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Inesperado - Bakugou Katsuki

Cuando Katsuki la invitó a su casa para que estudiaran, no creyó que su mala suerte le fuera a pasar factura de la forma más engorrosa posible.

Llevaban poco más de medio año como pareja, y (T/N) se fascinaba al descubrir tantas facetas de Bakugou. Por un lado, era malhumorado y con una paciencia tan diminuta como una hormiga, era un perfeccionista nato y estaba obsesionado con la limpieza, pero al mismo tiempo era detallista y meticuloso, sabiendo leer el ambiente y opinar dependiendo de eso. Su empatía dejaba mucho que desear, pero estaba consciente de sus alrededores y de que sus emociones movían a las personas.

A pesar de no parecerlo, Katsuki era un buen novio. Discutían en ocasiones, pero luego alguno de los dos terminaba cediendo después de enfriar las cabezas. Y era ese pequeño gesto lo que le aseguraba que se querían y estaban trabajando en su relación adecuadamente.

Por lo tanto, era natural para ellos reunirse a estudiar juntos. Bakugou siempre decía que era para ayudarla, pero era mutuo y ella no quería llevarle la contraria para no herir su orgullo, era suficiente con Midoriya haciéndolo solo por respirar. Así que estaban sentados alrededor de la mesa baja que Bakugou había traído de la sala con las hojas y los lápices desparramados. Un ejercicio de geometría se había quedado a la mitad y un lápiz había rodado hasta caer y ocultarse debajo de la cama.

Desde hacía unos minutos, habían ocupado sus mano en acariciar el cuerpo ajeno, compartiendo besos breves y besos apasionados, imbuidos con la vehemencia propia de ambos. Sus pieles vibraban y se acoplaban, mientras Katsuki se abría paso por debajo de su blusa, tanteando la piel de su abdomen y ajustando el agarre en sus caderas. Ella repartía besos alrededor de la línea de su mandíbula mientras acariciaba su nuca, bajó hasta su cuello, sintiendo cómo cimbraba bajo sus labios por la respiración agitada.

Katsuki, con manos ágiles, empezó a desabotonar su blusa sintiéndose deshacer entre los cálidos besos y las sutiles caricias. Si él era la vehemencia de esa relación, ella se encargaba de teñirla de ternura, y cuando esos papeles se invertían, Katsuki se hallaba cuestionándose hasta qué punto había permitido que ella entrara en su corazón, pero no se arrepentía.

Bakugou estiró la mano hacia la mesa de noche, abriendo un cajón y tanteando el fondo mientras ella dejaba escapar una carcajada mezclada con un quejido cuando él la atajó por la cintura para tenderla en el suelo. Cuando iban a volver a besarse, a tan solo unos milímetros de la boca contraria, se escucharon las campanas de viento de la puerta principal.

Se quedaron petrificados, aguzando los oídos.

—Son mis papás —explicó Katsuki, separándose lentamente, para luego inclinarse y depositar un fuerte beso sobre sus labios.

—¿Tus papás? —preguntó a pesar de que lo había escuchado bien, pero su mente empezaba a saltar con un sinnúmero de cavilaciones.

—Sí. Sé que te dije que no estarían, pero...

—No, no es eso. —Se abotonó la ropa de forma distraída—. No me molesta que, bueno, ya sabes, nos hayan interrumpido y todo eso... Es que son tus padres.

—Creo que no estamos llegando al punto —bufó, lanzándole un pequeño espejo de mano, que tenía sobre el escritorio, para que intentara arreglarse el cabello—. Voy al baño.

Ella curvó una ceja, pero entendió de inmediato. Esgrimió una sonrisa entre maliciosa y orgullosa.

—Piensa en mí. —Le guiñó, y él puso los ojos en blanco, un ligero sonrojo apoderándose de sus mejillas.

Por mucho que se sintiera orgullosa de sacar a flote rasgos de la personalidad de Bakugou que nadie más conocía, en ese momento no podía parar de pensar en el hecho de que los padres de su novio estaban abajo. No se sentía preparada para hablar con ellos y enfrentar el usual interrogatorio detectivesco al que se vería sometida. Sin embargo, no podía huir por la ventana ni ocultarse en el armario, debía enfrentarse a la situación, aunque sentía las piernas temblarle y el corazón desbocado.

Cuando Katsuki salió del baño, notó la mirada pensativa de su novia, ignorándolo por completo. Curvó una ceja y, cuando estuvo cerca de ella, acarició su cabeza, haciéndola reaccionar con un respingo. Ella alzó la mirada y le sonrió, y Bakugou sintió como su estómago revoloteaba cálidamente.

—Vamos a saludarlos. —Indicó la puerta con el pulgar.

—La verdad es que... —Ella se puso en pie, dubitativa—. Bueno, ¿me da un poco de pena conocerlos así de repente?

—¿Por qué? No es como si fueran a hacerte algo.

—Bueno, puede que terminen odiándome y te prohíban verte, y tengamos un romance como el de Romeo y Julieta y...

—Y que muramos al final de la forma más estúpida posible. No, gracias —bufó, abriendo la puerta—. Además, no te van a odiar. No hay forma en que lo hagan. —Lo último lo musitó en voz tan baja, que ella no lo escuchó.

Lo siguió en silencio, escuchando cómo sus padres iban de un lado a otro en la cocina. Katsuki apenas le dedicó una mirada antes de hacer acto de presencia.

—¿No me dijeron que llegarían más tarde? —dijo, apresurándose a ayudarlos a guardar las compras en los gabinetes.

—Hola a ti también, Katsuki —repuso Mitsuki con sarcasmo—. Es nuestra casa, podemos llegar cuando nos... Oh... —Miró a la chica que había emergido detrás de su hijo, parada en la mitad de la sala con una expresión incómoda.

—Es mi novia —esclareció Katsuki mientras que la chica se atoraba con su propia saliva.

—¡Mucho gusto! —se adelantó Masaru a saludarla, intentando amainar el ambiente hostil entre madre e hijo—. ¿Y cómo te llamas? No te quedes ahí, puedes acercarte más. No sabía que Katsuki tuviera una novia... Y menos que la traería hoy mientras no estábamos.

—No sabía que tenía que pedir permiso para hacerlo —repuso el más joven, mordaz—. Aunque sí te dije que vendría un compañero a estudiar, que sea mi novia no es lo más importante.

—Tenemos que hacer un proyecto para la clase de inglés —atajó ella, lanzándole una mirada de advertencia a Katsuki por su innecesaria agresividad—. Lamento haber venido sin haberme anunciado. Soy (T/N).

—No te preocupes —le sonrió Mitsuki—, Masaru solo está molestando a Katsuki. Este niño no nos dice nada.

Katsuki resopló algo por lo bajo. Al parecer, ya empezaba a entender de dónde había sacado el mal temperamento. Aun así, admiró cómo los tres tenían una perfecta sincronía en la cocina y, antes de darse cuenta, ya tenían todo arreglado.

—Compré algunos pastelillos de camino —anunció Mitsuki con expresión conflictuada—. Pero no sabía que estarías aquí...

—Puedes picar cada uno en cuatro —opinó Masaru.

—Ah, no se preocupe, señora Bakugou. Estoy bien. Es más, yo debería...

—Ni se te ocurra terminar esa oración. Aún nos falta empezar a hacer el proyecto después de que me pidieras ayuda con geometría —espetó Bakugou, sacando un cuchillo de una base de madera, viéndose innecesariamente amenazador—. Y no voy a dejar que hagan un picadillo innecesario. Voy a compartir mi porción con (T/N).

Los dos adultos miraron cómo su hijo, con el ceño fruncido, cortaba lo más milimétricamente posible y exacto el trozo de pastel de fresas. Sin esperar, Masaru puso a hacer café mientras Mitsuki sonreía satisfecha por el pequeño gesto de amabilidad indiferente de Katsuki.

Casi como si estuviera orgulloso, Katsuki le tendió un plato con un trozo a su novia mientras todos hacían una procesión hacia los muebles de la sala. (T/N) agradeció cuando Katsuki le indicó que se sentara a su lado.

—No sabía que te gustaba el pastel de fresas —dijo ella casi a modo de mofa.

—Solo come. Y si no lo quieres, pues yo sí.

—No dije eso. —Hizo un mohín.

Se quedaron en silencio y la chica sintió cómo ambos adultos la miraban, así que dejó a un lado la cucharita para enfrentarse a ellos. No tenía pruebas, pero tampoco dudas de que se acercaba un interrogatorio. Apenas el pensamiento terminó de pasar por su mente, Mitsuki habló:

—¿Cuánto tiempo llevas saliendo con Katsuki?

—Un poco más de ocho meses —dijo, las palabras pesándole en la lengua porque era inadmisible no haber anunciado su noviazgo en todo ese tiempo, pero ninguno lo había hecho porque no lo habían creído necesario.

—Pero Katsuki nunca te había mencionado. Es decir, conocemos a todos sus compañeros de clase —puntualizó Masaru.

—Aunque no lo creas, a Katsuki le encanta hablar de sus amigos de U.A.

—¡Esos extras no son mis amigos! ¡Y no hables de mí como si no estuviera aquí! No te la mencioné porque... —Bajó la mirada, ruborizado al procesar lo que estuvo a punto de decir.

«Porque le gustaba tenerla solo para sí, aunque fuera solo en sus pensamientos. Después de todo, no podía privarla del mundo, eso era de psicópatas.»

—Es que estoy este año de intercambio estudiantil —explicó rápidamente ella, notando cómo Katsuki entraba en sus mutismos provocados por la vergüenza—. Aunque estaba planeando quedarme un tiempo más si consigo prolongar mi estadía con un trabajo en una Agencia. De hecho, he estado trabajando con el Equipo Idaten para conseguir que me acepten en cuanto nos graduemos y...

—No tienes por qué seguir hablando. —La detuvo Katsuki, colocando su mano sobre la de ella—. Mis viejos solo están jugando contigo porque quieren hacerme molestar. ¡No la van a hacer pasar con el maldito interrogatorio que llevan practicando desde que tengo doce! Por estas cosas es que no veo los mierderos programas familiares...

—Permítenos el gusto —dijo Masaru con una sonrisa de disculpas hacia la joven.

—Después de todo, dudo que haya muchas chicas que quieran soportar tu actitud apestosa —agregó Mitsuki, a lo que Masaru meneó la cabeza y Katsuki le gruñó.

(T/N) rio al ver la expresión de su pareja. El amplio catálogo de grados de ira que siempre le enseñaba era una de las cosas que más disfrutaba. Katsuki chocó su hombro con suavidad.

—No te burles.

Eso la hizo reír más mientras él ponía los ojos en blanco. Los adultos sonreían al ver a su hijo con un brillo distinto refulgiendo al fondo de las pupilas, indicativo de que realmente le gustaba esa chica.

Mitsuki juntó las palmas alegremente, armándose con una sonrisa gigantesca.

—¡Ya sé! Te encantará ver el álbum de fotos de Katsuki.

—¡Oh!

—Ugh, es que esto parece escena reciclada de hace dos años —bufó Katsuki—. No tienes que mostrarle nada. Dudo que le interese.

—No, no. —Ella lo refutó—. Un Katsuki chiquito me debe dar como mil años más de vida.

Mitsuki no esperó más y se paró para buscar el álbum. Katsuki gruñó y prefirió ir a ayudar a Masaru con la cena. Cuando Mitsuki regresó y ocupó el lugar anterior de su hijo, Katsuki se sintió un poco aliviado al notar que a sus padres no les desagradaba la idea de que tuviera una novia.

(T/N) observó el álbum azul con letras en relieve. Era el típico álbum de fotos de los primeros años de un niño, lleno de ilustraciones y motivos caricaturescos. Notó cómo Mitsuki acarició las letras con nostalgia. Abrió el álbum y sonrió con ternura al ver la primera foto de un pequeño Katsuki recién nacido.

—¡Su cabello es igual al que tiene ahora! —comentó (T/N), notando cómo el pelo seguía un patrón antinatural y explosivo, como si quisiera dar indicios de su kosei.

—Era una cosita linda y fea al mismo tiempo —comentó Mitsuki, a lo que Katsuki gruñó mientras Masaru se reía—. Pero se transformó en el chico apuesto de hoy; aunque, como dicen, calladito se ve más bonito.

(T/N) rio, notando cómo Katsuki estaba hecho una furia, batiendo con saña el rebozado de los camarones que comerían ese día.

—Mira, este fue su primer baño. Masaru pensaba que lo iba a romper, ¡así que yo me encargué de él!

Mitsuki le explicó cada foto con entusiasmo y orgullo. En muchas aparecían los tres o uno de los padres abrazando al pequeño Katsuki que, a medida que pasaban los meses, adquiría una expresión más testaruda. Cuando llegaron a la sección de los dos años, Mitsuki le mostró, con orgullo, una foto de Katsuki bañándose. Sin embargo, en lo que se fijó (T/N) al ver su piel pálida, fue en la pequeña mancha en su glúteo izquierdo.

—Ah, Katsuki, no sabía que tenías este lunar desde pequeño...

Fue un pensamiento soltado al aire sin motivos ulteriores; sin embargo, los tres Bakugou se quedaron en sepulcral silencio, estáticos, como si se trataran de una fotografía. El aire se hacía cada vez más denso y, casi que, a la fuerza, sus neuronas hicieron sinapsis y logró entender lo mucho que sus palabras implicaban. Separó los labios para esclarecerlo todo, pero los cerró fuertemente cuando Katsuki le pidió que lo hiciera con una sola mirada.

Mitsuki se aclaró la garganta, y la miró con una sonrisa.

—Espero que se estén cuidando.

—Mitsuki...

—¡Mamá!

—Pero, bueno, en parte tiene razón. Es bueno disfrutar de la sexualidad, pero ser responsable al hacerlo —dijo Masaru tranquilamente—. Es un poco tarde, pero creo que podríamos hablar sobre... Ya sabes.

—... —Bakugou apretó la mandíbula, entornando los ojos en dirección a su progenitor—. Sí me sé poner un maldito condón, ¿de acuerdo? Así que paso totalmente de esta discusión. Además —resopló—, que sepa que tengo un lunar allí no implica nada más que pudo haberme visto desnudo.

—Ay, eso ni tú te lo crees —se burló Mitsuki.

Por su parte, la chica solo se encogía más y más en su sitio, abrumada por el intercambio de palabras entre los tres. Quizás si continuaba así, terminaría fundiéndose con la tela del sofá y desaparecería en el infinitesimal mundo de las partículas. Al mismo tiempo, su cerebro se encargaba de repetirle la escena una y otra vez para acrecentar aún más su vergüenza.

Katsuki, a pesar de sentir las mejillas ardiéndole, se percató del revelador sonrojo de su novia y corrió en su ayuda.

—(T/N) —llamó, recorriendo los metros que los separaban en unas cuantas zancadas y extendiéndole la mano—, ven.

—Lo siento —musitó, cerrando sus dedos temblorosos alrededor de los de él—. Uhm... —Se dirigió a ambos adultos—. Lamento mucho que nuestro encuentro haya sido así... Creo que ya debería irme. Katsuki, luego te escribo para hacer el trabajo.

El muchacho bufó, sin poderse creer que ella estuviera huyendo en ese momento, pero tampoco podía culparla porque sus padres eran bastante peculiares.

—Es una lástima... —dijo Mitsuki con un mohín—, pero entiendo que te sientas incómoda. Seguro la siguiente vez que nos veamos, irá mejor.

—Sería bueno tenerte de nuevo en casa —acotó Masaru con una sonrisa amable—. Me disculpo por nuestro comportamiento.

—No, no se preocupe... —negó la chica, agradeciendo cómo Katsuki frotaba sus nudillos para calmarla—. Entonces, hasta luego.

Con una impecable reverencia, dejó la sala para dirigirse a la entrada con el corazón martillando contra sus costillas, indómito. Katsuki observó, estoico, cómo el rubor se iba asentando en sus mejillas a medida que su expresión se hacía más y más conflictuada. A pesar de que se le hacía gracioso verla así porque había hecho de un pequeño inconveniente un gran problema, quiso asegurarle que todo estaría bien y, tan simple como el pensamiento surcó su mente, sus acciones lo llevaron a envolverla dulcemente entre sus brazos.

—No les prestes atención —susurró cerca de su oído—. Lo hacen solo para avergonzarme. Siempre están aliándose para molestarme.

—Siento que acabo de dar la peor primera impresión de mi vida —lloriqueó, apoyando la cabeza de su hombro.

—Míralo así, en el futuro nos reiremos de esto.

te reirás.

—Probablemente. —Se carcajeó de forma malvada—. Ahora, te acompaño a la estación.

Ella curvó los labios y, luego de que Katsuki bajara sus cosas, los dos adultos salieron a despedirse de nuevo. Los vio una vez más y se convenció de que no eran tan malos como se los había imaginado anteriormente. La invitaron a cenar en otra ocasión y Mitsuki bromeó un poco sobre las siguientes fotos que le enseñaría de Katsuki.

Cuando estuvieron afuera, Katsuki le quitó su mochila y se la colgó del hombro. Sin dilaciones, tomó su mano y marcó la marcha hacia su destino. Caminaban en silencio mientras ella balanceaba sus brazos. Cuando el vaivén frenó, Katsuki curvó una ceja y la miró:

—¿Pasa algo?

—Estaba pensando que, —empezó ella— si tu casa no tuviera campanas en la entrada, no hubiéramos escuchado a tus padres llegar y ¡nos hubieran encontrado en pleno asunto! ¡Ahí sí me hubiera morido!

—¡Ugh! ¡Muerto! No hables así...

—Sí, sí, shine. —Puso los ojos en blanco—. Pero viéndolo desde ese punto, lo de hoy no fue tan malo.

—¿Sabes? Tu perspectiva optimista es retorcida.

—Ah, pero así me quieres. —Lo codeó amistosamente.

Katsuki se detuvo con una expresión seria. Ella lo miró con una ceja curvada, intentando descifrarlo. Sin previo aviso, él se inclinó y rozó sus labios en un beso fugaz. La miró con intensidad, haciendo que su estómago se retorciera con miles de mariposas.

—Sí. Así te quiero —afirmó con una sonrisa—. No le prestes atención a lo que puedan decir los demás porque aquí lo importante es que ambos nos queramos.

Ella le devolvió el gesto, exhibiendo un alegre arrebol. Podría ser que su historia juntos fuera efímera, pero se encargarían de teñirla de la grandiosidad que merecía para que, en el futuro, cada instante los llenara de sentimientos cálidos.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Iba a romper mi tradición del 10 de octubre este año, pero pude acabar este OS  a tiempo y el de Todoroki lo veo terminado para más tarde en la noche xD

Me divertí mucho escribiendo este capítulo. Para lo ocupada que estoy, la terminé más rápido de lo que creía. Espero les haya gustado con todo y el reciclaje de escenas que hice sin vergüenza alguna xD

¡Tenga un gran, gran día!

¡Plus Ultra! >.<

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