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Miedo - Aizawa Shota

Advertencia: Spoilers del manga.

:-:

El olor de los hospitales no le gustaba, no llegaba al punto de ser nauseabundo, pero sí de ponerle los vellos de punta. Los antisépticos, el cloro, la sangre, los medicamentos y la energía aplastante de las personas... Todo se juntaba en un solo sitio para atormentarla. Y esa era la segunda vez, en menos de un año, que debía estar allí.

La primera vez fue a finales de abril cuando las flores de cerezo estaban por marchitarse; jamás creyó sentir tanto miedo en toda su vida. Le aterraba la idea de perderlo, que la trivial despedida de la mañana fuera la última, que no pudiera volver a decirle que lo amaba, ni ser capaz de ver sus eventuales sonrisas, o siquiera despertar a su lado. Sin embargo, cuando pudo aplacar sus temores, se mantuvo firme junto a él.

Pero en marzo del siguiente año, luego de que explicara a breves rasgos su nueva —y peligrosa— misión, le rogó que se quedara con ella, a pesar de conocer la extensión de sus responsabilidades. Confiaba en él ciegamente, pero le preocupaba todos los villanos que pudieran lastimarlo. Así que cuando vio el desastre que dejó la operación en la que había participado y le llegaron un par de cortos de la cruenta batalla, el corazón le flaqueó tanto que casi se desmayó. La idea de perderlo, la ínfima posibilidad, la perseguía en sueños, por lo que había optado por no dormir y solo tomar siestas eventuales para no perder la cordura.

A pesar de la imperante necesidad de ir a verlo, algo la detenía de hacerlo. No sabía si era el miedo por no poder reaccionar acorde a lo que él esperaba, o por experimentar una vez más la posible realidad de que, en un suspiro, él pudiera desaparecer. Aun así, se dirigió al hospital en cuanto le llegó una llamada de Shinsou diciéndole que Aizawa ya estaba recibiendo visitas.

En U.A. tenía muy pocos contactos porque Aizawa se empeñaba en mantener su vida privada, y ella lo respetaba porque confiaba plenamente en él. Así que, cuando Hizashi no la llamó, tan solo pudo esperar a que el joven pupilo lo hiciera. Se preguntó si era esa falta de ataduras lo que llenaba de zozobra su pecho.

Con el bolso colgado del hombro, esperó a que la recepcionista ingresara sus datos de visitante, haciéndole cientos de preguntas de su relación con el paciente. No fue hasta que Yaoyorozu, atando cabos a una velocidad impresionante, llegó a su rescate.

—Es una gran amiga de Aizawa-sensei —abogó Momo con una sonrisa persuasiva.

Yaoyorozu no estaba segura de su relación con Aizawa, pero debía ser algo especial si fue a visitarlo luego de los eventos de USJ, y luego de que los vio, en más de una ocasión, paseando por U.A. codo contra codo, sumergidos en una amena conversación que era capaz de suavizar la expresión monótona de su profesor. Con sus demás compañeros teorizaron que era su novia, pero la idea de imaginarse a Aizawa siendo cariñoso con alguien les dio repelús, y más cuando Mineta insinuó cosas que no debía. Se decantaron por cerrar el asunto, aunque, de algún modo, todos le tomaron un poco de estima a la enigmática mujer.

—Gracias —susurró, nerviosa.

—No hay de qué —negó Momo cordialmente—. Para próximas visitas ya no debería tener problemas.

—Espero que no. —Le sonrió levemente.

—¡Aizawa-sensei se alegrará de verla! —aseguró, sus oscuros ojos refulgiendo—. Si me disculpa, voy a ir a ver a un amigo.

—En serio gracias, Yaoyorozu.

La aludida alzó las cejas y se despidió hasta desaparecer en una esquina. (T/N) se felicitó por haberse memorizado los nombres de todos los estudiantes después de que Aizawa llevara una foto que se habían tomado por el día de su cumpleaños cuando le organizaron una fiesta sorpresa.

Siguió las indicaciones que le había dado la recepcionista y se aupó en el ascensor, recordando lo nerviosa que estaba. Se tuvo que pegar a la pared cuando dos personas en sillas de ruedas entraron con su respectivo auxiliar. Cuando llegó al octavo piso, casi lo perdió por las ansias que le devoraban el alma. Aún no tenía idea de qué podía decirle a Aizawa que no fuera nada más que reproches.

Se bajó y fue hasta la habitación. Se detuvo frente a la puerta corrediza de madera, calmándose bajo el fragor de las manzanas verdes que soltaba un aspersor de olor cada tantos minutos. Cuando notó que llevaba más de cinco minutos apostada al frente, la puerta se abrió y ahogó un grito.

El héroe y ella se miraron, y él cerró la puerta con delicadeza, dirigiéndole una sonrisa bonachona.

—(T/N), es bueno verte —contrario a su usual algarabía, moduló la voz hasta convertirla en un reconfortante susurro.

—Hizashi... —dijo, bajando la mirada.

Present Mic evaluó su postura encogida y tan solo le colocó una mano en el hombro.

—Aizawa está preocupado por ti —dijo—. Cree que estás molesta con él.

—Eso sería muy egoísta de mi parte...

—Pues yo te doy la razón de que lo estés —refutó, sonriéndole cuando ella alzó la mirada—. No puedes ser tan permisiva porque él seguirá actuando impulsivamente. Somos héroes, pero eso no significa que no debamos ponernos límites. Tú eres su límite.

—Yo no... —suspiró—. No podría ponerlo a escoger entre su trabajo y yo.

—No es eso. —Meneó la cabeza—. Solo debes asegurarle que siempre estarás esperándolo. Si sabe que hay alguien que lo quiere más allá de sus deberes, tendrá más cuidado.

Ella se mordió los labios, sintiéndose débil por querer llorar de nuevo. Hizashi palmeó su cabeza con afecto y solo curvó los labios. No se había percatado, pero él también estaba herido física y emocionalmente. Estar a punto de perder a otro amigo parecía tenerlo al borde del desespero, así que se obligó a devolverle el gesto para calmarlo.

—Gracias.

—No te preocupes. Ahora, ve con él y dale un fuerte halón de orejas... Mira que arriesgar la vida así... —suspiró y agitó la cabeza—. Regresaré a mi habitación antes de que la enfermera descubra que me fui.

Le guiñó un ojo y se marchó. (T/N) observó la puerta y reunió todo su valor para poder deslizarla, pero se quedó con la mano puesta en la ranura, realizando ejercicios de respiración para calmarse. No fue hasta que un voz ronca la despertó de su ensueño que se animó a entrar.

—En serio, Mic, no necesito que te quedes allí. No voy a desaparecerme ni...

Las palabras se le atoraron en la garganta cuando entró la mujer con la que había soñado esas últimas semanas de recuperación, a la que le había dedicado unos últimos pensamientos cuando Shigaraki Tomura se le lanzó encima para deteriorarle el rostro y arrancarle la vida. El corazón le brincó en el pecho, pero se las arregló para guardar la compostura cuando ella pasó y cerró tras de sí silenciosamente, dándole la espalda.

Quiso llamar su nombre, pero no lo hizo por respeto. Después de todo, aunque nunca se lo reprochaba, sabía que siempre la había puesto en apuros cuando se arrojaba hacia los villanos para proteger a alguien. Solo bajó la mirada, decepcionado por no valorar sus sentimientos.

—Me alegra ver que estás bien, Aizawa.

Aizawa.

El aire se coló por sus dientes, trémulo. Debía estar realmente molesta si lo llamaba por su apellido. Sin embargo, no midió cuando repuso con sorna:

—Ni siquiera me has visto.

—Bueno, solo tienes puesto una vía endovenosa... Ah, y monitoreo de signos vitales. Con eso supongo...

—Quiero que te acerques.

Negó con vehemencia, y a Shota se le encogió el corazón cuando notó sus hombros temblorosos. Odiaba hacerla llorar, descubrió, porque nunca la había visto derramar lágrimas por su causa. Tomó aire de forma copiosa y se volteó, acercándose un paso a la vez.

Clavaba la mirada al suelo, como si en el tosco vinilo blanco pudiera hallar la respuesta a sus más recónditos temores, pero se acercaba cada vez un poco más hasta que Aizawa estuvo seguro de que, si lo quería, podría tocarla.

Cuando por fin sus pupilas se encontraron, derramando cientos de emociones, ella lo evaluó a conciencia y se llevó una mano a los labios para controlarse.

El ojo derecho de Aizawa estaba vendado, pero en los bordes del tejido se podía vislumbrar una cicatriz similar a la que tenía en uno de los brazos. Y al lado de su pierna izquierda la sábana se ahuecaba hasta terminar, lisa, sobre el colchón. Luego estaban los cardenales y los vendajes manchados con sangre aquí y allá. Estaba roto, y se cuestionó cómo su cuerpo tan delgado y flexible había sobrevivido a todo ese infierno. Separó los labios para decir algo, pero él se le adelantó:

—Lo siento.

—No me pidas disculpas... —negó, pasándose la mano por el rostro para enjugarse los ojos anegados—. Yo lo siento por no venir a verte más rápido.

—No te mereces a alguien que te trate como yo lo hago, y entenderé si...

—No sigas —pidió, aterrada ante la idea de alejarse de él—. Estoy feliz de que estés con vida, pero... —Tomó aire para calmarse—. Debió ser doloroso, ¿estás bien?

—Los analgésicos hacen maravillas —arrastró las palabras—. Y sí, dolió. Pensé que no podría volver a verte en un sentido literal y figurado.

—... No deberías bromear con eso.

—Si Shigaraki me hubiera destrozado el rostro —dijo con simpleza, porque esa fue una posibilidad que no ocurrió, aunque ignoraba que los nervios de su pareja estaban a flor de piel y solo alimentaba su ansiedad—, probablemente habría muerto o quedado ciego. Ambas no son una opción.

—¡No hables tan a la ligera! Si te hubiera perdido...

—Hubieras seguido adelante. Eres una mujer fuerte.

—No... —negó—. No lo hagas sonar tan fácil. Te necesito a mi lado y que vayas por ahí creyendo que no te echaré en falta va a terminar matándote. ¡Piensa un poco en mí sin ti, maldita sea! ¡O al menos hazlo por los gatos! ¡Pero deja de arriesgar tu vida!

Aizawa parpadeó, sorprendido. No solía perder la calma así, y tampoco reclamarle uno de los aspectos más importantes de su trabajo. Ambos estaban conscientes de su utilidad en la primera línea de ataque, pero también de la fragilidad de no ser nada más que un hombre muy bueno esquivando y usando el escenario a su favor. La vio despotricar contra el borde de la camilla y pensó que quizás tenía razón, que del mismo modo que él odiaría perderla, ella también. Aunque no bromeaba cuando afirmaba que se recuperaría.

—Mic se haría cargo de los gatos...

—... —Los dientes le castañearon, furibunda—. ¿Y qué? ¿También de mí?

—Sí, hasta donde fuera posible. Es tu amigo también, ¿no?

—A veces eres irritante.

—Los analgésicos me hacen hablar de más, lo siento. Aun así, quiero dejar en claro todo contigo.

—Son analgésicos. ¡Deberías estar hablando de unicornios cagando arcoíris! No de cómo será mi vida si te mueres.

Aizawa dejó escapar una breve carcajada. Ella seguía con el ceño fruncido, pero una sonrisa la traicionó. Shota extendió la mano hasta tirar de la manga de su chaqueta.

—Me tendrás para ti por un largo tiempo.

—Supongo que debes hacer rehabilitación y terminar de curarte, pero eso no me asegura que no te vayan a poner en una silla de ruedas al estilo del Profesor X y arrojarte al campo de batalla para que tengan una oportunidad contra el bastardo de Shigaraki.

—Hacía mucho tiempo no te escuchaba decir tantas groserías —habló, impresionado, pero recobró su usual sosiego—. No creo que, con las cosas como están, a las personas les haga gracia lo de la silla de ruedas... Aunque no prometo que será mucho tiempo. Pueden hacerme una prótesis partiendo de un modelo de accesorio para héroe, pero necesitaré acostumbrarme a mi campo de visión reducido.

—Ya mejor apúntate para ser el siguiente maldito Hombre Nuclear...

—Solo te anticipo mis planes. Todavía tengo que cuidar de...

—De tus retoños, sí.

Aizawa puso el ojo en blanco, pero asintió.

—Tienen mucho que aprender aún. Y, sí, por los momentos, soy el único que puede darles una abertura a los héroes frente a Shigaraki, así que es probable que mi jubilación no esté próxima.

—Estás pensando todo eso en vez de concentrarte en sanarte.

—(T/N)... —llamó para que lo volviera a mirar, porque desde hacía un buen rato jugaba con el encaje de la sábana—. También estaba pensando en que podríamos casarnos.

Ella parpadeó y sus labios se separaron, presa de la incredulidad. Sin embargo, tal y como había previsto él, su entrecejo se pronunció.

—¡Vas a detener el estúpido calentamiento global con esa falta de romanticismo! ¡Eres un idiota, Aizawa Shota! Casarnos... Hay cosas más...

—¿Más importantes? ¿Como el mundo cayéndose a pedazos después de que perdieran su confianza en el supuesto héroe número uno? Si nos casamos, constarás en mi acta familiar y te darán una pensión si llegara a morir. Al menos, estaría seguro de que no te hará falta nada. Esa es mi prioridad por el momento.

—Puedo mantenerme por mí misma, por si no lo recuerdas —siseó—. Por una vez, ¿podrías dejar de sonar tan calculador?

Aizawa desvió la mirada y suspiró.

—¿Qué quieres que te diga? ¿Que temía que me odiaras? ¿Que cada noche pensé que regresaría a casa para no encontrar ni siquiera tu perfume impregnado en los muebles? ¿Que para colmo te llevarías a los gatos? ¿Que me sentía miserable ante la muerte al saber que nunca pude hacerte feliz? —Ella lo observó, estupefacta, y Aizawa volteó más la cara, enfurruñado—. Eso me haría sentir aún más patético...

—Pero ahora sé cómo te sientes y puedo entender tu falta de tacto al pedirme matrimonio como un idiota. Aunque mi respuesta sigue siendo no.

—No es como si hubiera imaginado que querrías.

—Sí quiero —dijo, sentándose en la silla por fin, viendo los dedos de Aizawa juguetear con su manga, tocando eventualmente su piel—, pero no quiero que te sientas obligado a hacerlo.

—Lo hago porque... —Volvió a enfurruñarse y ella sonrió—. Es porque te amo que me preocupo de esta manera. En el peor de los escenarios, serás capaz de mantenerte económicamente, y no puedes olvidar que solo confío en ti para cuidar a Eri.

—... —suspiró, sin querer repetirle que no necesitaba esa clase de apoyo, pero si él estaba obcecado en la idea, no podía hacer nada—. Eres un hombre egoísta... Me vas a dejar con tres bendiciones.

Aizawa volvió a reírse y se estremeció cuando ella por fin tomó su mano para entrelazar sus dedos, flexionándolos como para cerciorarse de que era real.

—Lo siento —repitió—. Pero en el calor de la batalla, solo no quería que nadie más muriera por mi culpa.

—... Entiendo. Me molesta y me asusta, pero siempre te he admirado por ello. Además, conociéndote, no debes estar ni una pizca de arrepentido.

—Lo estoy. Pude haber hecho muchas cosas que no hice, que me hacen cuestionar si realmente las decisiones que tomé fueron las mejores... Pero no me arrepiento de cómo actué en ese momento y, si tuviera que volver a hacerlo, lo haría.

Aizawa se giró para verla, de nuevo conteniendo las lágrimas mientras asentía resignada.

—Solo puedo hacerte una promesa. —Extendió el otro brazo para acunar su mejilla—: Regresaré a ti. Siempre.

A Aizawa se le escapó el aire de los pulmones cuando ella estrelló la cabeza contra su pecho. Ahogaba sus sollozos entre la frazada, así que solo tenía espasmos repentinos bajo su mano consoladora. Echó la cabeza para atrás y maldijo el nudo atenazando su garganta. Por primera vez desde el incidente, permitió que el horror de las memorias se apoderara de él. Siempre actuaba con raciocinio, pero sería estúpido decir que no soñaba con Nomus y todas las personas que amaba convirtiéndose en polvo estelar a manos de Shigaraki. Y solo a ella podía dejarla ver su lado más débil, porque compartían el mismo temor.

—Shota —dijo, viéndole las mejillas enrojecidas mientras se sorbía la nariz—. Más nunca vuelvas a despedirte como lo hiciste la última vez... Ni siquiera te vi salir.

—De acuerdo —dijo, sin querer admitir que, si hubiera regresado para despedirse con un beso, probablemente no hubiera tenido el valor de dejarla para ofrecer su vida a la sociedad—. Me alegra que ya me llames por mi nombre.

—Sabes que no puedo estar mucho tiempo molesta contigo...

—Pero sí resentida.

—Son dos cosas muy distintas.

—Pensaré una mejor forma de pedirte que te cases conmigo.

Ella sonrió y apenas rozó sus labios contra los de él.

Aizawa descubrió que la idea de pasar todo lo que le restara de vida con ella no parecía tan risible como en antaño. A su lado, sabía que su corazón estaría a buen resguardo.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Me hacía falta escribir algo dramático, es lo que me pasa cuando leo a Murakami xD Pero, hablando un poco más en serio, considerando que Eri ya controla su kosei, creo que la pérdida de la pierna y el ojo de Aizawa podría no tener la repercusión que debería... A menos que Hori le ponga una condición al kosei de Eri porque, para ser sincera, va a estar rotísima al nivel de Alluka de Hunter x Hunter jaja

Espero que les haya gustado~

Espero empezar con el especial de Navidad para el 20 o 21 de diciembre, todo depende de mis clases. Solo adelantaré que, como en años anteriores, procuraré subir un capítulo diario ^^

¡Tengan un gran día!

¡Plus Ultra! >.<

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