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Mañana de Navidad - Aizawa

Se limpió el cabello al verse reflejada en el cristal de una ventana. La nieve se había acumulado en sus hebras desordenadas sin darle abasto a sus intentos de lucir decente frente al héroe de los suburbios. Quizás una cita para el día de Navidad no había sido su idea más brillante cuando estaban empezando a cerrar las líneas del tren por la nevada.

—Voy en camino —respondió el celular en cuanto vio a su remitente.

—Ah, precisamente iba a hablarte de eso. No tienes que venir. Podría ser peligroso con este clima.

—Estoy llegando a la tienda de conveniencia. Creo que es preferible llegar a tu casa a tener que regresarme a la mía.

—¿La tienda de conveniencia? —Aizawa soltó lo más parecido a una maldición mascullada a la par que se escuchaba algo rompiéndose en el fondo—. Entiendo. ¿Puedes comprar comida para gato? Creo que con un kilo o dos bastaría.

—¿Bastaría? Pero, Shota, si eso alcanza para dos... Me cortó... —musitó, viendo el fondo de pantalla siendo empañado por el vaho que se escapaba de sus labios con cada exhalación.

Suponía que solo le quedaba comprar el alimento e irse a refugiar en la calidez del kotatsu que le había obligado a adquirir en una promoción engañosa.

A medida que subía las escaleras rumbo al departamento del héroe, los maullidos fueron aumentando en intensidad. Apretó el paso y giró el picaporte.

El escenario no tenía igual, estaba tan anonadada que la bolsa con comida se le resbaló de las manos, asustando a un gato amarillo que corrió a esconderse bajo la zapatera. Aizawa se quedó a medio camino rumbo a la habitación, su cabeza esta coronada por un minino marrón, otros dos en sus hombros y tres entre sus brazos. El resto de la habitación tenía suficientes gatos como para exagerar y decir que no se veía el parqué del suelo.

—¿Qué... demonios?

—Hola —saludó simplemente, regresando a su usual postura aletargada—. Gracias por traer la comida. ¿Cuánto te debo?

—¿Una explicación? —Alzó la ceja, cerrando la puerta y colocando los zapatos junto a los de él—. Parece un refugio de felinos. No me quejo, pero creo que no tienes tiempo para hacerte cargo de ellos.

—Vi el reporte meteorológico y no podía simplemente dejarlos a su suerte con temperaturas bajo cero. De camino a casa recogí a cuantos pude. Mic se encargó de llevarse a los perros.

—A cuantos pudiste... —susurró, contando dieciocho gatos en total—. Eso explica las cantidades de comida. Pero ¿tienes planeado devolverlos luego de que el clima mejore?

—Los dejaré en el albergue —repuso, bajando a los mininos para que fueran a reposar al lado de la calefacción.

Aizawa se ató el cabello con una simple liga, observando cómo su acompañante se recostaba de la pared al no tener donde sentarse. Recibió la bolsa de alimento y se dispuso a servirla en cuantos platos y recipientes tenía. La chica suspiró y fue a llenar platos hondos con agua para empezar a servirlos junto a la comida.

Por muy taciturno y ecuánime que Aizawa fuera, tenía un gran corazón. A pesar de no dedicarse a la labor de héroe, se habían conocido en la Agencia ya que ella era operadora; y lo admiraba, tanto como se podía admirar a grandes héroes como All Might o Mirko.

—¿Qué piensas? —Él la miró unos segundos, analizándola, antes de continuar su empresa.

—Solo que eres demasiado genial.

Shota no dijo nada, solo se encogió de hombros y tocó su frente con el índice, viendo cómo los gatos se amontonaban para comer.

—No lo soy. Permití que villanos lastimaran a mis estudiantes. Dos veces.

—Eso no fue tu culpa —susurró, siguiendo con la mirada cómo él dejaba la bolsa sobre la encimera. Le encantaba ver su espalda esbelta y fornida, porque él tenía un encanto que se le escapaba a su léxico para describirlo—. Hiciste lo que pudiste.

—Eso sonó al utilitarismo. —Alzó las cejas—. El "bien" mayor con bajas no es "bien" en absoluto.

—... —La chica suspiró y se cruzó de brazos—. Lo que quise decir es que supiste manejarlo bien. Tu fe en ellos los salvó. No serás el Símbolo de Paz, pero haces bastante bien tu trabajo como profesor, eres alguien confiable.

—¿Confiable? —repitió con sorna—. No me quedo dormido con los ojos abiertos porque hay alguna fuerza superior a mí que lo impide.

—No seas exagerado. —Rio, acortando la distancia entre ambos—. Te interesa, por eso siempre estás atento. Es decir, hasta te saliste de tu camino para salvar a estos gatos. Eres un héroe genial, quieras creerlo o no.

Aizawa murmuró algo y dejó caer la frente sobre su hombro con un ligero golpe que la sorprendió. Suspiró como solía hacerlo, casi como si la vida entera se le fuera en ello.

—Eres tan testaruda... Me cansas emocionalmente. Oh, espera, es cierto que no tengo emociones.

Rio enternecida por el estado quejumbroso de Shota. Lo abrazó por la cintura, dejando que se recargara del cuerpo de ella unos segundos.

—Vamos a la cama.

Cualquiera pensaría que la estaba invitando a hacer algo más, pero lo conocía demasiado bien como para saber que lo único que hacía en sus días libres era dormir. Asidos de la mano, entraron a la habitación. Aizawa miró la cama con cinco gatos echados a sus anchas, proclamándose reyes del lugar. Jugaba con los dedos de la joven de forma distraída, sopesando sus opciones. Finalmente, se abrió paso de forma delicada entre los flexibles cuerpos.

Consiguió que ambos pudieran acostarse. No le molestó cuando ella encendió el televisor y apoyó la cabeza de su coronilla. Simplemente cerró los ojos, arrullándose con los latidos rítmicos de su corazón y abrigándose entre su calidez. No lo decía con frecuencia porque era de más actuar que hablar, pero, cuando todo estaba en silencio, sintiéndose acompañado por ella de esa forma tan incondicional, sus labios eran capaces de reconfortarla con las más dulces palabras.

—(T/N). —Besó su clavícula, sonriendo al sentirla estremecer contra su cuerpo—. Te amo.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: ¡Espero estén teniendo unas excelentes fiestas! Disfruten mucho, descansen y no dejen sus deberes para última hora.

Nos leemos mañana con el siguiente especial.

¡Feliz Navidad!

Y...

¡Plus Ultra! >.<

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