se inclinó y depositó un leve beso en sus labios, riendo al imaginarse la escena de la Bella Durmiente.

—Te quiero —susurró con un hilo de voz.

Dabi, que aún se hallaba entre las lindes del mundo real y el onírico, escuchó esas palabras. Su calor se expandió por su pecho y se arraigó a su corazón. Quizás eso era lo que siempre había necesitado. La incipiente certeza de que alguien permanecería a su lado.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Tenía guardado este capítulo y olvidé publicarlo jaja Me gusta imaginarme a Dabi conflictuado por enamorarse; aunque, siendo sincera, no saldría con alguien como él porque sería una relación complicada... Espero les haya gustado~

Ya casi llegamos a medio millón de lecturas y cincuenta mil votos, y no saben lo feliz que me hace eso, y todo es gracias a ustedes ^^ Escribir esto me ha ayudado de muchas formas y saber que cuento con su apoyo me anima a seguir haciéndolo. Por lo pronto, solo les diré que me van a tener aquí varios OS más jajaja

No sé a quién traeré el siguiente capítulo. Debo dos pedidos, pero simplemente no hallo nada para poder escribirlos xD Por lo pronto, dejaré un tentativo Shinsou o la continuación del OS de "Aventuras" con temática de Pokémon >.<

¡Cuídense mucho y tengan una excelente semana!

¡Plus Ultra! >.<

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