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Misofobia - Chisaki Kai

Tokio era una ciudad excéntrica y llena de curiosidades. Parecían vivir a otro ritmo y no se parecía en nada a Musutafu que se caracterizaba por sus parajes tranquilos y uno que otro crimen que no pasaba a ser una catástrofe; bueno, eso antes de que la Liga de Villanos entrara en auge varios años después.

Sin embargo, no estaba en Tokio para pensar en su trabajo, deseos y otro sinfín de cosas que se le pudiera pasar por la cabeza a un miembro de la mafia, estaba allí para ir a investigar un local que no paraba de salir en televisión y artículos de revistas y periódicos.

Según contaban, era algo así como el paraíso para personas como él, dirigido por estudiantes de psicología, psicólogos y hasta psiquiatras. Al principio podía sonar como un manicomio o algo similar y es que debía admitir que escuchar la palabra psicólogo o psiquiatra asustaría a cualquiera. Pero una vez adentro, lo encontró ridículamente acogedor con clientes que iban desde lo normal hasta algunos con problemas más serios que él.

Era cierto que temía contaminarse, pero podía controlarlo y hasta tenía la indumentaria que consideraba necesaria para crear una barrera entre él y los agentes infecciosos. Aun así, no pudo evitar sentirse incómodo al imaginarse tomándose un café allí.

Vamos, que hasta era irreal eso de la máquina esterilizadora y el montón de medidas sanitarias para evitar el menor contacto con los productos que se servirían. Ni siquiera entendía por qué alguien se tomaría la molestia de hacer algo así por un grupo de personas que representaban la minoría. Apostaba cualquier cosa que, por el aroma a café recién molido que inundaba el lugar embriagándolo, podría ser aún más exitoso de lo que ya si no tuvieran tantas medidas higiénicas.

—Buenas tardes. —La voz de una joven lo sacó de su trance—. Disculpe, pero debo pedirle que pase o salga, está obstruyendo el paso.

Él la observó unos segundos y, sin prestarle mucha atención a sus alrededores, tomó asiento. Sus pupilas se fijaron en un muchacho que miraba la carta, incapaz de tocarla mientras, suponía, empezaba a tener un ataque de pánico. De nuevo, se repitió la suerte que tenía de ser más tolerante a los gérmenes que otras personas.

Apreciando silenciosamente el aroma a limpio entremezclado con el café, le echó un vistazo a la carta, decantándose por un americano, no quería imaginarse la cantidad de bacterias de la parafernalia usado para preparar algo más complejo.

En su corta estancia después de que le sirvieron el café, sus pupilas no pudieron enfocarse en nada más que la figura esbelta de una joven, atendiendo eficientemente a cada cliente como si disfrutara el trabajo. Notaba que tenía especial cuidado con aquellos que parecían nerviosos mientras seguía todos los procedimientos por los cuales se regía el establecimiento. Hasta llegó a preguntarse si ella misma sufría de la terrible misofobia.

—¿Le gustó? —La joven se acercó a él con una sonrisa, dejando deslizar por una ínfima fracción de segundo el cansancio del que era víctima.

—Está bien. —Asintió, clavando su mirada en las profundas pupilas de ella, permitiéndose perder en aquel pozo negro que parecía querer comérselo lentamente.

—¿Desea algo más?

Se le quedaron las palabras atoradas en la garganta al percatarse del montón de sandeces que quería decirle, cosas que iban desde halagar su servicio hasta pedirle el número. Sin embargo, su parte más racional le recordó que estaría loco si lo hacía porque él no tenía tiempo como para interesarse por alguien. Enderezando la espalda y apartando la vista de aquellos orbes que lo cautivaban, carraspeó y dijo:

—Solo la cuenta.

—De inmediato se la traigo. —Asintió y, con la misma eficiencia que había vislumbrado y apreciado minutos antes, regresó para entregarle una simple hoja donde ponía el precio.

Sacó un par de monedas y las puso sobre la mesa, encargándose de dejar una propina decente que, por la sonrisa de ella, supo que había apreciado. Sin querer sucumbir a los extraños encantos de la total desconocida, se encaminó a la salida para, inconscientemente, ladear el rostro y echarle un último vistazo que ella interceptó para esbozar una sonrisa junto a una ligera inclinación de la cabeza.

Mientras caminaba por la calle, intentando despejar la mente mientras cavilaba los siguientes pasos para su meta, un proyecto que iba más allá de lo ilegal hasta violar los derechos humanos, una estúpida idea se le metió en la cabeza. Ni siquiera sabía qué pasaba con él como para imaginar que estaría bien si ella lo tocaba.

Había perdido la cabeza, eso era. Sin embargo, aún tenía esperanza si lo reconocía al visitar de nuevo.

Agitó con frenesí la cabeza.

¿Qué era? ¿Un crío con las hormonas por el cielo? No, había pasado esa etapa hacía ya unos cuantos años. Aun así, en su fuero interno, deseó verla de nuevo.

Hundió las manos en los bolsillos y, al no sentir el mismo contenido de siempre, musitó:

—Mierda...

Y dio media vuelta para regresar a la cafetería mientras procuraba ignorar el estúpido regocijo que la idea le causaba.

:-:

(T/N) agradeció haber acabo el turno más rápido de lo usual. No era como si odiara su trabajo, más bien le gustaba poder ayudar a las personas que deseaban mejorar su condición, y le gustaba formar parte de ese proyecto. Sin embargo, el problema era su kosei que hacía que las personas sintieran admiración, simpatía o, en ocasiones, amor por ella cuando se fijaba en esa persona. Sus amigos bromeaban con que era el kosei que la misma diosa Afrodita le había otorgado.

Y era algo así como su placer culposo, porque sentía muy poco remordimiento cuando un hombre que le parecía simpático se fijaba en ella, porque al final no pasaría a más de eso: simples miradas furtivas y una que otra sonrisa.

Pero no pudo evitar quedarse de piedra cuando vio al hombre que, en la mañana, había llamado su atención. Se sintió enrojecer a la par que empezaba a buscar algún sitio dónde esconderse, sintiéndose culpable por los efectos del mal uso de su kosei.

—Oh, eres tú —saludó de forma casual mientras se acerba a ella, quien quería que la tierra se la tragase en ese preciso instante—. Olvidé mi licencia aquí.

—Ah... —Se sentía estúpida por no poder reaccionar, pero es que a sus clientes los veía exclusivamente adentro, con un enorme muro profesional de por medio.

Se dio una bofetada mental y dejó el pánico para otra ocasión.

—Debe seguir adentro —explicó y los instó a que la siguiera—. Guardamos todos los objetos que olvidan, pero a veces la misofobia les impide reclamarlos de vuelta. Sin embargo, tenemos un sistema de esterilización y empaquetamiento que evita cualquier contacto con gérmenes.

—Ya veo. —No le estaba poniendo casi atención a lo que decía, más bien, trataba de hallar el valor para pronunciar una oración que jamás cruzó por su cabeza que le costaría tanto decir.

—Así, evitamos que estafilococos, estreptococos y demás microorganismos...

—¿Cómo te llamas? —logró cuestionar a la par que deseaba que el largo camino hacia el salón de objetos perdidos fuera eterno.

—Ah... Uhm... —Lo miró discretamente y enrojeció, cerciorándose de que su kosei estuviera desactivado—. Soy (T/N), ¿y tú?

—(T/N)... Espero no olvidarlo. —Clavó sus penetrantes orbes ambarinos en los de ella y dijo—. Puedes llamarme Kai.

—D-de acuerdo. —Desvió la mirada, sin poderse creer que una persona pudiera transmitir tanto en sus ojos—. Uhm... Aquí está la caja, ¿quieres buscarlo tú o...?

—Yo lo hago. —Kai se inclinó sobre el cajón, viendo por encima cada credencial.

(T/N) pudo haberle asegurado todo eso de la esterilización y la política antimicrobiana del local, pero era algo en su subconsciencia lo que controlaba el no ser capaz de tocar aquello que lo rodeaba y más cuando había botado su último par de guantes quirúrgicos cuando se rompieron.

Chisaki continuó buscando con la mirada mientras la sola presencia ajena lo incomodaba un poco. Sacó la licencia, leyendo la información como para cerciorarse de que era realmente esta. Luego, se irguió y clavó sus pupilas en las de ella que se hallaban divagando en algo lejos del alcance de su comprensión.

Y fue en ese preciso instante donde ocurrió.

Chisaki Kai no estaba seguro de si había sido una premonición, una visión o una jugada de su cerebro, pero creyó ver el futuro. La vio a ella en este, viviendo una vida juntos, riendo, discutiendo y reconciliándose, alejados del bajo mundo al que él quería pertenecer. Era un futuro que prometía alegría y una larga vida llena de satisfacción, y le sorprendió que fuera capaz de ver todo eso reflejado en los transparentes orbes de una extraña.

Quería sumergirse en ese rastro de felicidad y esperanza por un rato más, como embelesado por una belleza que era incapaz de dar explicación porque toda esa situación estaba fuera de ese universo, alejado en un sitio donde solo él y ella estaban.

Se preguntó si estaba bien quedarse allí y disfrutar de la simpleza de una memoria que podría ocurrir. Sin embargo, algo más complejo que eso y que surgía desde lo más profundo de su alma, allá donde la luz no alcanzaba, le recordó por lo que luchaba, lo que quería reformar y cómo debía ser el mundo.

Apartó los ojos y suspiró levemente, cuestionándose qué rayos había pasado mientras ella sonreía al notar la licencia en su mano.

No quería inmiscuirla en todo lo que tenía planeado, además de que se transformaría en su debilidad si intentaba incluirla en todo eso. Sumándole que nadie querría seguir a un villano cuando podía vivir sana y salva en la cotidianidad de la sociedad.

Sin quererlo o siquiera estar consciente, decidió protegerla de esa forma y, en silencio, deseó que ella fuera tan feliz como en esa visión.

—Me alegra que hayas encontrado tu licencia —dijo mientras lo guiaba a la salida.

—Sí. —Asintió y agregó en un tono más sutil, tal vez un poco más pasivo de lo que pretendía—. Por cierto, el café estuvo delicioso.

—¿Eso significa que regresarás?

—No. —Chisaki agitó la cabeza y ella parpadeó confundida.

—Es una lástima...

—Sí, pero tengo asuntos que atender y dudo tener tiempo libre. Sin embargo, creo que el concepto del café está bien, podrás ayudar a muchas personas.

—Pero tú no tienes misofobia, ¿o sí?

—No lo sé, realmente no me lo han diagnosticado. —Se encogió de hombros y pasó el peso de una pierna a la otra cuando se pararon frente a la puerta—. Solo sé que prefiero no tener demasiado contacto con otras personas y objetos.

—Entiendo. —Sonrió como para reconfortarlo—. Muchas gracias por tus palabras, me alegra mucho que te haya gustado y es bueno saber que todo este plan parece beneficioso.

(T/N) hizo una reverencia y se sorprendió al sentir la mano de Kai sobre su cabeza, acariciando su cabello con algo que sintió como cariño. Sonrió en silencio, entendiendo el mensaje encriptado tras ese gesto.

—Adiós, (T/N).

—Adiós, Kai. —Abrió la puerta para que se marchara, conteniendo una emoción que deseaba explotar y no sabía cuál era—. Cuídate mucho, ¿de acuerdo?

—Sé feliz.

La silueta de Chisaki alzó la mano a modo de despedida mientras ella lo veía desaparecer entre las luces que adornaban las calles nocturnas de Tokio. Cada vez se alejaba más y más mientras ella lo añoraba y, extrañamente, lo olvidaba de a poco.

:-:

Varios años después...

Toda Japón, y probablemente gran parte del mundo, estaba paralizada ante las noticias de última hora: Un grupo de héroes había logrado hallar la guarida de 'Los ochos preceptos de la muerte' y, no solo eso, habían decidido emboscarlos y acabar con la organización.

(T/N) se detuvo a medio camino de ir a su consultorio, con la taza de café contra sus labios mientras sus cansados ojos —por estar de guardia en el hospital— se enfocaban en la repetición de la noticia de hacía unas horas. Agradecía que su hospital estuviera lejos del sitio de los acontecimientos porque el montón de héroes heridos no era natural, y el peor trato se lo habían llevado los practicantes de primer año y un par de estudiantes de tercero de U.A. (T/N) supuso que habían llegado tan lejos por la adrenalina que implicaba tener un enfrentamiento y, una vez más, criticó las enseñanzas de las escuelas de héroes.

Sin embargo, lo que llamó más su atención, fue la salida de los villanos. Notó que todos sus compañeros de trabajo y hasta algunos pacientes celebraban con sonrisas de alivio el apresamiento de los mafiosos. Aun así, (T/N) no podía despegar la mirada de la pantalla, fijándose en una figura ataviada de negro que era retenida por un puñado de héroes.

No sabía por qué, pero el renombrado Overhaul se le hacía ridículamente familiar, tanto que tuvo que aguzar la mirada para fijarse en sus facciones. Fue cuando sus penetrantes irises ambarinos se clavaron en la cámara, sobresaltándola un poco, que pudo percatarse que lo había conocido en un pasado distante y bajo circunstancias que no recordaba.

«Después de una rueda de conferencia por parte de los principales héroes involucrados en el incidente, pudimos obtener el nombre civil del ya neutralizado villano Overhaul, quien se especula ha estado tratando con la Liga de Villanos, este es Chisa...»

La televisión se apagó seguido de un largo suspiro.

—Vaya, todos estos crímenes son deprimentes... —comentó un colega, frotándose los ojos—. Oye, (T/N), ¿estás bien?

—¿Eh? —(T/N) parpadeó, sintió unas cuantas lágrimas deslizarse por sus mejillas—. Oh, rayos, debe ser que se me irritaron los ojos... Estoy bien.

(T/N) le sonrió y arrastró los pies al consultorio, preguntándose por qué, de repente, sentía como si hubiera perdido algo importante para siempre.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Como prometí, aquí está mi personaje sorpresa. He leído muy poco de él, así que desde hace un tiempo me propuse escribirle algo, y creo que salió decente; me gustó.

Después de leer el manga, tengo la ligera impresión de que Overhaul va a lograr escapar, pero esto lo tenía escrito desde antes...

Más tarde, publicaré otro one-shot, así que espérenlo con ansias y ojalá les haya gustado este :D

¡Plus ultra! >.<

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