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Inefable - Todoroki Shouto

Para Todoroki, ella representaba una entidad casi mágica. Era la persona que había nacido para asegurarle que la vida no era tan desgraciada como él creía, brindándole un poquito de esperanza a su cotidianidad. Era su compañera y a quien había jurado proteger, a pesar de que ella podía hacerlo más que bien. Después de todo, ambos se habían conocido en su tercer año de sus respectivas academias de héroes durante sus prácticas; y, cada vez que lo recordaba, no podía evitar hacerlo con cariño, porque había sido algo así como un encaje inmediato entre dos personas ajenas a la otra.

Así que agradecía poder tenerla a su lado. Verla amanecer, con su usual malhumor, era una bendición, y él se dejaba embargar por la primera sonrisa que siempre le dirigía por las mañanas, como si él tuviera el poder de brindarle alegría por su simple existencia. Eran esos trocitos de monotonía los que hacían que valiera la pena seguir avanzando un día a la vez.

Sin embargo, en esa ocasión, cuando despertó, ella no estaba a su lado, y su mitad de la cama yacía fría. Suspiró, con el corazón ocultándosele en un profundo abismo que le impedía distinguir la realidad. Palideció al percatarse, su corazón depositándosele al fondo del estómago como una bala de cañón, de que no estaba y su mente lanzaba miles de razones por las cuales no se encontraba allí.

Las ideas arremolinándose en su mente, una más descabellada que la otra, una infinidad de universos cruzándose por sus neuronas, le robaron el aliento del pánico que lo asediaba sin reparo. Se paró a trompicones para ir a la cocina, y cerciorarse de que nada era real.

—¿Qué pasa, Shouto? —La mujer curvó una ceja, ahogando un grito al ver que el pescado que cocinaba se empezaba a quemar a pesar de haberlo colocado hacía unos instantes en la sartén.

—No... —Soltó el aire que había estado conteniendo inconscientemente y dejó que sus labios esbozaran una sonrisa de alivio—. No es nada. Voy al baño y vengo a ayudarte.

—Lávate bien las manos~ —cantó, apagando la cocina antes de incendiar la casa, quizás sí debieron comprar una cocina de inducción.

Shouto no sabía por qué, pero esa mañana, luego de verla, sintió el alborozo viajarle al pecho para brindarle una calidez que se esparcía por todas sus venas y se arraigaba a su alma. Una sonrisa le crepitaba en los labios y, al intentar contenerla, el reflejo del espejo le devolvía muecas graciosas que sabía la harían reír si lo estuviera viendo. Agitó la cabeza, notando cómo el buen humor se apoderaba de sus ademanes, y se apresuró a socorrerla en la cocina cuando olió el arroz empezando a quemarse.

—Definitivamente, si no fuera por ti, comeríamos comida quemada siempre. —Rio de forma nerviosa, viendo cómo Shouto retiraba todo de la estufa y se apresuraba a ver la cocción de la comida.

—Creo que hoy no se quemó tanto —bromeó—. Es comestible, sí.

—Muy gracioso. —Puso los ojos en blanco—. Al menos la sopa de miso está bien... Quemar una sopa sería el colmo.

—¿Lees mentes? Porque acabas de exteriorizar lo que pensaba.

Todoroki mantuvo su expresión imperturbable, pero se regocijó internamente cuando la chica infló las mejillas y le lanzó una mirada casi asesina. Sin embargo, ablandó sus facciones y sonrió cuando vio que, una vez servido, su intento de desayuno no lucía tan mal. Ambos agradecieron por la comida y empezaron a comer.

—Es raro que hagas un desayuno así —comentó Shouto—. Casi siempre haces cosas más occidentales.

—Uhm... Es que como sé que tú prefieres un desayuno japonés, quería complacerte.

—¿Alguna razón?

Ella le sonrió, y Todoroki creyó ver una pizca de tristeza embargando sus jocosos ojos.

—¡Hoy es un día especial!

Él curvó una ceja, haciendo memoria, pero ella solo lo vio de forma enigmática y se llenó la boca de arroz para no hablar. No quiso preguntar más, aunque la duda se depositó al fondo de su mente, incomodándolo.

Cuando terminaron, él se ofreció a lavar los platos, observando con interés cómo su novia corría los muebles de la sala y hacía espacio. Empezó a calentar y a estirar el cuerpo, todo eso bajo la suave melodía de la música que había colocado.

Todoroki se halló tarareando la meliflua sinfonía, curvando una ceja porque sabía que ella era de ritmos más movidos y le sorprendía verla haciendo ejercicio con música clásica. Sin embargo, se exaltó cuando empezó a sonar música disco.

—¡Shouto, baila conmigo! —Se acercó a él, abrazándolo por la espalda mientras se terminaba de secar las manos.

Todoroki parpadeó, dejándose llevar cuando ella lo tomó de las manos y dejó el paño de la cocina a un lado. (T/N) lo atajó por la cintura, guiando sus movimientos. Decidió seguirle la corriente, porque eran escasas las ocasiones en las que ambos estaban tan tranquilos que parecían tener todo el tiempo del mundo en sus manos; y esa simple impresión, lo llenaba de puro jolgorio.

Su risa lo extasiaba mientras giraban sin sentido con los pies descalzos, guiando los movimientos ajenos, alejándose para encontrarse dramáticamente. Se besaron y cantaron. Y Shouto no recordaba la última vez que se había reído tanto hasta el cansancio, ni cantado tanto hasta dolerle la garganta, en un suave carraspeo que, en vez de evocarle malas memorias, traía consigo ese instante, que buscaba perpetuar tras sus retinas.

(T/N) se reía por nada, atrapada en el frenesí de cuando se rezuma alegría. Si le preguntaban a Shouto, ese momento, con ella disfrutando a su lado, era el epítome de su propia felicidad.

Finalmente, con la respiración agitada y el sudor empezando a perlar la piel de su nuca, se dejó caer en el sofá. Todoroki la acompañó, procurando acompasar su acelerado ritmo cardíaco y ajustar su temperatura acalorada paulatinamente.

—Eso fue divertido. —Sonrió, exhalando sonoramente—. ¿No crees?

—Sí. Extrañaba verte reír.

Ella curvó los labios, inclinándose para dedicarle un beso casto, seguido de otro, y de otro más. Shouto se preguntó por qué, cuando la tomó de la cintura para acomodarla encima de él, lo había hecho con tal desespero, dedicándose a devorarla como si de ese modo, de alguna forma, logrará permutar sus cuerpos y eternizar su esencia dentro de él. Eternizarla...

(T/N) cubrió sus labios con ambas manos, sonriéndole con nostalgia, acomodándose en sus piernas hasta cerciorarse de que él se había calmado. La miró, desolado y desconcertado, porque muy en el fondo, en ese rincón oscuro de su corazón que se había ido reduciendo con la luz que ella había llevado a su vida, varios recuerdos empezaron a susurrarse en su mente.

—Shouto...

—¿Qué es esto?

—Es un fragmento de nosotros —explicó, acariciando su rostro, notando cómo los ojos se le anegaban—. Siento...

—No.

—Déjame hablar.

—No, no quiero. —Desvió las mirada, sus labios temblaban y se sintió tan frágil como una hoja de otoño marchita oscilando a merced del aire—. Si lo haces, entonces esto...

—Shouto. —Enmarcó sus facciones, obligándolo a verla; y Shouto resolló, apretando las manos que lo sujetaban con la intención de nunca dejarla ir—. Sabía que no estarías bien, y por eso dejé esto para ti. Necesito que sigas adelante, que tus aspiraciones continúen brillando con la llama de la esperanza que encendiste a lo largo de tu vida, y que vivas como nunca antes lo has hecho.

—No puedo...

—¡Sí puedes! Eres mi Shouto, y puedes con esto y más, ¿entendido?

—... —Cerró los ojos con fuerza, una rebelde lágrima lo traicionó, y se dejó envolver por ese momento, por su calor y por su fragancia—. Sí...

—Muy bien. —Ella le sonrió—. Lo siento por haberme ido tan pronto, y espero no te culpes por ello.

—Procuraré no hacerlo.

—Me alegra haber vivido mi vida a tu lado.

—¿Te hice feliz?

—¡No tienes idea! —exclamó con alegría—. ¡Eres lo mejor que me ha pasado! Ahora... —suspiró, y se inclinó para besarlo dulcemente—. Ahora es tiempo de despertar.

Apenas abrió los ojos, tomó una bocanada de aire que, por un momento, pensó lo ahogaría. En el transcurso de dos segundos, mientras su cerebro organizaba sus ideas, notó las lágrimas secas sobre sus mejillas. Oteó su habitación y estiró la mano para tomar su celular de la mesa de noche, sin siquiera tomarse la molestia de cerciorarse sobre una presencia que hacía tanto lo había abandonado.

Era su rutina matutina desde hacía un año, una que no hacía más que lastimarlo e, irónicamente, hacerlo sentir vivo. Marcó el número que se sabía de memoria y escuchó un primer tono entrecortado, para que luego cayera la contestadora.

"¡Buenos días, tardes o noches! En este momento no estoy disponible. Puede ser porque, opción número uno, se descargó mi celular, opción número dos, lo extravié, y opción número tres para los pesimistas, tuve un accidente. Lo más probable es que sea la opción número uno, así que no dudes en volver a llamarme en la noche. ¡Nos hablamos!"

"¿En serio pudiste grabar eso en tan poco tiempo?"

"¡Estuve ensayando! ¡Ah! ¡No! ¡Ya deja de graba...!"

Por primera vez desde que se había condenado a escuchar su voz cada mañana tras la promesa de no olvidarla ni de dejar que sus sentimientos perecieran, sonrió ante la reminiscencia. Recordaba sus largos minutos ensayando el texto que había escrito cuando descubrió que podía personalizar su contestadora, y esa inane grabación de su voz se había convertido en una preciada memoria, algo imposible de creer cuando era un hecho trivial.

—Te extraño —musitó con la voz queda cuando cortó la llamada.

Miró la carta que descansaba en el lado vacío de la cama, eternamente frío. El día anterior, se había sorprendido cuando el cartero le llevó la correspondencia bajo el nombre de su novia. Ahora entendía que ella había colocado un fragmento de sí misma en el papel, para que se reprodujera en sus sueños; aunque lo consternaba percatarse de que ella estaba consciente de que pronto moriría. A pesar de su kosei de lo más enigmático, Todoroki se frustró al darse cuenta de que esas pequeñas memorias en las que lo había envuelto en el mundo onírico habían caducado, era un último regalo de ella para él, para darle ánimos porque nadie lo conocía tan bien como ella.

Tomó la carta, con la garganta atenazada, y leyó las pocas líneas.

"Queridísimo Shouto,

Si has recibido esto, significa que no sobreviví a mi última misión. No te frustres por ello, ni mucho menos te enfrasques en arrepentimientos. Fue mi elección, lamento hacerte daño, pero no lamento haberme mantenido fiel a mis principios.

Espero que, en el aniversario de mi fallecimiento, esto te ayude un poco a no sentirte tan devastado, y te dé ese último empujoncito que seguro necesitas para seguir adelante.

¡Sé el mejor héroe que puedas ser, la mejor versión de ti mismo!

Eternamente tuya,

(T/N)"

Suspiró y cerró los ojos, su corazón empezó a latir con más ímpetu, llenando de calor los lugares oscuros de su alma e iluminando con su propia luz, su desvaído ser.

Por primera vez, desde que ella había desaparecido de su vida, Shouto corrió las cortinas del apartamento. Dejó que el sol cálido de la mañana acariciara su piel aterida e iluminara la habitación.

Queriendo aprender a vivir con ese dolor, porque no quería superarla, y con el arrepentimiento de no haberla podido proteger, le sonrió a un mañana sin ella.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Sorry not really sorry. Esto surgió al ponerme a pensar que siempre es de Bakugou de quien escribo en este tipo de escenarios xD Así que intentarlo con Todoroki me pareció interesante, imagino que es la clase de persona que se torturaría si llegara a pasarle algo similar.

Espero que les haya gustado. Para la siguiente ocasión traeré a Aizawa.

¡Espero estén teniendo una excelente semana!

¡Plus Ultra! >.<

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