Navidad 2020 - Shouji
Nieve
—¡¿Tenías un solo trabajo y me vienes con esto?! —gritó Bakugou, furibundo.
—Bakugou, no hay problema si no tenemos... —intentó calmar Rikido.
—¡Cállate! ¡Si digo que vamos a hacer la mejor maldita cena de Navidad, no puede faltar nada! —ladró—. Solo tenías que traer una malditas aceitunas, ¿y qué trajiste?
—Alcaparras... —lloriqueó Kaminari sin poder creer que aún por la época, Katsuki no dejara su actitud explosiva de lado; era el Grinch, pero en rubio.
—¡Ya sé que son alcaparras!
Kaminari apretó los labios, empezando a enojarse, cuando una mano se apoyó de la isla de la cocina.
—Si era una pregunta retórica, para qué se la preguntas si sabes cómo es —comentó la chica después de perder contra Midoriya, Uraraka, Tokoyami y Ashido para ver quién iba a hacer de mediador—. Además, Kacchan, no es para tanto. —El aludida le tembló una ceja ante el apodo y ella le sonrió—. Si quieres voy a comprarlas.
—Haz la mierda que se te venga en gana —gruñó, dándole la espalda para ocuparse en deshuesar el pollo, tomando el cuchillo como un verdadero psicópata.
Kaminari la observó y le dirigió un agradecimiento silencioso por haberlo rescatado de la furia de Bakugou. Ella negó, sonriéndole y dándole una palmada de consuelo. Sin añadir nada más, se dirigió a la salida luego de escribir en el chat grupal que tenían con Aizawa que iba a ir por más aceitunas.
Sentada en el genkan mientras se ajustaba los cordones de sus botas, escuchó a alguien acercándose, y sonrió con agrado al ver quién era.
—¡Shouji! ¿También vas de salida?
—Voy a acompañarte.
—¿Eh? ¿Respeto tu privacidad, pero reafirmo mi autoridad como amigo acompañándote de todos modos?
—... Algo así. —Curvó los labios tras la mascarilla, calzándose los zapatos—. No quiero que termines en una situación al estilo Midoriya en el Festival Cultural.
—¡Eso fue un accidente! —se defendió Izuku que iba de paso, sonrojándose—. Y no llegué tarde...
—Querrás decir que llegaste con las justas —agregó ella.
—... —murmuró algo ininteligible, pero sonrió—. Hiciste muy buen trabajo controlando a Kacchan allá.
—Que me lo diga el experto en Kacchan es un halago.
Shouji vio el intercambio de sonrisas y tuvo que desviar la mirada, convenciéndose de que solo eran buenos amigos. Ni siquiera estaba en su derecho de ponerse celoso cuando era solo su amiga, por mucho que sus miradas se buscaran de forma confidencial para compartir una broma silenciosa más veces de las que podía contar.
Midoriya captó su actitud y movió los dedos nervioso.
—Bu-Bueno, no los entretengo más.
Ella vio con curiosidad cómo Izuku apuraba el paso para esfumarse por un recodo de la sala, y solo se encogió de hombros.
Junto a Shouji, emprendieron el camino hacia la tienda de conveniencia más cercana, comentando brevemente sobre lo que se cruzaba por sus cabezas. Él se preguntó si no conformarse con solo su amistad era demasiado egoísta, después de todo, ella era una de las pocas personas a las que quería llamar por una etiqueta más formal.
Le gustaba verla deteniéndose frente algunas tiendas a ojear el interior o, en contadas ocasiones, cómo ayudaba a alguien con las direcciones. Y ella, por su parte, se sentía segura a su lado; además, no le molestaba lanzarle miradas pecaminosas a su bien trabajado cuerpo, sin importar que tuviera unas cuantas extremidades de más.
Cuando algunas gotas de agua helada empezaron a caer, ambos maldijeron haberse distraído tanto. Echaron a correr a la tienda de conveniencia, sorteando, por poco, los antojos del clima. Se apresuraron a comprar las aceitunas, pero, para cuando iban de salida, el temporal ya se había desatado.
—Podríamos comprar un paraguas... —comentó la chica.
—No creo que aguante mucho esta lluvia —mencionó, apartándose cuando varias personas decidieron entrar al local.
La joven oteó la calle, entre la ligera calima que se alzaba, se fijó en una cafetería no tan atiborrada como empezaba a parecerle la tienda. Algunas personas se acomodaron en la barra mientras otras se apiñaron en la entrada como pingüinos emperadores. Sin pensarlo más, alcanzó a agarrar el último paraguas en un tono verde chillón que bien podría dejarla ciega y pagó.
—Creo que con esto podremos cubrirnos un poco para llegar hasta esa cafetería.
Shouji la miró, calculando el espacio que ocuparía bajo el paraguas considerando su tamaño. Alguno de los dos estaba destinado a mojarse y por supuesto no dejaría que fuera ella.
—Recién ahora me doy cuenta de que será difícil compartir un paraguas contigo —dijo, poniéndose de puntillas para simular que era ella quien llevaba el objeto e imaginando cómo las tirillas metálicas terminarían causando un accidente en su rostro.
—Me voy a inclinar y... —Movió el brazo, hecho un alerón, y la rodeó con suavidad—. Y yo lo llevaré.
—S-si lo haces así, te vas a empapar.
—Entonces, habré cumplido mi objetivo.
—¿Mojarte?
—Que tú no lo hagas.
Sin mediar más palabras, en posiciones extrañas, se enfrentaron a la tormenta. El paraguas se tambaleó en su fuerte agarre y su brazo, por inercia, la atrajo más contra su pecho. No supieron en que punto Shouji la alzó, envuelta cual tamal, mientras trotaba hasta el otro lado de la calle, celebrando que había salido casi indemne de la lluvia, aunque el brazo que sostenía el paraguas lo tenía empapado y tiritaba de frío.
—Lo siento, te cargué sin tu permiso...
—No, no es nada... —susurró, dándole la espalda para ocultar su sonrojo, a pesar de que la mesera, quien les había abierto la puerta al ver su travesía, le lanzaba una sonrisa divertida—. Me haces no ser demasiado consciente de mi peso.
Shouji alzó las cejas, agradeciendo la calidez del local bajo las tenues luces amarillas. Corrió una silla para ella, sin pasar por alto su sorpresa ni el rubor acentuándose más en sus pómulos.
—Eres perfecta tal y como eres —comentó ligeramente, sacándose el suéter para ponerlo a secar en el espaldar de la silla.
Asintió, nerviosa. Una de las cosas que más le gustaba de Shouji era su amabilidad, la habilidad de decir siempre lo que ella necesitaba escuchar como si las palabras le llegaran por alguna condición de su naturaleza.
—Creo que un chocolate caliente me sentaría bien... —musitó Shouji, leyendo la carta que estaba en la mesa de madera, en un rincón de la cafetería.
Lo vio concentrarse en el menú. Su expresión se mantenía sosegada, contrario a sus demás compañeros que eran demasiado parcos o enérgicos. Quizás le gustaba porque demostraba una madurez superior al promedio de los de su edad.
—¿Sabes? —interrumpió sus pensamientos, alzando sus orbes de ébano para clavárselos en los de ella—. Me gusta que me veas, pero me pregunto si tengo algo en la cara que pueda llamarte tanto la atención.
—Lo siento. —Sonrió, culpable—. Y no tienes nada en la cara... Solo veía tus expresiones.
—Ah... No es que haga una en particular. De hecho, Hagakure dice que suelo ser muy inexpresivo.
—No lo creo. Ese título se lo merece Todoroki, no tú —dijo, pensativa—. Yo creo que tu cara permanece sosegada. Es un buen rostro para un héroe porque puedes calmar a las personas.
Shouji regresó la mirada a la carta, agradeciendo tener la mascarilla puesta para disimular el sonrojo.
Ordenaron rápidamente para dedicarse a conversar de trivialidades. Se fijó en sus sonrisas y en las risas silenciosas eventuales, y el corazón le revoloteó en el pecho. Estaba enamorada de él y esos sentimientos le oprimían el tórax porque deseaba sacarlos, sin saber si realmente debería. Ashido siempre la animaba para que se lo dijera, porque creía que sus sentimientos eran correspondidos y porque, en secreto, quería un poco de salseo en el salón, porque Uraraka y sus sentimientos por Midoriya no era suficiente.
Agradecieron las bebidas cuando las trajeron y continuaron hablando. La lluvia había amainado un poco y a ambos se les llenaba el celular de mensajes de Bakugou preguntándoles cuándo demonios regresarían con las malditas aceitunas, pero lo ignoraron porque ya le habían avisado a Aizawa que se habían quedado varados.
De repente, pausaron para darle lugar al silencio, cada uno agitando sus bebidas. A ella le pareció sorprendente como, a pesar del mutismo diáfano alzándose entre ambos, no se sentía incómoda.
Por el alto parlante se escuchaban canciones de Navidad y las personas apenas se oían como lejanos susurros. Bajo el aroma del café y el chocolate, las infusiones de hierbas y el dulzor de los postres, frente a Shouji, encontró consuelo de lo que podría pasar. Descubrió que su sitio seguro era a su lado.
Shouji la notó extrañamente callada, pero se llevó la taza a los labios para tomar un largo sorbo. Fue en medio de uno, cuando ella habló:
—Creo que me gustas.
El chocolate se atoró en su garganta cuando se le escapó un jadeo. Le dio un acceso de tos y los colores se le subieron al rostro como nunca antes en su vida.
—¡¿Estás bien?! —Saltó ella, pasándole una servilleta—. Lo siento, no pensé que te sorprendería tanto. No tienes que responder, solo quería sacármelo de la cabeza un rato para estar tranquila.
Shouji alzó la mano para pedirle que le diera unos segundos para recuperarse, y quizás fingió otra docena de toses más para comprar tiempo y pensar cómo responderle, aunque no había demasiado por dónde elegir: era solo sí o no. Carraspeó hasta recomponerse. Se llevó la taza a la cara, alzando la mascarilla para tomar, pero se decantó por regresarla a su sitio, no quería atorarse de nuevo.
—Tú también me gustas —dijo con simpleza.
Curvó los labios cuando ella le obsequió una sonrisa radiante y aliviada. La alegría reflejada en sus ademanes no tardó en contagiársele, a la par que sentía cientos de mariposas revolotearle en el abdomen. Sin embargo, deseaba aclarar ciertos puntos para no crear malentendidos.
—¿Quieres ser mi novia? —preguntó, irguiendo la espalda, y ella rio porque su tono lo hizo sonar como si estuviera cerrando un negocio.
—Sí. —Aceptó, frotándose la barbilla—. Luego tienes que compensarme esa pedida de noviazgo tan estoica...
—Pues tu confesión de sentimientos no fue muy espectacular que digamos.
—¡¿Cómo que no?! ¡Si hasta te atoraste! —Acusó, echándose a reír cuando se sonrojó.
Shouji resopló, queriendo ahogar una carcajada. Cuando los dos dejaron a un lado el nerviosismo repentino, Shouji decidió tomar las riendas con la madurez que se suponía debían de tener a pesar de ser solo un par de adolescentes enfrentándose al primer amor.
—Entonces... ¿Ahora somos pareja?
—Sí. —Asintió y curvó los labios—. Definitivamente, no se me va a olvidar esta fecha. Vísperas de Navidad... ¿No crees que es un poco trillado?
—No —negó, viendo hacia la calle ya más despejada—. Me gusta pensar que, cuando lo recordemos, creeremos que es romántico.
Ella meneó la cabeza de acuerdo, en sus labios brotando una sonrisa complacida. El celular vibró en su bolsillo y vio las 66 llamadas perdidas de Bakugou. Palideció un poco, pero se carcajeó.
—¡Es casi el número de la bestia! Deberíamos regresar, Shouji, antes de que a Bakugou le termine dando un ACV de la rabia.
Mezo asintió y fue a pagar. En el camino de regreso, con apenas unas gotas derramándose del cielo, creyó oportuno rodear sus dedos con suavidad mientras hablaban jocosamente. Quería creer que ese instante sería el mejor regalo de esa Navidad y que, a su lado, habrían muchos más.
¡Muchas gracias por leer!
N/A: No sé ustedes, pero si Iida es el de las piernas sexys en BnHA, Shouji es el de los brazos xD Siento que para este especial he estado escribiendo muchas confesiones jaja Por cierto, ACV es un accidente cerebrovascular. Disculpen si hay por allí algún error, tengo que pasarme a editar todo esto de nuevo jaja
¡Espero estén teniendo un maravilloso día! Disfruten, coman algo rico, mímense y pásenla con sus seres queridos si pueden. Descansen, cuídense y cepíllense los dientes antes de dormir, sigan el ejemplo de Bakugou xD
¡Pasen una linda noche!
¡Plus Ultra! >.<
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