Mañana de Navidad - Mirio
Ir a trabajar en navidad debía ser horrible. Agradecía que aún le quedaba un año para entrar al mundo adulto y verse inmiscuida entre obligaciones y responsabilidades.
Sin embargo, allí estaba, esperando en el hall anexo al escritorio de información del hospital. Mirio debía hacerse un chequeo médico; nadie quería que terminará con complicaciones a largo plazo, así que era preferible el constante monitoreo y el descarte de posibles patologías.
El muchacho salió bromeando con varias enfermeras, como era natural para su jolgoriosa personalidad, sonrió cálidamente al percatarse de que su novia había llegado al punto de encuentro para su cita de Navidad. Un hospital no era lo más romántico, pero sí lo más factible para ambos.
—Buenos días. —La saludó con un beso en la frente—. Hoy te ves...
—Togata. —La voz monótona hizo que respingara y girará a ver a su nuevo interlocutor.
—Aizawa-sensei —reconoció con un ligero asentimiento de la cabeza, ayudando a la chica a ponerse de pie.
El adulto observó taciturno a la pareja, esperando el momento adecuado para no sentirse más tercera rueda de lo que ya. Su mano era estrujada por una más pequeña mientras ocultaba la cabeza entre sus piernas
—¡Oh! ¡¿Que tenemos aquí?! —Mirio se acuclilló enérgicamente y se armó con su mejor sonrisa—. Eri-chan, feliz navidad.
—Hola... —dijo con la voz en un hilillo, apenas asomándose tras la zaga de su tutor.
—¡Ah! Ella es mi novia. Es (T/N).
—Mucho gusto. —Sacó la mano unos centímetros cuando Aizawa palmeó su cabeza, y la estrechó con la fémina, quién forzó una sonrisa en el gesto.
Aizawa y Mirio notaron el amague de rechazo de la joven hacia Eri, pero prefirieron no decir nada, entendiendo por qué podría ser. Shota suspiró y se acomodó el cabello entre la bufanda que llevaba.
—Iba a dejarla aquí; aunque la doctora Katagiri me dijo que esto no es una guardería... Tengo trabajo. —Aizawa mandó la indirecta de la forma más sutil que podía, porque sabía que podía dejar a Eri con sus gatos, pero no era su movimiento más responsable.
—Yo puedo cuidarla por el día. Será un placer. —Realizó una reverencia sobreactuada que sacó una leve sonrisa a la más pequeña.
—... —Su novia se cruzó de brazos, mordiendo el interior de sus mejillas con sentimientos contradictorios—. Es... Es Navidad, supongo que habrá muchas actividades divertidas. Podríamos hacer un muñeco de nieve, aprovechando que nevó toda la noche.
—¡Esa es la actitud! —exclamó Mirio, alzando a Eri para colocarla en sus hombros—. Déjenoslo a nosotros, Aizawa-sensei.
—Te llamo en la noche en cuanto termine de patrullar. Por favor cuídala y, cualquier cosa, avísame.
Togata realizó un saludo militar que consiguió una sonrisa por parte de su novia y un suspiro de Shota. Se despidieron a la salida del hospital. Eri se aferraba al cabello dorado de Mirio, lanzándole miradas a la otra fémina del grupo; si se detenía a pensarlo, no había hablado mucho con chicas, y no parecía ser mala persona, no cuando Mirio la observaba con cariño y le ofrecía la mano para caminar juntos.
—El zoológico suena bien. —Togata apretó su pierna para llamar su atención—. ¿Quieres ir a Ueno? Podemos ver pingüinos.
—B-bueno...
La joven curvó los labios. No podía odiarla. Era cierto que, por su rescate, Mirio había perdido todo cuanto soñaba; pero la niña lucía tan perdida y maravillada por el mundo que los rodeaba que empezaba a querer enseñarle su belleza para olvidar el oscuro pasado que ni siquiera Mirio tuvo el valor de contarle cuando habló con él luego de todo el incidente con los Ocho Preceptos de la Muerte.
Abordaron el Shinkansen. Todo el viaje Eri estuvo mirando por la ventana hasta que sintió ganas de vomitar por el paisaje que transcurría a una velocidad de vértigo. (T/N) sabía que Mirio podía entender perfectamente lo que pasaba por su mente, pero no decía nada, solo la observaba de forma analítica.
Aplaudió para llamar la atención de las dos chicas y sonrió con optimismo.
—¡Llegamos! ¿Qué quieren ir a ver?
—Estamos en el Jardín Este —empezó la muchacha, recibiendo un mapa de un guía turístico que iba de paso—. Podemos ir a ver los pandas rojos. Me encantan.
—¿Pandas rojos? —susurró Eri, imaginándose un panda gigante, pero con pelaje rojo.
Mirio rio y capturó la mano de su novia, quien servía de guía, y la de Eri.
—Ya los verás, Eri. Son muy, muy lindos. —Le sonrió a la chica a su lado, alzando las cejas de forma graciosa.
Recorrieron todo el zoológico, agradeciendo haber ido con ropa cómoda. Comieron helados y almorzaron okonomiyaki. Fueron al jardín oeste para ver a los pingüinos y pasarse por el zoológico para niños. No había demasiada gente, aun así, Eri se mantenía pegada a cualquiera de los dos, tomando en más de una ocasión la mano de la chica ante una estampida repentina de personas.
Por fin pudieron tomar un descanso al ocaso cuando Eri se enamoró de las ovejas saltando de un lado a otro entre los restos de nieve que quedaban tras el caluroso día. Mirio dejó caer la cabeza sobre el hombro de su novia, inspeccionando qué era lo que releía en el mapa del zoológico.
—Parece como si estuvieras pendiente de todo —dijo de forma socarrona, cerrando la guía con un suspiro.
—Un buen héroe siempre debe estar atento a sus alrededores —recitó con orgullo—. Además, odiaría que Eri pasara por otra mala experiencia, tiene la mala costumbre de no decir lo que le molesta.
—Parece una buena niña. —Apretó su mano—. Es... Valió la pena.
—Sí. —Togata bajó la mirada y suspiró vaho—. Van a encontrar una manera, no te preocupes.
—Tú no lo hagas —replicó, separándose de él y tomando sus mejillas—. Mientras no te arrepientas de ninguna de tus acciones, todo estará bien. Cambiar la vida de una persona, de esa pequeña niña, es mucho más de lo que cualquiera podría lograr.
—Lo sé. —Se inclinó a su tacto y sonrió lánguido—. Aún no se borran las marcas de las agujas en sus brazos...
—Lo harán —aseguró—. Y también se borrarán las cicatrices de su corazón. Deja de martirizarte, Mirio. Recuerda que, para mí, tú siempre serás mi héroe número uno. —Él sonrió, siempre agradeciendo su apoyo—. Con decirte que empieza a hacerme falta verte sin ropa repentinamente...
Togata parpadeó varias veces y se carcajeó con las mejillas teñidas de rosado, llamando la atención de varias personas por cómo se contorsionaba.
—Quizás como regalo de Navidad te complazca en eso, si quieres —dijo de forma coqueta, procurando controlar la diversión en su voz.
—Te tomo la palabra. —Lo besó brevemente para ponerse en pie de forma enérgica—. ¡Eri, vamos a jugar con los conejos!
Mirio observó la figura de su novia inclinarse hacia Eri, a la par que a la niña le brillaban los ojos ante la idea de hablar con una chica. (T/N) podía decir lo que quisiera, pero, para él, ella era su salvación y la persona que más amaba.
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Voy a ir a celebrar que es la primera vez que escribo sobre Mirio. En serio, Eri me parece tan dulce que dan ganas de protegerla de todo el mal allá afuera.
¡Debo cagmagme! Ok no, siempre me ha costado escribir cosas breves, así que es un logro que estos pequeños OS estén quedando cortos xD
Para mañana les traeré a mi querido Ojiro. Hasta eso, duerman mucho, hagan sus deberes y coman bien ^^
¡Plus Ultra! >.<
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