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Navidad 2020 - Kaminari

Luces

Era su primer año como héroe. Lo contrataron en un Agencia y ejercía su profesión tan bien como podía. Era popular hasta cierto punto, sobre todo por su buena personalidad.

Sin embargo, lo que Kaminari aún no podía creer era que, en ese año, había conseguido una hermosa novia. La atesoraba como si se tratara de la joya más preciosa del universo, aunque a veces temía que solo estuviera soñando y que su presencia se esfumara como un ser etéreo.

Su único consuelo era que Jirou siempre le decía que era inverosímil cómo la chica podía reírse de sus malos chistes. Por eso, saber que sus amigos confirmaban su existencia, difuminaba sus infundados temores.

Así que, a pesar de que hacía varios minutos había cruzado el umbral de su apartamento y ella le había colocado una copa con jugo de uvas burbujeante —porque aún eran menores de edad— en la mano, seguía dudando de su lucidez.

—Denki, en serio, quita esa cara. Parece como si acabaras de usar tu kosei...

—Lo siento —espabiló, parpadeando varias veces para despertar de su ensueño—. Es que estar aquí, a tu lado, me parece mágico.

Ella le sonrió, disimulando su sonrojo cuando giró hacia la cocina para revisar el horno donde un pollo se horneaba. Denki oteó la estancia. A pesar de que su novia mantenía todo limpio y organizado, el aspecto añejo del apartamento no ayudaba a convertirlo en algo cercano a un hogar. Además, la ubicación no terminaba de convencerlo.

—Oye, no tienes por qué mirarlo todo como si estuvieras evaluando los riesgos de mi casa...

—Es que vives en una zona peligrosa y me preocupa tu seguridad. —Se rascó la nuca, dubitativo—. Por aquí no suelen patrullar héroes y tampoco policías... Quizás debería extender mi patrullaje por acá.

—Sabes que tu alcance no llega tan lejos —puntualizó—. Además, aún no gano lo suficiente como para poder mudarme a otro sitio.

Kaminari separó los labios, pero los volvió a cerrar con fuerza. La propuesta que rondaba en su cabeza desde hacía ya varios días lo hacía un manojo de nervios, tanto como la primera vez que la invitó a salir.

—¡Y tampoco puedes olvidar que puedo protegerme con mi kosei!

—Lo sé... —musitó, pero luego le sonrió—. Es normal que me preocupe por ti.

—Y lo aprecio —repuso, besándolo cuando pasó a su lado—. ¿Puedes ayudarme sirviendo el arroz? ¡Voy a ir a buscar tu regalo!

Kaminari estiró el cuello para intentar ver de qué se trataba, pero ella giró, entornando los ojos:

—Nada de espiar.

Kaminari le sonrió porque sabía que esa era su debilidad, pero ella no ablandó la mirada ni un poco, perdiéndose en su habitación. Su mente barajó todas las posibilidades de regalos, y un hilillo de sangre se deslizó por su nariz al imaginarse algún conjunto de lencería que pudiera retirar esa noche. Quiso golpearse, pero no lo hizo porque aceptaba que Mineta le había podrido un poquito el cerebro en su época en U.A.

Bajó la mirada cuando ella depositó un paquete cuadrado, en forma de libro, bajo su arbolito en miniatura donde las luces destellaban en patrones ondulantes y de colores. Ella curvó una ceja cuando notó cómo Kaminari ocultaba el rostro, culpable.

—Que estabas pensando, ¿eh? —Deslizó los dedos por su cadera, como si quisiera tantear la firmeza de sus músculos

—¿Yo? Nada de nada, como siempre.

La chica se rio mientras sacaba el pollo. Kaminari puso el arroz en dos tazones aparte y racionó la ensalada de zanahoria y col. Vio el pastel que había llevado para compartir y le pareció que, aunque sencillo, todo olía y se veía delicioso. Además, una buena comida en compañía de la persona querida siempre estaría teñida de tintes especiales.

Hablaron largo y tendido. A él le gustaba escucharla y también le sorprendía la atención que ella prestaba a cada una de sus palabras. Se sentía afortunado de estar a su lado. Aprovecharon e intercambiaron regalos. Aquello que él pensó que era un libro, terminó siendo un videojuego que le había mencionado que quería.

—Voy a recoger esto —dijo de repente, cuando pareció que su tolerancia por hallarlo todo sucio se agotó—. Puedes esperarme en la sala mientras lavo.

—Si quieres puedo...

—No te preocupes, Denki. Eres mi invitado, así que ponte cómodo.

Kaminari bajó la mirada e hizo caso. Inspeccionó la sala con solo la mesa baja y el sofá y unos cuantos libros apilados en el parapete donde se suponía debía estar el televisor. La admiraba por intentar salir adelante en un país extranjero, pero sentía la imperante necesidad de ayudarla; solo que ella era demasiado orgullosa como para aceptarlo.

Se sentó al pie del árbol de Navidad, jugando con las bolitas rojas y doradas. Al cabo de un rato, escuchó su suave risa.

—Pareces un gato.

—¿Miau?

Ella soltó una carcajada y se sentó a su lado, ofreciéndole un generoso de trozo de pastel de fresas.

—Creo que esta ha sido una de mis mejores Navidades aquí en Japón... Es... Bueno, sonaré un poco cursi, pero me alegra que estés aquí conmigo.

Kaminari parpadeó, incrédulo. Que ella lo apreciara de ese modo, como nadie lo había hecho, lo llenaba de sensaciones cálidas y le depositaba una sonrisa tonta en los labios. Quiso inclinarse para besarla, pero cuando hizo amago de moverse, las luces se apagaron de repente.

Un chillido se escapó de sus labios y halló consuelo en los dedos de Kaminari cerrándose sobre su mano.

—Es un apagón —aseguró con seriedad, con ese tono que usaba siempre que estaba trabajando, luego de ver por la ventana todos los apartamentos en penumbras.

—Sí... Voy a prender algunas velas —dijo, hecha un manojo de nervios porque la oscuridad no le gustaba.

Intentó encender la linterna del celular, pero Kaminari tomó sus manos para detener sus movimientos erráticos al cabo de un rato. A pesar de la noche con sus escasas luces, un rayo de luna surcó el espacio para darle un atisbo de la sonrisa de Denki, y eso fue bálsamo para sus nervios.

—Tengo una brillante idea.

—Espero que ese énfasis realmente...

Sus palabras murieron en su boca cuando las luces del arbolito se encendieron. No eran muchas, pero hacían muy bien su trabajo para representar la esperanza en el abismo. Kaminari sostenía el enchufe con la sonrisa agrandada, mirando el juego de luces.

—Es... —Ella carraspeó para procurar mantener la compostura—. Vaya, a veces olvido que eres un generador eléctrico andante.

—¡Oye!

—Solo bromeo —dijo, besándolo largamente—. Es un lindo detalle. Los vecinos se van a cuestionar cómo es que tengo luz. Gracias, Denki; literalmente, iluminas mis días.

—Debería ser yo quien diga eso —musitó con timidez—. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.

Le sonrió y a Kaminari se le estrujó el pecho, obligándolo a bajar la mirada. Para cambiar el rumbo de sus pensamientos, empezó a comer el postre con avidez. Sentía la atenta mirada de su novia sobre él, poniéndolo más nervioso. Aún así, había algo emocionante en saberse observado de esa forma, era como si ella realmente lo amara y lo deseara.

—Denki, repitamos esto el siguiente año.

Esas palabras fueron suficientes para flecharle el corazón, porque, sí, quería pasar muchos años más junto a ella. Navidad, si era a su lado, cobraría un nuevo significado de dicha para él, porque podrían compartir muchas más experiencias. Sin dudarlo más, pronunció aquello que le carcomía la mente desde hacía mucho tiempo:

—¿Te gustaría ir a vivir conmigo?

¡Muchas gracias por leer!

N/A: ¡Feliz Navidad! Espero la hayan pasado excelentemente con sus seres queridos. Ha sido un año difícil para algunos, así que solo quiero felicitarlos por llegar hasta aquí, ¡se merecen un gran abrazo!

Agradezco a venti018_ por haber recomendado a Kaminari y por darme una idea de cómo escribir esto. En serio, tenía muchísimo tiempo sin escribir sobre él y lo siento un poco flojo.

¡Tengan una gran noche!

¡Feliz Navidad, de nuevo!

¡Plus Ultra! >.<

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